Historia del feminismo socialista en México
En un país profundamente católico y patriarcal, la mujer en México siempre ha sido como sinónimo de madre, cuidadora, santa y sumisa. Sin embargo, han sido las mujeres quienes han empujado al resto de la sociedad para lograr importantes cambios y victorias para la clase trabajadora. La historia del feminismo socialista en México es prueba de ello.
Escrito por Maite Olivares, Rosa Feminismo Socialista México
Durante el Porfiriato, destacaron las primeras mujeres del país en estudiar, graduarse y ejercer diversas carreras universitarias. Esto no significa que las mujeres hayan vivido bajo mejores condiciones durante la dictadura, estas mujeres tenían en común el pertenecer a familias altamente privilegiadas que les permitieron un acceso a la educación durante toda su vida. El permitirle a las mujeres acceder a la educación de nivel superior tan sólo significaba una pequeña concesión a las mujeres burguesas, ya que para ejercer su profesión dependían por completo del permiso de sus padres o esposos. Las mujeres de la clase trabajadora, las cuales comenzaban a integrarse a las fábricas, vivían una realidad totalmente alejada a las oportunidades a las que esa minoría tenía acceso; debían enfrentarse a salarios mucho menores que los de sus contrapartes masculinas, pésimas condiciones de trabajo, largas jornadas, abusos y discriminación.
Cuando comenzó a gestarse el espíritu de lucha en contra de la dictadura en la clase trabajadora y los campesinos de todo el país, las mujeres siempre estuvieron a la vanguardia del movimiento. Desde finales del siglo XIX, trabajadoras de fábricas tabacaleras y textiles encabezaron movimientos sindicalistas. Maestras, estudiantes, periodistas y escritoras comenzaron a formar grupos antirreeleccionistas y clubes políticos femeniles. Estos grupos tuvieron el objetivo dentro del proyecto maderista de organizar una campaña contra Díaz, grupos como las Hijas de Cuauhtémoc, los cuales son emblemáticos por la labor de organización del movimiento y la difusión de prensa –arma política vital para la revolución– que llevaron a cabo.
Tras el éxito del Primer Congreso Feminista en Yucatán en 1914, las mujeres no se dieron por vencidas y siguieron en la lucha por la conquista de sus derechos. A pesar de que muchas mujeres dejaron sus hogares, sus familias y sus trabajos para unirse a la lucha armada y fueron importantes contribuyentes de ésta, la Revolución no garantizó la conquista de sus derechos políticos. A principios de la década de los 20’s, Yucatán, Tabasco, San Luis Potosí y Chiapas le otorgaron el derecho al voto a las mujeres a nivel local, pero debido a la inestabilidad política, éste fue arrebatado al poco tiempo a excepción de Chiapas, en donde además, en 1927 fue elegida la primera diputada local que pudo desempeñar su cargo. Muchas mujeres que formaron parte de clubes políticos formados antes de la revolución, continuaron teniendo un papel activo en la vida política del país. Unidas por la lucha sufragista, formaron el Partido Feminista Revolucionario, Bloque Nacional de Mujeres Revolucionarias (ambos fundados en 1929), Congreso Nacional Feminista en CDMX con 100 asistentes donde se solicitó la igualdad civil, tres congresos Nacionales de Obreras y Campesinas de donde surge el Frente Único Pro Derechos de la Mujer, que llegó a agrupar a más de 800 organizaciones con un total de 50 mil miembros.
Fue indispensable la labor de feministas socialistas como Refugio García en la organización de manifestaciones, mítines y foros, los cuales contribuyeron a que en 1937 Lázaro Cárdenas lanzara una iniciativa para reformar el artículo 34° constitucional y reconocer a las mujeres como ciudadanas. Esta iniciativa no se concretó debido al temor de que el voto femenino no beneficiara al PRM frente a la oposición, ya que en España las mujeres al ser concedidas el derecho al voto en 1933, votaron por la derecha.
