Morena en la encrucijada
Morena atraviesa una creciente crisis como partido. Las dos victorias amargas obtenidas tanto en la jornada electoral de junio, como en la Consulta Popular del pasado 1 de agosto, han hecho aún más evidentes los problemas al interior del partido. Sumada a, aunque no separada de, la disputa por la candidatura en el 2024, hoy Morena vive una disputa entre las bases del partido, que mayoritariamente buscan profundizar la llamada Cuarta Transformación, y la dirección del partido, tomada por el ala de derecha del partido.
Escrito por Josafat Arrieta, Alternativa Socialistas México
Cada día es más extendido y evidente el rechazo de una amplia mayoría de simpatizantes del proyecto obradorista al presidente del partido, Mario Delgado. El ex coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados es señalado como el responsable de la deriva en la que se encuentra el partido y de los resultados contradictorios de las pasadas elecciones legislativas. Ante ello, la exigencia de la salida de Delgado de la dirigencia del partido cobra cada día más fuerza entre las bases del partido.
Ni Partido ni Movimiento
Uno de los principales reclamos que hoy enfrenta el actual presidente del partido es el de abonar a la desmovilización de las bases y con esto la desarticulación del movimiento social que acompaña a Morena. Hay que tomar en cuenta que Morena surge como un “partido-movimiento” con el objetivo de aglutinar a los diferentes actores que simpatizaban con el proyecto del actual presidente López Obrador. Sin embargo, hoy el sentimiento general es que las bases han sido relegadas a un papel secundario en la construcción de la Cuarta Transformación. Basta recordar la manera tan descarada en la que desde la dirección del partido se impusieron candidatos claramente de derecha recién llegados al partido ignorando a las y los militantes que desde abajo han impulsado y cooperado para construir tanto al partido como al proyecto obradorista.
La dirección de Delgado, y antes de Yeidkol Polevsky, claramente busca frenar el proceso impulsado por las masas populares desde 2018. Y aunque el descontento crece, hasta el momento, el sector más a la izquierda del partido ha adoptado una actitud de claudicación, que esconde bajo la bandera de “no atentar contra la unidad del partido”, en lugar de aprovechar el momento de debilidad que viven sus rivales al interior del partido desde hace medio año para impulsar la reorganización y la movilización de bases bajo un programa de izquierda. Una actitud que lejos de contribuir positivamente al proyecto que defienden, lo único que hace es fortalecer a quienes han puesto sus esfuerzos en limitar lo más que se pueda el alcance de la transformación del país.
A pesar de su actitud de rechazo a confrontar al sector de derechas, el creciente descontento puede ser un factor que impulse al ala de izquierda a avanzar posiciones e impulsar un proceso de renovación de dirigencia. O bien, la desmoralización de amplios sectores de los militantes y simpatizantes de Morena, como parcialmente vimos en las elecciones de junio. Morena y sus simpatizantes no pueden arriesgarse, de cara a la consulta de revocación de mandato, a enfrentar este proceso con la misma displicencia, de parte de la dirigencia, con la que se enfrentó la iniciativa de la Consulta Popular del 1 de agosto. Un nuevo descalabro o una nueva victoria agridulce podrían ser muy perjudiciales para el ánimo de los sectores populares que buscan jalar a la izquierda el proceso actual.
El próximo periodo será clave para Morena como fuerza política. Sus errores y limitaciones los ha conducido a un camino que los ha puesto en una situación contradictoria, pues mientras el presidente aún goza de un apoyo importante, Morena se encuentra a la deriva. El partido, lejos de trabajar en la formación política de sus militantes y en luchar por profundizar el proyecto de transformación, ha estado más ocupado en comportarse como mera maquinaria electoral, priorizando el ganar por ganar puestos de la administración pública, sin importar la forma en que esto afecta su credibilidad a la larga, como en la vergonzosa candidatura en Guerrero de Felix Salgado Macedonio y su hija Evelyn.
¿Qué hacer?
Debemos ser cada día más conscientes que el proyecto obradorista, si bien puede conseguir pequeños logros para nuestra clase, no es, ni será una opción viable para la lucha para acabar con la miseria y los problemas de los trabajadores y humildes del país. Los sectores populares tienen que continuar luchando por contrarrestar el peso que tiene el sector de derecha, representado en personajes como Ebrard, Monreal o Mario Delgado. Además debe seguir pugnando por impulsar lo más a la izquierda y hacer topar con sus límites al propio obradorismo. Para lo cual es necesario construir una fuerza, basada en un programa y en demandas, que no tenga temor de hablar claramente de los errores y las carencias del gobierno de Obrador y del partido.
Debemos también sacar lecciones de las dos victorias amargas pasadas apuntando a un nuevo proceso en el que se medirán las fuerzas de los sectores populares contra los sectores más reaccionarios de nuestra sociedad. Nuestra tarea es pugnar tanto contra la reacción infiltrada en Morena como contra la derecha agrupada en “Va por México”. Lo anterior debe hacerse no con el enfoque de tratar de “rescatar” a Morena, sino porque somos conscientes que, aunque se trate de una fuerza progresista no socialista, la derrota del obradorismo por la derecha implica una derrota para la izquierda en su conjunto – independientemente de la orientación u opinión que tengan sobre Obrador y la 4T los diferentes grupos en este sector del espectro político -.
Mientras no exista una alternativa política de masas con una política clasista y anticapitalista, nuestra tarea seguirá siendo construir una alternativa apelando a los mejores elementos al interior de las propuestas reformistas o interclasistas que surjan. Sin que ello signifique abandonar una política independiente, que no se subordine a estas fuerzas y su política, ni la construcción de una fuerza que sea capaz de impulsar un programa socialista y revolucionario dentro y fuera de estas organizaciones..