La rebelión de las bases de Morena contra el oportunismo de la dirección
Bajo el pretexto de consolidar un bloque ante el constante ataque de los poderes fácticos hacia la denominada Cuarta Transformación, hoy el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y buena parte de sus principales perfiles han salido en defensa de la incorporación de cuadros políticos del PRI y PAN. Funcionarios y representantes que estuvieron decididamente alineados por años o décadas al proyecto neoliberal impulsado por ambos partidos y por el PRD, en los últimos meses y semanas dieron un salto hacia el obradorismo, en donde han sido recibidos pese a las críticas.
Escrito por Alternativa Socialista, ASI en México
Hoy, en la crisis de la derecha y sus partidos tradicionales, se sienten aún los ecos del avasallador triunfo morenista de julio de 2018. Priistas y panistas. Junto con sus mecenas como Claudio X. González y las múltiples iniciativas fallidas que han lanzado, siguen sin ofrecer un proyecto creíble y cuentan con una candidata que no convence ni al electorado ni a buena parte de sus propios militantes. Denuncias como la de Marko Cortés sobre la negociaciones con Alito Moreno entorno a la candidatura de la alianza Va por México en Saltillo, o las también denuncias de Samuel García sobre las exigencias del PRIAN para apoyar su salida de la gubernatura en Nuevo León, dejan clara la descomposición de dichos partidos pero también permiten explicar la fuga de decenas de operadores de estos partidos a Morena.
El arraigado arribismo en la Cuarta Transformación
Cuando tuvo lugar el proceso electoral de 2018, Morena pudo explicar de forma más o menos convincente a un grupo importante de la clase trabajadora el juego de alianzas conformado de forma pragmática. En ese entonces, el obradorismo como proyecto político ya cargaba dos derrotas en las elecciones presidenciales, y en la coyuntura del momento, pareció justificado hacer acuerdos con el evangelico Partido Encuentro Social (PES), o con personajes como Manuel Espino, militante del PAN por décadas y señalado como miembro de la organización ultraconservadora El Yunque.
Recién en días pasados, Citlalli Hernández, secretaria general de Morena, refrendó una de esas alianza en una reunión con Hugo Éric Flores, líder del extinto PES, refundado como Partido Encuentro Solidario. Pese a los años de críticas hacia una formación marcada por el evangelismo político y sus posturas conservadoras, anunciaron que ambos partidos no irán en alianza exclusivamente en Baja California. Jorge Hank Rhon, poderoso empresario bajacaliforniano de orígenes priistas, hizo caer la alianza Morena-PES en el estado por sus declaraciones contrarias al gobierno de Obrador. Sin embargo, hasta ese momento, Hank había sido integrado de manera efectiva en los esfuerzos de la “Cuarta Transformación” pese a las múltiples acusaciones que hay en su contra.
La actual dirección de Morena, encabezada por Mario Delgado desde 2020, se ha caracterizado por una descarada política de puertas abiertas. Mientras que, por un lado, construye su discurso en torno a las denuncias del régimen y los cuadros del PRI, PAN y PRD, por el otro parece olvidarlas cuando se trata de aceptar e impulsar a personajes de esas mismas filas dentro del movimiento que dirige. Incluso, en el contexto de la discusión sobre la candidatura de ex panistas en Yucatán, Delgado ha tenido el cinismo de decir que “respetamos a la militancia, pero también queremos ganar elecciones”. No solo es vergonzosa la política de puertas abiertas, sino el cinismo para señalar que se pueden ganar elecciones con este tipo de elementos pues parecen aun no quedar claras las lecciones del descalabro de las elecciones intermedias de 2021 (Ver Elecciones 2021, una victoria amarga). Las quejas de las bases ante el oportunismo de la dirigencia y sus reciclajes de priistas y panistas son cada vez más fuertes. Pero no son nuevas. Desde 2018, decenas de militantes han denunciado el constante y creciente desplazamiento de las bases por los acuerdos cupulares.
Uno de los ejemplos más claros lo podemos encontrar entre las candidaturas anunciadas hace algunas semanas. En el caso de la fórmula al Senado para Yucatán, el partido ha nominado a Verónica Camino y Jorge Carlos Ramírez Marín. La primera militó durante el sexenio pasado en el PRI, bajo cuyos colores fue la segunda en la fórmula ganadora en el Senado en 2018; posteriormente saltó al Partido Verde, y finalmente fue integrada en Morena en 2021. Ramírez Marín, electo senador también en 2018 por el PRI, un cuadro con varias décadas de militancia en el tricolor, renunció a ese partido a finales de 2023 y emigró al Verde al ver frustradas sus aspiraciones a la gubernatura yucateca, pues la dirección del Frente Amplio por México lo relegó como candidato en favor del alcalde panista de Mérida, Renán Barrera. La fórmula de Morena para el Senado por Yucatán en 2024 es prácticamente una calca de la presentada por los priistas en 2018: los mismos dos personajes, pero en distinto orden.
Alejandro Armenta, senador y precandidato único de Morena a la gubernatura de Puebla, fue por su parte funcionario de la administración priista de Mario Marín (2005-2011), y uno de los operadores clave a nivel local de la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto en 2012. En Chiapas, Eduardo Ramírez y Sasil de León, originalmente provenientes del Partido Verde, partido por el cual ocuparon cargos públicos durante el sexenio de Peña Nieto, ahora son los precandidatos a gobernador y primera fórmula del Senado, respectivamente. De León Villard, además de por su pasado partidista, ha sido señalada por tener vínculos con grupos ultraconservadores que sostienen agendas antiderechos, teniendo relación con personajes como Eduardo Verástegui, fallido aspirante independiente ultraderechista.
