La defensa del agua en México: ¿Cuál es el siguiente paso?
Necesitamos consolidar y profundizar el actual programa de lucha con el que se dirige el movimiento. Un primer paso fueron los acuerdos generales alcanzados en la Segunda Asamblea Nacional por el Agua y la Vida, que en su mayoría tejieron redes de solidaridad y formalizaron dinámicas de trabajo entre distintas agrupaciones y comunidades del país. Sin embargo, el camino por recorrer aún es largo y las carencias, expuestas de forma honesta y con el propósito de fortalecer la lucha, deben ser resueltas si queremos resistir la embestida agresiva del Estado, el crimen organizado y la burguesía, para pasar al momento de la ofensiva.
Por Christian Tello, Alternativa Socialista México
En los últimos meses se han suscitado distintas presiones y agresiones por parte del Estado mexicano, empresas capitalistas y grupos delictivos contra las y los activistas defensores del agua y comunidades indígenas que resisten, a diario, el despojo hídrico causado por las grandes industrias. Esto es resultado de la facilidad con la que el capitalismo puede actuar para intentar desarticular luchas aisladas y locales. Por este motivo, necesitamos urgentemente discutir los próximos pasos al interior del movimiento nacional en defensa del agua, necesitamos abandonar la lógica de las batallas aisladas y articular una organización nacional que pase de la continua resistencia, a la ofensiva total que combata, frente a frente, las agresiones de la burguesía.
Sucesos sumamente lamentables se han dado durante la lucha, como el asesinato de: Felix Vicente Cruz en Oaxaca, Nemesio Zambrano, Miguel Estrada y Rolando Mauno en Michoacán, junto con la desaparición forzada de Ricardo Lagunes y Antonío Díaz, todos ellos defensores del agua y del territorio. Igualmente, se ha intensificado el hostigamiento judicial del Estado mexicano contra los defensores Miguel López y Alejandro Torres del Frente de Pueblos Unidos en Juan C. Bonilla, Puebla. La persecución política de comunidades enteras como la del pueblo náhuatl de Ostula, el pueblo de Binnizá de Puente de Madera en Oaxaca, la comunidad maya SITILPECH en Izamal y el Concejo Autónomo de Santiago Mexquititlán en Querétaro.
La intensificación de las agresiones perpetradas por los capitalistas y el gobierno no son coincidencia. En este periodo múltiples amparos se han ganado, en el terreno jurídico, por las comunidades para frenar las operaciones de mineras, fábricas textiles, embotelladoras, termoeléctricas y demás industrias extractivas en los estados de Oaxaca, Veracruz, Querétaro, Coahuila, Puebla, Yucatán y Quintana Roo. Las últimas experiencias organizativas, a la par, reflejan la fuerza con la que los pueblos empiezan a disputar el terreno contra las empresas multinacionales que despojan los recursos de la región. Acciones como el cierre de pozos, la ocupación de plantas de extracción, bloqueos de carreteras, disputas legales y la formación de guardias comunitarias, son el producto de las centenares de asambleas realizadas en las que se agrupan y movilizan a ciertos sectores importantes de las comunidades campesinas. Sin embargo, es evidente que a tal acción existe una reacción. Por lo tanto, el miedo que genera, a la burguesía, la organización popular de los pueblos indígenas contra los megaproyectos e industrias capitalistas, es también el principal motivo por el que decide recurrir a otros mecanismos, no legales, para destruir el movimiento. Tales como ejecuciones extrajudiciales, homicidios perpetrados por el crimen organizado, secuestros, la persecución judicial, el chantaje, la brutalidad policiaca, el acoso a las comunidades y las desapariciones forzadas.
Es un hecho que ahora, tanto el Estado mexicano, como el crimen organizado y las empresas multinacionales, buscan cooptar, a través de golpes locales y aislados, todas las iniciativas que responden a una sola causa en común: luchar contra el sistema capitalista y sus empresas de muerte. Por esta situación tan alarmante, el movimiento debe reconocer que las formas y acciones con las que hemos actuado resultan ser batallas sin mucho eco, locales, aisladas y temporales, mientras el capitalismo opera como una gran máquina de guerra, que una pequeña batalla no puede averiar. Es aquí, que la autocrítica debe expresarse al interior del movimiento, combatiendo así, algunas ideas sobre la estrategía que pueden llevarnos a graves derrotas y esperanzas ilusorias.
Los esfuerzos significativos, llevados a cabo en las últimas dos asambleas nacionales Por el Agua y la Vida (2022 y 2023), fueron el primer paso y muestra de la capacidad de convocatoria que se puede lograr cuando, conscientemente, tratamos de articular una organización nacional que combata el despojo de agua, en todos los rincones del país donde el capitalismo explota y contamina nuestros ríos y lagos. De estos eventos, conocimos y compartimos experiencias y herramientas de lucha que aumentaron nuestra visión general sobre la crisis que estamos padeciendo actualmente. La ley de los Pueblos, el directorio nacional de organizaciones, el programa nacional de lucha y la agenda anual de intervenciones conjuntas en cada estado de la república, fueron los principales acuerdos con los que el movimiento entró en una nueva fase organizativa. Madurando así, la estrategía y los métodos de lucha.
