¡Paremos la violencia machista en México!
La violencia de género converge como un instrumento de subordinación, explotación y apropiación de la mujer al servicio del capital. En una sociedad capitalista, las mujeres somos doblemente oprimidas y sometidas a la violencia de nuestros agresores en el hogar, centros de estudio y centros de trabajo. Una doble violencia que debemos combatir en la búsqueda de construir un nuevo mundo, en donde los vicios de la sociedad capitalista sean erradicados, permitiéndonos vivir con dignidad..
Escrito por Michelle Maldonado, ROSA México
¿Por qué decimos que la violencia machista es un instrumento de la dictadura del capital? A lo largo de su desarrollo histórico, el capitalismo ha usado a las mujeres y niños como un instrumento para mantener bajos los salarios. Siendo empleadas en trabajos de alto riesgo como en la tintura textil, causante de la muerte de miles de mujeres y niños trabajadores. Así como en la reproducción del trabajo no remunerado en cuidados del hogar. Adicionalmente la clase dominante ha buscado que sean las mujeres quienes sean responsables de los trabajos de cuidado, subordinandolas económicamente. No puede entenderse el surgimiento y el desarrollo del capitalismo como un modo de producción sin entender el papel de la explotación a la mujer como una parte fundamental de este fenómeno. Por ello, la instrumentalización de la fuerza de trabajo femenino, aunado a la discrimanción con base en características racializadas y el elitismo, deben ser reconocidos como los cimientos del sistema de división del trabajo asalariado, de propiedad privada y eminentemente de la lucha de clases.
La violencia machista adopta múltiples formas, desde la violencia física, psicológica, simbólica y se desenvuelve y atrinchera en los hogares, en el espacio de trabajo, en la escuela, en la calle y básicamente en cualquier espacio de nuestras vidas. Y por ello sería un error abordar el tema de la violencia machista suponiendo que esta problemática deba discutirse y combatirse aisladamente como un tema independiente, desligado completa o parcialmente del seno de muchos o quizás todas las crisis sociales de la época. El machismo en nuestro país es definitivamente uno de los más dolorosos lastres de nuestra historia.
Estos roles se siguen reproduciendo y adquiriendo constantemente. Se trata de un fenómeno arraigado. Por ello resulta alarmante ver cómo día a día los feminicidios, la expresión más cruenta de la violencia machista, van en aumento. México se ha convertido en un lugar cada vez más peligroso para ser mujer. Esta situación se ha agravado con la llegada de la pandemia. Desde el año 2020 se ha detonado una ola mucho más grave de violencia en contra nuestra. Tan solo el pasado año ha sido el que más feminicidios (1,004) ha registrado en la historia de nuestro país.
Pese a la existencia y relativa fuerza de las posiciones en los feminismos que creen en la posibilidad de acabar con la violencia machista sin romper con el capitalismo y que esta lucha tiene su expresión más clara en el número de mujeres “exitosas” o en puestos públicos. Nada mejor que la realidad para criticar y levantar la voz en contra de toda afirmación que, pese a la constatación histórica, aun crea en la vía institucional como medio para dar solución a las necesidades del movimiento feminista y la sangrante peregrinación de la mujer en México. La razón por la cual esta pugna se tiene que librar al margen de los cauces de las instituciones de la burguesía, consiste precisamente en que nace y emana naturalmente de la ineficacia de estos cauces y de su inutilidad para interpretar y satisfacer las reivindicaciones sustantivas al feminismo. Estas propuestas olvidan atacar la raíz del problema, el modo de producción capitalista, por lo que su lucha deja en el olvido y no responde a las necesidades de millones de mujeres trabajadoras en México.
En este punto es necesario señalar directamente a la administración actual, encabezada por el presidente López Obrador. El gobierno de México ha sido incapaz de atender efectivamente las necesidades de millones de mujeres en México, quienes ante el alza en las tasas de feminicidios y violencia doméstica, temen por su integridad y se han agrupado bajo la bandera del “Ni una menos”. La política de Obrador y un amplio sector de Morena respecto al movimiento feminista no puede entenderse sino como un acto de complicidad con la violencia machista en nuestro país. Ha sido absolutamente criminal la defensa de actores como Félix Salgado Macedonio o Pedro Salmerón, ambos acusados de violencia sexual y acoso, y el desdén del presidente por entender la problemática de la que nacen las demandas del movimiento feminista actual. Aun teniendo “el gabinete más feminista de la historia” que no es sino retorica hueca frente a casos como el de Salgado Macedonio.
Pero este no es un problema que solo le compete a los hombres de la administración pública. También es necesario señalar que existen mujeres que boicotean reformas y proyectos legislativos como el de Menstruación Digna para eliminar los impuestos a los productos de gestión menstrual propuesta en la Cámara de Diputados. El feminismo hegemónico que abanderan muchas de estas mujeres, ha demostrado que no nos representa ni mucho menos nos defiende. En Rosa y Alternativa Socialista seguimos luchando por un feminismo socialista, partiendo como iniciativa de los trabajadores como base de la transformación socialista y feminista de la sociedad.
La crisis capitalista recrudece el aumento de la violencia de género, pues en su búsqueda de mantener el control de la situación la burguesía recrudece su posición contra de las mujeres asalariadas, migrantes, amas de casa, estudiantes, personas de las disidencias sexuales, trabajadoras sexuales, etc. En estos tiempos se fortalecen y engendran nuevas formas de violencia física, económica, política, cultural, psicológica.
Ante ello, las mujeres trabajadoras tenemos una alternativa: construir y fortalecer nuestra lucha como mujeres trabajadoras. Es decir un feminismo sin una perspectiva socialista y revolucionaria y un socialismo revolucionario sin una perspectiva antipatriarcal, son luchas que quedan inconclusas, pues no logran dimensionar completamente las múltiples opresiones presentes en una sociedad dominada por la burguesía.