Mientras los talibanes toman el poder y el imperialismo estadounidense es humillado, las masas afganas pagan el precio
Mientras las potencias imperialistas se preocupan por los efectos que sufrirán, ignoran los del pueblo afgano.
Escrito por Rob Jones, Alternativa Socialista Internacional.
Los veinte años de ocupación de Afganistán por parte de las fuerzas estadounidenses y aliadas han resultado en un desastre para quienes viven en el país. Oficialmente, al menos un cuarto de millón de personas, tanto combatientes como civiles, han muerto, aunque probablemente sean muchas más en realidad. En Afganistán la corrupción abunda desde el jefe de gobierno hasta la policía, el ejército y los tribunales. Si bien los caudillos, enriquecidos por el tráfico de drogas, se mantuvieron a bordo mediante el soborno, el PIB per cápita se mantuvo en menos de 500 dólares al año. Millones recurrieron a las drogas para escapar de la realidad. Y si bien ha habido algunas mejoras menores en la posición de las mujeres urbanas, las que viven en áreas rurales, la gran mayoría, enfrentan pobreza extrema, amenazas de violencia y guerra.
Ahora vemos otro más en una larga lista de desastres humillantes para el imperialismo estadounidense: Corea, Vietnam, Somalia, Siria, Libia y ahora Afganistán. Las imágenes de miles de personas en el aeropuerto de Kabul, cientos de personas apiñadas en la bodega de un avión de transporte estadounidense y las imágenes desgarradoras de aquellos desesperados por salir del país cayéndose de aviones despegando han resaltado gráficamente cuán grave han sido estos hechos para el prestigio del imperialismo estadounidense. En Afganistán se ridiculizan las palabras de Joe Biden a principios de julio, refiriéndose a la evacuación forzada de Estados Unidos de Saigón (Vietnam) en 1975, cuando dijo: «No habrá ninguna circunstancia en la que veas a gente ser rescatada del techo de una embajada…».
Esto no es solo una humillación personal para Joe Biden, ya que continúa con la agenda de política exterior de Donald Trump, sino un gran golpe para los intereses de Estados Unidos. Lanzada como “Operación Libertad Duradera” en 2001 después de que el entonces gobierno talibán se negara a obligar la capitulación del grupo Al-Qaeda, responsable de los ataques a las Torres Gemelas, e inicialmente apoyada por una coalición de cuarenta países, la guerra ha devorado enormes cantidades de recursos humanos y monetarios.
Concretamente, más de 100.000 soldados afganos, tanto a favor del gobierno como a favor de los talibanes, han perdido la vida, mientras que más de 3.500 soldados de la coalición, así como “contratistas” (combatientes contratados de forma privada), han muerto. A la par que durante estos 20 años han muerto decenas de miles de civiles afganos.
Al mismo tiempo, el gobierno de Estados Unidos ha gastado más de 2,2 billones de dólares en la guerra. La mitad de esto ha sido consumida por el Departamento de Defensa. Increíblemente, $530 mil millones de dólares se han destinado a los bancos como pagos de intereses sobre el dinero prestado para pagar la guerra. Esta última cifra supera la que se gasta en entrenar a las Fuerzas de Defensa afganas ($100 mil millones) o se gasta en proyectos de infraestructura, generalmente pagados a contratistas occidentales y ONG ($144 mil millones). Estados Unidos pagará por esta guerra en forma de compensación y pensiones para los veteranos y continuará cobrando intereses durante muchos años.
Competencia estratégica
Biden ha justificado la retirada repentina diciendo que «las tropas estadounidenses no pueden ni deben luchar y morir en una guerra en la que las fuerzas afganas no están dispuestas a luchar por sí mismas». Por supuesto, muchos sentirán cierta simpatía por esta declaración, aunque los veteranos de EE.UU. y el Reino Unido ya han expresado sus protestas. Un experto en desactivación de bombas inválido tuiteó: «¿Valió la pena, probablemente no? Perdí mis piernas por nada, parece. Mis compañeros murieron en vano. Sí, en mi undécimo aniversario de bautismo de fuego, es muy sombrío. Muchas emociones pasan por mi cabeza, rabia, tristeza por la traición, por nombrar algunas …».
