La disputa por Morena, una disputa de clases
La batalla por el cambio de la dirigencia de Morena, de la que hemos sido testigos en las últimas semanas, es un punto crítico del proceso que vive México desde hace dos años.
Escrito por Alternativa Socialista, México.
Del resultado pueden surgir más obstáculos al avance de la lucha del pueblo trabajador, acentuando la parálisis o retroceso de en el próximo periodo. De ahí, que el resultado de la misma no sea indiferente para los sectores más conscientes, agrupados o no en Morena, en su lucha por la transformación de la sociedad en beneficio de la mayoría.
Ante todo, la consulta impulsada por un sector de los aspirantes a la dirigencia de Morena, que de otra forma no podrían ser electos por no formar parte de su Comité Ejecutivo Nacional, es profundamente antidemocrática. Pues como lo han denunciado, entre otras Bertha Luján y Citlalli Hernández, sustituye a la militancia y viola los estatutos de dicho partido. Además, dicha encuesta no considerará los planteamientos políticos ni programáticos de los aspirantes, convirtiendo dicha encuesta en un procedimiento mediático, totalmente lejano a un proceso democrático y partidario.
Así, la judicialización del proceso interno por el ala de derecha aspirante a la dirección nacional no es más que un intento de esta de apoderarse del partido con la única intención de utilizarlo como instrumento para la defensa de sus propios intereses y los de la burguesía que está detrás de ellos, financiando su campaña mediática. Por eso, como señalamos y tratamos de explicar a lo largo de este artículo, además de denunciar la ilegitimidad de dicho procedimiento para elegir a la nueva dirigencia de Morena, los trabajadores y los sectores más avanzados no podemos ser indiferentes de lo que ocurra en esta.
A dos años del 1 de julio, las contradicciones se acentúan
La situación que vive Morena, no es muy lejana ni ajena a la que atraviesa el país entero a partir del 1 de julio del 2018. Por ello para comprender lo que ocurre dentro de Morena, conviene ante todo analizar por lo menos de forma general lo que ocurre en México. Al respecto, recientemente señalamos que
La victoria de AMLO en 2018 debe entenderse como resultado de un descontento social que encontró en el proyecto obradorista una alternativa para el hervidero que era nuestro país después de más de treinta años de gobiernos neoliberales. Pero al mismo tiempo hay que tener claro que un factor importante para que esto fuera posible, fue el acercamiento de un sector considerable de la burguesía mexicana al proyecto presentado por Morena. Basta señalar el ejemplo de Alfonso Romo, multimillonario hoy jefe de la oficina de Presidencia, o bien el de Esteban Moctezuma Barragán, quien fuera Presidente de Fundación Azteca y hoy Secretario de Educación Pública.
Balance a dos años del 1 de Julio
Lo anterior significa, por una parte, la desbandada de la burguesía que abandonó al PRI y al PAN como partidos que representaran sus intereses ante la crisis que estas organizaciones viven, y su intento por convertir a Morena en un instrumento a su servicio. Y por otra parte, derivado de lo anterior, una tensión creciente dentro de Morena como resultado de la lucha entre distintas fracciones que expresan precisamente la lucha entre dos clases sociales en pugna: la burguesía que pretende que nada sustancial cambie y la clase trabajadora y los campesinos que han construido Morena para transformar radicalmente sus condiciones de vida, y no solo echar a la derecha de la Presidencia.
La presencia en el gabinete de los nombres mencionados ha causado choques entre los sectores más progresistas y a la izquierda del obradorismo y aquellos que se han posicionado a favor del proyecto más por conveniencia que por convicción. Los constantes roces entre el ahora ex titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), Victor Manuel Toledo, con Alfonso Romo y Víctor Manuel Villalobos, son el producto más evidente de las propias contradicciones de la 4T. Un movimiento que ha terminado por agrupar a sectores e intereses antagónicos que chocan entre sí.
Los sectores de la burguesía que hoy respaldan a la 4T no lo hacen porque sean partidarios de una transformación real en beneficio de los oprimidos y explotados. Estos sectores han respaldado el proyecto de Obrador por una sencilla razón, hoy Morena está en el poder y si quieren mantener sus privilegios o aumentar sus ganancias, deben de estar con quien se siente en la silla presidencial. Los capitalistas siempre estarán en el bando que le represente mayores beneficios e intentará limitar los avances en beneficio de los oprimidos.
