¿Reacción en marcha? Autoritarismo, populismo de derecha y extrema derecha
Este es un informe de una de las muchas comisiones de la Escuela de Cuadros de ASI en Lovaina, Bélgica, donde 250 socialistas revolucionarios de todo el mundo se reunieron durante una semana de discusión política.
Escrito por Geert Cool, Linkse Socialistische Partij LSP – Parti Socialiste de Lutte PSL (ASI en Bélgica)
La comisión de la Escuela de Cuadros de ASI sobre la lucha contra la extrema derecha fue muy útil. En vísperas de una nueva recesión económica, esta era una discusión más que necesaria. Después de la recesión de 2008, hubo un mayor crecimiento de la extrema derecha en todo el mundo, con todo tipo de formaciones y figuras populistas de derecha que llegaron al poder.
La comisión fue presentada por Marcus de Liberdade, Socialismo e Revolução, la sección brasileña de ASI, y Stéphane de LSP/PSL, la sección en Bélgica. Describieron el ascenso de la extrema derecha en la actualidad, los antecedentes históricos y las tareas del movimiento obrero para resistir a la derecha reaccionaria. En la discusión, esto se complementó con ejemplos de varias partes del mundo; la lucha contra la xenofobia en Sudáfrica, el estado de extrema derecha en Israel, los ataques de la derecha en EE. UU. y América Latina, formaciones como Vox en el Estado español, el Vlaams Belang en Bélgica y el FPÖ en Austria, así como el crecimiento del populismo de derecha en los principales partidos capitalistas. La comisión fue concluida por Andy de los Estados Unidos.
Marcus señaló que el ascenso de figuras de extrema derecha como Trump y Bolsonaro son síntomas de un callejón sin salida del sistema capitalista. Se ha socavado la credibilidad de todas las instituciones del sistema y se ha debilitado gravemente el centro político. Esto da más espacio a todo tipo de corrientes reaccionarias, especialmente donde el movimiento obrero no está suficientemente a la ofensiva para popularizar las demandas colectivas y las respuestas a las consecuencias de la crisis del capitalismo.
Nuestro movimiento y lucha son más fuertes a partir de una adecuada evaluación de los fenómenos contra los que luchamos. Si las y los activistas etiquetan a los políticos u organizaciones reaccionarios como “fascistas” debido a la urgencia por resistir, ciertamente lo entendemos. Pero nuestra respuesta a las fuerzas fascistas de masas será diferente a la estrategia y las tácticas que usamos contra los populistas de derecha.
Llama la atención que, así como algunos ponen mayor énfasis en el carácter fascista de figuras como Bolsonaro o Trump, también ponen mayor énfasis en las elecciones como única alternativa, en concreto las campañas del ‘mal menor’ de Lula contra Bolsonaro, los demócratas contra Trump o quienquiera que se enfrente al primer ministro indio Modi como posible candidato opositor. Si bien compartimos el sentimiento de urgencia de deshacerse de estos derechistas, advertimos que reemplazarlos por políticos del establishment no hará desaparecer el peligro de la extrema derecha, sino que incluso puede fortalecerlo en un futuro no muy lejano.
Tenemos cuidado de usar términos como fascismo. El fascismo fue una formación de reacción históricamente específica en la que la ira de la pequeña burguesía se transformó en un movimiento de masas que se utilizó para romper por completo el movimiento obrero. En el poder, el fascismo tuvo que establecer un régimen de una dictadura más burocrática para controlar y mantener a raya a su propia base de masas.
Hoy, aquellos sectores de la burguesía que apelaron al fascismo en el pasado, especialmente la burguesía industrial, no harán lo mismo fácilmente. Entra en juego la mala experiencia del pasado, además de que la clase media es mucho menor hoy en día. La propaganda capitalista trata de convertir a casi todos en la “clase media”, a veces hasta el punto del absurdo de que todos los que están por encima del umbral de la pobreza son etiquetados como “clase media”. No obstante, en la realidad esto afecta principalmente a los asalariados. El número de pequeños empleados autónomos o practicantes de profesiones liberales se ha reducido considerablemente en comparación con los años veinte o treinta. Como señaló Stéphane, las fuerzas fascistas hoy necesitan populismo porque no pueden contar con una amplia base activa de los estratos empobrecidos de la clase media.
El régimen de Bolsonaro en Brasil es peligroso para la clase trabajadora y los pobres, enfatizó Marcus. La resistencia a ella es absolutamente necesaria. Bolsonaro apela a las fuerzas de extrema derecha, pero trata de superar la agitación y las divisiones de clase sobre una base populista para, en última instancia, servir a los intereses de las grandes empresas con mano dura. Esto tiene elementos de ‘bonapartismo’. En el contexto de una recesión económica, dicho régimen puede adquirir características más dictatoriales. Con el socavamiento de la credibilidad de todas las instituciones capitalistas, es más fácil que se salgan con la suya atacando a los medios de comunicación o a los tribunales.