Sin embargo, es cierto que también existieron errores e ideas a la deriva que pueden ser problemáticas en un futuro, a la hora de buscar victorias más grandes. A continuación, presentamos una serie de cuestiones que deben ser discutidas por el movimiento y resueltas en el próximo periodo de lucha.
El problema del localismo
En los últimos años se han dado victorias importantes y ofensivas inmediatas, como la toma de la planta de Bonafont en Juan C. Bonilla, por los pueblos nahuas de la región del Popocatépetl, experiencia que marcó a toda una generación de activistas ambientales que siguieron con atención lo sucedido en la región. Sin embargo, un año después de la toma, la “casa de los pueblos Atepelmecalli” (como se renombró tras su ocupación por la comunidad) fue desocupada con la brutal represión del Estado, ejercida por la Guardía Nacional y la Policía Federal. Ahora la empresa capitalista ha retomado el control de la planta y la reutiliza para continuar con sus operaciones habituales.
Este lamentable suceso debe enseñarnos una valiosa lección: que la burguesía tiene todos los medios y las capacidades a su alcance, para solventar su crisis de autoridad cuando los pueblos se levantan. La burguesía no es tonta ni se queda de brazos cruzados cuando las y los trabajadores se organizan para combatir las injusticias y desigualdades de un sistema que produce miseria. En este caso, la facilidad con la que los empresarios de Bonafont, en complicidad con el Estado mexicano, arremetieron en contra de la comunidad nahua solo demuestra que quién detenta el poder tiene los números, las armas y el dinero para imponer su orden.
También, esta experiencia debe hacernos repensar las formas con las que actuamos en el terreno de lucha. Las empresas capitalistas operan comercialmente en un plano nacional e internacional. Las similitudes con las explotan los recursos de las comunidades son mayores que las diferencias en cada caso particular. Por este motivo, debemos tener en cuenta que el capitalismo opera de forma eficiente, porque se sirve de una lógica que no tiene límites fronterizos y geográficos. Que al mismo tiempo, puede reprimir una comunidad entera en Puebla, como puede desaparecer, en una sola noche, a 43 estudiantes en Guerrero. Casi de forma simultánea, hemos observado, que nuestros pueblos resisten prolongados ataques de un aparato que parece ser omnipotente, sin adversarios reales que lo desafíen.
Con todo lo anterior, es necesario que abandonemos las creencias y afirmaciones sobre la excepcionalidad y peculiaridad que presentan las luchas de las “distintas geografías”, y realicemos un análisis general sobre las distintas rutas del despojo que se conectan a los grandes circuitos comerciales del mercado global. Bonafont, el presidente municipal corrupto, el narco y el empresario, todos ellos representan, con diferentes rostros, el sistema económico que explota cada rincón de la tierra. Confiamos en que la conclusión política de esta visión será de ayuda para que el movimiento abandone estas viejas lógicas y nos permita observar un proceso en el que las demandas de los pueblos se generalicen a nivel nacional y se combata de forma coordinada y coherente a la gran industria capitalista.
Las estructuras y el ejercicio de toma de decisiones
La última Asamblea Nacional dió pasos significativos en cuanto a la conformación de comisiones y distribución de tareas, para realizar actividades concretas en lo que resta del año. Sin embargo, las relatorías de las discusiones y las declaraciones de prensa son vagas en cuanto a las formas en que se votaron y delegaron los acuerdos. A falta de claridad, es seguro que puedan existir confusiones graves en el ejercicio de decisiones colectivas, ¿Cuál es la forma más democrática de votar las resoluciones de la asamblea? ¿Quiénes deben votar los acuerdos? y, ¿Quiénes deben darle seguimiento a las tareas? Estas preguntas son el ABC del proceso de organización de un movimiento. Si se quiere que la asamblea tenga una capacidad de respuesta rápida y una fuerza efectiva de lucha, entonces se requieren estructuras democráticas, fuertes y centralizadas, donde las resoluciones se hagan valer con el mayor compromiso de las organizaciones y pueblos que integran el movimiento.
En la próxima Asamblea Nacional es posible que una de las discusiones centrales gire en torno a este tema: el cómo lograr un movimiento que tenga un órgano de dirección que procure que el programa, las comisiones y las acciones masivas logren victorias significativas y con mayores capacidades de resistencia ante las contraofensivas de la burguesía. Paradójicamente, el Estado capitalista tiene sus órganos antidemocráticos de toma de decisiones y correas de mando para hacer efectivas sus órdenes. Mientras sigamos confiando en las resistencias de las “distintas geografías” seguiremos viviendo de victorias esporádicas y de corta existencia. La orientación de construir un espacio organizativo a nivel nacional que coordine los esfuerzos y sea capaz de llevarlos un nivel más desarrollado de lucha que no sólo se quede en las pequeñas comunidades, es la clave en el periodo actual que enfrentamos.
