La guerra de guerrillas: Cerrando las alternativas para desarrollar la lucha de masas
El capitalismo, por el mismo desarrollo de la industria, ha creado lo que Marx y Engels llamaron su propio ‘sepulturero’ en la forma de la clase trabajadora. Por eso, Marx y Engels declararon que las revoluciones llevadas a cabo por “minorías conscientes” eran del pasado. El derrocamiento del capitalismo debe ser un acto consciente de la clase trabajadora en su conjunto.
Escrito por Peter Hadden
*Artículo publicado por primera vez en Noviembre de 1983 en el número 116 del Militant Irish Monthly
“Ha pasado la época del ataque por sorpresa, de las revoluciones llevadas a cabo por pequeñas minorías conscientes a la cabeza de la masa inconsciente. Donde se trata de una transformación completa de la organización social, las masas mismas deben estar también en ella, deben haber comprendido ya lo que está en juego, lo que buscan en cuerpo y alma. La historia de los últimos cincuenta años nos ha enseñado eso”.
Frederick Engels en la introducción al folleto de Marx, La lucha de clases en Francia , 1895
Con grandes áreas del mundo al borde de la revolución, el movimiento obrero a nivel internacional se ve obligado una y otra vez a preguntarse: ¿cómo podemos luchar mejor contra el sistema? Muchos han recurrido a los métodos de la guerrilla y el terrorismo individual. Los marxistas, por otro lado, creemos que estos métodos plantean graves peligros para el movimiento.
El capitalismo, por el mismo desarrollo de la industria, ha creado lo que Marx y Engels llamaron su propio ‘sepulturero’ en la forma de la clase trabajadora. Por primera vez en la historia, la tarea que plantea el derrocamiento del viejo orden no es el ascenso al poder de un nuevo grupo de explotadores, sino la victoria de la clase trabajadora y la creación de una sociedad dirigida por las y los trabajadores, que conducirá a la abolición de las todas las clases. Fue por eso que Marx y Engels declararon que las revoluciones llevadas a cabo por “minorías conscientes” eran del pasado. El derrocamiento del capitalismo debe ser un acto consciente de la clase trabajadora en su conjunto.
Toda la actividad política de Marx y Engels se basó en esta necesidad. Y como consecuencia, fue una conclusión estampada en todo desarrollo futuro por los grandes acontecimientos de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia.
Rusia 1917
En un país atrasado, en el que sólo el 10% de la población vivía en ciudades y en donde los campesinos eran la fuerza numéricamente más grande, fue sin embargo la clase trabajadora la que lideró el proceso revolucionario. La Revolución de Octubre de 1917 es el modelo, hasta ahora el único, de una revolución socialista exitosa. Un proceso en el que durante el período anterior a su degeneración burocrática, el poder fue ejercido democráticamente por la clase trabajadora. La única diferencia entre el equilibrio de fuerzas en Rusia en 1917 y las condiciones mundiales de hoy es que la clase trabajadora ahora es mucho más fuerte.
A finales de este siglo, el 25% de la población de África vivirá en las ciudades. En América Latina será del 75%. Para la mayor parte del mundo colonial, como para los países avanzados, el modelo de la Revolución Rusa, lejos de haberse apagado, brilla más y más vigente que nunca.
Sin embargo, en las últimas décadas han surgido otros “modelos” aparentes. La victoria de la Revolución China en 1949, de Castro en Cuba en 1959, de los vietnamitas en 1973, de los ejércitos guerrilleros en Angola y Mozambique en 1974/5, de los sandinistas en Nicaragua en 1979 y otros movimientos similares, han sembrado enormes ilusiones en la táctica guerrillera como vía de emancipación para la clase trabajadora. Es evidente que los marxistas reconocemos el coraje de quienes lucharon en estas campañas y seremos los más decididos en celebrar sus victorias. Sin embargo, una cosa es oponerse al imperialismo en estas luchas. Otra cosa es reemplazar el modelo revolucionario surgido en Rusia en 1917 con el de China en 1949 o Cuba en 1959 como los nuevos modelos para la revolución socialista internacional.
