Rosa ¡Por un feminismo socialista para México!
El movimiento feminista y de la comunidad LGBTQ+ es sin lugar a duda el movimiento de mayor relevancia política en la última década en México y en el mundo. Como ningún otro, el movimiento feminista ha logrado interpelar de manera clara y directa a millones de personas, especialmente mujeres jóvenes, enfrentando abiertamente al capitalismo. No es casualidad que este movimiento sea el más radicalizado y el que también más ha evidenciado los límites de la política reformista de López Obrador como ningún otro movimiento, siendo a su vez el movimiento que goza de mayor legitimidad y apoyo.
Escrito por Rosa Feminismo Socialista Internacional en México. Este es un resumen del documento “Rosa ¡Por un feminismo socialista para México!”.
Esto no es ninguna casualidad, históricamente las mujeres han sido relegadas al ámbito doméstico y enfrentan violencia en el hogar y en el trabajo. La doble jornada laboral y la explotación afectan su capacidad de organización política. A pesar de ello, millones, especialmente jóvenes, han luchado por leyes como la Ley Olimpia y la despenalización del aborto, demostrando el potencial del movimiento feminista.
Sin embargo, triunfos de la extrema derecha, como Milei en Argentina y el posible gobierno de Trump, amenazan los derechos conquistados. Esto fortalece a la extrema derecha en México y el mundo, prometiendo arrebatar logros ya conquistados por las mujeres de clase trabajadora. La crisis capitalista y el ascenso de la extrema derecha afectan directamente a millones de mujeres y personas LGBTQ+, aumentando la violencia y la precariedad. Se nos impone la tarea de fortalecer la discusión en el movimiento y elaborar un programa feminista y socialista que tome en cuenta nuestras condiciones de clase y permita vincularnos con el conjunto de la clase trabajadora y los oprimidos por el capitalismo.
¿A dónde va el movimiento feminista en México? Balance y perspectivas: rumbo a las elecciones de junio
Desde 2020, el movimiento feminista y LGBTQ+ experimenta una recomposición significativa. La dirección inicial estaba dominada por feministas transexcluyentes, promoviendo una política separatista e identitaria, excluyendo a quienes no se identificaran como mujeres biológicas o cisgénero. Sin embargo, tras el paro de mujeres de 2020 y la pandemia, se evidenciaron las limitaciones y el carácter pequeñoburgués de esta política, generando debates y confrontaciones entre las separatistas (TERFs) y las feministas interseccionales transincluyentes.
Esta batalla expone dos programas con claras diferencias de clase: las feministas pequeñoburguesas y separatistas versus una mayoría de mujeres trans incluyentes, personas no binarias y la comunidad LGBTQ+ en general, que buscan un programa para los oprimidos y la clase trabajadora. Aunque este proceso sigue evolucionando, la crisis económica y social impactará el programa de ambas tendencias. Ejemplos significativos han sido la marcha del 8 de marzo y la marcha del orgullo LGBTQ+ el pasado 2023. La primera dejo claro que la mayoría del movimiento feminista rechaza cualquier discriminación, incluida la transexclusión, mientras la segunda dejo ver una composición con elementos políticos mucho más proletarios.
Por ello podemos afirmar que el movimiento feminista en México no disminuira su presencia en la lucha de clases, incluso con la posible victoria de Sheiumban en las elecciones de 2024. La elección de una mujer como presidenta va a significar un recrudecimiento de los elementos machistas, pero al mismo tiempo será la base para que millones de personas saquen conclusiones sobre la insuficiencia de elegir a una mujer si esta no defiende un programa para las mujeres trabajadoras, las oprimidas y la comunidad LGBTQ+.
