Brasil: ¿A dónde va el PSOL?
La derrota de Bolsonaro en las urnas y la elección de Lula abren un nuevo escenario en la lucha de clases en Brasil. El PSOL ahora tiene que decidir si regresa a su proyecto original de construir una alternativa de izquierda independiente o capitular ante la política de conciliación de clases del PT.
Escrito por Pedro Meade, Liberdade, Socialismo e Revolução (ASI en Brasil).
Es innegable la importancia de la derrota de Bolsonaro en segunda vuelta y lo que significa para gran parte de la clase trabajadora, especialmente mujeres, negros, indígenas y LGBT. Todos ellos tienen derecho a un momento de alivio tras años de ataques, amenazas y muertes frente a un gobierno genocida de extrema derecha. Pero no podemos caer en la ilusión de que el trabajo está hecho, que la derrota fue completa y que Bolsonaro y el bolsonarismo fueron solo anomalías que ahora se corrigieron.
Menos aún podemos esperar que todos esos años de reveses sean automáticamente anulados por la victoria de Lula y que ahora todos nuestros derechos sean retomados gratuitamente. Sabemos que, ante todo, Lula es un conciliador y que su prioridad será mostrarse como un buen estadista, saludando a los inversionistas y al sector financiero, indicando que la transición y su gobierno será un “regreso a la normalidad”, donde se asegurarán las ganancias mientras que los movimientos sociales serán nuevamente domesticados.
La derrota del bolsonarismo vendrá de las calles
La derrota definitiva de la extrema derecha, que aún deambula por las calles, y la garantía de recuperar nuestros derechos, se dará a través de la lucha, la lucha en las calles, con la fuerza de la clase trabajadora, los movimientos sociales y los pueblos oprimidos.
El PSOL tiene la posibilidad de liderar o ser protagonista de estas luchas, pero atraviesa una crisis de identidad. Por un lado, el partido logró importantes avances electorales, aumentando su grupo parlamentario de 8 a 12 en la Cámara de Diputados, incluyendo mujeres indígenas como Célia Xakriabá y Sônia Guajajara; Guilherme Boulos, como líder del Movimiento de los Sin Techo; y Erika Hilton, una de las primeras mujeres trans en ser elegida diputada federal, todas con expresivos votos.
Perfil eliminado
Al mismo tiempo, el perfil del partido se ha borrado cada vez más durante esta elección, ya que la decisión tomada fue apoyar a Lula en la primera vuelta. Sin candidatura propia al ejecutivo nacional, y en algunos estados clave sin candidatos a gobernador, el partido sorteo su propia suerte. Dejó el escenario vacío y en su vacío dejó espacio para que otros asumieran el papel principal. Donde esto fue más evidente fue en los debates en la televisión ¿Imagínese si Boulos, Glauber, Sonia u otra figura del PSOL estuvieran en los debates junto con otros candidatos presidenciales? El PSOL podría haber planteado temas importantes como la derogación de las contrarreformas, la tributación de las grandes fortunas y la defensa de las agendas de las mujeres, entre otros. En tu ausencia, figuras como Simone Tabet del derechista Movimiento Democrático Brasileño e incluso Soraya Thronicke de Unión Brasil han conseguido proyectar una imagen de feminismo liberal y burgués extremadamente limitada que solo sirve a la clase capitalista.
La capacidad de un partido y de candidatos combativos para enfrentar de frente a la derecha y la extrema derecha podría haber sido un factor importante en ese escenario nacional, elevando el perfil del partido al mismo tiempo que daba un mayor escenario a las ideas de izquierda, incluidas las que el PT no levantó.
La autocandidatura era posible
Como reafirmamos en varios artículos anteriores y defendimos en el Congreso del PSOL, era una vía posible para que el partido presentara una candidatura y la retirara, dependiendo del contexto de la campaña, si consideraba necesario votar por Lula en primera ronda. Los candidatos de la derecha que en la primera vuelta competían (e incluso atacaban) la candidatura de Lula, cuando se sumaron a su campaña en la segunda vuelta, no sólo fueron bien recibidos, sino considerados héroes por su postura.
Pero ese no fue el único espacio donde el partido perdió protagonismo al entrar en la lógica de la campaña de Lula. La campaña oficial fue tímida en las calles, elemento que se viene gestando mucho antes del período electoral. La táctica únicamente electoral del PT, no contestada con firmeza por el PSOL, hizo que incluso en el peor momento de la pandemia y de la crisis, no se pusiera todo su peso en la lucha para derrocar a Bolsonaro. Esto también se reflejó en los primeros días después de la victoria de Lula, cuando partes del PSOL siguieron la línea del PT de no “provocar” a las pandillas bolsonaristas, que bloquearon carreteras y organizaron manifestaciones golpistas, con actos de izquierda que liberaran las carreteras y que impulsarían la lucha contra la extrema derecha en las calles. En este vacío, los simpatizantes organizados tomaron la iniciativa mientras parte del partido esperaba que la policía “cumpliera su papel”.