Advertimos, igualmente, que la dirección del movimiento no puede reposar enteramente en el Consejo Nacional Indígena. Aunque confiamos y nos solidarizamos con las compañeras y compañeros del CNI, señalamos que la dinámica propia del movimiento por la defensa del agua se encuentra rebasado, en términos políticos, por lo que el CNI pueda hacer. La asamblea no puede ser el apéndice del CNI mientras existan organizaciones, luchas y programas que excedan las lógicas y dinámicas con las que actúa tradicionalmente el Consejo. Debemos contar con una dirección independiente, que priorice las demandas del movimiento y que camine a la par con las demandas de las comunidades y organizaciones indígenas del CNI. Solo así podremos evitar a futuro actitudes sectarias que no nos permitan vincularnos con otras luchas, o errores antidemocráticos sobre el peso mayor que tenga la voz y el voto del CNI frente a otras organizaciones de la asamblea.
La unión entre el campo y la ciudad
Por años, es un hecho, que la mayoría de batallas y experiencias de lucha en las comunidades y pueblos rurales se han distanciado de lo que ocurre en las grandes urbes del país. Este distanciamiento ha generado demandas y consignas que no conectan, o lo hacen de forma mínima, con las luchas de las y los trabajadores en las ciudades. Un ejemplo actual de ello es la falta de claridad política de nuestro movimiento frente lo que ocurre con el aumento de tarifas al consumidor del servicio (ya privado en muchos casos) de agua potable en los hogares del país, su nulo saneamiento y la ausencia del servicio que deja a millones sin agua por días, semanas y hasta meses, poniendo como ejemplo la reciente crisis de escasez de agua ocurrida en Nuevo León, el año pasado.
Tenemos que preguntarnos, ¿qué exigen las y los trabajadores de las ciudades y cómo podemos conectarnos con sus demandas, a través de sus organizaciones de resistencia, para abrir dos frentes de lucha? Pueblos que asistieron a la asamblea, como Xochimilco y Xoco, se encuentran en medio de una de las manchas urbanas más grandes del país. Sus métodos y tradiciones de lucha se pueden distinguir de otros pueblos. Las demandas y consignas que integran sus causas tienen que ser incorporadas, discutidas y expresadas con detalle por el movimiento. Si lxs trabajadores exigen saneamiento del sistema hidráulico luchemos por ello, si lxs trabajadores exigen reducción de las tarifas del servicio de agua potable, luchemos por ello, si lxs trabajadores exigen detener los mega-complejos comerciales y departamentales, luchemos contra ellos.
La cuestión es, reivindicar las demandas y consignas de las comunidades rurales, como la Ley de los Pueblos, sin dejar de lado la lucha por las consignas y demandas de las ciudades que comparten sus cuencas y ríos con el campo. La asamblea aún tiene esta tarea pendiente, y si logramos realizarla podremos contactar y ganar a una gran capa de trabajadores que cada vez confían menos en las políticas reformistas y conciliadoras de la Cuarta Transformación, las cuales no han resuelto esta crisis latente, ni la resolverán.
La lucha por el agua y la vida es también la lucha por el socialismo
Necesitamos consolidar y profundizar el actual programa de lucha con el que se dirige el movimiento. Un primer paso fueron los acuerdos generales alcanzados en la Segunda Asamblea Nacional por el Agua y la Vida, que en su mayoría tejieron redes de solidaridad y formalizaron dinámicas de trabajo entre distintas agrupaciones y comunidades del país. Sin embargo, el camino por recorrer aún es largo y las carencias, expuestas de forma honesta y con el propósito de fortalecer la lucha, deben ser resueltas si queremos resistir la embestida agresiva del Estado, el crimen organizado y la burguesía, para pasar al momento de la ofensiva.
Desde Alternativa Socialista llamamos a la lucha conjunta, no solo contra el despojo del agua y del territorio, sino también en contra de todo tipo de opresión que sufre nuestra clase, bajo un marco de dominación y explotación económico. La lucha por la vida también es la lucha por los derechos de lxs trabajadores, las mujeres, lxs jóvenes, lxs campesinos, la comunidad LGBTQ+ y los pueblos originarios. Una causa que libere de toda opresión a la humanidad y mantenga una relación equilibrada y responsable con la naturaleza, la cuál sólo es posible bajo el socialismo. Luchar por una sociedad socialista es la única alternativa viable contra el final apocalíptico que presenta hoy el capital y sus industrias de muerte. Porque el trabajador sólo volverá a tener un íntimo contacto con la naturaleza cuando se libere de las jornadas esclavas de trabajo y los miserables salarios. En ello reside la esencia del conflicto y su desconexión con la naturaleza: en sus condiciones materiales de existencia y la necesidad de emanciparse de ellas.
En agosto de este año se realizará la Tercera Asamblea Nacional por el Agua y la Vida en Xochimilco, CDMX. Esperamos que, en este próximo evento, las anotaciones vertidas en este artículo puedan ayudar en el proceso de clarificar cuáles deben ser los siguientes pasos del movimiento. La crítica adecuada y compañera es la mejor forma para vislumbrar nuestras futuras victorias.
¡Cuando los pueblos se levanten, por pan libertad y tierra, temblarán los poderosos, de la costa hasta la sierra!
¡Zapata vive, la lucha sigue!