El peligro de la extrema derecha: la ofensiva contra los derechos de las mujeres y la comunidad LGBTQ+
La crisis post-pandemia ha visto el surgimiento de movimientos ultraderechistas en México y el mundo, amenazando los derechos de mujeres y la comunidad LGBTQ+. Esta tendencia, ligada a la crisis capitalista, polariza la política global y fortalece discursos anti derechos. Ejemplos como Javier Milei en Argentina y Eduardo Verastegui en México representan posturas ultraderechistas, oponiéndose a derechos fundamentales como el aborto y el matrimonio igualitario. Empresarios como Ricardo Salinas Pliego respaldan políticos reaccionarios, revelando intereses de la burguesía en mantener la estructura de la familia tradicional y la subordinación de las mujeres. Aunque la ultraderecha celebra éxitos en Argentina, en México carece de una base sólida, siendo la clase trabajadora aún afín a la Cuarta Transformación.
En los últimos meses, con la victoria de Milei en Argentina, la ultraderecha en América Latina y en México asistió al triunfo electoral creyendo un futuro positivo para sus ideas reaccionarias en la región. La conformación de una alianza regional entre estas agrupaciones y partidos de ultraderecha con un claro propósito: derogar, perseguir y liquidar todas las conquistas sociales y movilizaciones masivas de las mujeres y la comunidad LGTBQ+ contra las formas de opresión capitalistas. Sin embargo, desde mediados de enero en Argentina miles de mujeres han comenzado a organizar asambleas multitudinarias, que auguran una nueva derrota en las calles de los planes de Milei. En México, la despenalización del aborto y la incapacidad de Verastegui de postularse presidencialmente reflejan una correlación de fuerzas favorable. Además, la clase trabajadora aún animada por el triunfó en 2018 de López Obrador mantiene su simpatía y esperanzas en la Cuarta Transformación. Incluso con la debilidad de partidos tradicionales de derecha, como el PAN, la ultraderecha ha sido incapaz de absorber sus militantes y simpatizantes.
Al respecto es importante no exagerar ni sobredimensionar su fuerza real, pues se corre el riesgo de perder la atención de lo fundamental: el proceso vivo de la lucha de clases, donde el movimiento feminista ha sido clave para reanimar la lucha de la clase trabajadora. La legitimidad del movimiento feminista y LGBTQ+ en México desafía los intentos ultraderechistas de arrebatar derechos conquistados. Sin embargo, la organización continua de elementos reaccionarios requerirá atención, pues la ultraderecha y la burguesía preparan nuevos ataques contra los derechos de los oprimidos.
Por lo anterior, es indispensable prepararse para intervenir en ese terreno del mejor modo. Frente a esto, el feminismo socialista emerge como una herramienta eficaz para combatir los argumentos de la ultraderecha. Al analizar las opresiones como resultado histórico beneficiario de la burguesía y el Estado, el feminismo socialista desmantela concepciones biologicistas y anti-históricas de la ultraderecha. Solo con un programa que ponga en el centro del problema la cuestión de clase y de género podemos demostrar la falsedad de estos planteamientos y posibilitar la simpatía de amplios sectores de la juventud y las mujeres trabajadoras.
La lucha LGBTQ+, por un feminismo transincluyente, un feminismo socialista
En el pasado, ciertos feminismos, como el autodenominado “radical”, excluyeron a las mujeres trans, reproduciendo ideas conservadoras sobre roles de género útiles al capitalismo. Este feminismo radical, funcional al sistema, adoptó políticas transexcluyentes y separatistas, prevaleciendo en el movimiento ante la debilidad de organizaciones marxistas. Sin embargo, a partir del paro de mujeres de 2020, esto comenzó a cambiar al evidenciarse la violencia machista hacia las mujeres más pobres y de la clase trabajadora, incluyendo a las mujeres trans.
El movimiento de mujeres no es un movimiento de las feministas transexcluyentes, ni lo ha sido nunca por más que durante algunos meses hayan jugado un papel como consecuencia de la ausencia de las organizaciones de izquierda en el movimiento feminista. Han sido miles de mujeres, las que durante décadas han construido el movimiento desde la izquierda, organizadas en partidos y organizaciones de la clase trabajadora, quienes han construido ese movimiento. Legado que debemos recuperar con miras a extraer conclusiones de las batallas del movimiento de mujeres en México.
