¡Vivienda para vivir, no para invertir! Luchemos contra la gentrificación con una política revolucionaria

El encarecimiento de la vida y el desplazamiento de poblaciones locales son fenómenos producto de la gentrificación que preocupan a la clase trabajadora no solo en la Ciudad de México, sino en el resto del país y en muchas otras regiones del planeta. Por ello, estos deben ser comprendidos como un fenómeno consecuencia del capitalismo, es decir, de la división entre países centrales y periféricos, del régimen de propiedad privada y la especulación inmobiliaria. La lucha contra estos fenómenos sólo es posible por medio de la organización en torno a un programa combativo de la clase trabajadora.
Escrito por Ernesto Gil, Alternativa Socialista (PIMR en México).
El pasado 4 de julio, cientos de personas nos dimos cita en el Parque México de la icónica colonia Condesa, en la Ciudad de México, para participar en la protesta contra la gentrificación en la capital. Bajo consignas como “Gentrificación no es progreso, es despojo” y “¡Vivienda para vivir, no para invertir!”, organizaciones, vecinas y vecinos del rumbo y del resto de la ciudad, expresaron de formas creativas su rechazo a fenómenos como la turistificación de los espacios urbanos, la falta de regulación en el mercado inmobiliario, la discriminación, las actitudes de un considerable sector de la población extranjera más rica hacia la población local, y la falta de claridad en las acciones del gobierno para garantizar vivienda y oportunidades dignas, en especial para la población más joven.
La preocupación de amplios sectores de la clase trabajadora ante el encarecimiento de las condiciones de vida como consecuencia de la turistificación y la gentrificación en ciudades como Oaxaca, Guadalajara, Monterrey, Mérida y Cancún, es legítima y urgente de abordar. Es un fenómeno que no es exclusivo de nuestro país o de nuestra región; en años recientes, protestas similares se han desarrollado en ciudades como Barcelona, Madrid, Lisboa, Venecia, Ámsterdam, Berlín o Puerto Rico.
La gentrificación: despojo y expulsión en el capitalismo contemporáneo
Al hablar de gentrificación, en términos sencillos nos referimos a un conjunto de procesos sociales y económicos que implican la llegada de inversiones en servicios, como restaurantes y hospedaje, en alguna zona céntrica pero de bajos ingresos. Lo anterior propicia el desplazamiento de sus habitantes, por el arribo de otros que, aún siendo temporales, tienen mayores ingresos. Podemos ver diferentes etapas de este proceso en desarrollo actualmente en colonias céntricas como Obrera, Doctores, Guerrero, San Rafael o Santa María la Ribera. Por ello, debe ser visto ante todo como consecuencia no de quienes ocupan temporalmente los espacios, sino de quienes propician y obtienen ganancias a partir de este tránsito y desplazamiento de los habitantes: compañías como Airbnb y los propietarios de bienes raíces. Basta como ejemplo que el fondo de inversión neoyorkino Blueground es el mayor oferente de vivienda en la Ciudad de México, consolidándose a la cabeza de los anfitriones de Airbnb (Ver https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/07/07/economia/fondo-de-inversion-de-ny-detras-del-monopolio-de-rentas-por-app-en-cdmx).
Según reportes de medios especializados, la Ciudad de México es en donde menos se está construyendo vivienda, y la que se construye está muy lejos de ser asequible. Entre 2007 y 2023, el precio de las rentas aumentó ocho veces más en relación con el salario mínimo siendo el precio promedio de una renta en 2024 de más de 22 mil pesos. Aunque de forma diferenciada, esto afecta el precio de las viviendas tanto en alcaldías como Cuauhtémoc o Benito Juárez, pero también en zonas periféricas como Gustavo A. Madero, Cuajimalpa, Tlalpan o Iztapalapa.
La gentrificación, contrario a los argumentos de la derecha y los capitalistas, no es positiva ni está justificada por las mejoras urbanas que se pueden implementar en las zonas intervenidas. Como hemos dicho, desplaza a los habitantes locales, sin que tampoco mejoren sus condiciones de vida ni la de los trabajadores que ahí laboran. Además, las inversiones públicas que se realizan en dichas zonas, terminan beneficiando principalmente a los propietarios y especuladores que incrementan sus beneficios sin que ello corresponda con mejoras para las y los trabajadores.
Enfrentamos un problema de clase, no de nacionalidad
Ante ello queda claro que detrás de la gentrificación está un problema mayor: el capitalismo. Un sistema que afecta al mundo entero, no solo a los países menos desarrollados como México. Incluso, los llamados nómadas digitales son una consecuencia de la precarización laboral y los altos costos en los países desarrollados, que impulsan la expulsión de trabajadores digitales que pueden mejorar sus condiciones de vida en países donde los costos de vida son menores a los de sus países. De ahí que la mayoría de quienes desplazan a la población local sean también trabajadores extranjeros, no los grandes capitalistas como Jeff Bezos o Elon Musk.