En realidad, un amplio sector de las feministas que asistieron al Congreso Feminista de Yucatán comprendían que la conquista del voto femenino era tan sólo una parte de un programa que tenía como objetivo lograr la emancipación de las mujeres, lo que retaba directamente la idea de igualdad propuesta por sectores feministas liberales. Estas mujeres entendían que ser reconocidas como ciudadanas con los mismos derechos que sus contrapartes masculinas era tan sólo lo mínimo indispensable para conquistar más derechos para la totalidad de la clase trabajadora, no el fin. Sin embargo, estas demandas no fueron la prioridad en las agendas políticas de los partidos, y para cuando el derecho al voto fue conquistado en 1953, fue visto como la conquista de la igualdad entre el hombre y la mujer.
En la década de los 60s, la liberación sexual y la ola de movimientos estudiantiles llegan a México para enfrentarse a una sociedad sumamente conservadora. El hecho de que las mujeres estudiaran una carrera universitaria y se incorporaran a la fuerza de trabajo seguía siendo mal visto, a pesar de que sectores como el educativo ya eran dominados por mujeres. A pesar de la llegada de mujeres a nuevas carreras y sectores laborales, ésta se limitaba a profesiones vistas tradicionalmente como femeninas, maestras, secretarias y enfermeras.
El movimiento estudiantil del 68 fue liderado y organizado por una amplia capa de mujeres, quienes se enfrentaron al machismo de grupos estudiantiles para poner al frente sus demandas. Fueron perseguidas políticamente de la misma manera que sus contrapartes masculinas, fueron encarceladas, desaparecidas y asesinadas, y es necesario nombrar su historia. El 68 dejó en claro de nuevo la gran capacidad de las mujeres dentro de la construcción y organización de movimientos políticos, su papel como brigadistas fue vital en la difusión de prensa, comunicación, recaudación de fondos, convocatorias de mítines, volanteo, etc.
En los 70s, se fundaron varios grupos feministas que se inspiraron principalmente en el feminismo estadounidense. En 1971, nació el primer grupo feminista autónomo del país, Mujeres en Acción Solidaria (MAS); el grupo estaba conformado por mujeres de diversas profesiones y clases sociales, quienes tenían como enfoque principal el estudio y análisis de la situación de la mujer en México. Al año siguiente, se funda el Movimiento Nacional de Mujeres (MNM), constituido en asociación civil y formado por mujeres profesionistas dedicadas a la comunicación. En 1974 surge otra corriente proveniente del MAS, el Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM), el cual buscaba analizar el papel de la mujer en la sociedad, en el trabajo y la internacionalización, así como autonomía del movimiento feminista, estaba conformado por mujeres sindicalistas y trabajadoras. Más adelante, el MLM se convertiría en el Colectivo La Revuelta, que tenía como objetivo la creación de un periódico que diera a conocer la problemática de la mujer. En 1976 surge el Movimiento Feminista Mexicano (MFM), que afirmaba que el frente feminista era una lucha contra la sociedad de clases.
No fue hasta 1974 que se modifica la Ley General de la Población para legalizar los servicios de planificación familiar y el Art. 4 de la Constitución para reconocer el derecho a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y espaciamiento de lxs hijxs. En este mismo año se decretó la igualdad jurídica de la mujer y el hombre.
Los crímenes de Estado cometidos en este periodo en contra de los pueblos indígenas debido al agitamiento resultado del movimiento zapatista revelaron un sector olvidado por el feminismo hegemónico, las mujeres indígenas. Las mujeres organizadas en el zapatismo han sido un ejemplo de resistencia y lucha contra el capital por décadas. A pesar de las críticas válidas que pueden hacerse en torno a este movimiento, es fundamental reconocer la vital contribución que las mujeres indígenas han hecho a la historia del feminismo en México, no está completa si no se reivindica el papel que han jugado en ella. Desde la valiente resistencia campesina, a la denuncia de la violencia sistemática ejercida sobre los pueblos indígenas y específicamente sobre los cuerpos de las mujeres indígenas, tales como la esterilización forzada llevada a cabo en el sexenio de Zedillo y violaciones por parte de militares, las mujeres indígenas siempre han tenido una voz propia que el feminismo liberal ha ignorado.