A pesar de sus intentos de justificar la retirada de esta manera, la realidad es que Biden continúa con el enfoque de “competencia estratégica” de Trump, destinado a despejar el terreno para una batalla abierta con China. Pero los acontecimientos en Kabul, en cambio, han debilitado la mano del imperialismo estadounidense y han fortalecido potencialmente la posición de sus principales oponentes en la región, en primer lugar China, pero también Irán y Rusia. Sin duda, ahora se animarán a ser más desafiantes con sus acciones.
Ya el régimen chino, a través de su portavoz “Global Times” advierte que «el abandono estadounidense de Afganistán después de 20 años fue un ‘presagio’ para el “destino futuro de Taiwán”». Aunque el primer ministro Su Tseng-chang ha respondido diciendo que «Taiwán no colapsaría como Afganistán en caso de un ataque», estos eventos alimentarán la preocupación de que, en caso de un ataque chino, Estados Unidos no podría o no estaría dispuesto a acudir al en asistencia de la isla.
¿Por qué el régimen de Ghani colapsó tan rápidamente?
El último líder internacional que culpó al gobierno afgano de esta situación es el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, quien dice que: «En última instancia, el liderazgo político afgano no logró plantar cara al Talibán ni lograr la solución pacífica que los afganos deseaban desesperadamente». Después de veinte años y dos billones de dólares, las potencias imperialistas, incluida la OTAN que participó en la guerra hasta 2014, no han logrado establecer un régimen estable capaz de resistir a los talibanes. El Pentágono insiste en que el ejército y la policía afganos superaron en número a los talibanes por 4 a 1. Sin embargo, sucumbió ante los talibanes en cuestión de días.
El enfoque de Estados Unidos desde el principio se ha basado en ilusiones y deseos de que podría subyugar a Afganistán. En 2006, el secretario de Defensa de George W. Bush, Donald Rumsfeld, el mismo que autorizó el uso de la tortura contra prisioneros afganos, afirmó que unos años antes «Al-Qaeda y el Talibán habían estado agrediendo brutalmente al pueblo afgano. Hoy los campos de entrenamiento de terroristas han sido cerrados, los estadios de fútbol se están utilizando para fútbol en lugar de ejecuciones … este es sin duda un homenaje al pueblo de Afganistán».
El presidente Obama, con Joe Biden como vicepresidente, afirmó que su ‘aumento de tropas’ – triplicando el número de las tropas estadounidenses, llegando así a 100.000 militares -, pondría fin a la guerra en 2014, cuando debía luchar por su segundo mandato. El aumento se redujo cuando partes de las fuerzas de defensa afganas comenzaron a atacar a las tropas estadounidenses en su lugar, los llamados “ataques internos”.
Trump también, creyendo que el Talibán podría ser legitimado a través de negociaciones en Doha, anunció la retirada de tropas que ahora ha implementado Biden. Se había pintado un cuadro en el que las fuerzas de defensa afganas podrían contener a los talibanes. En el peor de los casos, estimó Estados Unidos, el avance de los talibanes duraría meses.
Fuerza de defensa afgana: podrida hasta la médula
Sin embargo, incluso la Academia Militar de West Point estimó que la cantidad de tropas y policías que el Pentágono afirmaba que existían en Afganistán es exagerada dramáticamente y, además, las tropas que existían estaban mal entrenadas. La corrupción en la cima abunda con la existencia de muchos ‘soldados fantasmas’ que cobran para llenar los bolsillos de los generales. Muchos soldados son analfabetos y alrededor del 25% desertan cada año. En esta situación, el enfoque del Pentágono de equipar al ejército con drones de alta tecnología y apoyar las acciones contra los talibanes con ataques aéreos no pudo mantenerse después de la retirada de las tropas estadounidenses. En mayo, el secretario de Defensa de los Estados Unidos, Lloyd Austin, prometió un apoyo continuo para las operaciones aéreas mediante las ‘conferencias de zoom’, una idea ridícula en un país en el que Internet apenas opera. Como si esto no fuera suficiente, la mayoría del personal de las fuerzas de defensa se pagaba con el presupuesto del Pentágono hasta hace poco, ahora muchos se han quedado sin paga. No es de extrañar que opusieran tan poca resistencia.