Apostar por las instituciones en detrimento de las luchas
Este es el reflejo de un partido que, aun con sus orígenes más combativos, no sólo capitula ante las presiones del PT sino que también entra en su lógica institucional. Hay una avalancha de notas y posts del PSOL declarando que llamó al Ministerio Público o al STF para investigar alguna barbaridad de extremistas y sinvergüenzas de la extrema derecha.
Parece que la idea de convocar actos, luchan en las calles, paros o cualquier otra herramienta de nuestra clase ha quedado en el olvido frente a la lógica de apostar por las instituciones. Incluso el enfoque en el juicio político como una iniciativa puramente parlamentaria refleja esto. No es que no debamos insistir en investigaciones, castigos o cualquier otro mecanismo legal contra Carla Zambellis, Daniel Silveiras o la propia familia Bolsonaro, sino que esto no tendrá consecuencias sin una presión real de la base sobre las instituciones en una lucha real.
El PSOL necesita ser una herramienta de la clase trabajadora y los pueblos oprimidos al servicio de la lucha. Es la lucha que garantizará y conquistará los derechos y que podrá derrotar a la extrema derecha, incluso contra cualquier intento de golpe de Estado contra el gobierno electo.
Mantener la independencia
Pero, esto sólo puede hacerse con un PSOL manteniendo su independencia y, por tanto, fuera del gobierno del “frente amplio”, un frente que incluye a representantes del gran capital y de la derecha neoliberal. Solo así el PSOL podrá mantener su credibilidad y coherencia a los ojos de nuestra clase. Sabemos que incluso con algunas medidas progresivas que ya se están tomando, Lula no podrá cumplir lo prometido. El sector financiero, el “centro” y la parte de la derecha tradicional con la que el PT hizo su principal alianza presionarán para garantizar sus intereses por encima de los intereses de la clase trabajadora. Surgirán nuevos ataques y tenemos que prepararnos para afrontarlos.
Hay quienes dentro del PSOL ya están defendiendo abiertamente la entrada del partido en el gobierno. El partido ya ha aceptado estar en el equipo de transición del gobierno a través de las figuras de Boulos y Juliano Medeiros. El presidente del PSOL ya ha declarado en una entrevista al diario Valor que “es muy poco probable que el PSOL asuma una postura opositora”. Todo apunta a la participación del partido en el gobierno de Lula. La idea de que militantes del partido asumieran cargos en el gobierno pondría en entredicho la existencia misma del PSOL, cuya esencia fue construirse como una izquierda que sacaba conclusiones de los errores del lulopetismo y su política de conciliación de clases.
Un argumento que lleva a sectores del partido a considerar entrar en el gobierno es la necesidad de defender al gobierno de Lula de los ataques de la extrema derecha. Incluso en este sentido, componer el gobierno es un error. No hace falta ser parte del gobierno para defender la democracia y resistir los ataques de la derecha. Pero sí es posible y necesario construir una oposición programática, desde la izquierda, coherente y consecuente, que sea capaz de enfrentar y denunciar a la extrema derecha y no dejar que ocupe todo el espacio de oposición y crítica a los límites del gobierno.
A la sombra del PT
Otro argumento es que dar el paso de entrar en el gobierno llevaría al PSOL a convertirse ahora en un “partido serio” con influencia de masas. Esto supone que la identidad del partido no quedaría totalmente oscurecida por la sombra del lulopetismo y que el PT se fijaría en su socio menor, algo que históricamente hemos visto en realidad no sucede. Entrar al gobierno serviría para domar al PSOL, neutralizar cualquier oposición de izquierda que pudiera amenazar la hegemonía del PT. En 2020, el PT sintió el peligro con la campaña de Boulos en la capital paulista y con la elección de Edmilson en Belém, además de otros avances. Pero es precisamente este perfil alternativo de izquierda el que le dio protagonismo al partido, el que ayudó a aumentar sus bancadas y el que ayuda a impulsar las luchas que pueden obtener conquistas bajo el nuevo gobierno.
Defendiendo un programa socialista coherente
PSOL no necesita estar en el gobierno para ser tomado en serio, para promover los derechos o defender nuestros derechos democráticos. Es la defensa coherente de un programa socialista y el compromiso con la lucha real lo que atraerá a la gente, hará avanzar nuestras agendas y hará del partido una referencia para la izquierda. Cuando estallen las nuevas crisis, el gobierno de Lula, al no promover cambios estructurales, no podrá cumplir todas sus promesas y el sistema volverá a demostrar que es incapaz de hacerle frente. En ese momento la gente buscará una alternativa, sea de izquierda o de derecha. Un PSOL independiente y combativo, que sea oposición de izquierda al gobierno de conciliación de clases, tendrá la capacidad de ser esa alternativa, canalizar frustraciones y señalar una salida real.
Es necesario luchar por un PSOL independiente, arraigado en las luchas y con programa socialista.