Etiopía se sumerge en la guerra

¿Cómo Etiopía, descrita por los medios capitalistas como una historia de éxito económico gobernada por el premio Nobel Abiy Ahmed, terminó en guerra?

Escrito por Per-Ake Westerlund, Rattvisepartiet Socialisterna (ASI en Suecia).

La guerra que comenzó la semana pasada en la región de Tigray, Etiopía, entre el ejército nacional y el Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (FLPT) está poniendo a millones de personas en riesgo de hambruna y desplazamiento. En pocos días decenas de soldados han muerto y cientos han resultado heridos, aunque el cierre total de la región hace que la información sea escasa y poco fiable.

Esta guerra civil en Etiopía es una lucha de poder entre los ex gobernantes del país, parte de una élite tigray, y el nuevo régimen establecido desde 2018, en donde Abiy Ahmed funge como primer ministro. Ninguno de ellos representa los intereses de la gente de Etiopía y Tigray, la región más al norte del país. La guerra es una señal de una profunda crisis, tanto en Etiopía como para el sistema capitalista global. Cuyo reflejo más reciente es que el país con el crecimiento económico más fuerte a nivel mundial en las últimas dos décadas, con un gobierno respaldado tanto por Estados Unidos como por China, ha entrado en una guerra civil.

El agudo conflicto se ha intensificado desde el verano, cuando Abiy Ahmed canceló las elecciones prometidas y el FLPT respondió organizando sus propias elecciones en septiembre. La semana pasada el choque desembocó en un conflicto armado. El miércoles 4 de noviembre, Abiy Ahmed anunció que el ejército tomaría represalias tras un supuesto ataque a una base militar en Tigray que mató a soldados e intentó robar equipo militar, aunque no se presentó evidencia real. Al mismo tiempo, se cerraron las líneas de electricidad, internet y teléfono en Tigray, las carreteras a la región fueron bloqueadas y se anunció un estado de emergencia de seis meses, con la región a cargo de un grupo de trabajo del gobierno federal.

Dos días después del inicio de la ofensiva, la Fuerza Aérea de Etiopía bombardeó objetivos en Tigray. Los enfrentamientos entre tropas se produjeron en al menos ocho lugares, Médicos Sin Fronteras reportó seis muertos y 60 heridos en uno de ellos. En la vecina Amhara, los hospitales informaron de más de cien soldados heridos del ejército federal. Ante esta situación, el sábado, el gobierno regional de Tigray fue suspendido por el parlamento de Addis Abeba. Como en cualquier guerra, no se puede confiar en la propaganda sobre los éxitos que ahora se difunde desde ambos lados, sobre todo porque Tigray está completamente cerrado en estos momentos.

Guerra y catástrofe humana

El conflicto parece haber pasado por un punto sin retorno. El FLPT  ha sido declarada organización terrorista por Addis Abeba y el primer ministro etiope, Abiy Ahmed, ha dicho que se ha preparado para la guerra desde 2018. Igualmente, los funcionarios de Tigray en la capital federal han sido arrestados. Si la guerra avanza a gran escala, dos ejércitos profesionales y mecanizados se enfrentarán entre sí. El ejército federal ha estado dominado durante mucho tiempo por oficiales tigray y se estima que el ejército bajo el control del FLPT tiene cerca de 250.000 soldados, con gran parte del equipo más moderno del país. Las fuerzas federales tienen ventaja con su fuerza aérea, pero no es lo mismo en tierra.

El gobierno federal ha declarado su objetivo de aplastar las fuerzas de Tigray y conquistar la capital de la región, Mekelle. El FPLT por otro lado se está preparando para una larga guerra de guerrillas si el ejército federal ingresa a su territorio. Ya antes de los enfrentamientos armados, cerca de un tercio de la población de Tigray, alrededor de 2 millones de personas, dependían de las entregas de alimentos y ayuda. Con las carreteras cerradas en la última semana, ya se ha informado de escasez de combustible y pan. La ONU dice que una guerra total podría obligar a hasta nueve millones de personas a huir a sus hogares.