En su introducción, Stéphane advirtió sobre el posible efecto que tendrá una recesión económica en el terreno político. Una recesión puede ser un shock que se suma a la escasez ya existente para la mayoría de la población. Sabemos que la extrema derecha y todo tipo de política divisiva pueden obtener mejores resultados sobre la base de la escasez. Ciertamente en aquellos lugares en los que el programa de los líderes del movimiento obrero ha dejado la lucha de nuestra clase ante un callejón sin salida, la extrema derecha puede lograr avances. Esto es muy evidente en Europa Central y Oriental, donde el movimiento obrero era muy débil después de la caída del estalinismo. Sin embargo, también lo vemos en otros países europeos como Italia, donde el ultraderechista Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni se encamina hacia una victoria electoral. Después del declive de la Rifondazione Comunista, debido a su participación en las políticas de austeridad, vimos el ascenso de Berlusconi, Salvini y el Movimiento Cinco Estrellas, más populista y heterogéneo.
Aunque lejos de ser homogéneas, las fuerzas de extrema derecha hoy en día emplean elementos de una política de chivos expiatorios. Quién es el chivo expiatorio es algo que suele variar, pero los inmigrantes y los musulmanes en particular a menudo se repiten. Además, hay un aumento de la política de extrema derecha donde cualquier amenaza al núcleo familiar se presenta como un peligro y un chivo expiatorio. Esto va desde protestas contra el derecho al aborto hasta campañas contra las personas LGBTQIA+. Una característica de la extrema derecha es que no analiza el capitalismo y ciertamente no plantea una alternativa ante él. Como resultado, a menudo interactúa con todo tipo de teorías de conspiración que no culpan al sistema de las tensiones sociales.
Muchos argumentos de la extrema derecha no son nuevos, pero la posición relativamente estable de la extrema derecha en muchos países sí lo es. Esto tiene menos que ver con la fuerza de los individuos, partidos o formaciones que con el período histórico actual y las condiciones objetivas.
Una respuesta del movimiento obrero debe ir en contra de todo el sistema. En las décadas posteriores a la caída del estalinismo, gran parte de la izquierda radical buscó soluciones más fáciles y recurrió al reformismo. El reformismo de izquierda busca la ayuda o el apoyo de aquellas instituciones que tienen cada vez menos credibilidad. Lo hace porque no confía en la clase obrera como fuerza de la sociedad que a través de su lucha puede cambiarlo todo. Los marxistas no confiamos en el capitalismo, sino que asumimos la necesidad de luchar contra el sistema. Vinculamos las demandas democráticas con un programa de cambio socialista cuando nos enfrentamos a todo lo que nos divide, desde el racismo o el sexismo hasta las campañas de odio contra la comunidad LGBTQIA+.
Apelar al establishment es una receta para el fracaso. Hay una creciente desconfianza y disgusto por todas las herramientas tradicionales del capitalismo. Esto se hizo claramente evidente con las elecciones francesas: en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, la derecha tradicional y el PS socialdemócrata juntos no alcanzaron el 5 %. La victoria de Macron no es una compensación estable por la caída de los instrumentos políticos de la burguesía. Le Pen aprovechó la desesperación social después de años de gobiernos de austeridad de derecha e “izquierda”. Además, la dura retórica racista e identitaria utilizada por el gobierno de Macron al comienzo de la campaña hizo que amplias capas de la población tuvieran la ilusión de que el racismo de Le Pen se “atenuaría” un poco. La crisis del coste de la vida y la campaña de Mélenchon cortan esta dinámica y sitúan las demandas sociales en el centro del debate público. La falsa retórica “social” de Le Pen se mantuvo fuerte en las elecciones, mientras que el enfoque más antisocial de extrema derecha de Eric Zemmour perdía terreno. Se necesitarán movimientos en las calles, en los lugares de trabajo y en los campus para derrotar tanto las políticas antisociales de Macron como la falsa “alternativa” de Le Pen.
Un abordaje ofensivo desde dentro de la clase obrera es la mejor respuesta para construir una relación de fuerzas para lograr el cambio, pero también para señalar la hipocresía y mendacidad de las ‘respuestas’ de la extrema derecha. El racismo, el sexismo, la LGBT-fobia son obstáculos para la unidad de la clase trabajadora, necesaria para forzar el cambio.
El período actual se caracteriza no tanto por derrotas del movimiento obrero, sino por nuevas experiencias de lucha y ejemplos de movimientos de masas decididos y sostenidos. Un resurgimiento del movimiento obrero y del interés por las ideas socialistas no conducirá necesariamente a la desaparición de la extrema derecha. Por el contrario, la burguesía puede estar asustada por este movimiento ascendente y apoyarse más en las fuerzas de extrema derecha en un intento por mantener la situación bajo control. Por supuesto, esto no significa que le digamos al movimiento obrero que espere, sino que tengamos una evaluación sobria de los obstáculos que sin duda encontrará nuestra ofensiva. Si el movimiento laboral no enfrenta activamente los obstáculos en el camino hacia el cambio social, esos obstáculos solo aumentarán. La lucha contra la extrema derecha y contra todo lo que nos divide (como el racismo, el sexismo, la homofobia…) es parte esencial de esto.
Una recesión económica aumentará aún más la polarización. Una parálisis temporal de la lucha de los trabajadores por el impacto de una recesión puede fortalecer la autoconfianza de la extrema derecha, pero esto inevitablemente chocará con un movimiento laboral que no se ha definido por grandes derrotas. La tarea de los marxistas, incluso en circunstancias difíciles, es desarrollar un enfoque y un programa que permitan a la clase obrera dar pasos para acabar con el podrido sistema capitalista.