El capitalismo y el Estado chino
¿Cómo se restauro el capitalismo en China?
Escrito por Vincent Kolo, Altertnativa Socialista Internacional.
Este artículo publicado en 2015 en la revista griega Pensamiento Marxista.
En marzo el “parlamento” ornamental de China, la Asamblea Popular Nacional (APN), celebró su sesión anual durante diez días en Beijing. En lugar de verdaderos debates y deliberaciones, la APN y su cámara “gemela”, la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPC), simplemente tomaron las decisiones de sello de goma ya tomadas en los círculos internos de la dictadura del Partido “Comunista” Chino (PCCh).
Como en años anteriores, mucha de la atención se centró en la participación de la élite financiera plutocrática del país en estas reuniones. Este año la participación de los súper ricos de China como “legisladores” y “asesores” rompió todos los récords anteriores, esto incluyó a cinco de los 10 multimillonarios más ricos de China. Como señala el Japan Times, su presencia en las reuniones anuales destaca “la influencia de los mega-ricos del país”.
Los cinco en cuestión son Pony Ma Huateng ($14.4 mil millones de dólares) del gigante de Internet Tencent, quien es el tercer multimillonario más rico de China según las últimas clasificaciones de Forbes, el magnate de las bebidas Zong Qinghou ($11 mil millones de dólares) que ocupa el sexto lugar y Lei Jun ($9,1 mil millones de dólares) que encabeza el fabricante de teléfonos móviles Xiaomi y ocupa el octavo lugar. Los mencionados son todos los delegados de la APN. En el CPPCC se encuentra Robin Li ($14.7 mil millones de dólares), propietario de la compañía de internet Baidu y segundo lugar en la lista de ricos de Forbes China y el magnate de la energía solar Li Hejun ($13 mil millones de dólares), quien ocupa el quinto lugar.
Si un fenómeno similar se repitiera en los Estados Unidos, significaría que los multimillonarios Bill Gates, Larry Ellison, los hermanos Walton (de Wal-Mart) y Warren Buffet, estrarían todos sentados en el Congreso. Pero en las “democracias” capitalistas más antiguas la clase capitalista generalmente prefiere gobernar de manera más discreta, detrás de una fachada de “representantes del pueblo” elegidos y sobornados. Los congresistas de China, sin temor a perder las elecciones, hacen que sus homólogos estadounidenses “parezcan indigentes”, señaló Bloomberg News en un informe de 2012. En ese momento, la riqueza combinada de los 70 delegados más ricos del ANP-CPPCC era más de diez veces mayor que la riqueza de los 660 altos funcionarios en las tres ramas del gobierno de los Estados Unidos (el Congreso, la Corte Suprema y la administración de Obama).
“Los capitalistas y los terratenientes fueron perseguidos en los primeros días de la República Popular de China, y a los empresarios solo se les permitió unirse oficialmente al Partido Comunista durante el liderazgo de Jiang Zemin en la década de 1990”, señaló el Japan Times. Esto resume la escala de la transformación que ha ocurrido en China durante las últimas tres décadas con el desarrollo de una clase capitalista extraordinariamente rica que está estrechamente vinculada al estado y la dictadura del PCCh.
Partido de multimillonarios
Hoy, el mismo PCCh está liderado por multimillonarios. La familia de Xi Jinping tiene inversiones por valor de $376 millones de dólares, según una investigación de 2012 realizada por Bloomberg News. Esto es tres veces más que la riqueza de todo el gobierno británico (en el que 18 de los 29 miembros son millonarios).
“La gente a menudo explica con soltura que el Partido Comunista se enfoca solo en el poder, como si este fuera un producto uniforme que tomó una forma y se manifestó de una manera. De hecho, una mejor descripción podría ser que el partido ahora se centra en las ganancias ”, dice Kerry Brown, profesor de política china en la Universidad de Sydney.
Hoy el PCCh gobierna sobre una de las sociedades más desiguales del planeta. El 1% más rico posee un tercio de los activos totales, mientras que el 25% más pobre posee solo el uno por ciento según un estudio de 2014 de la Universidad de Pekín. Forbes informó que la riqueza de los 213 multimillonarios de China (sólo EE. UU tiene un número superior a ese) ha aumentado en un promedio de 20% anual durante los últimos tres años.