Las constantes tensiones en el gobierno de Obrador, como las rupturas y reconciliaciones con la prensa y los medios de comunicación, son expresión de la contradicción en la que se encuentra la Cuarta Transformación desde el comienzo. A saber, la lucha entre dos clases sociales con intereses irreconciliables para dirigir el proceso de transformación que comenzó en 2018. Es precisamente la misma contradicción que padece Morena, y que ahora se expresa en la contienda por su dirección. Como lo hemos señalado
En esencia el frente interclasista lanzado por AMLO es una expresión organizada que refleja el contenido de la política de la 4T y la contradicción que la rige. Es decir, denota un fuerte intento por gobernar para los más pobres sin romper con el capitalismo, en el que además se le pueda dar salida a las expectativas del empresariado, teniendo como punta de lanza para ello el ataque a la corrupción, la eliminación de toda clase de privilegios y gastos innecesarios en la administración pública. A la par de la recuperación de la base productiva de los sectores estratégicos como PEMEX, como la más importante fuente de recursos públicos, misma que en 2016 representó el 18% de los ingresos del Estado, contra el 45% que aportó en 2008.
¿A dónde va México?
Morena, ¿para los empresarios o los trabajadores?
Aunque hubo contradicciones al principio, Morena fue impulsado fundamentalmente por pequeños propietarios, campesinos, mujeres y trabajadores al acercarse la elección del 2018 fue llenándose de grandes propietarios arribistas que al ver hundirse los barcos del PRI y el PAN buscaron salvaguardarse en dicho partido. De ese modo, el instrumento construido por el pueblo trabajador para derrotar a la derecha fue cooptado por esta misma, convirtiéndolo en un instrumento de colocación. Ejemplos como el de Germán Martínez, Mario Delgado, Fadlala Akabani, Manuel Espino son ejemplos claros de ello. De ese modo también, la burguesía se ha colado en el gobierno de López Obrador, con el permiso de este, para impulsar su propia agenda en oposición a los intereses de la mayoría del pueblo trabajador.
Sin embargo, pese a lo anterior, sería absurdo plantear que la llegada de Obrador a la Presidencia es producto de la lucha de Morena y de AMLO. Por el contrario, la llegada de López Obrador a la presidencia no es un hecho aislado, se trata del producto de una lucha de décadas de jóvenes y trabajadores. Esta lucha se remonta al movimiento de masas que construyó la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas del Frente Democrático Nacional en 1988 y que sólo pudo ser derrotado por medio de un titánico fraude electoral para imponer Salinas de Gortari en el poder. Movimiento que tendría otra estupenda expresión en la contienda electoral de 2006 y la masiva lucha contra el fraude electoral que impuso a Calderón en la presidencia. Pero durante todos esos años también vimos otra clase de expresiones no sólo a través del frente electoral, sino por medio de abiertas insurrecciones, destacándose los casos del alzamiento armado del EZLN en 1994, la lucha del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) de San Salvador Atenco en 2002 o la de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en 2006. Por mencionar algunos. De esas experiencias abreva el pueblo trabajador que ha construido Morena para impulsar la lucha por mejores condiciones de vida a lo largo y ancho del país.
Más recientemente, el pueblo trabajador ha sido testigo de un cada vez más agudo debilitamiento de los partidos de derecha producto de la misma lucha de clases, que ha desgastado a estas organizaciones, y por la descomposición del capitalismo mexicano, destacando en este último caso los colapsos económicos de 1995 y de 2009. Desarrollando un enorme descontento social al grado tal que se volvió insostenible el régimen político encarnado por el PRIAN. Este descontento se recrudeció con la imposición de Peña Nieto en 2012, quien impulsó un programa de ataques y contrarreformas que llevaron la lucha de clases a un nivel no visto desde la década de los ochenta. Basta recordar las jornadas del #YoSoy132 contra la imposición de EPN en 2012, la tenaz lucha del magisterio democrático contra la reforma educativa en 2013 o las jornadas del 2014 por la aparición de nuestros compañeros normalistas de Ayotzinapa. En ese contexto, la burguesía profundamente dividida y debilitada se vio forzada a renunciar a aplicar un nuevo fraude electoral en 2018 a riesgo de enfrentar la ira de los desposeídos con una valiosa experiencia reciente que le impedía tener garantías de mantener las cosas bajo control.
Aunque es verdad, y hay que decirlo, AMLO impulsó un frente interclasista con el objetivo de garantizar un resultado favorable en las elecciones. Este no era necesario, y ha sido a la larga contraproducente, como lo muestran el ejemplo de Lilly Téllez o la pérdida del registro del PES pese a las alianzas en 2018. Pero lo cierto es que por encima de todo fue el empuje y fortaleza de las masas desposeídas, así como la debilidad de la derecha resultado de la lucha misma de los oprimidos, lo que aseguró el triunfo sobre el PRIAN y sus partidos paleros. No obstante, esta última realidad, el frente interclasista lanzado por AMLO permitió que se subieran al carro de la 4T elementos de entre las filas de aquellos sectores de derecha y de la burguesía. Siendo el caso más claro el de Alfonso Romo, el empresario multimillonario y actual jefe de la oficina de la presidencia de AMLO. También se puede decir lo mismo de mafiosos ex-priístas como Gerardo Sosa, del Estado de Hidalgo o el expresidente nacional del PAN, Manuel Espino. Estamos hablando de toda una capa de individuos que, si bien estarían dispuestos a apoyar algunas políticas de AMLO, su límite llegaría en cuanto las masas sedientas de justicia social exigieran medidas de un calado tal que pusiera en vilo los intereses políticos y económicos de esa clase de personajes. Es necesario dar una batalla contra estos personajes, depurar al Gobierno y a Morena de estos elementos que no tardarán en mostrar su verdadero rostro, como ha demostrado la ya citada Lilly Téllez, quien pasó sin pena ni vergüenza de la bancada de Morena a la del PAN en el Senado.
