Alemania: histórico movimiento de masas en contra de los planes de deportación de la derecha
El fin de semana del 19 al 21 de enero, 1.5 millones de personas protestaron contra la extrema derecha en la mayor oleada de manifestaciones de la historia de la República Federal de Alemania. 350 mil manifestantes en Berlín, 130 mil en Hamburgo, 200 mil en Múnich, además de más de 100 manifestaciones en ciudades más pequeñas como Eitorf, Buxtehude y Spremberg. Estas muestran la indignación generalizada por los planes de deportación de la AfD (partido populista de derechas “Alternativa para Alemania”) y por el giro político general hacia la derecha.
Escrito por Sozialistische Alternative, ASI en Alemania
Anteriormente, el sitio web de periodismo de investigación correctiv.org había informado sobre una reunión entre fascistas y representantes de la AfD y otras figuras burguesas en las que se debatieron planes de “remigración” masiva, es decir, la expulsión de personas de origen inmigrante. Entre los que querían expulsar de Alemania a las personas de origen inmigrante no sólo había fascistas declarados como el austriaco Martin Sellner (“Movimiento Identitario”), sino también representantes de la CDU (derecha tradicional Unión Demócrata Cristiana) y empresarios. Esto demuestra que los planes fascistas de expulsión masiva se discuten hasta en la CDU. A los participantes en esta reunión se les pidió que donaran 5,000 euros “para la causa” – esto por sí solo demuestra la clientela que se reunió.
En las espontáneas protestas masivas contra estos planes, los políticos de los partidos burgueses intentan tomar la iniciativa. Alcaldes y ministros invocan la “unidad de los demócratas” contra la AfD. Retratan el movimiento como una defensa de las condiciones existentes y a los partidos de la coalición gobernante de SPD, Verdes y FDP como contrarios a la AfD.
La política gubernamental refuerza a la AfD
Sin embargo, es precisamente debido a estas condiciones y a la política gubernamental que la AfD se ha convertido en el segundo partido más fuerte en las encuestas y en el partido más fuerte en el Este. La caída de los salarios reales, el aumento de los alquileres y los recortes sociales han provocado frustración y enfado, sobre todo en la Alemania oriental. Con el trasfondo del aumenro de la inseguridad en todo el mundo, también crece la sospecha entre la clase media y los trabajadores cualificados de que están en riesgo de sufrir un descenso social.
Aunque el programa de la AfD no tiene nada que ofrecer a la población trabajadora, a los desempleados y a los pensionistas, con capaces de presentarse como la única fuerza antisistema, lo que le basta para ganarse el apoyo de las masas. Al mismo tiempo, la AfD se beneficia de la ola de nacionalismo que propagan todos los partidos, desde los Verdes hasta la CDU/CSU, y de la guerra cultural de la derecha, por ejemplo contra el movimiento climático y el feminismo.
Durante meses, los partidos establecidos han presentado la inmigración como el mayor problema de Alemania y la han culpado de problemas sociales como la escasez de vivienda o la situación de las escuelas subfinanciadas. Desde el llamado “Zeitenwende” (“punto de inflexión” que Scholz proclamó en el trasfondo de la guerra de Ucrania) en 2022, se han dedicado a una masiva concentración militar y policial en las fronteras y a intensificar ideológicamente el discurso sobre la “defensa” contra naciones o determinados grupos poblacionales. Desde el comienzo de la guerra en Gaza, también ha habido agitación contra los árabes, con demandas de deportaciones y restricciones de derechos políticos.
La recientemente aprobada “Rückführungsverbesserungsgesetz” (“Ley de mejora de repatriación”, que simplifica las deportaciones de solicitantes de asilo) y los campos previstos en las fronteras exteriores de la Unión Europea exacerban el racismo de Estado. A menudo se afirma que las reivindicaciones de la derecha deben satisfacerse parcialmente para quitarle el viento a sus velas. Sin embargo, adoptar su narrativa tiene el efecto contrario: la AfD y sus (potenciales) votantes se sienten reivindicados.
Si los partidos establecidos abrazan ahora las manifestaciones contra la AfD y hablan de “salvar la democracia”, esto es hipócrita. Son estos mismos partidos los responsables del brutal impedimento de entrada de personas de otros países a Alemania y de acosarlas y oprimirlas racialmente aquí. La coalición “Ampel” (semáforo) de gobierno está debatiendo actualmente sólo permitir la naturalización a las personas que no reciben prestaciones sociales. Los Verdes han adoptado el sistema europeo de asilamiento GEAS, que hace más difícil a las personas abandonar sus países de origen, los cuales también están siendo destruidos por las políticas europeas neocoloniales, el cambio climático o las guerras. El resultado es un Estado alemán que sólo está ahí para una clase alta acomodada, blanca y rica.
Lucha de clases contra el racismo
Necesitamos un movimiento que pueda privar a la AfD de su caldo de cultivo. Debe luchar contra el racismo de Estado y por mejoras sociales para superar las condiciones que benefician a las fuerzas de derecha.
