¡Por un feminismo socialista contra el machismo, la transfobia y el capital!

No existe una verdadera revolución social sin la lucha por la liberación de la mujer, sin la lucha contra la opresión hacia personas racializadas y sin la lucha contra las expresiones de LGBTQfobia. Del mismo modo, estas luchas sólo pueden realmente llegar hasta sus últimas consecuencias mediante la lucha por la abolición de la base material de dichos mecanismos de opresión y discriminación, es decir el régimen de propiedad privada y la sociedad de clases.

Escrito por Rosa y Alternativa Socialista, Alternativa Socialista Internacional y Rosa Feminismo Socialista Internacional en México.

Los últimos años han sido especialmente difíciles para las mujeres trabajadoras alrededor del mundo. No sólo hemos tenido que enfrentar las duras y graves consecuencias de las crisis económicas y sanitarias que se han desarrollado y que han agravado las condiciones de opresión que tenemos que sufrir día a día. También, hemos sido testigos de una creciente tendencia de expresiones reaccionarias alrededor del mundo. Desde las iniciativas con el objetivo de ilegalizar la interrupción del embarazo en Polonia y la revocación de Roe v. Wade en los EEUU, hasta las más recientes expresiones de transfobia que se han manifestado en México como producto de las políticas de partidos de derecha, apoyados por los sectores del feminismo radical y trans excluyente.

Todas estas nuevas ofensivas lanzadas por los grupos reaccionarios a nivel global no son sólo atentados contra los derechos de grupos históricamente marginados en la sociedad capitalista. Sino que en el fondo, son expresiones de los intentos de arrebatar a la clase trabajadora derechos que han sido conquistados a través de las luchas del pasado y las herramientas de lucha que durante el camino se han construido para este fin. Luchas en las que, por cierto, las mujeres y personas LGBTQ+ de la clase trabajadora hemos jugado un rol determinante para conseguir sus victorias.

Es fundamental comprender que el machismo, el racismo, la LGBTQfobia y otras formas de discriminación, no son sistemas de opresión separados que coexisten con el modo de producción capitalista y la sociedad de clases. Esta percepción podría llevarnos a la errada conclusión de que entonces es posible acabar con dichos sistemas de opresión aún sin acabar con la sociedad de clases y el modo de producción capitalista. Tanto el machismo, como la LGBTQfobia, el racismo, etc… son elementos emanados del propio desarrollo del régimen de la propiedad privada y la sociedad de clases, tal como han explicado marxistas como Engels en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”.

Mediante la división sexual del trabajo, la clase dominante explota nuestro trabajo no remunerado en el hogar, a la vez que también establece una especie de jerarquía que da como resultado salarios menores y peores condiciones laborales a las mujeres trabajadoras. Del mismo modo, el desarrollo de las ideas del binarismo de género y la familia “tradicional”, reforzadas por la sociedad capitalista, subyuga a mujeres, personas trans y personas no binarias, sometiendonos a condiciones de vida aún peores de los que enfrentan otros sectores de la clase trabajadora.

Por ello, los ataques lanzados por la burguesía y los sectores reaccionarios contra grupos históricamente marginados, en específico, deben ser entendidos como ataques contra la clase trabajadora, en general. Estas nuevas ofensivas reaccionarias, sólo pueden ser detenidas mediante la lucha y la organización de nuestra clase para defender los derechos que hemos ganado. Ello refleja la necesidad de construir una organización cuyo programa refleje las demandas de las mujeres, personas racializadas, de la comunidad LGBTQ+ y otros grupos marginados en la sociedad capitalista, pero que además sea capaz de vincular las luchas de estos grupos con la lucha de la clase trabajadora por la completa emancipación de sí misma. Es decir, por la construcción del socialismo. 

Aunque debemos ser cuidadosos para que esto no se entienda como un intento por subordinar o plantear que estas luchas son secundarias. La tarea de las y los socialistas es explicar que todas estas luchas deben llevarse a la par, sin subordinar una a otra. La clase trabajadora se integra por hombres, mujeres, personas LGBTQ+, personas racializadas, etc… por lo que sólo podremos alcanzar realmente la emancipación como clase si no dejamos atrás a ninguno de los grupos que son nuestras hermanas y hermanos de clase. No existe una verdadera revolución social sin la lucha por la liberación de la mujer, sin la lucha contra la opresión hacia personas racializadas y sin la lucha contra las expresiones de LGBTQfobia. Del mismo modo, estas luchas sólo pueden realmente llegar hasta sus últimas consecuencias mediante la lucha por la abolición de la base material de dichos mecanismos de opresión y discriminación, es decir el régimen de propiedad privada y la sociedad de clases.

Un feminismo socialista, transincluyente, antiracista e internacionalista

Es importante aclarar que en nuestra lucha por la emancipación de las mujeres trabajadoras no compartimos los mismos intereses que las mujeres burguesas que nos explotan y se benefician de nuestra explotación. El feminismo liberal comete un grave error al tratar de presentar los intereses de las mujeres de la burguesía como los intereses de todas las mujeres. Rosa Luxemburgo en “La proletaria” explicaba muy bien que incluso cuando mujeres burguesas y trabajadoras comparten un interés en hacer valer sus derechos políticos, los fines nos separan abismalmente. La mujer burguesa busca el acceso a esos derechos para estar al nivel de sus pares hombres, es decir beneficiarse del mismo modo de la explotación de la clase trabajadora. Mientras que la mujer trabajadora «necesita de los derechos políticos porque en la sociedad ejerce la misma función económica que el proletario […] tiene los mismos intereses y necesita las mismas armas para defenderse.»