Al mismo tiempo, los costos de vivienda, salud y educación afectan a la población como “tres montañas”. No hay educación gratuita y el alto costo del tratamiento médico es una de las razones por las que hay más de 17,000 incidentes violentos en los hospitales cada año (ataques, algunos de los cuales son fatales, contra médicos y personal médico).
La creciente brecha de riqueza se ha convertido en una fuente importante de descontento, que el régimen teme más que nada. Sin embargo, su respuesta es aumentar sus recursos represivos y endurecer los controles políticos al mismo tiempo que se liberaliza aún más la economía para permitir que el mercado desempeñe el “papel decisivo” (la pieza central de las reformas económicas de Xi Jinping). Los principales factores que han impedido que estallaran las protestas masivas contra el gobierno son la combinación de más de tres décadas de rápido crecimiento económico (el PIB ha aumentado 30 veces desde 1978) y una represión extensa y cada vez más sofisticada ¡que incluye más de 2 millones de policías en Internet! Sin embargo, las tasas de crecimiento de dos dígitos pertenecen al pasado, con un crecimiento real hoy considerablemente por debajo de los datos oficiales del PIB. Una crisis de deuda al estilo japonés amenaza con afianzarse.
Hay más de 100,000 “incidentes masivos” cada año (disturbios, huelgas y protestas rurales), pero estos son muy locales y raramente intentan vincularse de una localidad a otra. La mayoría de las protestas se centran en demandas económicas o casos específicos de abuso oficial, pero no cuestionan directamente el mandato del PCCh. Esto se debe a muchas razones, incluido el miedo a la represión y la sensación de que el gobierno es demasiado poderoso para enfrentarlo.
El PCCh prohíbe la actividad política independiente de cualquier tipo y toma medidas enérgicas, especialmente contra aquellos que intentan coordinar la actividad de una ciudad a otra. Este fue el ‘crimen’ de cinco jóvenes feministas cuyo caso desencadenó protestas mundiales cuando fueron arrestadas en la víspera del Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo de 2015. Por lo tanto, confundiendo las teorías de los comentaristas liberales, el desarrollo del capitalismo en China no ha llevado a las reformas democráticas, por el contrario, ha devenido en un endurecimiento de los controles represivos del régimen, que ha alcanzado nuevos niveles bajo el gobierno de Xi Jinping.
Deng y el capitalismo
En la era de Mao (1949-1976) una casta burocrática ejerció el poder sobre la sociedad y la economía, con el régimen del PCCh como su instrumento dictatorial. Aunque poderosa, esta casta privilegiada de funcionarios y gerentes de empresas fue, como lo explicó León Trotsky en su análisis del estalinismo en la URSS, una formación social de transición e inestable. El capitalismo había sido abolido por la lucha revolucionaria de masas, pero reemplazado por una economía planificada burocráticamente como resultado de circunstancias históricamente excepcionales: el retraso de la revolución socialista a escala mundial y el aislamiento del primer estado obrero del mundo en Rusia.
La burocracia estalinista carecía de los fundamentos económicos estables y la durabilidad de una clase dominante, basada en la propiedad como es el caso en las sociedades capitalistas y precapitalistas. La burocracia maoísta, inspirada en la Rusia de Stalin, en condiciones de mayor atraso y aislamiento, carecía de fundamentos sociales y económicos consolidados y esto explica la agitación interminable que caracterizó los años de Mao, más vistos gráficamente en la Revolución Cultural (1966-1976), que contenía rasgos de guerra civil. En una economía capitalista, que se basa en la propiedad privada, la posición de los capitalistas es necesaria, pero en una economía planificada el papel de la burocracia maoísta-estalinista era completamente superfluo y parasitario, en palabras de Trotsky, un “crecimiento canceroso”.
El régimen de Mao disfrutó de apoyo popular, especialmente en sus primeros años debido a las ganancias sociales monumentales: reforma agraria, el fin de la ocupación extranjera, reformas de salud ejemplares, mejoras educativas y viviendas baratas, reformas sociales que fueron posibles sólo porque el capitalismo fue abolido y reemplazado por propiedad estatal y planificación de la economía.
