¡Por un Día del Orgullo Combativo!
Junio es el mes del orgullo para la comunidad LGBTQ+. Un periodo conmemorativo originalmente pensado como una oportunidad para reivindicar y rememorar el camino que nos ha costado a las personas LGBTQ+ conquistar el reconocimiento de algunos de nuestros derechos. Pero también es un periodo para gritarle al mundo que existimos y continuamos luchando contra las expresiones de odio en nuestra contra.
Escrito por Pamela Valdés y Josafat Arrieta, ROSA México y Alternativa Socialista (ROSA – Feminismo Socialista Internacional y Alternativa Socialista Internacional en México)
Aún cuando es reconocido que el Día del Orgullo y el Mes del Orgullo tienen un origen de lucha social, se ha vivido un proceso de despolitización de esas fechas en los últimos años. Se ha buscado despojarlos de ese carácter reivindicativo de lucha con el que surgieron, para ser visto en muchas ocasiones como un simple desfile de celebración. Ello se refleja en la cooptación de la fecha por colectivos, que ven más una oportunidad de obtener rédito económico que un día de lucha y la cada vez más abrumadora presencia de de marcas o personalidades famosas en las marchas como las de Ciudad de México. Esto sin importar si estas empresas o “celebridades” defienden en la cotidianeidad una agenda en contra de nuestros derechos o expresan actitudes u opiniones LGBTQ+fóbicas.
Por ello, es importante reflexionar de dónde venimos, qué organizaciones y movimientos abrieron los primeros caminos en la lucha contra la opresión que sufrimos como personas LGBTQ+ y qué ideas defendieron. Esta recuperación del pasado no es una expresión de añoranza por lo antiguo, ni el reflejo de que la lucha social tiene que tener siempre un carácter solemne, sino un ejercicio de autocrítica al interior del movimiento de la comunidad LGBTQ+. Nuestro objetivo debe ser comprender las raíces más profundas de donde emana la violencia y opresión que a diario vivimos y establecer mecanismos de acción consecuentes para arrancar estas raíces.
Los orígenes del Movimiento LGBTQ+ en México
El 28 de junio de 1969 ocurrieron en Nueva York los disturbios de Stonewall, los cuales surgieron a partir de una redada en un bar por parte de la policía. Este día, aunque no fue la primera protesta, significó en gran medida el inicio de la lucha en favor de los derechos LGBTQ+. Aunque en México el movimiento ganó impulso a finales de la década de 1970, y estaba centrado en la homosexualidad, es innegable que en la mayor parte de occidente las protestas y la organización ocurrirían. Articulando nuevas organizaciones y a un activismo radical que exigía una apertura y un rechazo a la heteronorma es que este movimiento comienza a movilizarse desde diferentes partes del mundo.
Durante la época, México estaba presenciando una erupción diferentes movimientos sociales de izquierda: el estudiantil, el sindical y el feminista principalmente. Dentro de estos movimientos se encontraba el grueso de la población joven LGBTQ+ que, a partir de una perspectiva de izquierda en contra de la opresión, pretendía desarrollar la lucha en contra de la discriminación y la fiscalización de los cuerpos. En 1978 surge en el ojo público el movimiento LGBTQ+, en un contexto increíblemente politizado y de mucha agitación social. La primera ocasión en la que la comunidad hizo sentir su fuerza en las calles fue el 26 de julio de 1978, cuando un grupo de personas de la comunidad asistió en contingente y de manera organizada bajo el nombre de Frente Homosexual de Acción Revolucionaria a la marcha en conmemoración de la Revolución Cubana. La segunda ocasión fue ese mismo año el 2 de octubre, en protesta a la matanza de Tlatelolco. Con esto la comunidad fue abriéndose paso y construyendo un lazo con el movimiento socialista y sus organizaciones en contra del régimen priista, pero también vinculándolo con la lucha contra la opresión.