El terrorismo individual
Sobre todo, los intentos de recrear las revoluciones de China o Cuba en los países capitalistas avanzados sólo han conducido a una miserable y fallida parodia de estos hechos.
En un país desarrollado, el guerrillero deja de ser guerrillero y desciende al nivel de terrorismo individual. Un ejército guerrillero no puede esconderse en los callejones sin salida o en los rincones de una ciudad. En cambio, todo lo que se puede lograr es la locura de las acciones individuales y aisladas para las que no hay, ni puede haber, la menor justificación.
Al otro lado de las fronteras de Sudáfrica, el Congreso Nacional Africano, opera bases y existe como una fuerza guerrillera exactamente como lo hicieron la Unión Nacional Africana de Zimbabue y la Unión del Pueblo Africano de Zimbabwe en Mozambique y Zambia durante su campaña contra el régimen de Smith en la Rhodesia colonial. En Rhodesia (hoy Zimbabwe) había sólo una base limitada para el ejército guerrillero. En Sudáfrica no hay ninguna. De sus 29 millones de habitantes, nueve millones son asalariados y dos millones están desempleados. La población rural son jornaleros de la tierra, formando un proletariado rural, no campesinos.
Hay campamentos del CNA que existen desde la década de 1960 creando una fuerza guerrillera que sólo puede ser una fuerza guerrillera en el exilio, siempre y cuando no luche. Cuando se trata de la práctica, cuando las unidades del CNA se infiltran a través de la frontera, sus acciones se reducen a actos terroristas individuales, sólo son capaces de realizar actos como los atentados con bombas SASOL o los coches bomba sin sentido en Pretoria a principios de este año.
La reversión al terrorismo individual es realmente un retroceso desesperado a la prehistoria primitiva del movimiento de la clase trabajadora, cuando la conciencia de clase estaba en una etapa embrionaria, cuando las organizaciones de masas no se habían construido y cuando los métodos anarquistas podían, por lo tanto, tener un eco.
El terrorismo individual coloca a las insignificantes fuerzas de una organización armada de individuos contra el (en comparación) poderoso coloso de un Estado avanzado. Su efecto no es debilitar al Estado sino fortalecerlo, proporcionando la excusa para la represión. No eleva la conciencia de los trabajadores, sino que la rebaja, reduciendo a la clase trabajadora al papel de espectadores pasivos de los ‘grandes eventos’ que organiza.
Sólo en casos excepcionales una organización que adopta tales métodos puede obtener incluso un grado de apoyo masivo. En Irlanda del Norte, como en la región vasca de España, ha sido el giro de la opresión nacional lo que ha dado impulso a las campañas del IRA Provisional y ETA.
Pero la popularidad y el apoyo temporales hacen más que ocultar momentáneamente el inevitable final de tales campañas, que siempre termina siendo el aislamiento y la derrota. A trece años desde su fundación, los Provisionales no han dado ni un paso significativo, así como tampoco lo ha hecho ETA.En un entorno urbano, el guerrillero se convierte en terrorista individual y no tiene justificación real para sus acciones. Sin embargo, en un país subdesarrollado donde la clase trabajadora o no existe o tiene sólo una fuerza nominal, las luchas de guerrillas campesinas pueden tener cierta legitimidad como el único método de lucha disponible.
Las condiciones de existencia determinan el carácter de la lucha de clases. El capitalismo reunió a la clase trabajadora en las fábricas y en las ciudades. Los privó de cualquier medio de supervivencia que no fuera su capacidad para vender su fuerza de trabajo.
A partir de estas condiciones comunes, los trabajadores a nivel internacional han aprendido a luchar juntos. En todo el mundo han sacado las mismas conclusiones: construir sindicatos, organizaciones políticas, hacer huelga, manifestarse y participar en otras formas de acciones conjuntas de masas. Solo a través de las formas de la acción de masas, inicialmente más limitadas, la clase trabajadora puede tomar conciencia tanto de la necesidad de cambiar la sociedad como de su capacidad para hacerlo.
