Hungría: la revolución de 1956
Contrario a lo que reproducen algunos detractores de la Revolución Húngara de 1956, esta no buscaba un viraje hacia el capitalismo y la democracia liberal. Al contrario, quienes se manifestaban exigían democracia obrera, un socialismo manejado por y para las y los trabajadores.
Escrito por Josafat Arrieta, Alternativa Socialista México
“Juramos que no permaneceremos más tiempo como esclavos” recita la Canción Nacional, una pieza musical húngara que el 23 de octubre de 1956 se convirtió en el himno de una sublevación popular en el corazón de Hungría. Los jóvenes exigían mayores libertades y mejores condiciones de vida para los trabajadores húngaros. Aquellos a quienes la dirección del Partido de los Trabajadores Húngaros decía representar mostraban su descontento con la forma en la que la burocracia del partido manejaba el país.
Sin embargo, contrario a lo que reproducen algunos detractores de este noble esfuerzo, la Revolución Húngara de 1956 no buscaba un viraje hacia el capitalismo y la democracia liberal. Al contrario, quienes se manifestaban exigían democracia obrera, un socialismo manejado por y para las y los trabajadores. Las demandas también incluían el que Imre Nagy tomara la dirección del país, algo que el gobierno encabezado por el estalinista Erno Gero no iba a tolerar.
Es por esta razón que se ordenó a las fuerzas de seguridad húngaras reprimir las manifestaciones, con la esperanza de acallar las voces disidentes dentro del partido. Pero las balas disparadas contra las manifestaciones no hicieron más que encender aún más la llama en el corazón del pueblo húngaro. Pronto lo que comenzó con 20,000 personas marchando por Budapest se transformó en milicias obreras ocupando la capital húngara y combatiendo en las calles contra tropas soviéticas y húngaras, ganando incluso el apoyo de figuras como el filosofo marxista Georg Lúkacs.
La resistencia fue tal que el 25 de octubre los principales líderes del partido huyeron del país rumbo a la Unión Soviética. En Hungría se establecieron comités de trabajadores y consejos revolucionarios que tomaron las tareas del partido. Pero la historia no tendría un final feliz. El 4 de noviembre las tropas soviéticas cruzaron las fronteras húngaras. La sangre derramada de 20,000 húngaros marcaba el final de la posibilidad de una transformación impulsada y dirigida por la clase trabajadora en el país.
La rebelión húngara del 56 plantó cara a la dirección burocrática del partido y denunciaron los abusos que este cometía en nombre del socialismo. Los rebeldes húngaros desenmascararon la naturaleza no sólo del régimen húngaro, sino también de la dirección burocrática soviética surgida a raíz del periodo estalinista. Así como el carácter reaccionario de la coexistencia pacífica del Pacto de Varsovia, un pacto de solidaridad de la burocracia de “socialista” de Europa del Este para contener cualquier proceso revolucionario mediante la fuerza del Ejercito Rojo.
Honremos a quienes lucharon en defensa de los valores reales del socialismo y dieron su vida por ver realizado este ideal. Construyamos una alternativa dirigida por y para la clase trabajadora.