El hecho de que Ashraf Ghani, el presidente, huyera de Afganistán tan rápidamente sin siquiera intentar resistir a los talibanes es un reflejo de la total falta de una base social para su régimen. La última elección presidencial fue muy controvertida. Aunque Ghani obtuvo la mayoría de los votos, la participación fue inferior al 20%. Según el propio Ghani, el 90% de los afganos tienen ingresos inferiores a 2 dólares al día. Sólo el 43% sabe leer y escribir, mientras que el 55% carece de agua potable y el 31% de saneamiento. El PIB del país es de 20.000 millones de dólares, una cifra minúscula en comparación con las sumas gastadas por Estados Unidos durante 20 años. Si, en cambio, el imperialismo hubiera ayudado a desarrollar una economía más sólida, muchos de los que hoy se dedican al tráfico de drogas o al contrabando (las principales fuentes de comercio exterior de Afganistán) o que apoyan a los talibanes por razones económicas podrían ahora dedicarse a un trabajo socialmente útil,
Durante un breve período, pareció que algunos de los señores de la guerra locales, que obtienen enormes beneficios del comercio del opio y otras acciones ilegales, creyendo que las Fuerzas de Defensa tomarían una posición más fuerte, se estaban preparando para oponerse al Talibán. Tres de los señores de la guerra más influyentes, Atta Muhammad Noor, Abdul Rashid Dostum y Haji Muhammad Muhaqiq, se reunieron para forjar un frente conjunto con el ejército. Pero a medida que las ciudades cayeron rápidamente en manos de los talibanes, abandonaron la lucha y huyeron al extranjero. Otros señores de la guerra, por supuesto, habrán aceptado temporalmente su destino y se alinearán con los talibanes.
Respuesta de las potencias imperialistas
La humillante derrota del imperialismo estadounidense, por supuesto, se ha encontrado con una respuesta de Biden tratando de evitar que la culpa recayera en él en una transmisión televisada. Ellos y otras potencias imperialistas como Canadá, Alemania, Australia y el Reino Unido están evacuando lo más rápidamente posible a sus ciudadanos y algunos de los afganos que han trabajado para ellos como traductores, o en otras tareas, del asediado aeropuerto de Kabul. Irán, China, Rusia y, por supuesto, Pakistán mantienen sus embajadas operando con normalidad.
Casi al unísono, las distintas potencias dicen que esperarán a ver si reconocen al gobierno talibán. Boris Johnson, hablando antes de un debate parlamentario de emergencia extremadamente conflictivo, dijo que «la legitimidad de cualquier futuro gobierno talibán estará sujeta a que defiendan los estándares acordados internacionalmente sobre derechos humanos e inclusión». Pero a los imperialistas occidentales, en este momento, les quedan pocas palancas para ejercer presión sobre el nuevo gobierno a fin de garantizar que se cumplan estos estándares.
Las potencias imperialistas no occidentales China, Rusia e Irán se han visto notablemente fortalecidas por estos acontecimientos. China se apresuró a regodearse con la derrota de Estados Unidos: la Agencia de Noticias Xinhua lo llamó «el toque de gracia para la hegemonía estadounidense en declive» en el que «el sonido de los aviones rugiendo y las multitudes que se alejaban apresuradamente reflejaban el último crepúsculo del imperio». Pero estos poderes todavía ven la situación como una que ofrece tanto amenazas como oportunidades.