La guerrilla es una forma de lucha del campesinado. Se deriva naturalmente de la existencia dispersa de esta clase y de la ambición individualista de cada campesino de poseer su propia parcela de tierra. Los métodos de guerrilla son ajenos a todo el modo de existencia de la clase trabajadora. No es posible trabajar junto a otros miles durante 40 horas a la semana y luego irse al campo, fusil en mano, para vengarse del sistema.
Para hacerlo, un trabajador tendría que dejar su trabajo y simplemente dejaría de ser un trabajador. Así como un trabajador en un ejército guerrillero rechaza sus herramientas y su lugar en la fábrica, una estrategia revolucionaria basada en tales métodos es un rechazo a la clase trabajadora como la fuerza para cambiar la sociedad y, como tal, es un rechazo al marxismo.
El campo siempre siguió a la ciudad. El campesinado no juega un papel independiente en la historia, pero eventualmente acaba con una u otra fuerza de clase en las ciudades. En el mejor de los casos, las luchas de guerrillas campesinas, cuando estallan, pueden desempeñar un papel auxiliar de los movimientos revolucionarios de la clase trabajadora en las ciudades o en los países más desarrollados.
Dar apoyo a la guerra de guerrillas campesinas, o apoyar a los ejércitos guerrilleros en países como El Salvador, es una cosa. Defender, como se ha hecho en El Salvador, Sudáfrica y otros lugares, que la clase trabajadora abandone las ciudades para adoptar estos métodos es completamente diferente.
En la mayoría de los países en los que los regímenes reaccionarios de derecha han sido derrocados por métodos guerrilleros, habría sido posible llevar a cabo la revolución socialista en la forma y con los resultados del proceso revolucionario de Rusia en 1917-1923.
Cuando el proletariado de China, especialmente Shanghai, se levantó en 1927, fue traicionado por la política criminal de Stalin que impulsó una alianza con el Kuomintang nacionalista. De hecho, durante cinco meses después de que las fuerzas del Kuomintang masacraran a los trabajadores de Shanghai, Stalin abogó por que el Partido Comunista Chino siguiera colaborando con Chiang Kai-Shek y sus partidarios.
El cambio de Mao y el Partido Comunista al campo fue una retirada producto de esta derrota. Con una dirección adecuada, la clase trabajadora podría haber tomado el poder en 1927 y establecido un estado como la Rusia soviética. Al final, el ejército de ex-trabajadores y campesinos de Mao tomó el poder en 1949 y eventualmente estableció un estado a la imagen de la URSS de Stalin.
Asimismo en Cuba fue la traición del estalinismo lo que pareció cerrar el camino de la acción de masas contra el régimen reaccionario de Batista. En 1942, dos ministros del Partido Comunista tomaron asiento en el gabinete de Battista, y el PC saludó el regreso al poder de este supuesto ‘progresista’ en 1953. En 1956, Castro desembarcó en el país y comenzó una heroica campaña de tres años que finalmente allanó el camino para la Cuba de hoy, un estado como China inspirado en el régimen del absolutismo burocrático de la URSS.
Los Partidos marxistas
Durante los años de auge de la posguerra, los ejemplos de China y luego de Cuba, donde al menos se habían levantado los yugos del latifundismo y el capitalismo, proporcionaron un enorme polo de atracción para millones de pobres en el mundo colonial y semicolonial. En Occidente, un silencio parecía haber descendido sobre la lucha de clases. En ninguna parte existieron verdaderos Partidos marxistas de masas para explicar los acontecimientos y desempeñar el papel de los bolcheviques en Rusia.
Mientras tanto, los horrores del capitalismo y el latifundismo se sintieron aún más profundamente. En este momento, por ejemplo, 800 millones de personas en los países menos desarrollados enfrentan hambre o semi-hambruna. Ante tales condiciones, las masas coloniales no podían esperar alguna futura revolución en Occidente. Como en China y Cuba, el camino de la lucha de masas fue bloqueado una y otra vez por los fracasos de las organizaciones de masas, especialmente los partidos estalinistas de masas.
