¿A dónde va Morena? La encuesta y la ‘continuidad’ de la 4T.
“Hoy el dedazo queda enterrado para siempre…” Con esas palabras celebró Mario Delgado, presidente nacional de Morena, los acuerdos emanados del Consejo Nacional de dicho partido, desarrollado el pasado domingo 11 de junio. En estos se define la ruta a emplear para que la 4T seleccione a quién los representará de cara a las elecciones presidenciales de 2024. Resultado que se conocerá el 6 de septiembre próximo.
Escrito por Alternativa Socialista, ASI en México.
Para algunos, en especial para aquellos que opinan que Morena es una agrupación homogénea, la elección del candidato o candidata presidencial, pareciera sólo un trámite a cumplir. Sin embargo, para la clase trabajadora y la juventud, resulta necesario profundizar en el debate para identificar los elementos de fondo que subyacen en la contienda por la candidatura presidencial en el partido creado por AMLO. Únicamente bajo esa condición la clase trabajadora, el campesinado pobre, la juventud, la mujer trabajadora, y en general los oprimidos, podremos definir una postura al respecto, que exprese nítidamente nuestros intereses de clase y los pasos a dar en tanto sectores oprimidos por el capitalismo.
La lucha de clases y los dirigentes, el papel del individuo
Los marxistas no negamos el papel del individuo en la historia y en la lucha de clases. Por ejemplo, desde nuestro punto sería muy difícil explicar la exitosa toma del poder por parte del proletariado ruso en octubre de 1917, sin el papel de los bolcheviques, en particular de Lenin y Trotsky. Pero a pesar de su enorme talento y firme convicción revolucionaria, sin una serie de condiciones concentradas en 1917 (3 años de guerra en Europa con un alto costo en todos los terrenos para Rusia, la caída del zarismo en la revolución de febrero, la posterior bancarrota del Gobierno Provisional de Kérenski, el evidente deseo del proletariado por tomar el poder, por ejemplo en las “Jornadas de Julio”, la existencia de un partido, el bolchevique, formado pacientemente por más de dos décadas y sostenido por centenas de cuadros políticos incrustados sólidamente en el movimiento obrero, todo ello junto al ingrediente más importante: un programa de lucha que llamaba a tomar el poder y romper con el capitalismo) el papel de Lenin y Trotsky habría sido limitado y en el mejor de los casos la primera revolución proletaria en la historia, habría tenido que esperar más años.
Lo anterior no quiere decir que neguemos el papel del individuo en la historia. Tan es así que a la vez que suscribimos la anterior argumentación, al mismo tiempo señalamos que sin los bolcheviques, con Lenin y Trotsky al frente, es decir, sin una dirección determinada a ir hasta las últimas consecuencias, luchando por el programa político que defienden, sin hacer una sola concesión por pequeña que sea a sus adversarios, en este caso a los capitalistas, la toma del poder en 1917 habría estado condenado al fracaso.
Y la historia reciente en el mundo y en México está plagada de ejemplos que explican que no basta con fijarnos sólo en el individuo o en las personalidades al momento de hablar sobre quién nos va a representar en la lucha por los intereses de los explotados y oprimidos del capitalismo. Hemos conocido el caso de Lenin Moreno, quien desempeñó la vicepresidencia en Ecuador en dos mandatos seguidos (2007-2009 y 2009-2013) a lado de Rafael Correa, presidente de dicha nación entre 2007 y 2017. Ambos militaron en Alianza País (hoy MOVER), partido de izquierda, mismo que empleó Rafael Correa para instalar un gobierno progresista para promover una importante serie de reformas sociales en beneficio de los más pobres, inéditas en años de gobiernos de derecha en Ecuador. En 2017, Lenin Moreno, candidato natural por su cercanía con Correa, ganó las elecciones presidenciales y, acto seguido, junto con su equipo, muchos de ellos abiertos elementos de derecha, tomaron medidas para destruir las conquistas sociales logradas una década antes por el gobierno de izquierda. Lanzando una férrea persecución política contra Correa, pretendiendo encarcelarlo, forzando así la salida de este último de Ecuador y su exilio en Bélgica. Lenin Moreno, quien fuera muy cercano a Rafael Correa, terminó instalando uno de los gobiernos (2017-2021) más reaccionarios y de derecha desde que existen elecciones en esa nación.