El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, por ejemplo, dice que China extenderá el reconocimiento diplomático al Talibán sólo después de la formación del gobierno, que debería ser abierto, inclusivo y ampliamente representativo». Ante la amenaza de una ola de refugiados, China rápidamente se movió para fortalecer su frontera de 70 kilómetros entre la provincia de Xinjiang y Afganistán. Teme, en particular, que la victoria del Talibán impulse la posición de los uigures musulmanes, e insiste en que este grupo actúe para restringir las actividades del “Movimiento Islámico de Turkestán Oriental” de etnia uigur y otros grupos.
En negociaciones recientes con los talibanes, China ha planteado la posibilidad de grandes proyectos de la “Iniciativa de la Franja y la Ruta” (IFR) si estos grupos gobiernan. Sin embargo, tales proyectos sólo tienen sentido si permiten que China extienda su corredor a través de Pakistán. Sin embargo, las iniciativas del IFR allí parecen haberse estancado debido a la oposición local, incluidos los ataques terroristas contra los trabajadores chinos y el posible incumplimiento por parte de Islamabad del pago de las deudas asociadas con el IFR.
Los chinos ya tienen historia en Afganistán. Incluso bajo la ocupación estadounidense, China ha sido el mayor inversor del país, en parte debido a la relativa estabilidad. Se estima que existen depósitos probados de hierro, cobre, talco y litio por valor de más de $1 billón. Este último, en particular, es clave para la producción de vehículos eléctricos, Afganistán incluso ha sido llamado la ‘Arabia Saudita del Litio’. Aunque los dos gobiernos firmaron un acuerdo para extraer cobre en 2007, el proyecto se ha estancado.
Cualquier inversión futura no solo dependerá de si el Talibán puede asegurar la estabilidad en todo el país, sino también de la situación en Pakistán, donde la victoria talibán fortalecerá la posición de los grupos islámicos opuestos a China. Es por estas razones que China, como Irán, desea ver negociaciones entre los talibanes y otros grupos para formar un “gobierno inclusivo”.
Rusia no tiene la misma fuerza económica que China, pero tiene un ejército poderoso y tiene un acuerdo de seguridad con Tayikistán y Uzbekistán, ambos con largas fronteras con Afganistán. Turkmenistán, la “Corea del Norte” de Asia Central, tendrá que cuidar sus propias fronteras, mientras que Turquía, según se informa, está reforzando un muro en su frontera para repeler a los refugiados.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia está mostrando su habitual hipocresía cínica. El embajador ruso en Kabul incluso comentó, mientras los milicianos tomaban el poder, que «está tomando el control de la ciudad en el sentido positivo de las palabras. Es mantener la ley y el orden». Ahora, los combatientes del Talibán protegen la embajada rusa en Kabul.
Pero desde que el Talibán envió combatientes y apoyo a los militantes chechenos en 1999, han sido considerados una organización terrorista en Rusia. Esto no les impidió enviar una delegación para discutir con el gobierno ruso en julio. Rusia también quiere ver, en palabras del canciller Sergey Lavrov, «un gobierno con la participación de otras fuerzas políticas» con el «inicio de un diálogo inclusivo con la participación de todos los grupos políticos y étnicos». También está buscando garantías de que se impida a los grupos extremistas infiltrarse en Asia Central y la estabilidad para evitar oleadas masivas de refugiados. Rusia ya ha enviado 7.000 soldados para reforzar la frontera tayika, preocupada por la información de que los militantes tayikos que lucharon con el Talibán ahora son responsables de patrullar el otro lado de la frontera en el noreste de Badakhshan.