En la movilización realizada el pasado 4 de julio, la mayor parte de quienes se manifestaron se enfocaron en señalar de forma genérica a los gringos, a los europeos, e incluso a los chinos. Es comprensible el malestar que tiñe las denuncias en contra de actitudes de segregación por parte de los extranjeros. En general, se les acusa de discriminar a las y los mexicanos en su propio país, de solo relacionarse con no mexicanos, de no hacer el esfuerzo de “aprender el idioma (español)”, de no adaptarse al medio al que llegan y más bien presionar para que sea el entorno el que se adapte a ellos. Son todas estas denuncias válidas, y tenemos que actuar en esos casos de forma decidida. Sin embargo, la reacción visceral no puede sustituir en forma alguna el análisis de los acontecimientos. Es necesario tener claridad y sostener el análisis desde el punto de vista de la clase trabajadora.
Por mucho que nos cueste concebirlo, debido a la visible desigualdad económica entre ellos y los locales, la mayoría de esos extranjeros que han llegado en años recientes a vivir en el país pertenecen también a la clase trabajadora. No abundaremos aquí en el tema de las diferencias en las condiciones laborales entre países centrales y periféricos, pero sí insistiremos en una idea: muy buena parte de esos estadounidenses, chinos, canadienses, franceses, ingleses que se establecen en México lo hacen precisamente porque son expulsados de sus propios países por el incremento en los costos de vida y la precariedad laboral. La especulación inmobiliaria en San Francisco, Chicago, Berlín, Madrid, la caída en los salarios reales y el desmantelamiento de la protección social como consecuencia de décadas de neoliberalismo rampante han orillado a cientos de miles de estos desplazados a vivir en lugares como Oaxaca, Medellín, Cali, Guanajuato, Lima, Guatemala o Bali.
El hecho de que gocen de salarios más altos que los locales, como consecuencia entre otras de las diferencias en tipo de cambio, no es contradictorio con que sean trabajadores que llegan y se conviertan en gentrificadores en las sociedades receptoras. Se trata, en cierto modo, de un proceso similar al del turismo de masas donde las oleadas de turistas terminan encareciendo los niveles de vida de ciertas zonas. Se trata de un proceso perverso: el expulsado del norte global, haciendo uso de los mecanismos que lo orillaron a esa condición, ahora expulsa a poblaciones locales de países con economías más frágiles que la de su país de origen. Aún más: ahora ese nuevo expulsado local -digamos, un habitante de una zona tradicionalmente popular como Tacubaya- tendrá que desplazarse hacia las periferias, poniendo ahora más presión en la vivienda y la población local de zonas como Iztapalapa, Naucalpan o Nezahualcóyotl.
En el combate contra la gentrificación, ¡rechacemos la xenofobia y el chovinismo!
Tanto en la protesta del 4 de julio como en discusiones en torno al tema, es posible notar un par de temas que creemos pertinente mencionar. En primer lugar, la confusión que algunas personas y sectores tienen entre gentrificación y migración. La derecha, consciente de que puede usar este problema para difundir sus ideas, tacha de hipocresía las quejas contra la gentrificación, siendo que millones de mexicanos y personas de origen mexicano viven en los Estados Unidos. No es casualidad que incluso entidades de la administración de Donald Trump se hayan hecho eco de este equívoco; le es sumamente útil en su actual campaña de terror y persecución contra comunidades migrantes, especialmente contra los mexicanos y latinos.
Si bien, son fenómenos parecidos tenemos que dejar claro que no son iguales, aun teniendo causas similares. Mientras la migración es resultado de la falta de oportunidades, la violencia o la pobreza, la movilidad de los trabajadores de los países centrales se explica entre otras por la facilidad de desarrollar ciertos trabajos a distancia. Lo que favorece la movilidad a zonas con costos de vida menores. A ello, se suma la forma en que son recibidos los migrantes que a diferencia de los nómadas digitales, son recibidos con desprecio, muchas veces son rechazados y estigmatizados como hace Trump diciendo que los mexicanos son violadores y asesinos. Mientras, por otra parte, los nómadas digitales son recibidos con buenos ojos por los propietarios que ven en ellos mayores ganancias para sus negocios.
La confusión es riesgosa, en especial combinada con el segundo tema: el peligro latente del chovinismo y la xenofobia. En la protesta, hubo una idea que se repitió en carteles e incluso en grafitis: “aquí se habla español”. Sin afán de ser quisquillosos, creemos que esta idea refuerza el discurso hegemónico del Estado mexicano, que a lo largo de doscientos años se ha encargado de eliminar la pluralidad cultural y lingüística de las poblaciones originarias en aras de la homogeneización. Para ser mexicano, no es condición indispensable hablar español, miles de indígenas no han hablado el español a lo largo de la historia del país. Y más aún, quienes lo hablan en ocasiones lo han hecho en detrimento de sus lenguas, lo que en gran medida ha significado la reducción de la población que habla lenguas originarias producto de la discriminación que viven quienes las hablan, siendo la base de la desaparición de diferentes lenguas y culturas nativas en el territorio nacional. En el contexto de la relación histórica entre nuestro país y la cultura angloparlante de nuestros vecinos, se puede entender este mensaje como una reafirmación de la identidad en un ejercicio de resistencia; sin embargo, en un tema así de sensible, consideramos pertinente puntualizar y no solo aceptar y/o replicar la consigna sin contexto.