La unidad no justifica la apertura hacia el enemigo
Sin embargo, la intentona de impulsar la candidatura de Romel Pacheco ha sido no solo vergonzosa. Tan solo hace un año, Romel era señalado como “traidor a la patria” en el contexto de la fallida reforma eléctrica pero hoy es reivindicado y premiado con la gubernatura del estado de Yucatán (ver Un nuevo punto de inflexión en la 4T: ¡sólo luchando en las calles con un programa socialista podremos hacer realidad las aspiraciones de cambio!).
Otro caso escandaloso ha sido en diciembre de 2023, cuando algunos icónicos priístas encabezado por Eruviel Ávila, Alejandro Murat, Nuvia Mayorga, Adrián Rubalcava y el ya mencionado Ramírez Marín, renunciaron a su militancia en ese partido y conformaron la llamada “Alianza Progresista”. Esta iniciativa, fue ideada para sumarse en bloque a la precandidatura de Sheinbaum, supuestamente sin buscar cargo alguno. Pero la candidatura de Carlos Ramírez Marín ha desmentido dicha mentira sobre que no se les daría ningún cargo. Pese al desprestigio que arrastran dichos personajes entre grandes grupos de nuestra clase y de la militancia de Morena, Mario Delgado no tardó en celebrar la adhesión.
La propia Claudia Sheinbaum se ha visto directamente involucrada en estos escándalos. En septiembre pasado, en un evento de promoción de su precandidatura en Oaxaca, varios ex priistas locales se sumaron a su proyecto, en medio de la protesta de gran parte de quienes asistieron al acto en el Auditorio Guelaguetza. Eviel Pérez y Mariana Benítez Tiburcio fueron los casos más polémicos: el primero es un operador político del infame ex gobernador Ulises Ruiz, represor de maestros y campesinos derrocado por el poderoso movimiento de la APPO. La segunda ha sido diputada local y federal y funcionaria eminente de la extinta Procuraduría General de la República (PGR), también bajo las siglas priistas en el sexenio pasado. Frente a la rechifla generalizada, Sheinbaum tomó una actitud casi paternalista al insistir en ser escuchada en vez de poner atención a los reclamos y sus motivos, de sobra documentados.
En la Ciudad de México, el alcalde priísta de Cuajimalpa, Adrián Rubalcava, y quien intentó fallidamente ser candidato a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México por la alianza Va por México ha usado su posición a nivel local para construir un proyecto político poco claro llamado “Familia Dragón”. Aliado de la reaccionaria alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, desató un berrinche mediático tras ser excluido de la contienda del Frente Amplio para definir la candidatura de la jefatura de la Ciudad de México. Al apartarse de su partido, inmediatamente se hicieron públicos sus acercamientos con Morena y especialmente con la precandidatura de Claudia Sheinbaum, a quien incluso le organizó un evento de respaldo al más puro estilo priista, con tintes muy claros del personalismo que caracteriza al alcalde. No han sido suficientes los señalamientos de nexos con el crimen organizado ni de sus prácticas como alcalde, pues también ha sido bienvenido en el seno del obradorismo.
Sin embargo, esto no ha pasado desapercibido por la militancia morenista. Por el contrario, como en 2021, centenas de militantes han denunciado las inconsistencias y el oportunismo de la dirección del partido. Las presiones desde abajo han sido de tal magnitud, que han significado el desplazamiento de algunos de estos elementos, lo que ha sido apreciado como una victoria de las bases de Morena. El ejemplo más significativo de ello ha sido la designación de Clara Brugada como candidata a la jefatura de la Ciudad de México, desplazando al supuesto ‘ganador’ de los careos, Omar García Harfuch. Lo que ha sido caracterizado por algunos analistas como “la rebelión de las bases morenistas”, no es otra cosa sino la expresión más genuina de los deseos y aspiraciones de cambio de millones de trabajadores y oprimidos.
¡Construyamos una alternativa democrática y combativa!
Por un lado, en la dirigencia de Morena están completamente dispuestos a aceptar el apoyo o la plena incorporación de perfiles que hasta hace poco hablaban pestes del obradorismo, bajo el pretexto del pragmatismo y de la profundización de sus iniciativas en un segundo sexenio. Por el otro, los grupos dirigentes y partidos de la derecha tradicional siguen tratando de articularse pero aún son incapaces de imponer agenda, de construir un proyecto que no sea volver a la situación anterior a diciembre de 2018, y de convencer a las y los trabajadores para contar con su apoyo y dar un giro de rumbo.
El hecho de señalar las múltiples inconsistencias y los riesgos que implica abrir más espacios en el movimiento a elementos oportunistas, de ninguna forma significa apoyar a la derecha tradicional en el golpeteo político y mediático que hace cotidianamente contra el obradorismo. Por lo contrario: es una obligación hacer un llamado a la autocrítica para analizar el rumbo del proyecto y sus alianzas contrarias a los intereses de la clase trabajadora y los oprimidos. Las y los militantes de base con mayor honestidad dentro de Morena así lo han ido manifestando, pues en cada ocasión que han podido, han rechazado a perfiles como los previamente descritos e incluso han hecho recular a la dirección del partido, como ocurrió con la definición de la candidatura a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.
Ante la realidad de un partido cuya dirección ha adoptado una política oportunista, mal llamada ‘pragmática’, se hace urgente una discusión que conduzca a construir una alternativa de combate para las y los trabajadores, con un programa de demandas amplias para la construcción de la sociedad socialista. En Alternativa Socialista nos encontramos trabajando para hacerlo realidad, por lo que saludamos los esfuerzos de autocrítica de militantes y simpatizantes, y hacemos un llamado a la organización de una fuerza política de nuestra clase dentro y fuera de Morena, Una organización independiente, revolucionaria y socialista, para combatir a la derecha y al oportunismo en donde sea que este se encuentre.