Otro caso es el de Dina Boluarte, quien fungió como vicepresidenta del Perú en mancuerna con el presidente izquierdista, Pedro Castillo, desde julio de 2021 a diciembre de 2022. Tras el golpe legislativo contra Castillo (diciembre de 2022), el cual derivó en su destitución y en su inmediato encarcelamiento, Dina Boluarte asumió la presidencia para ponerse mansamente al servicio de la derecha, desatando una feroz represión contra el pueblo peruano. El cual ha exigido la restitución del gobierno democráticamente electo, lo cual ha dejado el saldo de cuando menos 60 muertos.
Esos dos ejemplos, teniendo en cuenta el proceso para la definición de la candidatura de Morena para el 2024, ilustran que la cercanía con el presidente no es suficiente. Que hacen falta más ingredientes de cara a asegurar no sólo el darle continuidad a la 4T, sino a, incluso, ir más lejos de lo hecho hasta ahora. Correa y Alianza País no tomaron medidas para impedir que Lenin Moreno, tanto en su carrera hacia la presidencia y ya instalado su gobierno, integrará a su equipo e hiciera alianzas con fuerzas de derecha. Por su parte, Pedro Castillo, profesor de primaria pública, forjado en la lucha social y sindical, optó incorrectamente por ir en mancuerna con la empresaria Dina Boluarte, quien finalmente le dió la espalda.
Izquierda y derecha en Morena
Ya abierta la contienda interna en Morena y sus aliados, PT y PVEM, todos los aspirantes, cinco hombres y una mujer, bajo diferentes formas, han tratado de capitalizar su cercanía a AMLO. Pues consideran como su principal activo el demostrar ante la base social de la 4T su cercanía personal y política con el presidente de México, dejando en un segundo plano el programa político que defienden. Transformando así al proceso interno en una lucha de personalidades y a la encuesta en un simple concurso de popularidad.
Sin embargo, si se trata de acotar las cosas al individuo, es decir a las personalidades y figuras políticas, también es necesario destacar y reconocer que Morena no es un partido homogéneo y sin divisiones internas. Por el contrario, existen corrientes y tendencias de diferente orientación, organizadas, a pesar de que los estatutos lo prohíben, y que tiene intereses propios no sólo sobre el reparto de cargos públicos y de elección (a pesar de la austeridad republicana, vivir de la política sigue siendo muy rentable) sino también en cuanto a las políticas que el Estado debe impulsar bajo un gobierno de Morena.
No existe duda de que el triunfo de AMLO representó un importante paso al frente de las masas oprimidas, pues ese hecho significó por sí mismo un severo golpe al régimen político de la ‘alternancia’, que no fue otra cosa sino la recomposición del régimen de dominación de la burguesía del PRI al que se sumó el PAN, a los que se terminó por unir como patiño el PRD. El golpe fue tan contundente que, a cinco años de las elecciones de 2018, ese régimen y sus pedazos al servicio de la burguesía, aún no se recuperan. Del mismo modo, también es importante destacar que el gobierno de la 4T recuperó toda una serie de políticas sociales en beneficio de las y los trabajadores, lo que le ha granjeado una enorme popularidad y apoyo al gobierno de López Obrador. Y que se expresa en una aprobación de arriba del 60%, una de las más altas en el mundo.