Es importante señalar los vínculos que existieron entre el movimiento de la comunidad LGBTQ+ y las organizaciones socialistas. Estos lazos se reflejan en la existencia de diversos colectivos como el FHAR o el fugaz Frente de Liberación Homosexual y las posiciones socialistas con las que intervenían, pero también son visibles en el apoyo y lucha en conjunto que se obtuvo de parte de partidos como el Partido Revolucionario de los Trabajadores o el propio Partido Comunista Mexicano. Sin embargo, el que existieran estos lazos, no significa que no existiera una capa que reflejaba conductas LGBTQ+fóbicas en el interior del movimiento comunista. A pesar de esto, el movimiento en México no se desligó de las luchas sociales debido a que consideraban crucial luchar en contra del régimen a partir de un cambio social y político profundo. Es decir, el movimiento continuó con su carácter revolucionario gracias a que las diferentes luchas sociales, aunque podían tener diversas perspectivas, partían mayoritariamente de ideologías marxistas y tenían al gobierno priista como mismo enemigo.
Capitalismo y la cisheteronorma
La cisheteronorma es el paradigma al que occidente se ha apegado para definir una falsa naturaleza de las personas. Consta del binarismo de género, siendo la regla que el género se divide en dos (hombre-mujer) y se te es otorgado al nacer a partir de tu sexo. La atracción hacía el género opuesto es lo que es esperado de las personas y cualquier expresión o identificación contraria a esto es rechazada. A partir de la cisheteronorma son enseñados los roles de género así como el trato hacía el otro género. Ser cisgénero y heterosexual es lo normal y lo correcto en esta narrativa.
El capitalismo instrumentaliza la cisheteronorma para aprovecharse del trabajo gratis. Mientras el hombre es explotado por la máquina capitalista que arrebata los frutos de su producción, la mujer tiene que atenerse al trabajo gratis en la esfera doméstica. Por lo cual la preservación del modelo binario y de la construcción de células familiares pequeñas beneficia enormemente a los grandes capitales. Quien rechace este binarismo de género y la imposición de la heterosexualidad está rechazando entrar en esta dinámica. Por esto la lucha LGBTQ+ no es solo un movimiento de liberación sexual, también es uno de rechazo a las bases sobre las que se fundamenta el modo de producción capitalista.
Actualmente, bajo la democracia liberal y en forma de ataques por parte de la derecha, los derechos de las personas LGBTQ+ corren riesgo. En México la lucha ha sido constante, este año Nuevo León legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo, siendo el último estado en hacerlo. Sin embargo, la lucha por la adopción igualitaria y por los derechos de las personas trans continúa siendo un campo de batalla en el que desgraciadamente muchos sectores de la comunidad han decidido no luchar. Así mismo, aunque celebramos el triunfo de iniciativas que reconozcan en la ley la igualdad de nuestros derechos y nuestra existencia, somos conscientes que la lucha contra la violencia LGBTQ+fóbica debe ir mucho más allá de ello. La despolitización por parte del movimiento ha afectado enormemente a sectores del mismo, como las personas trans, que aún no alcanzan el reconocimiento o reconocimiento de sus derechos como los sectores más visibles del movimiento. Ante este escenario es importante mencionar el de nuestro país vecino. Estados Unidos ha sufrido un bombardeo de leyes anti-trans que han afectado la vida de muchas personas y sobre todo de muchas infancias trans. Sin embargo, estas leyes contra los sectores más vulnerables de la comunidad no han representado sino sólo la punta de lanza de agresiones contra toda la comunidad, siendo también ahora las personas homosexuales o bisexuales afectadas por iniciativas como la ahora ley en el estado de Florida, “Don’t say gay”. En cuestiones de acceso a la salud, libertad y autodeterminación, las personas de la comunidad han sido agredidas por el Estado. Esto nos ejemplifica que la lucha no puede parar, el movimiento no puede desvincularse de su carácter de lucha porque los derechos que tanto cuesta obtener pueden ser arrebatados por la derecha al menor descuido.
