Elecciones 2024: Un nuevo triunfo amargo para los trabajadores poblanos 

El triunfo de Alejandro Armenta como gobernador de Puebla es un triunfó amargo para los trabajadores poblanos. Si bien Morena conservará la gubernatura tras los comicios del pasado 2 de junio, con amplio margen de votos frente a su principal opositor panista Eduardo Rivera, esto continúa la política gatopardista en el estado gobernado por la derecha con el chaleco guinda. Basta señalar los vínculos de Armenta con uno de los peores sexenios de corrupción en Puebla bajo la administración de Mario Marín. 

Escrito por Michelle Maldonado, Alternativa Socialista (ASI en México)

La entidad poblana se suma a las 6 de 8 gubernaturas ganadas por Morena en el país, además de asegurarle más de 2 millones de votos a la presidencia electa de Claudia Sheinbaum. Sin duda el mapa político reconfigurado el pasado domingo 2 de junio, representa la consolidación de Morena como fenómeno político arrasador, logrando una extensión territorial sorprendente dentro de los estados donde se disputaron cargos públicos. 

En Puebla se vivió un proceso electoral muy criticado desde comienzos de las campañas políticas, dados los rostros y el trasfondo de la situación en la que se ha gobernado la entidad. En los últimos 8 años se han sucedido importantes dificultades con exgobernadores del PAN y Morena, dentro de lo que cabe mencionar, un accidente de helicóptero que imposibilito una gestión de más de 10 días en la gubernatura, el fallecimiento del exgobernador morenista Miguel Barbosa y un interinato muy cuestionado por la opinión pública. 

Por otro lado, los contendientes a ocupar el cargo de gobernador fueron en primera instancia el exsenador Alejandro Armenta, oriundo de Izúcar de Matamoros y con un pasado muy oscuro a lado del ahora preso, el exgobernador Mario Marín. Durante la administración de Marin, “el góber precioso”, Armenta fungió labores como Secretario de Desarrollo Social, encubriendo un gobierno con escándalos en desvío de recursos y trata de personas. Además, fue jefe de campaña para la candidatura de Peña Nieto durante la contienda electoral contra Andrés Manuel en 2012.  En 2017, Armenta saltó del PRI a Morena junto a una serie de elementos oportunistas y arribistas de derecha que mantuvieron los mismos vicios priistas en el partido. Actualmente, Armenta saca a relucir su pasado marinista codeándose con figuras como Héctor Alonso, uno de los políticos yunquistas homofóbicos y misóginos de la política estatal e integrando a su equipo ex priistas, marinistas e incluso ex funcionarios del gobierno criminal de Moreno Valle.

Durante el proceso interno de morena en el estado que llevó a Armenta arriba en las encuestas solo por encima de su primo Ignacio Mier, provocó de parte de este último un empecinado odio por haber ganado la candidatura a la gubernatura y que dio pie a una intentona de revuelta de Mier para denunciar la imposición de candidatos a alcaldes que no provenían precisamente de las filas militantes de morena. Sin embargo, esta revuelta no fue sincera en su carácter por recuperar las estructuras democráticas del partido, sino que fue expresión de una revancha conformada también por oportunistas y arribistas bajo la dirección de Mier contra los llamados “armentistas”.

De cualquier forma los cargos se quedaron en la familia, con Morenacho (sobrenombre de Ignacio Mier durante la campaña a la candidatura para gobernador) como senador de la tercera candidatura más importante de la 4T en la entidad, además del hijo Mier Bañuelos como diputado federal del distrito 8, etc. Por lo visto el nepotismo reina en las estructuras electorales guindas del estado. Con todo la oposición albiazul fue arrinconada como nunca antes se había visto, considerado el estado como un importante bastión del conservadurismo en México, la coalición PAN, PRI y PRD solo obtuvo triunfos en los municipios de Coronango y San Andrés Cholula.

El mapa del estado también se pintó de guinda, obteniendo para el congreso local todas las diputaciones a favor de Morena, llevandose “el carro completo” en Puebla. Convirtiéndose en el cuarto estado que le da más votos al Plan C y lo coloca como un aparente caso de éxito frente a los partidos del viejo régimen, salvo que encabezados por los mismos elementos del viejo régimen.  

¿Qué sigue para Puebla? 

Ahora esperamos que el famoso “Amor con Amor se paga” se haga realidad para los miles de poblanos que confiamos en el proyecto del segundo piso de la cuarta transformación. Además de quien sea quien gobierne el país y el estado, debemos de identificar en servicio de qué intereses se encuentra la burocracia del partido en el poder. Si bien es la izquierda que triunfó en las urnas, no debemos soslayar las tendencias oportunistas y arribistas como las que ocurrieron al interior del partido  desde el año pasado con la política de brazos abiertos y el pacto por la unidad que significaron una grave traición para las bases militantes y las demandas más apremiantes del pueblo trabajador. La muestra más escandalosa de ello es la capital poblana, con el empresario y ex priista Pepe Chedraui como candidato electo a la alcaldía de Puebla de la mano de Morena, un burgués que financió en su momento a las campañas de Peña Nieto y José Antonio Meade en contra de Andrés Manuel López Obrador y que no tiene ni medio año en las filas morenistas y que a pesar de todo obtuvo su registro para contender para la presidencia municipal de Puebla capital, desplazando a aspirantes con mucha mayor trayectoria y militancia en el movimiento. 

Las bases durante los meses de precampaña no se quedaron con los brazos cruzados contra la imposición de estos arribistas y denunciaron la situación en reuniones abiertas e incluso realizaron una marcha contra el “chapulineo” encabezada por el diputado Alejandro Carvaja y Claudia Rivera en enero de este año. Sin embargo, las denuncias fueron silenciadas por la política de “unidad” sin principios impulsada por la dirección estatal y nacional, manteniendo secuestradas las estructuras democráticas del partido y la organización de sus militantes.

Por ello, ahora más que nunca, no debemos bajar las defensas, sino al contrario intensificar la crítica al interior del partido. Así como la presión popular sobre las estructuras de Morena en el poder, que si bien nos sonríen con grandes triunfos que consolidan las reivindicaciones más a la izquierda de nuestras necesidades como pueblo trabajador, y que sin duda representan el espíritu de cambio tan ansiado por miles de trabajadores y oprimidos hartos del pasado de privilegios e injusticia del PRI y del PAN. Debemos convertir a Morena en un partido al servicio del pueblo trabajador que no solo funcione en tiempos electorales sino que dirija su proyecto todos los días, en las calles, escuelas, centros de trabajo a lado de la gente y nunca alejada de ella. La primera tarea inicia por reabrir los espacios de discusión entre las bases del partido en los próximos meses, reconocer al enemigo en casa y trazar la estrategía para purgar al partido de estos elementos oportunistas y arribistas. Morena, como partido, se va fortalecer en el estado. Y esta es una oportunidad única para recuperar las estructuras democráticas con una nueva capa de militantes combativos. 

Es necesario aumentar la movilización en las calles y no conformarnos con las supuestas figuras progresistas en el poder. Ya que la historia nos ha demostrado una y otra vez que después de crear fama, se echan a dormir, se hunden las propuestas y eventualmente se pervierten y derechizan los gobiernos, de ahí la urgencia de no relajarse y retomar la movilización como la herramienta capaz de demostrar nuestra fortaleza y avanzar en mayores conquistas como la jornada de las 40 horas para todos los trabajadores en Puebla y en todo el pais. La nacionalización de la industria energética, la soberanía alimentaria, la educación pública, el derecho al aborto, entre otras demandas que quedaron insatisfechas en el sexenio de López Obrador.