Los sindicatos desempeñan un papel central en este sentido. Reúnen juntos a trabajadores con y sin origen inmigrante y explican a sus afiliados el choque de intereses entre trabajadores y capitalistas. En las manifestaciones, deben dejar claro que no son los refugiados los culpables de la escasez de viviendas y de que se recorten las escuelas, sino la política en interés de las corporaciones. Que la línea divisoria en la sociedad no es entre “alemanes” y “extranjeros”, sino entre las masas de trabajadores, pensionistas y desempleados frente a la clase dominante de los capitalistas.
El partido de izquierda debe decidir si apoya pasivamente las protestas y se posiciona a sí mismo como otro “partido democrático” junto al SPD y los Verdes o si se distancia de ellos, interviene con sus propias demandas y adopta una postura clara contra las políticas de austeridad y el racismo de Estado.
Oportunidades para poner a la AfD a la defensiva
Si las protestas son dirigidas por los partidos gobernantes en términos de contenido y percepción externa, en última instancia no perjudicarán a la AfD. La AfD va a continuar enfrentándose entonces a un gobierno sin perspectivas, que además es grotescamente inepto para vender sus políticas para el capital, con la CDU/CSU en medio. La participación de la AfD en el gobierno es cada vez más cercana, posiblemente con una inicial “tolerancia” (apuntalamiento”) no oficial de la AfD en un gobierno minoritario de la CDU en un estado federal en el este.
El millón y medio de personas en las calles ha desmentido de forma impresionante el mito de que la AfD representa a la “mayoría silenciosa” y ha animado a muchos. Existe un enorme potencial de resistencia activa contra el giro a la derecha. Ahora hay que aprovecharlo, por ejemplo a través de acciones concretas contra la AfD en las próximas campañas electorales.
Actualmente se debate en la prensa una prohibición de la AfD, con un 42% a favor. Pero una prohibición encierra muchos peligros: la ideología racista no desaparece con prohibiciones de partidos, la derecha tiene mucha experiencia en reorganizarse rápidamente y la cooperación con la Werteunion (corriente conservadora de la CDU) ya es muy estrecha. El “papel de víctima” asociado a una prohibición de partido reforzaría considerablemente a la derecha y le ayudaría a hacer pasar su política antiinmigración y contra los pobres por una supuesta resistencia consecuente a la política de “izquierda-verde”. La política de recortes en los años recientes y la nueva planificación presupuestaria, que incluso propone recortar la gestión de catástrofes, y la percepción de falta de alternativas hacen el resto.
Al mismo tiempo, hay más multimillonarios con más riqueza que nunca –condiciones que la AfD empeorará mucho más a pesar de cultivar su imagen antisistema. Además, tal prohibición, al igual que otras maniobras legales, acabaría siendo un bumerán para el movimiento, que el Estado utilizaría no sólo contra la derecha, sino sobre todo contra las estructuras y organizaciones de izquierda.
Construir movimientos sociales fuertes
Sólo podemos derrotar a los partidos y estructuras de derechas mediante una resistencia conjunta decidida. Es alentador ver a decenas de miles de personas en todas partes tomando las calles en contra de la AfD y el racismo. Esto demuestra que la AfD y sus ideas racistas están más aisladas en la sociedad de lo que parece en las encuestas electorales. Es necesario movilizarse para llevar a cabo acciones locales en escuelas y universidades, en el trabajo y en los barrios. Los sindicatos tienen una responsabilidad especial en este sentido, sobre todo porque sus miembros también son afectados por la agitación y política de derechas y han sido uno de los objetivos principales de los nazis y extremistas de derecha desde el fascismo. Como la organización de trabajadores más fuerte, la federación sindical DGB debe una consistente campaña a gran escala contra la derecha y utilizar todo su potencial de movilización. Esto no significa mítines llenos de palabrería, junto con organizaciones empresariales y los partidos establecidos, cuyas políticas están ayudando al ascenso de la derecha.
Debemos ofrecer una alternativa y dejar en claro que no son los refugiados los responsables de la escasez de viviendas, del colapso del sistema sanitario y de la crisis educativa, sino los partidos procapitalistas. Con reivindicaciones para la construcción de viviendas y la expropiación de empresas inmobiliarias, por la defensa de los hospitales en contra de los planes de recorte y por más recursos para la educación, podemos demostrar que una buena vida es posible para todos, si superamos el capitalismo y la política y economía dejan de servir para generar y asegurar beneficios, sino para satisfacer las necesidades de todos.
Mucha gente en Alemania quiere soluciones solidarias a los enormes problemas y crisis que van desde la injusticia social a la catástrofe climática. Sin embargo, en el bombardeo propagandístico de los partidos burgueses, quienes presentan sus posiciones como sin alternativa, carecen de representación política. Las actuales protestas masivas pueden ayudar a superar el sentimiento de impotencia y contribuir a formular demandas positivas: redistribución desde arriba hacia abajo en lugar de recortes sociales y racismo de Estado; antimilitarismo en lugar de “beligerancia”, alto al fuego en lugar de entregas de armas a Ucrania y Gaza; planificación en interés de las personas y la naturaleza en lugar del colapso climático como resultado de la maximización del beneficio.