Comparaciones falsas
Es comprensible que muchos hayan establecido comparaciones con la retirada de Estados Unidos de Saigón en 1975. ¡Incluso este artículo lo ha hecho! Pero la situación entonces, en el apogeo de la primera “Guerra Fría”, era completamente diferente. La Guerra Fría fue entre dos sistemas políticos y económicos en competencia: el imperialismo capitalista y el bloque estalinista no capitalista. La guerra de Vietnam representó los esfuerzos de un antiguo pueblo colonial por romper con el capitalismo, y la victoria basada en la lucha campesina de masas, la reforma agraria y la introducción de elementos de una economía planificada fue una victoria para el movimiento obrero internacional. La derrota del imperialismo estadounidense ahora, sin embargo, no solo ha fortalecido a la otra potencia capitalista-imperialista: China, sino que ha visto una fuerza reaccionaria, religiosa y prácticamente feudal llegar al poder.
Otros también han mirado hacia atrás a la anterior “retirada humillante” de Afganistán, la de la Unión Soviética en 1989. El régimen chino incluso se ha regodeado, esta semana, de que Afganistán es el “cementerio de imperios”, aunque, por supuesto, la URSS no lo era. un imperio en el sentido marxista de la palabra.
La retirada soviética tuvo lugar en el contexto del rápido colapso del bloque estalinista. La invasión inicial de Afganistán en 1979 por el régimen de Brezhnev, aparentemente por “invitación del gobierno afgano”, dio a los imperialistas occidentales un arma de propaganda. Sin embargo, las tropas soviéticas ayudaron a apuntalar el régimen de Najibullah, las reformas agrarias y las mejoras parciales en la atención médica y la educación. Así mismo, durante este periodo las mujeres mantuvieron una igualdad ante la ley de manera formal. Su retirada condujo al colapso del régimen tres años después, pero fue el apoyo del imperialismo estadounidense en ese momento a los muyahidines, incluso a través de Osama bin Laden, al proporcionar armas y recursos para luchar contra las tropas soviéticas el responsable del surgimiento del Talibán, el monstruo Frankenstein de la estrategia de guerra fría del imperialismo.
Entonces, ¿han cambiado ahora los talibanes?
La guerra civil siguió al colapso del gobierno de Najibullah cuando los diferentes grupos lucharon entre sí. Los talibanes se desarrollaron a partir de estos grupos muyahidines con el respaldo de Pakistán. Muchos fueron entrenados en las madrazas fundamentalistas de Arabia Saudita . En 1996 capturaron Kabul. Su régimen prohibió todos los grupos de oposición, partidos políticos y sindicatos, prácticamente esclavizó a las mujeres, detuvo la educación de las niñas, impidió que las mujeres trabajaran y prohibió la música, los deportes y los juegos. Los transgresores de la ley Sharia de los talibanes fueron tratados sin piedad. El adulterio de las mujeres se castigaba con la muerte por lapidación, los homosexuales enterrados vivos, e incluso se utilizó un estadio de fútbol financiado por la ONU en Kabul para organizar ejecuciones públicas.
Ahora se discute si los talibanes han cambiado respecto a lo que eran hace veinte años, el tiempo, por supuesto, lo dirá. Hay indicios de que se verá obligado a suavizar su enfoque. En la década de 1990, a los partidarios ni siquiera se les permitía usar teléfonos, ahora se ve a militantes en Kabul tomando selfies y usando Twitter. En un nivel más fundamental, las principales figuras están asegurando que se respetarán los derechos de las mujeres y habrá una prensa libre, dentro, por supuesto, de las “reglas del Islam”. Afirman también que habrá una amnistía para quienes sirvieron al régimen anterior. Sin embargo, ya hay muchos ejemplos en los que las mujeres han sido suspendidas del trabajo u obligadas a usar el hiyab.
El Talibán sigue siendo una organización fundamentalmente rural. En los últimos veinte años ha habido un aumento en la urbanización del país: Kabul ha crecido de 1,5 a 4 millones de habitantes. El número de habitantes de zonas ubanas ha crecido de 2,6 a 10 millones. Además, el 46% de la población tiene menos de 15 años. Es probable, por tanto, que crezcan las tensiones dentro del propio Talibán – que hasta ahora han estado unidos luchando contra un enemigo común – entre los asentados en las regiones rurales fundamentalistas atrasadas y las zonas urbanas más abiertas. La existencia de otros grupos fundamentalistas agravará esta situación. Sin embargo, también es posible que a medida que el Talibán se enfrente a una creciente oposición en las ciudades, retomen sus antiguos métodos.
