Elecciones en Ecuador: una nueva derrota de la derecha, una oportunidad para la izquierda radical.
La primera vuelta de las elecciones en Ecuador son una muestra parcial de la situación política de aquel país, y una expresión de la recomposición de la izquierda ecuatoriana después de la insurrección de octubre de 2019 con un avance significativo del movimiento indígena, feminista y LGBT.
Escrito por Mauro Espínola, Alternativa Socialista (ASI en México).
Una crisis política creciente, el escenario preelectoral
Los resultados electorales no son solamente un resultado numérico, sino expresión política de los acontecimientos que ha experimentado Ecuador en la última década y media. Especialmente el viraje a la derecha de Lenin Moreno, candidato correista en la elección de 2017, quien impulsó las medidas recomendada del FMI, en particular la reducción del gasto público y la liberalización del precio de los combustibles, que dieron origen a las movilizaciones de octubre de 2019 encabezadas por el movimiento indígena liderado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE.
Con ello, la crisis de salud por la pandemia de Covid-19 ha sido un verdadero infierno en Ecuador. Este fue el país más afectado al comienzo de la pandemia en América Latina, no solo por el número de contagios reportados que según en New York Times era quince veces mayor al recuento oficial, sino también por el número de muertos por el coronavirus. El colapso del sistema de salud en mayo del año pasado fue tal que, en Guayaquil, capital económica de Ecuador, decenas de cuerpos fueron abandonados en las calles ante la saturación de las morgues. Por supuesto, esto fue resultado de los recortes al presupuesto público siguiendo los lineamientos del FMI para atender la deuda, pues precisamente mientras estas escenas se veían en Guayaquil, Lenin Moreno hizo un pago de 320 millones de dólares de deuda. Aunque la situación ha dejado de ser tan dramática como al comienzo de la pandemia al pasar de ocupar el segundo país con más casos positivos y fallecidos a ocupar el octavo lugar en febrero del 2021, a diferencia de otros países de América Latina, Ecuador se encuentra aún en fase piloto de vacunación mientras otros países como Chile, Argentina o México han comenzado ya a vacunar a la población de mayor riesgo. Sin mencionar los escándalos vinculados con la vacunación, que entre otros involucran al mismo ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, quien favoreció que sus familiares e incluso algunos rectores universitarios cercanos a él fueran vacunados y por lo que la Asamblea Nacional ha pedido su destitución.
Lo anterior es clave, pues las elecciones se han desarrollado en un contexto de enorme descrédito del régimen ecuatoriano. Ya en mayo del 2020, se prendieron los focos de alarma tras la abrupta caída en la aprobación de Moreno, al situarse en 14.7% al inicio de su tercer año de gobierno, que comenzó en mayo del 2017 con una aprobación del 63%. El gobierno de Lenin Moreno terminará con la aprobación más baja de la historia del país situándose por debajo del 10%. Por no decir que tiene una desaprobación de más del 90%. Esto explica, porque Lenin Moreno no se ha presentado como candidato para un segundo mandato al frente de Ecuador.
La debilidad del establishment en Ecuador es tal que, se han presentado 16 candidaturas a la elección presidencial, una muestra clara de la crisis política que vive el país. Sin mencionar que Ximena Peña, la única candidata mujer y también candidata del régimen de Moreno apenas a alcanzado un 1.53% de los votos. Pero contrario al discurso del correísmo, que pretende responsabilizar a Lenin Moreno de la situación convirtiéndolo en un traidor, lo cierto es que esta situación se ha gestado desde el gobierno mismo de Rafael Correa. No solo hay que recordar que Lenin Moreno fue el candidato elegido por el propio Correa para sucederlo. Sino también que durante el gobierno de Correa se impusieron una serie de proyectos extractivistas, en especial de hidrocarburos, en territorios indígenas del Amazonas ecuatoriano. Lo que creó un malestar creciente en los pueblos indígena del Ecuador, que veían cómo sus territorios eran ocupados y saqueados sin que mejoraran sus condiciones de vida sino por el contrario empeoraba producto de la contaminación y el deterioro ambiental. Esta es una de la razones principales del crecimiento del descontento contra el correísmo, especialmente en el movimiento indígena, que apoyó a Correa en su primer mandato con la esperanza de resguardar sus territorios del extractivismo.