México ostenta la segunda mayor tasa de trans feminicidios en el mundo, con 590 casos entre 2007 y 2022. La esperanza de vida de las mujeres trans es de 35 años, comparada con los 74 años de los hombres y los 79 años de las mujeres cis. El rechazo laboral a personas con identidades no normativas afecta principalmente a las mujeres trans, según un boletín de la STPS en 2023.
Cerca del 90% de las mujeres trans en México enfrentan desempleo, y solo el 5% ejerce una profesión, hecho que las orilla a emplearse en sectores informales o la industria sexual, exponiéndose a violencia psicológica y física. Por lo que son vulnerables a ser víctimas de trans feminicidios debido a riñas o incluso violencia policial, como en el caso de Britney en Xalapa en 2022.
Las vidas de las mujeres trans reflejan la dificultad para acceder a educación, empleo con derechos laborales, pensiones dignas y otros medios de subsistencia. La precarización también está acompañada de discursos de odio e intentos por legislar en contra de sus derechos para acceder a servicios públicos de salud. Como Teresa Castell y América Rangel, quienes han propuesto iniciativas de ley contra las infancias y adolescencias trans, para impedir que sean atendidos de forma adecuada.
La familia tradicional y el capitalismo
La familia monogámica, una consecuencia de la propiedad privada, sirve a la reproducción de la sociedad dividida en clases y a la acumulación de riqueza por la clase dominante. La clase trabajadora, producto de la sociedad capitalista, es esencial para el funcionamiento del capitalismo, ya que la Mercancía Fuerza de Trabajo, como explica Marx, es vital para generar ganancias. La mujer, esclavizada al trabajo doméstico, desempeña un papel crucial en la reproducción de esta fuerza de trabajo.
La ideología capitalista considera al trabajo doméstico como una actividad secundaria e irrelevante para la sociedad dado que no se realiza en el centro de trabajo, es decir en el centro neurálgico de generación de ganancias. La violencia contra la mujer de la familia trabajadora se ejerce a través del cónyuge, el Estado, la iglesia y la escuela, perpetuando la opresión femenina. La liberación completa de la mujer solo puede ocurrir con la eliminación del capitalismo, ya que este sistema depende de la esclavización de la mujer al trabajo doméstico.
La lucha por los derechos de la mujer y la comunidad LGBTQ+ puede lograr avances dentro del capitalismo, como se evidencia en conquistas como el divorcio legal, el voto femenino y el matrimonio igualitario. Sin embargo, estas conquistas son vulnerables bajo el mismo sistema, como se vio con la ilegalización del aborto en 2022 en los Estados Unidos. La clase trabajadora debe movilizarse para obtener mejoras dentro del sistema actual, pero la emancipación completa requiere la expropiación de la burguesía y la abolición del capitalismo.
La toma del poder por parte de la clase obrera, según Trotsky, debe ir acompañada de la transformación del trabajo doméstico en responsabilidad social, con servicios públicos como comedores y lavanderías. La lucha por derechos como igual salario, acceso a la educación y contra la violencia de género no puede esperar hasta la toma del poder y debe continuar en el marco del capitalismo. Sin embargo, para asegurar la permanencia de estas conquistas y lograr la liberación total, se requiere la eliminación definitiva del capitalismo. Poniendo en práctica un nuevo tipo de familia y papel de la mujer desmontando así las relaciones sociales que nutren todo tipo de prejuicios y conductas normativas de la actual relación entre personas en todos los ámbitos de la sociedad, eliminando con ello, de paso, el poder omnipresente del Estado, de la Iglesia y de más instituciones sociales sobre, el cuerpo y la voluntad de la mujer y las personas de la diversidad.