¿Pueden los talibanes establecer un gobierno estable?
El anterior gobierno talibán ocupó el poder de 1996 a 2001, cuando fue derrocado por la invasión estadounidense. Durante ese período nunca controló todo el país, encontrando una oposición significativa, particularmente de la Alianza del Norte, apoyada en ese momento por Irán, India y Rusia. Actualmente está encontrando cierta resistencia con protestas en su contra que atraen a miles de residentes en Jalalabad y quizás también en la provincia de Jost. También hay informes de intentos de armar una “Alianza del Norte 2.0” en el valle de Panjshir.
Pero también han surgido nuevas fuerzas en Afganistán. Es poco probable que las mujeres, que han tenido algunas libertades en la última década, con la solidaridad del movimiento mundial de mujeres, simplemente acepten nuevas restricciones. También la población joven, con su visión internacional y sus modernas comunicaciones, puede sumar sus protestas. El movimiento obrero no es fuerte, como la industria es débil, pero existe y, de hecho, el principal organismo sindical se enfrentó a la represión del régimen de Ghani.
Mientras intenta establecer su gobierno, es probable que el Talibán se enfrente a muchas dificultades. ¿Los señores de la guerra mantendrán su apoyo pasivo? ¿Seguirá unido el propio Talibán? ¿Apoyarán otras potencias como Irán, Rusia y China a través de sus intervenciones intereses diferentes? Según los informes, Rusia ya está discutiendo con algunos señores de la guerra.
Al mismo tiempo, se avecinan graves crisis en el propio Afganistán. Se cree que una tercera ola de Covid está barriendo el país, ‘se cree’ porque no hay una infraestructura de pruebas seria. Una encuesta sugiere que ahora más del 40% de la población está infectada. Sin embargo, los hospitales no tienen recursos para lidiar con esto. Un médico dice que apenas pueden tratar a un tercio de los enfermos.
Después de sufrir una sequía severa en 2018, un agricultor comentó: «El cielo ha dejado de llover sobre nosotros, la tierra ha dejado de cultivar hierba para nosotros». Se espera que los próximos meses sean aún peores con 12 millones de afganos, poco más de un tercio de la población, haciendo frente a “Niveles de emergencia de inseguridad alimentaria”.
El Talibán se enfrenta a grandes pruebas en los próximos meses para abordar estos problemas, así como el colapso económico, los flujos de refugiados, las tensiones transfronterizas y el continuo tráfico de drogas.
¿Hay una salida?
Solo una cosa está clara. La intervención imperialista fue una catástrofe. El gobierno talibán, si se permite que continúe, será una pesadilla. Al restringir las medidas que tomó para modernizar la sociedad y la forma antidemocrática de arriba hacia abajo en la que se implementaron, el gobierno de Najibullah, respaldado por los soviéticos, no logró transformar la sociedad afgana. Todos los problemas fundamentales de la sociedad, el empobrecimiento, la falta de derechos democráticos, la opresión nacional, el fundamentalismo religioso y la represión social permanecen y no pueden resolverse sobre la base del capitalismo.
Lo que se necesita es la construcción de un movimiento de masas en oposición al Talibán y al imperialismo, uniendo a la clase trabajadora, los agricultores pobres, las mujeres, los jóvenes en una lucha por establecer un gobierno democrático de trabajadores y agricultores pobres. Esto, por supuesto, solo puede tener éxito si se hace como parte de una lucha internacional que involucre a la clase trabajadora de otros países de la región y que pueda abrir el camino para la creación de una federación socialista genuina, democrática y voluntaria en la región.