La comunidad LGBTQ+ hoy
En 2021 fue realizada por primera vez la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG), que revela que en México hay 5 millones de personas que nos identificamos como LGBTQ+. La encuesta considera diversos aspectos como edad, educación, actividad económica y alcance a los servicios de salud. Muestra que la mayoría (53%) de la comunidad tiene entre 15 y 24 años. La mayor parte ha tenido acceso a la educación media superior. Y un dato de suma importancia es que el 78.4% de la comunidad depende de la venta de su fuerza de trabajo para subsistir, es decir forman parte de la clase trabajadora. Mientras que un 16.9% son pequeños comerciantes y un 4.6% son funcionarios, directivos de empresas o dueños de las mismas.
Por ello, es importante aclarar una cuestión. El enfoque con el que abordamos la lucha las personas LBGTQ+ que formamos parte de la clase trabajadora por nuestras reivindicaciones y el derecho a existir y desarrollarnos plenamente, no puede ser el mismo que el de los sectores de la burguesía LGBTQ+. Nosotrxs no sólo padecemos de las violencias LGBTQ+fóbicas, sino que también cargamos el peso de la opresión de clase. Nuestra vivencia de ser parte de la comunidad no es la misma que experimentan quienes forman parte de la capa burguesa de la misma.
De un movimiento de lucha a un desfile de fiesta
Si bien el Día del Orgullo comenzó siendo una actividad reivindicativa de protesta, vinculada a las luchas sociales y a partidos marxistas, durante los últimos años se ha vivido un proceso gradual de desvinculación del movimiento con la lucha social. Dos de los síntomas más visibles de este proceso de despolitización del Día y el Mes del Orgullo, es cómo la fecha ha sido utilizada para mostrar y presumir la “glamurosidad” con la que vive una capa muy minoritaria de la comunidad, la mayoría de estas personas con cuerpos hegemónicos y de estratos sociales acomodados. De la misma forma, lo son la presencia abrumadora de carros alegóricos de empresas – aún cuando estas tienen acusaciones de solapar actitudes LGBTQ+fóbicas – que aprovechan el Día del Orgullo para ponerse el arcoiris en los logos y venderse como si fueran aliadas de nuestra lucha. ¡Nada más falso que esto! pues no tienen un interés genuino en la lucha de la comunidad LGBTQ+ sino que simplemente nos ven como un nicho de mercado más al que llegar y ven al Día del Orgullo como la vía para ello.
Hay que dejar en claro que el Día del Orgullo no es la fiesta de unos cuantos colectivos que creen que estos espacios son de su propiedad. Un ejemplo de esto que mencionamos es el caso del Comité Gay Pride, que fue señalado por cobrar entre 50 mil pesos hasta 1 millón de pesos por espacios en el Día del Orgullo. El Día del Orgullo nos pertenece a todxs quienes formamos parte de la comunidad LGBTQ+, le pertenece a quienes han luchado arduamente para avanzar en el reconocimiento de nuestros derechos, no a una minoría que busca hacer negocio y llenarse los bolsillos con estos eventos ni a las empresas que lucran con nuestra lucha y resistencia.
Estas prácticas, a la par de una perspectiva liberal en el seno de muchos de los colectivos de personas LGBTQ+, ha abierto paso a que la burguesía coopte una fecha de lucha y la convierta lentamente en una actividad que no le es incómoda a sus intereses. A ello, debemos oponerle no una crítica abstracta o moralina, sino una propuesta política que apunte a señalar cómo la opresión que sufrimos día a día no puede ver su final sin la superación del modo de producción capitalista. Mientras esto no suceda, el movimiento continuará en un constante estado de resistencia ante la posibilidad de que surjan iniciativas que nos arrebaten los derechos conquistados de manera sencilla. Y peor aún, el constante estado de letargo de inactividad y falta de discusión política al interior de la comunidad, hace que nuestro movimiento exprese fuerza en las calles en algunos días en específico, pero sea incapaz de poder realizar una contestación firme y clara que devuelva a lxs reaccionarixs que han comenzado a lanzar ataques contra nosotrxs de vuelta a las cloacas de las que salieron.