Interseccionalidad: la determinación de clase en las opresiones
En décadas recientes, la interseccionalidad ha surgido como respuesta a la derecha reaccionaria y al feminismo liberal, proponiendo un enfoque que considera las diversas opresiones bajo el capitalismo: género, raza y clase. El feminismo liberal, previamente dominante, enfrenta crisis debido a las manifestaciones multitudinarias de mujeres como parte de la lucha de las personas negras en Estados Unidos con el BLM, y antes con las movilizaciones de comunidades indígenas en toda América Latina. La interseccionalidad ha impactado en las movilizaciones de mujeres y la comunidad LGBTQ+ en América Latina, permitiendo comprender las experiencias de mujeres racializadas y explotadas por el capitalismo.
La lucha entre feministas trans incluyentes y terfs ha destacado el papel de la interseccionalidad para mostrar la vinculación entre la opresión de la mujer y el capitalismo. Aunque su crecimiento puede atribuirse a la debilidad de las fuerzas del marxismo y el descrédito de estas tras el colapso de la URSS, criticarla de manera abstracta es un error. En América Latina, el enfoque interseccional ha avanzado al abrir el debate sobre el feminismo socialista.
Aunque las feministas socialistas reconocen la importancia de la interseccionalidad para visibilizar opresiones, subrayamos que el factor de clase es determinante. La unidad en la acción ha sido crucial para conquistar derechos, y el discurso interseccional llevado al extremo puede conducir al aislamiento y la derrota. Desde Rosa Feminismo Socialista Internacionalista, destacamos la necesidad de un feminismo que unifique a las mujeres, trabajadoras, oprimidas, campesinas y de la comunidad LGBTQ+, para luchar contra la violencia machista, el patriarcado y el capitalismo.
Hay que reconocer el uso positivo de la interseccionalidad para enfrentar discursos transodiantes y visibilizar distintas opresiones. Sin embargo, tenemos que destacar que, aunque figuras como Kamala Harris o Michelle Obama pueden experimentar opresión racial y de género, su privilegio de clase las diferencia de millones de mujeres racializadas de la clase trabajadora.
¡Por un feminismo socialista, un feminismo para las trabajadoras y oprimidas!
Ante este panorama, es necesario recalcar que pensar las relaciones como socialmente divididas únicamente entre hombres y mujeres, además de no permitir la apertura de otras categorías, tienden a pensar el sistema patriarcal como un sistema separado que luego se relaciona con el sistema basado en la clase. Bien sabemos que no es así.
Como todo en nuestra compleja sociedad moderna, la situación de la mujer descansa sobre la cuestión económica y se adjunta a la opresión derivada del patriarcado. Lo relativo a la experiencia femenina participa y tiene que ver con la organización de la sociedad en su conjunto, como hemos visto en apartados anteriores, no hablamos de momentos separados, sino más bien, la vivencia de las mujeres como oprimidas por el patriarcado, la raza y la clase al mismo tiempo. Es por eso que la solución a los problemas de las mujeres de la clase trabajadora están señalando al sistema en su conjunto, y luchando contra él, con un programa que sea capaz de mostrar tal cual es. Esto es, el programa del feminismo socialista.En el presente texto se sostiene que existen diferentes tipos de movimientos que se nombran a favor de las mujeres y entre ellos encontramos también a clases acomodadas que integran objetivos de lucha que poco o nada tienen que ver con la clase trabajadora. Las trabajadoras, las obreras y las campesinas luchan por cosas que van más allá de la propiedad, lo sentimental o la profesión para las mujeres: los fundamentos de estos y la sociedad misma que tienen base en la determinación económica, es decir, la lucha de clases. Por lo tanto y ante el panorama general mundial y nacional, es necesario señalar que la emancipación de la mujer no es posible bajo el capitalismo.La lucha única por la emancipación de las mujeres y las personas LGBTQ+es solamente posible a través de la transformación social en su conjunto.