Pero en una sociedad socialista genuina, la clase trabajadora elige la dirección de cada empresa y las tareas se rotan. La clase trabajadora ejerce el poder real de la toma de decisiones sobre la economía en general a través de representantes electos, participación activa y discusión y control democráticos. Un grupo permanente de directores y burócratas con salarios inflados es innecesario y un peso muerto para el desarrollo económico.
El ascenso de Deng Xiaoping al poder a fines de la década de 1970 reflejó el hecho de que la élite burocrática había llegado a un punto muerto mientras que la presión revolucionaria de las masas chinas había llegado al agotamiento. La economía estatal funcionaba erráticamente en ausencia de la planificación democrática de los trabajadores y la capa de gobierno, sacudida por los tumultuosos eventos de los últimos años de Mao, anhelaban seguridad y estabilidad, garantías para sus puestos y privilegios. El programa de Deng reflejaba una creencia desvanecida de que esto podría lograrse mediante el modelo maoísta-estalinista de planificación burocrática de arriba hacia abajo y la búsqueda de una alternativa basada en varios experimentos capitalistas y “reformas”.
El giro hacia el capitalismo no surgió de un plan maestro elaborado. Deng y sus aliados dentro del liderazgo del PCCh se movieron empíricamente en la dirección de la restauración capitalista usando el famoso enfoque “cruzar el río al sentir las piedras”. Las reformas iniciales fueron modestas, pero se aceleraron durante la década de 1980 y condujeron a una creciente diferenciación de clases, que adquirió una lógica poderosa propia. Un estrato procapitalista consciente cristalizó en los niveles más altos del PCCh, que miraba con admiración hacia las economías con un”capitalismo de Estado” como Corea del Sur, Taiwán y Singapur, las cuales también eran dictaduras de un solo partido. La creciente confianza de este ala burguesa naciente de la burocracia del PCCh se reflejó en el pronunciamiento de Deng de que sus reformas constituyeron “la segunda revolución”.
El trasfondo mundial del cambio histórico de dirección en China fue una serie de retrocesos internacionales para el movimiento de la clase trabajadora, arraigados en la falta de partidos de masas socialistas combativos, que condujeron a una consolidación temporal del capitalismo a escala mundial. Este fue especialmente el caso a principios de la década de 1990, después del colapso de los regímenes estalinistas en la URSS y Europa del Este, que aceleraron enormemente el proceso de globalización capitalista mediante el cual se utilizaron consignas liberales de ‘libre comercio’ para camuflar un ataque global orquestado contra los salarios, la seguridad laboral, el sindicalismo y la propiedad pública. La transformación en China fue, por lo tanto, parte de un proceso mundial, no solo de desarrollos internos.
Revolución política: Tiananmen
La disolución de la Unión Soviética a principios de la década de 1990 reforzó la convicción de Deng y los líderes del PCCh de que no había vuelta atrás. China presionó por su membresía a la Organización Mundial de Comercio (OMC), basada en el aprovechamiento de su mano de obra barata y sus enormes fábricas de explotación para atraer capitalistas y tecnología extranjera, convirtiéndose así en el epicentro de la carrera hacia el fondo del capitalismo global.
El proceso de contrarrevolución en China se prolongó durante varias décadas, con importantes cambios en la economía y la composición del régimen estatal y del PCCh. Un momento decisivo llegó con el masivo movimiento por la democracia en la Plaza de Tiananmen de Beijing en 1989. El régimen chino aplastó esta naciente revolución política, despejando así el camino no para una reconsolidación del maoísmo-estalinismo (a pesar de su reclamo de “defender el socialismo contra la contrarrevolución”) sino para el desarrollo de las relaciones económicas capitalistas en una escala mucho mayor que antes. Esto se debe a que la única fuerza que pudo evitar la restauración capitalista fue la clase trabajadora de China apoyada por otras capas oprimidas, pero el incipiente movimiento de trabajadores fue el objetivo principal de la cruel represión que siguió a la masacre del 4 de junio.