Por ello, con miras a las elecciones del 2024, las masas oprimidas y la juventud debemos tomar la iniciativa y pronunciarnos por acciones que aseguren que lo conquistados hasta ahora no se pierda, pero además para que se vaya más lejos. Es decir, en pocas palabras, necesitamos a un futuro gobierno que rebase por la izquierda al gobierno encabezado hoy por AMLO. Empezando con romper con todos los elementos de derecha, expanistas y expriistas, que, como las ratas han abandonado sus partidos cual barco que se hunde, para sumarse sin siquiera avergonzarse a Morena y a la 4T.
Si se quiere hacer realidad la consigna de “Primero los pobres”, se tiene que romper con todos aquellos que, en su momento, al amparo del PRI, el PAN y el PRD, aplicaron una política para empobrecer más al pueblo trabajador. Estos representan un freno objetivo para políticas de mayor calado social y encierran el serio peligro de ser ellos quienes hagan abortar algunas, sino todas las conquistas alcanzadas hasta el momento.
La pregunta es, entre los aspirantes a dirigir el próximo gobierno de Morena, ¿quién estaría dispuesto no sólo a darle continuidad a las políticas sociales de la 4T, sino incluso a ir más lejos? Y más aún, ¿quién podría significar el peligro de traición, abierta o velada, para la 4T?
La existencia de seis aspirantes de Morena y sus aliados por sí mismo refleja el grado de división y la diversidad de intereses que representan en el frente político organizado por AMLO para las elecciones de 2018. No obstante esa cantidad, en realidad la contienda se focaliza en las figuras de Claudia Sheinbaum, puntera en las encuestas, y Marcelo Ebrard, segundo lugar en las tendencias. Está claro que ambos representan por separado a dos grandes bloques políticos al interior de Morena y la 4T, los cuales encarnan dos proyectos de país diferentes e incluso contradictorios entre sí. De modo que los cuatro candidatos restantes y las fuerzas que representan optarán por uno u otro bloque, antes o después de las encuestas para la elección de la o el candidato a la presidencia de Morena.
Por un lado, está el bloque de derecha, encabezado por Marcelo Ebrard, acostumbrado a una política más conciliadora, de mayor trato y atención para el empresariado y sus partidos políticos. Ello es así porque, entre otras cosas, la trayectoria política de Marcelo Ebrard no está al lado del movimiento social, sino atada a su larga trayectoria en el PRI (1982-1995) a su paso por el PVEM, para el que fuera electo como diputado federal en 1997, y a la fundación junto con Manuel Camacho Solís del Partido de Centro Democrático, con el cual le disputó a AMLO la jefatura de gobierno de la CDMX en el año 2000. En dichas elecciones Marcelo Ebrard finalmente declinó a favor de AMLO, el cual lo integró a su administración para ocupar diferentes cargos, entre ellos la Secretaria de Desarrollo Social, catapultandolo así para la candidatura de 2006 por la titularidad del gobierno capitalino. Marcelo Ebrard se ha encumbrado gracias a una lógica acomodaticia y opuesta a la del propio AMLO, basada en una larga participación directa en el movimiento y lucha social. De hecho, esa contradicción también explica las razones que motivaron a Marcelo a contender contra AMLO, primero en 2006 y después en las elecciones internas del PRD para las elecciones de 2012 por la candidatura presidencial del sol azteca, en ambas ocasiones al frente del decadente, burocrático y reaccionario grupo de derecha de los Chuchos.
Marcelo representa al ala de derecha de Morena, es decir a ese sector que tiene como objetivo frenar a la 4T en caso de que ésta, presionada desde abajo por las masas, pudiera verse obligada a ir más lejos aplicando políticas que lesionen intereses de la burguesía y los terratenientes. Por ser un individuo que ha escalado en la izquierda bajo una máscara de progresista pero con una nula participación en la lucha social y divorciado de las masas, Marcelo se presenta como el candidato ideal para todos aquellos que piensan que la política a seguir es la de conciliar con los explotadores y enemigos de las y los trabajadores y campesinos. Un eventual gobierno encabezado por Marcelo podría derivar en un retroceso a la 4T y en el apuntalamiento de la derecha para retomar, bajo el disfraz de “izquierda”, el control total del Estado, perdido parcialmente tras las elecciones del 2018. No hay que olvidar que fue Marcelo Ebrard quien abonó el camino para que Miguel Ángel Mancera y lo más decadente del PRD, los Chuchos, tomaran el control del gobierno de la Ciudad de México entre 2012 y 2018. Significando un retroceso como no había ocurrido desde la llegada de la izquierda en la Ciudad de México. Todo ello sin mencionar que Ebrard se mantuvo totalmente al margen de la formación de Morena, partido al que se afilió hasta julio de 2022. O sea que, como militante de Morena, Marcelo tiene apenas un año al intentar competir por la candidatura presidencial de este partido.
