Segunda vuelta en Perú: La hija del ex dictador Fujimori contra la izquierda de Castillo
Perú celebró la primera vuelta de las elecciones presidenciales en un ambiente polémico y polarizado. Expresión de la profunda crisis que se vive en el país luego de las movilizaciones de Noviembre del 2020 y, como expresión de la radicalización hacia la izquierda, Pedro Castillo del partido Perú Libre con propuestas de cambio radical del modelo económico, fue la sorpresa ganando con casi el 19% del voto total.
Escrito por Emily Culver, Socialist Alternative (ASI en EUA).
El 11 de abril, Perú celebró la primera vuelta de las elecciones presidenciales en un ambiente polémico y polarizado. Expresión de la profunda crisis que se vive en el país luego de las movilizaciones de Noviembre del 2020 y, como expresión de la radicalización hacia la izquierda, Pedro Castillo del partido Perú Libre con propuestas de cambio radical del modelo económico, fue la sorpresa ganando con casi el 19% del voto total. Más significativamente, Castillo tenía grandes ventajas en muchas provincias rurales fuera de la ciudad capital de Lima. En la segunda vuelta electoral del 6 de junio, se enfrentará a Keiko Fujimori, hija del ex dictador Alberto Fujimori.
Pedro Castillo, Perú Libre y el progresismo.
Es maestro de escuela primaria y activista sindical. Se dio a conocer en 2017 cuando encabezó una masiva huelga de maestros a nivel nacional contra el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski. Al término de esta huelga de 50 días, 10,000 maestros marcharon sobre Lima. Su demanda central de casi duplicar sus salarios tuvo éxito y, tres años después, Castillo fue reclutado para postularse a la presidencia por Perú Libre. Su plataforma está en contra del neoliberalismo y culpa a las empresas extranjeras y a los mercados desregulados por los altos niveles de desigualdad en Perú. Propone la nacionalización de industrias clave como la minería, la energía hidroeléctrica y el gas para disminuir el control que tiene el negocio en el país y aumentar el papel del estado en la regulación. Este programa antineoliberal de realizarse también permitiría distribuir la riqueza obtenida por los ricos recursos naturales del Perú a una mayor parte de la población, especialmente a los grupos que sufren las consecuencias ambientales de las industrias extractivas. Castillo también ha destacado las disparidades en el acceso a la educación en todo Perú, lo que hace que la educación gratuita de calidad sea una demanda clave en su campaña. También propone que el 10% del PBI se destine a reforzar el sistema de salud para enfrentar la pandemia. También apoya a otros gobiernos progresistas latinoamericanos que establecen paralelismos entre Pedro Castillo y Evo Morales.
El partido Perú Libre fue fundado y está dirigido por el médico Vladimir Cerrón, quien se reivindica partidario del marxismo, leninismo y José Mariategui (un conocido escritor socialista peruano de principios del siglo XX). Pero no pudo ser candidato a presidente porque está condenado por delitos de corrupción cuando fue gobernador de la región de Junín. Además sus comentarios machistas y homofóbicos en twitter reflejan los límites que tiene el partido en cuestiones de género. Por este motivo Castillo también enfrenta críticas legítimas de la izquierda progresista en todo Perú. Durante su campaña, ha declarado en entrevistas que se opone a que se utilice la “ideología de género” en el plan de estudios de educación nacional, las uniones civiles entre personas del mismo sexo y la legalización del aborto. Estas tres políticas están fuertemente apoyadas por el actual movimiento feminista peruano, Ni una Menos, que ha sido uno de los movimientos sociales más grandes y fuertes que jamás haya existido en el país. A partir de Argentina, toda la región latinoamericana ha construido un poderoso movimiento feminista centrado en el derecho al aborto y el fin de la violencia contra las mujeres. Las políticas conservadoras de Castillo en torno al género y los derechos LGBTQ muestran una falta de unidad entre la izquierda peruana. Bajo la presidencia de Castillo, los grupos feministas y LGBTQ tendrían que continuar construyendo su movimiento de masas y presionar desde abajo.
Igualmente sorprendente para muchos fue el rotundo fracaso electoral de la candidata progresista Verónika Mendoza. Ella se postuló con un partido de coalición de izquierda progresista Juntos por el Perú con demandas centradas en cobrar impuestos a los ricos, convocar a Asamblea Constituyente, apoyar la unión civil entre personas del mismo sexo y legalizar el aborto. Entre los movimientos sociales progresistas urbanos y muchos jóvenes de Lima, Mendoza fue un representante de esperanza y cambio. Sin embargo, en muchos sentidos, su campaña no logró empalmar con el sentimiento de radicalización de un gran sector del pueblo peruano, sobre todo en las zonas rurales porque a medida que avanzaba la campaña fue suavizando su discurso sin proponer cambios radicales. A pesar de haber nacido en el sureño estado de Cuzco, Mendoza todavía era visto como un forastero en muchas de estas comunidades. Las conexiones de Castillo con campesinos de base y otros grupos comunitarios en áreas rurales fueron un gran impulso para su campaña. Su éxito en las zonas rurales es una respuesta directa a décadas de crisis debido al neoliberalismo en el Perú rural.
Para la segunda vuelta Juntos por el Perú, de manera correcta expresará su apoyo a Castillo y probablemente el Frente Amplio, la otra coalición progresista, haga lo mismo.