Recuperemos el carácter de lucha del movimiento
Necesitamos preguntarnos entonces ¿cómo podemos articular un movimiento que a la par rechace este proceso de despolitización y sea capaz de desarrollar iniciativas que saquen al movimiento del estado de inactividad política? Y para ello es crucial voltear a ver el camino que ya miles de personas LGBTQ+ han construido y sobre el cual hemos caminado. Nuestras reivindicaciones sólo podrán hacerse escuchar de manera clara y concisa si logramos levantar la conclusión política de que es necesario vincular las luchas contra el machismo, la LGBTQ+fobiay el capitalismo en torno a un programa de lucha que incluya las reivindicaciones de todos los sectores oprimidos de la sociedad. Hay que salir de la lógica identitaria y comprender que al ser personas que somos atravesadas por múltiples opresiones – y que todas estas emanan de la sociedad de clases y el régimen de la propiedad privada – no podemos pensar que las luchas pueden darse de forma desvinculada.
Nuestra lucha como lesbianas, bisexuales, gays, transexuales, transgénero, intersexuales, etc… que formamos parte de la clase trabajadora debe estar vinculada con la lucha del conjunto de nuestra clase. El lazo que existe entre la sociedad de clases y el régimen de la propiedad privada con la violencia que sufrimos hace imposible que podamos conseguir romper con la violencia ejercida en nuestra contra bajo el capitalismo. Aún cuando podamos, y debamos, luchar por demandas como el matrimonio igualitario, el acceso a la atención de salud pública especializada o el reconocimiento de nuestra existencia, debemos ser conscientes que bajo una sociedad dividida en clases, estos derechos serán accesibles mayoritariamente para las personas con mayor concentración de recursos aún ganados estarán bajo un constante ataque por parte de la reacción. Es decir, el factor de clase también atraviesa la posibilidad de poder ejercer estos derechos. Si queremos realmente poder disfrutar de la libertad plena, debemos también romper con la barrera que sigue orillando a la marginalidad a millones de personas LGBTQ+ en todo el mundo y que permite a la derecha más rancia lanzar ofensivas constantemente contra nuestros derechos ya conquistados. No puede haber arcoiris sin el rojo de la lucha de las, los y les trabajadores.
Abiertamente planteamos que la única vía para poder alcanzar la libertad de las personas LGBTQ+ es construyendo puentes entre nuestra lucha con la de la clase trabajadora por la superación del capitalismo y la construcción del socialismo. Sin embargo, también debemos desarrollar una lucha al interior de la clase trabajadora para combatir las actitudes LGBTQ+fóbicas que permean entre sus filas. En este sentido, decimos que la lucha por la emancipación de la clase trabajadora es la lucha contra toda forma de opresión que sufrimos quienes formamos parte de ella. La clase trabajadora sólo podrá alcanzar su plena emancipación cuando las, los y les trabajadores LGBTQ+ no seamos sometidos a la violencia que niega nuestros derechos y busca ocultar o proscribir nuestra existencia. Por ello mismo, debemos dar una lucha consciente al interior de la comunidad LGBTQ+ para desarrollar una perspectiva clasista y recuperar el carácter de lucha del Mes y del Día del Orgullo.
Es necesario que recordemos que el Día del Orgullo comenzó como una protesta liderada por las personas LGBTQ+ más pobres y, en el caso de México, se desarrolló de la mano con posiciones socialistas y revolucionarias. Nuestra tarea en el escenario actual es la de combatir el proceso de despolitización que se ha desarrollado en la comunidad LGBTQ+. Debemos recuperar sus raíces de lucha y volver a vincularnos con la lucha por abolir la raíz de nuestra opresión, que es la misma raíz que sostiene al modo de producción capitalista. Por aquellas personas que nos han precedido en la lucha por erradicar la violencia LGBTQ+fóbica. Por nosotres que padecemos a diario los efectos de la opresión capitalista y la LGBTQ+fobia. Por las siguientes generaciones a las que debemos legarles un mundo libre de la opresión que hoy sufrimos.