Un camino distorsionado
Con los ejemplos de China y Cuba, y sin otros ejemplos, era inevitable que en algunos países la revolución colonial tomara un camino torcido. En Nicaragua, por ejemplo, el Partido Comunista se dividió en 1961 y los sandinistas se desarrollaron como una fuerza revolucionaria. Pero el único ejemplo que pudieron encontrar en todo el continente latinoamericano fue el de Cuba. De ahí que se replegaran a métodos guerrilleros. Una y otra vez esta situación se ha repetido.
El debilitamiento del imperialismo después de la guerra fue un factor decisivo para permitir la victoria de los ejércitos guerrilleros en algunas áreas. La guerra resultó en la derrota del imperialismo japonés y la eliminación de las fuerzas japonesas de China. Ninguna fuerza imperialista podría llenar el vacío. Fue esto lo que abrió el camino a la victoria de Mao.
También en Vietnam el debilitamiento del imperialismo estadounidense fue decisivo para poner fin a la guerra a principios de los años setenta. El estado de ánimo contra la guerra en Estados Unidos y la desmoralización de las tropas estadounidenses obligaron a Estados Unidos a retirarse. El imperialismo yanqui, con los dedos ardiendo en Irán, sólo podía observar mientras su amigo Somoza era derrocado en Nicaragua.
Pero los factores que se aplicaron en Mozambique y Nicaragua, especialmente el estado de parálisis del imperialismo mundial, no se pueden recrear en todas las circunstancias. La lucha de guerrillas no conlleva una fórmula segura de éxito.La historia irlandesa confirma una lección clara sobre esto. La campaña de guerrilla del IRA de 1919-1921, contrariamente a la mitología popular, no tuvo éxito.
Los líderes del IRA se vieron obligados a sentarse a la mesa de conferencias y las filas se vieron obligadas a aceptar un acuerdo que incluía la partición del país y era más favorable al imperialismo británico.
En Zimbabwe, ocurrió un conjunto de circunstancias muy similares. Allí, la guerra de guerrillas de la Unión Nacional Africana de Zimbabue se libró hasta estancarse. El gobierno colonial de Smith no pudo ganar. Tampoco había una perspectiva inmediata de victoria para la guerrilla. Con 30.000 muertos, con un tercio de la población reunida en aldeas protegidas, con una pérdida de un tercio del total de cabezas de ganado; había un estado de ánimo de hastío de guerra entre el campesinado. Además, las líneas de combate lanzadas por los Estados de Mozambique y Zambia amenazaban con cerrarse sobre los campamentos guerrilleros.
El resultado fue que los líderes guerrilleros, Mugabe y Nkomo, se vieron obligados a asistir a las conversaciones de Lancaster House por invitación del Reino Unido y a aceptar un acuerdo muy por debajo de lo que luchaban sus partidarios. Ahora, aunque el gobierno colonial se ha ido, el capitalismo todavía gobierna en Zimbabue, aunque a través del rostro negro de Robert Mugabe.
Todas estas preguntas están bien ilustradas por las luchas en El Salvador. Allí, la clase trabajadora es una fuerza poderosa que podría haber tomado el poder varias veces solo en los últimos años. Un tercio del Producto Interno Bruto proviene de la industria. En 1977 hubo una huelga general. En 1980 hubo dos huelgas generales. En cada caso, los líderes de estos movimientos de masas se abstuvieron de llevar la lucha a más y renunciaron a tomar el poder porque tenían la perspectiva desastrosa de que tales luchas solo podían ser un respaldo a la campaña de las guerrillas en el campo.
Sin perspectiva de victoria
Al poner la realidad patas arriba, han abierto una situación terrible. 300.000 personas por lo menos han muerto en una lucha que, a pesar del heroísmo ilimitado de la guerrilla, no ofrece perspectivas inmediatas de victoria. Y ahora, a diferencia de Nicaragua, parece que el imperialismo estadounidense estaría preparado para intervenir si la guerrilla se acerca a la victoria. La situación está en un callejón sin salida sangriento.