La otra ala, la de izquierda, es la encabezada por Claudia Sheinbaum. Contrario a Ebrard y su entorno, Claudia representa a un sector de Morena con una trayectoria en el movimiento y en la lucha social. Siendo una de las dirigentes más importantes de la huelga estudiantil del CEU en la UNAM en 1986-1987, pasando por la formación del PRD en los primeros años de la década de los años noventa y hasta la fundación de Morena en octubre de 2011, Claudia ha tenido un mayor vínculo con la lucha de las masas. Lo cual la pone en la mirada de muchos seguidores de la 4T como la persona que mejores garantías posee para darle continuidad a las reformas sociales impulsadas por AMLO. Sin embargo, Claudia Sheinbaum se ha ganado al mismo tiempo por sí misma la desconfianza, e incluso el desprecio, de no pocos sectores de la población. No hablamos sólo de la pequeña burguesía, auto asumida clase media, o la burguesía reaccionaria sino también de jóvenes y trabajadores que han padecido la poca atención de parte de su gobierno. Particularmente claro en el movimiento feminista o el movimiento juvenil, que no en pocas ocasiones se enfrentó a la sordera y a la represión de su gobierno.
Las tendencias a la derecha y a la izquierda, dentro y fuera de Morena, se acentuaran una vez que Obrador deje la presidencia de México. Las masas y los empresarios intentarán imponer su sello, aún más claramente, en el próximo gobierno, que no contará con el mismo apoyo que el que goza actualmente López Obrador. Es decir, la polarización política se agudizará a izquierda y derecha, teniendo efectos importantes sobre quién resulte ganador el próximo año. Y en la medida en que Morena ha perdido sus vínculos orgánicos con las y los trabajadores y campesinos, convirtiéndose en un aparato puramente electoral en donde las bases no tienen ningún papel real en la dirección y orientación de este partido, las presiones de la derecha serán mucho mayores. Por lo que incluso una eventual elección de Sheinbaum como candidata de Morena, no significara una garantía de no retroceso. El lamentable acuerdo del gobierno de la Ciudad de México, aun con Claudia Sheinbaum a la cabeza, con la plataforma AirBnb que ha impulsado un proceso de desplazamiento de los habitantes de la ciudad es una muestra clara de esta posibilidad real.
La ausencia de democracia interna y la lucha por la democracia socialista
Una crítica indispensable al proceso de selección del candidato de Morena es la absoluta ausencia de democracia interna, en donde sean las y los militantes del partido quienes decidan de forma democrática quien debe representarlos en las próximas elecciones. Si bien es cierto, esto es resultado de la experiencia de descomposición del PRD en donde el acarreo y los mayoritarios eran las prácticas cotidianas, la encuesta por sí misma sustituye a los militantes de Morena a los que les retira por la vía de los hechos sus derechos políticos. Esto se ha acentuado tras la elección del 2018, con el paso de mando de la dirección del partido de Obrador a Yeidkol Polevsky, quien por la vía de los hechos cerró al partido paralizando por completo. De este modo, la selección del candidato se ha convertido en un concurso de popularidad donde los militantes no tienen ningún papel a jugar, donde su sentir y sus ideas no tienen ninguna cabida.