Lo que viene.
Castillo y su campaña enfrentan un difícil camino hacia la victoria. La derecha en Perú ya emprendió una campaña de miedo apelando al “terraqueo” que consiste en acusar a Castillo y sus seguidores de terroristas asociados al extinto grupo terrorista Sendero Luminoso, que libró una guerra de guerrillas contra el estado en las décadas de 1980 y 1990. Costosos carteles publicitarios aparecieron en las calles de Lima diciendo: No al comunismo.
Pero el pueblo peruano no se cree estas mentiras por eso esa campaña macartista está fracasando. Las últimas encuestas otorgan un 41,5% a Castillo y 21,5% a Keiko Fujimori. Tampoco los demás partidos de derecha están brindado su apoyo público a Fujimori pues temen hundirse con ella. Habrá que ver si más adelante lo hacen.
Pero es la aversión y desconfianza generalizada de los sectores populares hacia Keiko Fujimori, donde está la gran ventaja a favor de Pedro Castillo. Fujimori representa los intereses comerciales de los ricos y corruptos y el desarrollo del neoliberalismo en todo el país. Estuvo involucrada en el escándalo masivo de Odrebrecht que condujo a su arresto y un breve período en la cárcel. En los últimos años, luego de su derrota electoral en 2016, se dedicó a desestabilizar al gobierno y a flexionar su poder a través de la mayoría en el Congreso de su poder político. El resultado fue una grave crisis política en el país durante los últimos cuatro años. En 2017, el Congreso obligó al presidente Kuczynski a dimitir y su vicepresidente Vizcarra asumió el cargo. En medio de la crisis de Covid-19, Vizcarra se centró en la salud pública y en detener la corrupción en el gobierno. A pesar de la pandemia, el Congreso controlado por Fujimori siguió desestabilizando al gobierno, eventualmente acusando a Vizcarra y nombrando de manera antidemocrática a un nuevo presidente, Merino. Hartos de la corrupción en medio de la pandemia y la crisis económica, los manifestantes llenaron las calles y obligaron a Merino a dimitir y protegieron la democracia. Dos manifestantes, Inti y Bryan, fueron trágicamente asesinados por la policía durante las protestas. El papel de Fujimori en la instigación de esta crisis, así como su apoyo a las políticas neoliberales que mantienen y exacerban la pobreza en el país, no serán ignorados por la población peruana.
Una oportunidad de cambio sería a través de la Asamblea Constituyente, propuesta por Castillo. Esta promesa de campaña está inspirada en las protestas chilenas de 2019 contra el neoliberalismo que culminaron con la formación de Asambleas Constitucionales para comenzar a redactar una nueva Constitución chilena. La propia Constitución del Perú fue redactada en 1993 bajo la dictadura de derecha de Alberto Fujimori. Una nueva Constitución peruana fue una demanda principal que surgió de las protestas de noviembre de 2020 contra el golpe. Castillo ha adoptado esta demanda fuera de estas protestas. Como ha dicho en entrevistas, la Asamblea Constituyente sería una oportunidad para que colectivos, sindicatos y otras organizaciones populares tengan voz en la nueva Constitución. También ha aceptado escuchar a las organizaciones feministas y realizar un referéndum sobre la legalización del aborto, a pesar de sus propias creencias personales.
Una presidencia de Pedro Castillo sería una victoria contra Fujimori y el neoliberalismo, la corrupción y la desigualdad que ella representa. Esto a pesar que, lamentablemente está moderando su discurso hacia la segunda vuelta haciendo declaraciones a favor de dialogar con las multinacionales, aumentar el financiamiento a la Policía e incluso planteando que la Constitución se cambiará “si el pueblo lo pide” Esta moderación en su discurso es un error cuando hay un pueblo radicalizado que ve en Pedro Castillo un símbolo de la protesta. Además esa moderación fortalece a los sectores de derecha.
Por eso para implementar los cambios radicales es necesario que la amplia base de trabajadores y campesinos que lo apoyan se organice, participe y decida democráticamente para presionar e impedir que Castillo ceda a las presiones de la derecha y los grandes empresarios y su candidatura sea un cambio directo y radical del status quo, que constantemente ha dejado atrás a los más pobres y exacerbado las severas desigualdades que enfrentan los peruanos. Esto también puede servir para presionar a Castillo para que incluya en sus propuestas las cuestiones de género y los derechos de las mujeres.
Una victoria de Castillo no resolvería de inmediato los muchos problemas que enfrentan los peruanos. Incluso en la presidencia, el partido de Castillo y otros partidos de izquierda estarían en minoría en el Congreso. Los miembros de derecha del Congreso podrían bloquear cualquier cambio radical que intente Castillo.
En Perú se abrió con las movilizaciones del 2020 primero y con la irrupción de Castillo en las elecciones después , un gran espacio para construir una izquierda radical que impulse la movilización popular porque el cambio real para el Perú debe construirse no solo sobre el rechazo a Fujimori y el neoliberalismo, sino también sobre la unidad de la clase trabajadora y los movimientos de masas. Llevar la energía de las protestas de noviembre de 2020 al próximo período podría ayudar a garantizar que se implementen los cambios radicales que propone Castillo, y más.
¡Solidaridad con la clase obrera peruana contra el fujimorismo y el neoliberalismo!