La parálisis que ha vivido Morena desde el 2018, no es en ese sentido una casualidad. Por el contrario responde a la lucha entre clases sociales, que se expresan en Morena, y sobretodo el temor de la burguesía y la burocracia de Morena al avance del pueblo trabajador dentro de Morena para convertirlo en una organización capaz de empujar la Cuarta Transformación y la radicalización de su política. En otras palabras, la burguesía ha cooptado la dirección de Morena desde hace dos años para impedir el avance de la clase trabajadora, los campesinos, las mujeres y los jóvenes en su lucha para transformar al país. La parálisis impuesta por Yeidkol Polevnsky, ha sido pues una estrategia consciente para ralentizar los cambios por los cuales votó la mayoría de los mexicanos.
Lo anterior explica la escaramuza que hemos visto en los últimos meses por la dirección de Morena, en la que se enfrentan claramente dos bandos: el ala de derecha encabezada por Yeidkol, Ricardo Monreal, Mario Delgado, Antonio Attolini y compañía que pretenden convertir a Morena en un partido al servicio de la burguesía y quienes además lo mismo han sido obradoristas que anti obradoristas, dependiendo de la oportunidad que se les ofrezca ; y el ala de izquierda encabezada por Bertha Lujan, Alfonso Ramírez Cuellar y ahora más claramente Citlalli Hernández que buscan convertir a Morena en un instrumento para profundizar la transformación que vive el país, al servicio del pueblo trabajador y sus luchas.
La pandemia ha agudizado las contradicciones de clase en el capitalismo mexicano, como a nivel mundial, producto de la crisis económica y sanitaria que viven y padecen sobretodo los trabajadores. Es precisamente el aumento de dichas contradicciones lo que explica por qué las tensiones y el enfrentamiento por la dirección de Morena se han agudizado. Y es también lo que explica por qué el ala de derecha ha recurrido a la judicialización del proceso interno, usando al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para intentar imponerse sobre la voluntad de la militancia de Morena. Es claro que este sector es consciente que no podría ganar de otra forma la dirección de dicho partido, pues saben que no representan a la militancia que debería elegirlos y que no lo hará si dependiera de ella, para la cual no les interesa la legitimidad del proceso ni el carácter democrático del mismo, atropellando los estatutos de Morena las veces que sea necesario para cumplir con su objetivo .
El proceso por el que ha atravesado Morena en los últimos meses por la renovación de su dirigencia, es claro ejemplo de lo anterior. Mientras el sector de izquierda, encabezado primero por Bertha y después por Ramírez Cuellar, apostaron a fortalecer y desarrollar el partido impulsando un proceso democratico de renovación mediante asambleas distritales, pese al problema heredado y cultivado por Yeidkol del padrón. Proceso de renovación que fue descarrilado por Polevnsky y el ala de derecha ante su evidente derrota, y en la que incluso tuvieron que recurrir a reventar asambleas como en Jalisco, Hidalgo, Estado de México o Colima, por poner algunos ejemplos. En ese contexto, fue que Ramírez Cuellar fue nombrado presidente de Morena, para intentar conciliar el enfrentamiento entre ambas fracciones que como decimos representan intereses de clase irreconciliables.
Por un programa clasista para Morena, por una organización socialista para los trabajadores
Desde Alternativa Socialista reconocemos que la batalla actual por la dirección de Morena es un enfrentamiento entre dos clases sociales, por la dirección no solo del partido sino del proceso que vive el país, siendo clave para el desarrollo de los acontecimientos en el próximo periodo en México y en América Latina, pues se trata del partido más grande en el subcontinente. Lo que ocurra en nuestro país marcará sin lugar a dudas a toda la región por todo un periodo. Por ello no hacemos abstracción de nuestra posición frente a la situación actual. Como organización revolucionaria de jóvenes y trabajadores, comprendemos que Citlalli Hernández representa al sector de izquierda que contiende por la dirección de Morena. Y quién puede no solo contribuir a sanear al partido de los elementos de la derecha, sino también quien puede impulsar y profundizar el proceso de transformación del país a la cabeza de Morena.