Las masas se rebelan

Una revuelta masiva en 2016 marcó el comienzo de una profunda crisis en Etiopía, o más bien varias crisis simultáneas. A pesar del espectacular crecimiento económico, todavía se encuentra entre los países más pobres del mundo, con un PIB per cápita del 10 por ciento del promedio mundial. La población rural es el 80% de una población total en un país de 110 millones, en donde la mayoría vive de la agricultura autosostenida a pequeña en donde el salario mensual oscila entre 50 y 200 euros al mes. El crecimiento económico sólo ha correspondido a una pequeña élite, junto a empresas multinacionales y estados imperialistas. La hambruna existe junto con tierras agrícolas fructíferas que se apoderan las empresas y estados extranjeros.

Desde 1991, el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE) gobernó una dictadura de facto, con el líder del FLPT, Meles Zenawi, en la cima como primer ministro. Después de su muerte en 2012, su sucesor, Hailemariam Desalegn, se enfrentó a una creciente resistencia que culminó en revueltas y huelgas masivas en 2016-2018, la respuesta del régimen fue la represión. Ya en las “elecciones” de 2015, el FDRPE afirmó haber obtenido el 100% de los votos, tanto del parlamento federal como de las regiones y en 2016, utilizó las fuerzas armadas contra manifestaciones, matando al menos a 500 personas.

Sin embargo, dos períodos de estado de emergencia no detuvieron las revueltas. En un movimiento desesperado, Hailemariam Desalegn renunció en febrero de 2018 y en abril Abiy Ahmed se convirtió en el nuevo primer ministro. Siendo de Oromia, la región más poblada y el jefe de estado más joven de África, Ahmed se convirtió en el nuevo rostro del antiguo régimen en el que había sido oficial de seguridad.

La tarea de Abiy Ahmed

Saliendo del propio régimen, pero siendo diferente, la tarea de Abiy Ahmed era detener las protestas y salvar al gobierno. Se liberó a miles de presos políticos, se legalizaron los partidos anteriormente prohibidos y se firmó un acuerdo de paz con Eritrea, 20 años después del final de la guerra. Abiy Ahmed fue mucho más lejos de lo que habían planeado los líderes del FDRPE/FLPT. Realizó manifestaciones masivas para obtener apoyo e inició una ofensiva diplomática en la región. Los líderes de Tigray que habían gobernado desde 1991 fueron expulsados ​​de la política y los negocios y Abiy Ahmed dirigió la ira de las masas hacia ellos.

Este conflicto alcanzó un nuevo nivel cuando Abiy Ahmed lanzó el año pasado el Partido de la Prosperidad (PP) como su vehículo político. Este autoproclamado partido pan-etíope provocó un conflicto con los líderes nacionalistas Oromo que afirmaban que Abiy Ahmed traicionó su origen Oromo, pero más aún con el FLPT, que calificó al nuevo partido de ilegal e inconstitucional. La línea oficial durante el gobierno del FDRPE fue que sus cuatro partidos representaban a los principales grupos étnicos: Oromía, Amhara, Tigray y los pueblos del sur de Etiopía. Sin embargo, la realidad es que fue un régimen dictatorial centralizado dominado por una élite tigray basado en su carácter militar cuando el FDRPE tomó el poder y más tarde en la guerra con Eritrea.

Abiy Ahmed también pretendía abandonar el modelo económico de inspiración china de Meles Zenavi. Planeando privatizar las principales empresas estatales: telecomunicaciones, energía, logística y Ethiopian Airlines. También se ha aliado estrechamente con los regímenes pro estadounidenses en la región, en particular los Emiratos Árabes Unidos.

Tras la condena del nuevo partido de Abiy Ahmed, el FLPT hizo críticas aún más duras cuando las elecciones se pospusieron en mayo y luego nuevamente en agosto. El FLPT ya no reconoce al gobierno federal. Oficialmente, el mandato del gobierno expiró en octubre, aunque está claro que las elecciones de 2015 fueron completamente amañadas y falsas.

La respuesta del FLPT fue organizar elecciones locales en septiembre. Estas elecciones fueron declaradas ilegítimas por Addis Abeba, que votó para retirar las finanzas de Tigray. Al mismo tiempo, el gobierno federal perdió el control sobre su comando del Norte, con sede en Tigray, cuando al nuevo general enviado por el gobierno no se le permitió ingresar a la región.