Como explicó León Trotsky en su brillante análisis sobre el estalinismo en la URSS: “El pronóstico político tiene un carácter alternativo: la burocracia, que se convierte cada vez más en el órgano de la burguesía mundial en el estado obrero, derrocará las nuevas formas de propiedad y sumergirá al país en el capitalismo; o la clase trabajadora aplastará a la burocracia y abrirá el camino al socialismo “. [El programa de transición, 1938]
En China el proceso de restauración capitalista claramente tomó una forma diferente en comparación con los eventos en otros estados estalinistas. En el país asiático el régimen aplastó la incipiente revolución política, y lo hizo con violencia excesiva (hasta 1,000 trabajadores desarmados y jóvenes fueron asesinados), pero de este modo ganó por sí mismo una mayor “estabilidad” para llevar a cabo una transformación fundamentalmente similar.
Algunos analistas quieren señalar un punto exacto en la historia en el que ocurrió la contrarrevolución burguesa, pero la realidad es más compleja. Al igual que con el surgimiento del estalinismo en las décadas de 1920 y 1930, que fue la contrarrevolución política que estranguló el control democrático de los trabajadores durante los primeros años de la revolución, estamos tratando con procesos históricos, producto de poderosas contradicciones y luchas sociales, la revolución y contrarrevolución no pueden verse como un solo acto.
Sin lugar a dudas el aplastamiento del movimiento de masas de 1989 representó un punto de inflexión decisivo, algo que ha sido ampliamente mal entendido tanto en los círculos políticos de derecha como de izquierda. Aun así, el Estado capitalista no surgió en forma completa a raíz de los acontecimientos de 1989, sino que requirió una mayor consolidación y adaptación, un proceso que produce nuevas características incluso hoy en día.
Las tres representaciones
La enmienda constitucional presentada por Jiang Zemin en 2002, conocida como “La teoría de las tres representaciones”, abrió la maquinaria del partido de estado a los capitalistas bajo el alias de “las fuerzas productivas avanzadas”. Para 2011, una cuarta parte de los miembros del PCCh eran “gerentes de empresas o profesionales”, más del triple del número clasificado como “trabajadores”. El autor Richard McGregor describió esto como “el punto de inflexión simbólico en la relación entre el Partido y el sector privado”. [El partido: El mundo secreto de los gobernantes comunistas de China, Richard McGregor]
La clase capitalista en China se ha desarrollado como un afloramiento del estado del PCCh, con ciertos paralelos con la forma en que se ha desarrollado una clase de “capitalistas compinches” en otras partes del este de Asia. Los capitalistas más poderosos del sector privado dependen en gran medida del patrocinio del estado y, en la mayoría de los casos, tienen vínculos estrechos o son miembros del PCCh. En consecuencia, la burguesía china no busca desafiar al régimen ni exigir cambios políticos radicales.
“Mis propiedades e incluso mi vida pertenecen al Partido”, dijo Liang Wengen, presidente de la empresa industrial pesada Sanyi, cuya fortuna está valorada en $4 mil millones de dólares. La empresa de Liang engordó debido al impulso crediticio de la infraestructura del régimen, convirtiéndose en uno de los mayores fabricantes de equipos de construcción del mundo.
¿La creciente integración de la nueva generación de capitalistas de China con el estado del PCCh ofrece esperanza para la democratización del sistema político de China? Bao Tong, un ex funcionario del PCCh a favor de la reforma que fue encarcelado durante siete años después de la masacre de 1989, ofreció una respuesta instructiva:
“Por el contrario, implica que es hora de que el PCCh, que controla todo, admita la verdad no dicha y declare formalmente que se ha convertido en el Partido de China para los ricos, los nobles y los poderosos, es así de simple y no debería sorprendernos. Algunas personas predicen que a medida que los capitalistas rojos se unan al partido, el PCCh comenzará a transformarse de autoritario a democrático. Creo que esta predicción resultará decepcionante, como pedirle a un tigre por su piel. Se vuelve obvio después de que uno examina lo que han hecho estos capitalistas rojos dentro del partido. ¿Están promoviendo la democracia o están fortaleciendo sus privilegios? La teoría de “Tres Representaciones” no comenzará una nueva era de democracia. Tampoco esos capitalistas rojos atraídos por el poder absoluto se convertirán en el motor de la reforma política ”. [Wall Street Journal, 27 de agosto de 2002]
Al confirmar la predicción de Bao, vemos una clara falta de entusiasmo por la democratización entre los principales capitalistas del sector privado de China. Jack Ma (Ma Yun), presidente del gigante de internet Alibaba, dijo que la decisión de Deng Xiaoping de tomar medidas enérgicas contra las protestas masivas por la democracia en 1989 fue la “decisión correcta”. El fundador de la compañía de computadoras Lenovo, Liu Chuanzhi, comentó que las elecciones basadas en el esquema una persona-un voto sumergirían a China en un “escenario desesperado” porque “todos apoyarían un alto nivel de bienestar y la división de la propiedad”.