En ese sentido apoyamos su candidatura a la Secretaria General de Morena, pues sabemos que ademas de defender una posición democrática y de principios, de denunciar la falta de paridad en la convocatoria del INE y al mismo tiempo denunciar el carácter antidemocrático de la sentencia del TEPJF, y contender a la dirección de Morena ha acompañado distintas luchas y quien además de poder derrotar a la derecha puede contribuir enormemente al desarrollo del partido en beneficio de las y los trabajadores, respetando los principios y estatutos de Morena.
Para ello es indispensable fortalecer al conjunto de la izquierda, no solo en Morena sino en el conjunto del movimiento de las y los trabajadores. Eso requiere fortalecer la unidad de principios, a partir de un programa y medidas concretas para impulsarlo, y luchar abiertamente contra las posiciones y personajes de la derecha que se han cubierto con el ropaje de la Cuarta Transformación pero son personeros del régimen anterior. La unidad que requerimos para profundizar la transformación que vive el país, es la de los explotados bajo un programa que reivindique sus demandas. No la de los empresarios y sus representantes enmascarados en una supuesta transformación mientras perpetuar sus intereses de clase.
Al mismo tiempo que reconocemos el interés de Citlalli por escuchar a las mujeres, a los trabajadores, a los movimientos sociales, a los sindicatos, a los jóvenes, a la comunidad sexodiversa y a las organizaciones sociales, entre otros, para construir no solo su propuesta programática sino lo que debería ser el programa de Morena, le planteamos algunas propuestas que consideramos fundamentales para fortalecer a dicho partido como una fuerza política capaz de profundizar el proceso de transformación que vive el país:
- La nacionalización del sistema de pensiones, que contribuya a las arcas nacionales y ponga fin a los beneficios de los privados (AFORES)
- La renacionalización del sector energético y otros sectores estratégicos de la economía, en sintonía con lo planteado por Obrador, ¡por la soberanía energética y nacional!
- Un aumento del salario mínimo que recupere la capacidad de consumo pérdida en los treinta años de contracción salarial del neoliberalismo.
- El impulso de una reforma fiscal progresiva sobre las grandes fortunas que favorezca la recaudación de recursos para el desarrollo de los programas sociales para combatir la pobreza y los efectos de la pandemia
- El combate al grave problema de violencia machista que vive nuestro país, por medio de una campaña informativa permanente contra la misma y la depuración del sistema judicial que favorece y propicia dicha violencia quede impune
- Impulsar la despenalización del aborto a nivel nacional, de forma libre y gratuita como un derecho de todas las mujeres en el país. Al mismo tiempo impulsar un programa de educación sexual entre la juventud como mecanismo para fomentar el uso de preservativos y métodos anticonceptivos. Y por supuesto la promoción y distribución de preservativos y otros métodos anticonceptivos de manera gratuita y universal.
- Un fortalecimiento de la discusión entorno al medio ambiente, recuperando las demandas de los afectados por los megaproyectos para generar planteamientos concretos en cada caso. La lucha contra el cambio climático y por la defensa del medio ambiente deben ser prioridad para un partido de izquierda.
Estas son solo algunas ideas que creemos deben ser nutridas, como ha venido ocurriendo en distintas reuniones que Citlalli ha tenido con diferentes sectores, para fortalecerlas y desarrollarlas de cara a convertirlas en un programa que defienda los intereses de la mayoría. Creemos que estas son totalmente reivindicables por Morena. Sin embargo, el sólo enunciarlas como parte del programa de Morena desatará sin lugar a dudas la histeria de la derecha y los conservadores contra el mismo. El rol del movimiento de los trabajadores y el pueblo, de Morena y toda la izquierda consecuente es no retroceder e intimidarse delante de la campaña de la derecha, todo el contrario deben asumir la lucha por una transformación real que necesitará ser anticapitalista y socialista.
Pero llevar a cabo este programa, se requerirá construir una fuerza política que explique lo anterior al tiempo que lucha por hacerlas realidad. Y en el contexto actual, llevar a cabo estas y otras demandas del pueblo trabajador en el contexto de la crisis sanitaria y económica producto de la pandemia no será posible en los marcos del capitalismo. Es por eso, que desde Alternativa Socialista al mismo tiempo que luchamos por hacerlas realidad señalamos que su realización efectiva sólo es posible si luchamos por una sociedad radicalmente distinta. Una sociedad socialista donde la riqueza se distribuya de forma equitativa en el conjunto de la sociedad, y no solo en un puñado de magnates que viven de lujo a costa de la miseria de la mayoría. Una sociedad donde los trabajadores controlan democráticamente el fruto de su trabajo para que la economía esté al servicio de todos y no de pocos. Una sociedad socialista, que solo será posible si construimos una organización que reivindique el programa y los principios de esta sociedad.