Guerra, violencia y represión

Hasta ahora ninguna de las partes ha estado abierta a las negociaciones. Abiy Ahmed movilizó tropas y nombró a un general partidario de la guerra como jefe del ejército. El FLPT también se está movilizando y tiene alguna esperanza de que los oficiales y soldados de Tigray en el ejército nacional estén de su lado. Igualmente, el FLPT tiene una gran confianza en su capacidad militar y aspira a derrocar al gobierno de Ahmed. La rápida escalada puede socavar aún más a Abiy Ahmed. Ya hay 1,8 millones de personas desplazadas internamente como resultado del aumento de los combates y la violencia, provocada múltiples veces por líderes regionales.

Un miembro de Rättvisepartiet Socialisterna (IASI en Suecia), originario de Etiopía, comentó: “Se está prestando muy poca atención a los asesinatos generalizados por motivos étnicos, las atrocidades contra los derechos humanos y la destrucción de propiedades que se están llevando a cabo en los últimos meses contra nuestros compañeros etíopes”. Esto está afectando a mucha de nuestra gente en Etiopía, desde Afar a Oromia, a Benishangul-Gumuz, a las naciones del sur, la región de Amhara, Harare, Dire Dawa y Gambella. Aún no se ha informado de homicidios por motivos étnicos en las regiones de Somali o Tigray. Sin embargo, en otros lugares, cientos de personas están muriendo de forma violenta, ya que muchos son atacados por su origen étnico o religión “.

El régimen de Abiy Ahmed, que al principio se consideró democratizador y que permitía diferentes opiniones, ha ido restaurando gradualmente los métodos de su predecesor, con detenciones masivas y acusaciones de terrorismo. A principios de este año, el asesinato de un popular cantante oromo, Hachalu Hundessa, que era crítico con el gobierno, provocó violentos enfrentamientos entre los activistas oromo y las fuerzas estatales. 

Igualmente, los seguidores de Jawar Mohammed, un líder oromo anteriormente aliado con Abiy Ahmed pero ahora arrestado, dirigieron ataques violentos y asesinaron a personas de otros grupos étnicos en Oromia y Addis Abeba. También se llevaron a cabo protestas masivas en 2016-18 entre el pueblo amhara, el segundo grupo étnico más grande del país. Pues la región de Amhara tiene conflictos fronterizos sin resolver con Tigray.

Región e imperialismo

El acuerdo de paz de 2018 con Eritrea no ha ido seguido de una desmilitarización concreta, pero sí se formó una alianza política entre Abiy Ahmed y el dictador de Eritrea, Isaias Afwerki. Algunos informes ahora dicen que Eritrea se está movilizando en la frontera con Tigray. El FLPT es considerado el principal enemigo por el gobernante de Eritrea desde la guerra de 1998-2000.

El imperialismo definitivamente se esforzará por limitar el conflicto y, si es posible, mantener a Abiy Ahmed en el poder. El cuerno de África, con Etiopía en medio, es una región geopolítica altamente estratégica, en la cercana Djibouti, tanto Estados Unidos como China tienen bases militares. La cercanía a la guerra de Somalia, Sudán y Yemen subraya la importancia. Etiopía tiene la sede de la Unión Africana y es un aliado militar cercano de Estados Unidos. Al mismo tiempo, la región es importante para la iniciativa de la Franja y la Ruta de China, así como para la lucha de poder regional entre Turquía y los Emiratos Árabes Unidos.

Etiopía tiene una larga historia como país unificado y ha habido un fuerte sentimiento entre los etíopes en contra de cualquier ruptura. Sin embargo, con la profunda crisis actual, hay comentaristas que ahora comienzan a comparar la situación con la desintegración de Yugoslavia. La retórica de Abiy Ahmed de “salvar el país” suena hueca para muchos etíopes que no apoyan a los líderes militares de Tigray.

Las masas en todas las regiones de Etiopía deben luchar tanto por los derechos democráticos como por una vida con trabajos, alimentos, infraestructuras y servicios de salud. Los gobernantes actuales, en Addis Abeba y las regiones, junto con los capitalistas y el imperialismo bloquean el camino para resolver la crisis. Etiopía necesita organizaciones de masas socialistas democráticas y revolucionarias y un partido de masas para los trabajadores y los pobres para poner fin a la guerra, el hambre, las enfermedades, la corrupción y la explotación.