Es importante que rechacemos los mensajes xenófobos y chovinistas en el seno del movimiento. En la primavera de 2024, en un par de zonas de la capital pudimos ver algunos letreros que rezaban Gringo, go back to your country! Mexico is for Mexicans, no one else. “Estadounidense, ¡regresa tu país! México es para los mexicanos, para nadie más”. En el contexto del creciente hartazgo por la gentrificación muchos progresistas e izquierdistas replicaron fotografías de estos mensajes con entusiasmo Es una idea que se expresó también en la reciente protesta. Lo que solo pocos saben es quién firmaba dicho mensaje. Hoy lo sabemos: un grupo neonazi llamado “Mexicanos en Defensa de la Nación”. Los letreros formaban parte de una colección más amplia de carteles, que con una estética claramente nazi difundía mensajes contra la supuesta amenazante presencia islámica en México, el aborto, los inmigrantes y la comunidad judía.
Es importante contextualizar en qué sentido se dirigen las consignas para evitar equívocos como el que acabamos de describir. Si bien podemos pensar que buena parte de quienes nos hemos movilizado sabemos la diferencia entre migración y gentrificación, corremos el riesgo de que muchas de las personas a las que nos dirigimos no la tengan clara. Y en ello, si no somos claros, corremos el riesgo -quizás no inmediato, pero sí latente- de que la derecha y la reacción capitalicen el descontento. No es una coincidencia que un influencer de contenido misógino y anticomunista como Armando Saucedo estuviera merodeando, “entrevistando” con provocaciones.
¡Contra la especulación inmobiliaria y el acaparamiento de la vivienda! Los verdaderos causantes de la gentrificación
En el mundo, empezando por nuestro vecino del norte, el panorama es cada vez más duro para las y los migrantes. Segregación, persecución, brutalización envuelta en un lenguaje de odio que, hoy, está construyendo campos de concentración rodeados de caimanes. No sabemos cuál será el siguiente paso en ese camino. En España, tenemos a los filofascistas de Vox planteando públicamente expulsiones masivas de la población de origen migrante, especialmente las de origen africano. Por doquier, la extrema derecha coloca al extranjero en sus fronteras como el chivo expiatorio de todos los males. No es un tema que podamos tomar a la ligera: si no se tiene el suficiente cuidado, y si desde la izquierda no cumplimos con nuestro papel político-pedagógico, quien hoy pide la expulsión del gringo o del chino corre el riesgo de pedir mañana el mismo destino para los venezolanos, cubanos, centroamericanos y haitianos que hoy tratan de reconstruir sus vidas en México.
Ante ello, nuestra respuesta debe ser clara y contundente. Por una parte rechazar toda muestra de discriminación y xenofobia, al mismo tiempo que damos la lucha ideológica para señalar a los verdaderos responsables: quienes acaparan la vivienda y especulan con ella. Son estos, quienes se benefician no solo de la gentrificación, sino también del discurso xenófobo que oculta a los verdaderos responsables, los capitalistas y su sistema.
La lucha contra la especulación y los altos costos de vivienda no es nueva para nuestra clase, ni en México ni en el mundo. Podemos recuperar el legado de un revolucionario como Herón Proal, quien, en el contexto de los altos precios de la vivienda en 1922, organizó el Sindicato Revolucionario de Inquilinos, impulsando una huelga de pagos con cientos de inquilinos y trabajadoras sexuales en el puerto de Veracruz. O bien la lucha de la clase trabajadora de Viena, que también en la década de 1920 logró que administración local construyera cientos de viviendas bajo su administración; a un siglo de distancia, siguen siendo de propiedad social. Esto se ha mostrado como una herramienta para el control de los precios de las rentas, siendo hoy una de las ciudades con menores costos de vivienda en Europa.
Desde Alternativa Socialista, urgimos a defender la necesidad de construcción de más vivienda social, en mejores condiciones para que nuestra clase pueda tener garantizada una vida más digna. Un tema que no olvidamos, y que aterrorizó a la burguesía mexicana y a sus esbirros durante las sesiones de la Asamblea Constituyente local en 2016, es el establecimiento de un mecanismo de captación de plusvalías al servicio de las mayorías. Para democratizar la gestión y acceso a la vivienda, es urgente fortalecer la formación de organizaciones barriales e inquilinarias que puedan dar la lucha para defender su modo de vida, libres de las presiones de especuladores y propietarios. Con esto, tendremos que plantearnos dar los pasos necesarios hacia la expropiación de las inmobiliarias y los grandes propietarios, socializando así la vivienda y garantizando su acceso de forma democrática.