Reconocer que la opresión y violencia machista que sufre una mujer burguesa no es la misma que la que sufre una mujer trabajadora – aún cuando estas compartan identidad de género y caracteristicas físicas racializadas idénticas – es una tarea primordial para explicar la necesidad de construir una perspectiva de clase en el movimiento feminista. Pensemos en un caso en concreto. ¿Es que acaso la llegada de Kamala Harris a la vicepresidencia de los EEUU ha modificado en concreto las condiciones de miseria y explotación de las mujeres afrodescendientes en ese país? Al contrario, las políticas impulsadas por Harris y el gobierno del que forma parte, continúan reproduciendo una violencia brutal que continúa orillando a millones de mujeres a condiciones de vida deplorables y cobrándose la vida de decenas de mujeres afroamericanas al año. Kamala Harris, aún siendo mujer racializada, continúa siendo parte de la clase dominante, y en tanto defiende sus intereses de clase, a costa de la clase trabajadora.

Así mismo, la ola de ofensivas lanzadas contra nuestros derechos alrededor del mundo nos deja en claro que este fenómeno no es algo exclusivo de algunos países, sino que expresa una tendencia de un sector de la burguesía y sus partidos a nivel internacional. La conclusión política es entonces que la respuesta a dicho proceso no puede darse de forma aislada, sino que se hace clara la necesidad de darle un carácter internacionalista que permita unir nuestros esfuerzos como clase internacional. Vincular los esfuerzos de las mujeres y personas LGBTQ+ en distintos países. Igualmente, debemos darnos la tarea de reivindicar las lecciones de las luchas pasadas que lograron conquistar los derechos que poseemos hoy en día, para así fortalecer y solidificar nuestro movimiento. Aprender de las experiencias de dichas luchas que en la actualidad mantienen esfuerzos por conquistar nuevos derechos o aquellas que se dan en defensa de los derechos que nos pretenden arrebatar. 

Pero las críticas no sólo deben ir dirigidas hacia el feminismo liberal. El feminismo radical transexcluyente reproduce una lectura biologicista sobre la opresión por razones de género, que en otras ocasiones ya hemos señalado como manifestación de un “materialismo corriente” (Ver Contra el feminismo separatista y transfóbico). Este materialismo corriente «se limita a explicar las condiciones de opresión por el simple hecho de nacer con vulva y aceptando como única identificación posible la genitalidad con la que se ha nacido y ha sido socializada una persona, sin tomar en cuenta los factores históricos que forman las desiguales condiciones de género y por lo tanto la percepción sexogenérica social impuesta. El valor histórico es muy relevante pues a partir del desarrollo de las fuerzas y relaciones productivas de nuestra sociedad en determinada época se construye la ideología, la cultura, el lenguaje, la política, las relaciones sociales de contacto afectivo y el género, todo aspecto social en donde el patriarcado puede anidar. Solo bajo este desarrollo material y real de la vida se puede explicar, la formación subjetiva, que se tiene en torno a la masculinidad y feminidad.»

El carácter reaccionario de estos grupos no sólo se exhibe en la abierta ofensiva por negar la identidad de género y la mera existencia de personas trans y no binarias. En más de una ocasión, al entender, de la misma forma en que las feministas liberales, que la lucha a librarse es entre hombres y mujeres – indistintamente de su condición de clase – las ha posicionado en defensa de mujeres burguesas por el mero hecho de ser mujeres. O peor aún, ha llevado a estos grupos a marchar y defender las mismas posiciones que agrupaciones de extrema derecha. 

El hecho de que estas tendencias al interior del movimiento feminista no vacilen a la hora de alinearse con las y los responsables de la miseria y la explotación que sufrimos las personas de la clase trabajadora, demuestra que no son ni pueden ser alternativas viables en la lucha por la emancipación de las mujeres, personas trans y personas no binarias trabajadoras. Ante tales perspectivas, nuestra tarea como proletarias y proletarios es la de construir un feminismo socialista, transincluyente y antiracista. Esto pasa por reivindicar las demandas inmediatas de las mujeres y personas trans, explicando que no se pueden entender estas demandas como el fin de nuestra lucha, sino vinculándolas con la lucha de la clase trabajadora. 

Necesitamos explicar cómo la lucha por la emancipación de la mujer, la lucha contra el racismo y la lucha contra la LGBTQfobia deben ser parte de la lucha por la superación del capitalismo. Al mismo tiempo, nuestra tarea debe ser emplear el interés y los esfuerzos en torno a estas demandas para la construcción de una organización política que defienda los intereses de la clase trabajadora y que pueda servir no sólo como plataforma de defensa, también como espacio para planificar nuevas ofensivas que podamos lanzar en nuestra lucha. Esto último no como una posición oportunista para usar a estas causas como escalones para nuestros fines, sino como parte de un interés genuino para avanzar posiciones en las luchas contra la opresión que estos grupos viven y ser capaces de alcanzar la libertad para mujeres, personas racializadas, personas LGBTQ+ y la clase trabajadora en su conjunto.

¡Por un 8 de marzo que retome sus raíces de lucha de clases!

¡Por un feminismo socialista, antirracista y transincluyente!