Contra el feminismo separatista y transfóbico
El feminismo separatista y trans excluyente hoy enfrenta una creciente oposición dentro del movimiento feminista por el propio peso de su discurso y acciones. Esta propuesta funciona bajo una lógica “biologicista” que nosotres señalamos como “materialismo corriente”. Este “biologicismo” solo se limita a explicar las condiciones de opresión por el simple hecho de nacer con vulva y aceptando como única identificación posible la genitalidad con la que se ha nacido y ha sido socializada una persona, sin tomar en cuenta los factores históricos que forman las desiguales condiciones de género y por lo tanto la percepción sexogenérica social impuesta.
Escrito por Rosa México, Feminismo Socialista Internacional
El 13 de noviembre del año pasado, en el parque rojo de Jalisco, una pareja de mujeres fueron agredidas por grupos de feministas separatistas durante el evento que realizaban varias colectivas de la ciudad; para vender sus productos en un mercado autónomo que funcionaba como espacio de resistencia contra el estado. El ataque dirigido a Dea y en especial a Zafiro, por ser una mujer trans, fue grabado por feministas trans excluyentes (o mejor conocidas como Feministas Radicales Transexcluyentes, o TERFs) y transeúntes que defendían a la pareja. En el video se observa como son agredidas físicamente mientras, verbalmente, las ahuyentan con discursos transfobicos y discriminatorios, porque según sus palabras: “Ella tiene pene, por eso no puede estar aquí”.
Esta situación lamentable en los ultimos meses, ha abierto la discusión sobre el futuro del movimiento feminista en México. No es coincidencia que después de estas experiencias diferentes compañeres y colectivas hayan expresado una autocrítica, así como rechazo a las políticas sectarias, reconociendo la necesidad de una lucha compartida contra la opresión patriarcal en todas sus expresiones. Especialmente esta reflexión se hace necesaria en el contexto nacional actual, en el que este año ha iniciado con múltiples agresiones contra la comunidad LGBT+, especialmente la comunidad trans.
El feminismo separatista y trans excluyente hoy enfrenta una creciente oposición dentro del movimiento feminista por el propio peso de su discurso y acciones. Esta propuesta funciona bajo una lógica “biologicista” que nosotres señalamos como “materialismo corriente”. Este “biologicismo” solo se limita a explicar las condiciones de opresión por el simple hecho de nacer con vulva y aceptando como única identificación posible la genitalidad con la que se ha nacido y ha sido socializada una persona, sin tomar en cuenta los factores históricos que forman las desiguales condiciones de género y por lo tanto la percepción sexogenérica social impuesta. El valor histórico es muy relevante pues a partir del desarrollo de las fuerzas y relaciones productivas de nuestra sociedad en determinada época se construye la ideología, la cultura, el lenguaje, la política, las relaciones sociales de contacto afectivo y el género, todo aspecto social en donde el patriarcado puede anidar. Solo bajo este desarrollo material y real de la vida se puede explicar, la formación subjetiva, que se tiene en torno a la masculinidad y feminidad. Por lo tanto es muy diferente la percepción y autopercepción que se tenga de un hombre y una mujer en la época feudal, que hoy, bajo la época del capital. Es decir, el género es ante todo una construcción histórica antes que biológica.
Nosotres al defender este argumento, “materialista histórico”, mientras rechazamos el materialismo mecanicista y simple biologicista, defendemos a la par la autopercepción que se construye por ese carácter socialmente inalienable. Un individuo que nace con pene o vulva merece ser reconocido sexogenericamente como desee, más allá de su genitalidad fisiológica. Si bien es comprensible que se plantee que una mujer trans refuerza cierto estereotipos de género, como usar falda y tacones como elementos definitorios de la feminidad, es falso que esto constituya un reforzamiento del patriarcado en cuanto tal. Si eso fuera cierto, el promedio de vida de una mujer trans no sería de 35 años (la mitad que el de una mujer cisgenero) y no existirian los altos indices de prostitución trans, pues se estima que el 60 u 70% de la prostitución en México es de personas trans derivado de la exclusión a la que son sometidas por la exclusión social y laboral que sufren.
Ser una mujer y hombre trans ya es un acto de resistencia al estar constantemente expuestes a algún ataque a su integridad psicológica y física en una sociedad heteronormada y patriarcal. Entre el 1 de enero y 13 de diciembre de 2021 se han contabilizado 32 transfeminicidios en México según señala el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio contra Personas LGBT, esta cifra representa casi el 50% de los asesinatos en razón de orientación sexual e identidad de género en nuestro país. En mayor medida, mujeres trans que laboran en la prostitución son víctimas de desapariciones, torturas y asesinatos por una cultura de odio que sigue existiendo en el país. El no reconocer la miseria, la explotación y la persecución total que sufren les trabajadores trans, catalogando su lucha como separada o demeritándola solo por “reforzar estereotipos de género” es traicionar al propio movimiento feminista y de izquierda, siendo cómplices de esa cultura de odio que mata a diario. Las y los trans sufren de la misma opresión y muchas veces de la peor forma. Debemos reconocer la miseria real y directa por encima de la exclusión teórica, por esas mujeres trans que aparecen asesinadas a lado de las carreteras, por esas lesbianas linchadas, por esas mujeres desangradas en abortos clandestinos, por esa solidaridad de clase que hoy requiere el movimiento mientras abandone y le ponga fin al separatismo.
Buscamos un feminismo para les y las trabajadoras en este país. No sirve de nada autodenominarse feminista si no se organiza una organización de lucha que concientemente busque la toma del poder para les trabajadores, poniendole fin al capitalismo y a la sociedad de clases que son insperables de la estructura patriarcal. El poner en práctica estas ideas le puede mostrar a uno lo erróneo de las políticas excluyentes hacía el género opuesto, pues elles forman parte de la fuerza necesaria para cambiar al mundo de base.
Como socialistas comprometides con una lucha antipatriarcal, debemos hacer hincapié en realizar un combate de múltiples dimensiones. Combatimos el sistema capitalista y levantamos la bandera de la lucha socialista. Pero también es una obligación combatir las actitudes machistas, racistas, capacitistas y LGBTfóbicas al interior de nuestra clase y el movimiento socialista. Nuestra lucha es multidimensional, pues multidimensional es el entramado de opresiones de la sociedad capitalista. No podemos separar o excluir la lucha contra alguna de estas opresiones si nuestra tarea es la de liberar al conjunto de nuestra clase.
No existe patriarcado sin capitalismo y viceversa.
¡Por un feminismo socialista!