Bombardeo de Irán: el último crimen del régimen terrorista sionista

El bombardeo israelí de Irán fue un ataque criminal y no provocado: la última atrocidad perpetrada por el maniaco régimen sionista. Si bien Israel carece de los medios para replicar en Irán el genocidio que ha estado sembrando en Gaza, o la destrucción de la que es responsable en el Líbano, ha aprovechado la oportunidad para asestar golpes al régimen iraní e involucrar a Estados Unidos en el conflicto. Si bien tanto Israel como la administración Trump afirman querer derrocar al gobierno iraní, no existe una fuerza viable a la espera para tomar el poder que acepte la gran mayoría del pueblo iraní, al igual que ocurrió en Irak y Libia.
Escrito por Michael O’Brien, Socialist Party (PIMR en Irlanda)
Contrariamente a lo replicado por la propaganda, los bombardeos de Israel no fueron un ataque quirúrgico del que se salvaron los iraníes comunes. El llamado del gobierno israelí a la evacuación de Teherán fue una excusa endeble para justificar las importantes bajas civiles que ocasionaron. Teherán tiene una población de aproximadamente 17 millones de personas, muchas de las cuales carecían de medios para evacuar. Nadie debería dejarse engañar por las lamentaciones de algunos gobiernos capitalistas occidentales en una muestra de preocupación por la posible expansión del conflicto en Medio Oriente. Sin cortar el suministro de armas a Israel, estas posaturas son pura hipocresía, y Occidente, en efecto, se alineó una vez que comenzaron los bombardeos.
Discordia en el régimen de Trump
Sin embargo, el ataque contra Irán ha sacado a la luz cierta discordia dentro del bando de Trump en Estados Unidos, entre quienes están fundamentalmente de acuerdo con el régimen de Netanyahu (los neoconservadores) y aquellos de tendencia más aislacionista que resienten que Israel determine la escala, el ritmo y el alcance de su ofensiva en Medio Oriente y su deseo de involucrar a Estados Unidos de forma más directa. Estas tensiones son estratégicas y no deben exagerarse.
Tampoco merecen elogios tibios figuras como Tucker Carlson y Steve Bannon: no les preocupa el pueblo iraní; más bien, sostienen que Estados Unidos debería centrar su atención en China y en su agenda nacional antiinmigrante, antiobrera, antiLGBTQ y antimujer. El propio Trump ha intentado encontrar un equilibrio entre ambos bandos, optando, al cierre de esta edición, por una intervención limitada del ejército estadounidense directamente en Irán antes de imponer públicamente un alto el fuego a Israel.
Es comprensible que en muchos sectores se celebre abiertamente que una fracción de los misiles de largo alcance disparados por Irán en represalia impactaran en Israel. La ironía de revelar que uno de los objetivos militares dentro de Israel estaba situado bajo un hospital no pasará desapercibida, ni la indignación expresada por el gobierno israelí por los escasos daños causados por estos ataques, en comparación con la destrucción generalizada de Gaza. Sin embargo, entre las víctimas de la represalia iraní se encontraban palestinos residentes en Israel que, junto con los trabajadores migrantes, carecían de acceso adecuado a refugios antiaéreos en comparación con los judíos israelíes.
Irán se debilitó
A pesar de que algunos misiles impactaron objetivos en Israel, el régimen iraní ha quedado gravemente expuesto ante su propia población. Ha mantenido su posición desde que asumió el poder tras la revolución de 1979 mediante la brutal represión de opositores de todo tipo, minorías étnicas y mujeres. Se ha basado en una proyección de poder, pero ha demostrado ser impotente ante la fuerza aérea israelí, que encontró poca oposición en el aire.
Además, se ha demostrado que el régimen iraní está plagado de agentes israelíes y personal clave vulnerable al asesinato. Existen informes creíbles de que Meta, propietaria de WhatsApp, fue una fuente de asistencia para las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en la localización de figuras relacionadas con el programa nuclear (que nunca ha alcanzado el nivel de producción de uranio apto para armas) y el proceso de negociaciones relacionado con dicho programa.
Los objetivos inalcanzables de Occidente
Si bien el gobierno iraní se ha debilitado, no existe una vía clara y sencilla para su derrocamiento y reemplazo por un régimen prooccidental. El régimen no goza de un amplio apoyo entre una población que ha sufrido no solo represión, sino también privaciones económicas. Esta pobreza es, en gran medida, producto de las sanciones impuestas por el imperialismo, pero también es resultado del desvío de grandes cantidades de ingresos por parte de la Guardia Revolucionaria y los mulás. Se trata de un régimen capitalista represivo con el que los socialistas no tienen ningún tipo de relación, y tras su retórica “antiimperialista”, no debe olvidarse que el Estado iraní apoyó la invasión estadounidense de Afganistán en 2001 por motivos estratégicos. Esto condujo a una ocupación de 20 años con terribles consecuencias para el pueblo afgano.
Además, sería un error concluir que la clase trabajadora iraní y las minorías étnicas son, en algún sentido, pro-imperialismo occidental. Existe una profunda simpatía en el pueblo iraní por la población de Gaza y un odio hacia el genocidio perpetrado por Israel, apoyado por el imperialismo occidental. Los partidarios del régimen del Sha, que precedió a la Revolución de 1979, carecen de credibilidad. Pequeñas pero importantes fuerzas en Irán, incluyendo los sindicatos, han articulado una postura clasista, independiente, antiimperialista y de visión clara en oposición al Ayatolá y a Occidente. Además, quienes lideraron las protestas “Mujeres, Vida, Libertad” en septiembre de 2022, que fueron brutalmente reprimidas, también han dejado clara su oposición a los recientes ataques contra Irán.
Esta poderosa clase obrera, si toma el poder y elimina el dominio del régimen islámico y el sistema capitalista al que está vinculado, podría ser un faro en la lucha para poner fin al dominio del imperialismo, el Estado sionista y otros regímenes opresivos en el Medio Oriente.