En cualquier caso, las “victorias de la guerrilla” muy aclamadas no han sido victorias de la guerrilla, sino que sólo se han ganado cuando la lucha se desarrolló más allá de los medios de la guerrilla. En cada caso, solo cuando los métodos de golpe y fuga se han dejado de lado y se ha iniciado una ofensiva militar a gran escala, los viejos regímenes han sido derrocados. En 1949, Mao cruzó el Yangtze en un frente de 300 millas, ¡difícilmente una escaramuza de golpe y fuga!
En Nicaragua, la campaña sandinista había fallado a fines de la década de 1960. Fueron los levantamientos de los trabajadores de Managua en 1979 los que derrumbaron los pilares del régimen de Somoza y llevaron a los sandinistas al poder.
Los levantamientos de masas
En cada caso, el nudo gordiano del viejo orden solo se rompió finalmente mediante levantamientos de masas, o una guerra convencional total, o ambos. Los diez, a veces veinte, años de valientes pero costosas campañas de guerrilla no tenían por qué haber sucedido. Si las fuerzas revolucionarias se hubieran concentrado en las ciudades y se hubiera construido una dirección de la clase trabajadora, podría haber habido un derrocamiento mucho menos doloroso y que hubiera llevado a resultados mucho mejores.
En el mundo colonial el bonapartismo es el método normal de gobierno. El bonapartismo significa que el aparato estatal, en equilibrio entre intereses de clase opuestos, se eleva por encima de la sociedad, usa la espada para arbitrar en el conflicto, pero en última instancia gobierna en interés de una clase u otra. Los regímenes bonapartistas coloniales se equilibran entre las presiones rivales del imperialismo mundial y el estalinismo por un lado, y las masas descontentas en casa por el otro.
La victoria de los ejércitos guerrilleros campesinos significa el derrocamiento de la vieja maquinaria estatal y su reemplazo por un aparato estatal militar prefabricado. En algunos casos, como en Zimbabwe o Argelia, estos regímenes bonapartistas recién formados sucumben a las presiones del imperialismo y se inclinan hacia ese campo.
En otros lugares, como en China, Cuba, Vietnam, Angola, el viejo Estado, y con él el latifundismo y el capitalismo, ha sido abolido y se han establecido regímenes de bonapartismo proletario. Estos son los mejores prospectos que pueden resultar de la estrategia de la guerra de guerrillas.
El Shah derrocado
Como explicó Engels, la revolución socialista debe ser un acto consciente de la clase trabajadora. Las tareas de la clase trabajadora para administrar y controlar la sociedad no pueden ser realizadas por otra clase. Por lo tanto, las caricaturas del socialismo, en China y Cuba, si bien son un enorme paso adelante, dejan sin respuesta la tarea final de la revolución socialista, el establecimiento de los soviets y la creación de la democracia obrera. Como en Rusia, la cuestión de la revolución política, del derrocamiento de la élite burocrática que se sienta sobre sus espaldas, ahora enfrenta a las masas en estos países.
El marxismo no defiende los métodos de guerrilla como alternativa a la lucha de clases. En los países avanzados tales métodos son imposibles. En el mundo colonial hay una alternativa. En Irán, la sangrienta dictadura del Shah fue derrocada por una acción de masas, especialmente una huelga de tres meses de los trabajadores petroleros. Hoy en Chile y Argentina las dictaduras están siendo desmanteladas por medios similares. Hasta la fecha, ninguna de estas revoluciones ha llegado hasta el establecimiento del socialismo, pero se ha demostrado el poder de la clase trabajadora.
Hoy, un sólo camino a la victoria, y es como el desarrollado en Rusia en 1917. Un proceso de estas características sería una inspiración y un ejemplo para los trabajadores de todas partes del mundo. Pondría fin al curso distorsionado que tomó la revolución en el mundo colonial. Las luchas guerrilleras ya no podrían ser entendidas, en la mente de los trabajadores, como una alternativa a la acción unida de masas. Los levantamientos de las guerrillas campesinas, donde ocurran, tomarían su verdadero lugar como, en el mejor de los casos, auxiliares de los movimientos de la clase trabajadora. Es por tal victoria que las fuerzas genuinas del marxismo deben luchar con una visión internacionalista.