Tras la crisis económica de los 80’s en el país, el Fondo Monetario Internacional –como en el resto de Latinoamérica– llegó a imponer medidas neoliberales de austeridad para hacer a la clase trabajadora pagar los salvavidas de la burguesía en bancarrota. El sector más vulnerado por estas medidas fueron, por supuesto, las mujeres trabajadoras. La falta de programas sociales para las infancias y un incremento en el costo de vida, significaron para las trabajadoras, una doble o triple carga en sus hogares y con las labores de cuidado, tradicionalmente relegadas a las mujeres. Al ser las mujeres mano de obra barata para las recién llegadas empresas transnacionales y parte fundamental de la fuerza productiva, las trabajadoras se convirtieron en el centro del neoliberalismo, y reforzaron su posición en la sociedad, como lo han nombrado muchas Marxistas, de doble opresión.
Tras la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, llegaron a la frontera norte del país maquiladoras de empresas transnacionales, que vieron en las mujeres mexicanas obra de mano barata y eficiente. Debido a esto, se dio una ola de migración por parte de niñas, adolescentes y mujeres jóvenes en busca de oportunidades; los salarios ínfimos y las condiciones deplorables de las maquiladoras vulneraron aún más a estas mujeres, exponiéndolas a la ola de violencia que comenzaba a desatarse en México. Casos de feminicidios –en ese entonces todavía no existía la figura de feminicidio, no fue hasta 2011 que comienza a ser tipificado el delito de feminicidio en los Códigos Penales del país– comenzaron a ser más y más comunes en los alrededores de Ciudad Juárez. Las familias de las víctimas comenzaron a organizarse, fundando refugios para mujeres en condiciones de violencia doméstica y llevando a cabo la contabilización de los casos.
Para el estallido del movimiento Ni Una Menos en la década pasada, la lucha y activismo de mujeres como Marisela Escobedo y Susana Chávez, ya habían dejado huella en la conciencia de todo México. La furia contenida de las millones de mujeres que hemos vivido en carne propia la violencia machista, que hemos vivido situaciones de abuso y acoso sexual, que hemos vivido con miedo todas nuestras vidas; estalló y salió a las calles. Tal como sucedió en Argentina, a las consignas de Ni Una Menos, se sumaron las de la Marea Verde para conquistar el derecho y acceso al aborto.
La lucha feminista de hoy se mueve en olas. Sucesos específicos como el feminicidio de Debanhi o casos de violaciones que conmocionan a la sociedad hacen que las mujeres salgan a las calles a manifestarse, pero no hay un programa político constante que mantenga a la lucha feminista viva y unida en México. Los últimos años se han logrado importantes victorias en materia de derechos reproductivos alrededor de la República, y estas son gracias a la constante movilización de colectivas feministas en sus respectivos Estados, pero a nivel nacional no hay una demanda clara acerca de la legalización del aborto en todo el país, incluso tras la declaración de la SCJN el año pasado. La falta de una organización nacional ha provocado que mujeres y personas gestantes en estados conservadores como Guanajuato, tengan que recurrir a métodos inseguros para poder decidir sobre su cuerpo o invertir importantes sumas de dinero para ir a otro estado y realizarse el procedimiento.
Necesitamos saber la historia del feminismo socialista para construir un movimiento sólido con las lecciones del pasado. Una de las más importantes es que como socialistas debemos intervenir activamente en el movimiento con un programa y una estrategia de combate, demostrando en la práctica que somos los militantes más consecuentes contra todas las formas de opresión y que la lucha por la emancipación de la mujer es inseparable de la lucha por la transformación socialistaPor otro lado, que los derechos de las mujeres y personas gestantes no pueden dejarse en manos de partidos reformistas que nos prometen la conquista y protección de nuestros derechos pero nos abandonan por completo una vez que ha terminado la campaña y han obtenido la victoria.
Las mujeres se han tenido que enfrentar al machismo de grupos y partidos políticos a pesar de encabezar las luchas que han conseguido cambiar a la sociedad. Es nuestra responsabilidad mantener una formación feminista socilista activa dentro de nuestra organización, debemos de darle el espacio que durante tanto tiempo se le ha arrebatado a las voces de las mujeres.