Sin mencionar que incluso, como parte del acuerdo del Consejo de Morena, se ha planteado no desarrollar ningún debate interno sobre el programa que cada uno de los precandidatos defiende. Esto significa, por la vía de los hechos, renunciar al debate democrático donde sean las ideas y el programa lo que defina quién debe representar a los militantes de Morena en la próxima elección. Lo que está de fondo en ello no es garantizar la unidad del partido, sino por el contrario su parálisis en donde los militantes sean apenas carne de cañón en el proceso interno.
Por ello debemos pugnar, si es que Claudia quiere representar a un ala de izquierda, que se distinga nítidamente de los sectores de derecha encabezados por Marcelo, que purgue de los elementos de derecha a su equipo y que tome acciones similares para el conjunto de Morena y de su posible gabinete. Desafortunadamente a este respecto, Claudia ya dio el primer paso atrás al asimilar en su equipo de campaña al diputado local panista Gonzalo Espina, quién no hace mucho denunciaba a Obrador, a la 4T y a Morena como “cerdos populistas”. Al parecer hay lecciones que no se han sacado, o que sencillamente deciden ignorar, sobre el enorme costo que ha tenido para la 4T la asimilación de elementos de derecha como Lilly Téllez y Germán Martínez.
Por ello tenemos que pronunciarnos por una verdadera democracia interna en Morena y en sus métodos de elección, pues las encuestas no sólo no garantizan transparencia, sino que además no son una herramienta que permita el que el grueso de la base social de la 4T se exprese. Y no cuestionamos las encuestas desde la lógica oportunista de Marcelo, el cual las ha descalificado porque hasta el momento ninguna le favorece (seguramente su opinión sería la contraria si las encuestas realizadas al día de hoy le favorecieran) sino porque se trata de un sistema que no asegura el que la voz de las masas sea escuchada. Por ello nos pronunciamos por la elección directa y universal por parte de los militantes de Morena y los simpatizantes de la 4T. El empleo de métodos de elección que excluya a dichos sectores, en la práctica significa montar una muralla china entre el movimiento social y sus dirigentes, en este caso con quien sea designado para ir por Morena para las presidenciales de 2024. El distanciamiento de las masas por parte de los dirigentes, es una precondición muy importante para que estos terminen haciendo concesiones a la patronal y a la derecha. Por ello, repetimos, debemos pugnar por métodos legítimamente de elección de candidatos y Claudia, si desea verdaderamente optar por “primero los pobres”, debe adoptar este reclamo como propio.
Pero ello aplica también para el programa y la política a defender por quien resulte hundido en la candidatura de Morena. Las derrotas en el terreno legislativo y el cretinismo parlamentario con el cual se han querido resolver reformas como la eléctrica o la electoral, dejan claro que sin el movimiento en las calles ninguna reforma será posible. La burguesía y sus partidos, han construido un sistema para impedir que los ataques y contrarreformas que han impulsado en las décadas pasadas sean revertidos fácilmente. Ni siquiera una mayoría en las cámaras será garantía suficiente para impulsar reformas como la eléctrica o una reforma fiscal progresiva que grave a quienes más tienen. Para ello es necesario que el movimiento se organice democráticamente, levante sus demandas y democráticamente decida qué pasos se deben dar. Sin ello quedará a la expensa de las maniobras parlamentarias que hasta ahora han arrojado pocos y pobres resultados.
¡Por programa de clase, un programa de lucha!
En el segundo semestre de 2022, el gasto social experimentó un incremento del 26%, siendo este el mayor registro desde 2007, el año desde el que se sigue esta clase de medición. Sin embargo, no es suficiente pues aún persisten serios rezagos en educación, en salud, en vivienda social, en la generación de empleos dignos, en el campo, etérea. La pobreza aún avasalla a 52 millones de mexicanos, 41% de la población, persisten las elevadas cifras de inmigración a los Estados Unidos como única alternativa para superar la falta de oportunidades.