“Capitalismo de Estado” en China
“Para evitar el surgimiento de oligarcas individuales al estilo ruso en China, el Partido decidió que debería ser la oligarquía la que controlara todas las empresas estatales importantes y ricas”, argumenta James McGregor, ex presidente de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la República Popular de China.
A pesar de sus distorsiones burocráticas, la economía planificada maoísta impuso importantes restricciones a la burocracia. Esto se debía a que la propiedad estatal, sin importar cuánto robaran los burócratas, no podía convertirse en propiedad privada: propiedad de empresas, acciones y activos financieros. Hoy estas barreras se han eliminado, con los líderes del PCCh dominando personalmente las esferas económicas clave, enriqueciendo a sus familias y acumulando grandes intereses comerciales. El partido, con su estructura de mando dictatorial de arriba hacia abajo, es un mecanismo crucial para que la élite proteja su riqueza y sus posiciones de poder, y para ocultar el alcance total de esta riqueza de la sociedad en general. Del mismo modo, el PCCh, como organización jerárquica y hermética, es adecuado para el papel de hacer tratos entre facciones y grupos de interés empresarial.
Hoy, el PCCh “probablemente se describe mejor como la cámara de comercio más grande del mundo y la membresía es la mejor manera para que los empresarios establezcan contactos y obtengan contratos lucrativos”, dice Jamil Anderlini del Financial Times.
Los líderes de China no han seguido ciegamente el enfoque pro-occidental del “big bang” para la restauración capitalista adoptado en Rusia y en muchos otros antiguos Estados estalinistas en los primeros años de la década de 1990. Incluso estos Estados posteriormente han acercado sus políticas al modelo chino. En China, esto fue importante para evitar un cambio de poder económico demasiado grande hacia las provincias y ciudades en una economía que todavía está muy dividida en líneas regionales. Varias de las provincias de China son economías gigantescas incluso a escala mundial. La provincia de Guangdong con 105 millones de personas sería la 16ª economía más grande del mundo si fuera un estado independiente (con un PIB más grande que Indonesia, Turquía u Holanda).
La necesidad de un poder central fuerte está profundamente arraigada en la historia de todos los regímenes en China. Este es un factor importante que explica por qué el proceso de restauración capitalista, a diferencia de lo que sucedió en la antigua URSS, se ha producido en el marco y bajo el control de una dictadura de un solo partido maoísta-estalinista. El estado del PCCh se ha transformado como resultado del explosivo crecimiento capitalista en un instrumento de la élite gobernante, que hoy se basa en fundamentos económicos capitalistas.
Esto representa una forma peculiar de capitalismo de estado, que por razones materiales e históricas tiene diferencias significativas con respecto al capitalismo en los Estados industrializados más antiguos, aunque existen algunas similitudes con otras economías del este asiático. Mantener el gobierno dictatorial de un solo partido se considera fundamental tanto para el desarrollo económico como para mantener el control en una sociedad vasta, compleja e inestable y especialmente para mantener a raya a la clase trabajadora y a las masas rurales.
Los líderes de este estado no muestran signos de querer diluir su control político o experimentar con la democracia burguesa “occidental”. Este rechazo de las “influencias occidentales” y la “reforma política” es especialmente claro desde que Xi Jinping llegó al poder. Al mismo tiempo, el actual grupo gobernante reafirma su compromiso con el capitalismo global: “Su mensaje principal para el mundo fue el compromiso continuo de China con el actual orden financiero global”, informó el Financial Times en una entrevista reciente con el primer ministro Li Keqiang. Esta combinación de represión de línea dura y políticas económicas neoliberales despertará inevitablemente una enorme resistencia en el próximo período. Pero esto vendrá de la masa de personas trabajadoras y pobres, más que de una “burguesía democrática” que prácticamente no existe en China.