Es por ello que la clase trabajadora, misma que representa a la enorme mayoría de la base social de la 4T, debemos demandar a los presidenciables, en especial a Claudia Sheinbaum, que presente un programa de lucha de mayor calado al de AMLO. En el que, por ejemplo, se plantee la cancelación del Fobaproa-IPAB, el cual en 2022 tan sólo en pago de intereses, absorbió 791.5 mil millones de pesos de presupuesto público, egreso de más de 200 mil millones superior a lo presupuestado ese mismo año para los programas y proyectos prioritarios de AMLO. Si no es eliminado en lo inmediato ese barril sin fondo, los programas sociales en el mejor de los casos sólo podrán ser fortalecidos de manera marginal. Peor aún, incluso ante un eventual contexto de crisis económica que golpee con fuerza los ingresos del Estado, sin medidas de fondo, podríamos atestiguar un retroceso en las conquistas sociales e incluso, en algunos casos, su pérdida total.
AMLO sabe del papel pernicioso del FOBAPROA, de hecho, a finales de los años noventa, él organizó una masiva lucha en todo el país para que no se aprobara la iniciativa de Zedillo para transformar la deuda privada de la banca en deuda pública para ser pagada por todos nosotros. Por ello, la pregunta pertinente es ¿por qué, ya durante su mandato, no tomó medidas para cancelar esa deuda? Deuda que parasitariamente los banqueros y sus partidos, en ese entonces el PRI y el PAN echaron sobre la espalda del pueblo trabajador.
¿Por qué AMLO no ha tocado al FOBAPROA? La respuesta es sencilla: porque teme un sabotaje por parte de la patronal, los inversionistas y el imperialismo, que haga saltar en mil pedazos a la economía. Y lo pueden hacer, pues gozan del monopolio sobre la banca, la industria y el resto de pistones que mueven al capitalismo mexicano. Sin embargo, mientras ese monopolio se mantenga, las lacras que sacuden a las familias trabajadoras (pobreza, empleos mal pagados o desempleo pleno, hambre, muerte por enfermedades curables, educación insuficiente en calidad y cantidad, etcétera) persistirán y se profundizaran. Porque, por el otro lado de la moneda, la concentración de riqueza en pocas manos continúa y las políticas actuales de la 4T no lo pueden impedir: hoy en día el 1% de los más ricos del país concentran el 46.9% de la riqueza total. Por lo que también, eso muestra que Obrador no confía del todo en la fuerza del movimiento de los oprimidos. Pues de lo contrario lo habría usado como fuerza motriz para impulsar reformas de mayor profundidad como la reforma eléctrica o la reforma fiscal, impulsando grandes manifestaciones no solo para celebrar los aniversarios de las elecciones sino para hacer valer la voluntad de las mayorías en los aspectos centrales para las mayorías.
No es que en México no haya dinero para solucionar los problemas sociales, lo que sucede es que la fortuna necesaria para ello está monopolizada por un puñado de millonarios parasitarios, que se enriquecieron al amparo del Estado y de la explotación de la clase trabajadora. Por ello, si es que deseamos que se pase de las palabras a los hechos a propósito de la consigna de “Primero los pobres”, los jóvenes y trabajadores debemos luchar por un programa que rompa con la burguesía y sus intereses de clase, demandando a cualquier aspirante de izquierda a la presidencia, en especial a Claudia, que adopte una plataforma política de esa naturaleza si es que desea ser consecuente con la base social que ha encumbrado a la 4T.
Esa alternativa es la que estamos construyendo desde Alternativa Socialista, una alternativa democrática y de combate que recoja las demandas de las mujeres, los trabajadores, los campesinos, los indígenas, los jóvenes y la comunidad LGBTQ+, que aproveche la energía y la fuerza de estos para hacer realidad esas demandas. Demandas que solo serán posible si al mismo tiempo que luchamos por ellas, luchamos por una sociedad distinta en la que la miseria, la discriminación, la pobreza y la exclusión sean cosa del pasado.