Un resultado inesperado, y una derrota confirmada de la derecha
Es en este contexto causado por las políticas de ajuste y la criminal política sanitaria para atender la pandemia de Covid-19 del gobierno de Lenin Moreno en el que se han desarrollado las elecciones el pasado 7 de febrero. En las que Andrés Arauz, candidato del correísmo, ha alcanzado un 32.7% de los votos, al tiempo que existe un empate entre el candidato indígena Yaku Pérez y el candidato de la derecha y banquero Guillermo Lasso. Precisamente la derecha y su candidato son los principales derrotados que han pasado de obtener el 28.09% de los votos en la primera vuelta de la elección del 2017, y 47.6% en la segunda vuelta en 2017, al 19.74% en la elección del 7 de febrero pasado.
Aunque esto significa que Lasso será quien finalmente pase a la segunda vuelta el próximo 11 de abril, la derrota de Lasso no deja de ser significativa si consideramos que la diferencia con Yaku Pérez ha sido mínima, apenas 0.36% de los votos que equivalen a casi 33 mil votos, y las maniobras a las que Lasso ha recurrido de último momento para asegurarse la ventaja de cara a la segunda vuelta y desmovilizar a la base social Yaku Pérez. En particular, destaca la ruptura del acuerdo que había establecido con Yaku Pérez para impulsar el recuento del 100% de las actas en la provincia de Guayas, la más grande del país, y un recuento del 50% de las actas en otras 16 de las 24 provincias del país.
Lo anterior no solo evidencia las maniobras de la derecha, concretamente de Guillermo Lasso para colarse a la segunda vuelta, sino también el silencio cómplice de Andrés Arauz y el correísmo ante las denuncias hechas por la CONAIE, Pachakutik y el propio Yaku Pérez del fraude electoral en regiones como Guayas, Manabí, Pichincha, Los Ríos, Esmeraldas, El Oro y Bolívar. Por supuesto para el correísmo y Arauz, resulta más ventajoso competir contra el banquero Lasso claramente vinculado a la clase dominante en lugar de enfrentarse a Yaku Pérez quien pese a sus zigzagueos ha también denunciado y sobre todo representa a un sector descontento con la política inconsecuente del correísmo en el tema ambiental-territorial de los pueblos indígenas, el derecho al aborto y la agenda feminista y los derechos de la comunidad LGBT+. El recuento del 100% de los votos es un derecho democrático elemental para combatir verdaderamente a la derecha.
Precisamente Yaku Pérez ha sido la gran sorpresa de las elecciones, pues el candidato indígena ha logrado un importante avance electoral reivindicando los derechos de los pueblos indígenas, de las mujeres y de la comunidad sexo diversa (LGBT+) al tiempo que ha critico el carácter extractivista de la política económica del correísmo. Sin embargo, el acuerdo mencionado arriba con Lasso refleja muchas de las contradicciones del propio Yaku y sus zigzagueos políticos a la derecha. De hecho, en 2017 llamó abiertamente a votar por Lasso, aunque recientemente lo ha negado, y ha celebrado los golpes de estado e intentos golpistas en Bolivia, Brasil, y Venezuela. Sin mencionar que comparte parte de la política económica de la derecha como la eliminación del Impuesto a la Salida de Divisas como propuso en Twitter el 16 de enero pasado.
Pese a estos zigzagueos políticos el resultado de Yaku Pérez y Pachakutik representa sin duda alguna un avance que muestra la posibilidad de construir una izquierda independiente del correísmo en Ecuador. En especial, como hemos dicho del movimiento indígena, el movimiento feminista y el movimiento de la comunidad sexodiversa LGBT+. Y es también una muestra clara de que se puede construir una alternativa de izquierda del “progresismo” que ha dominado la escena política de América Latina con un discurso antineoliberal, pero sin plantearse ir más lejos de los límites del capitalismo y el terreno electoral cuando la crisis económica ha azotado la región y la derecha ha lanzado una nueva ofensiva contra la clase trabajadora, las mujeres y los oprimidos en toda la región.
¡Por la reorganización política de la izquierda ecuatoriana y los movimientos sociales!
La segunda vuelta, a celebrarse el próximo 11 de abril, es un punto de salida para la reorganización de la izquierda en Ecuador. Si bien, en este escenario parece casi un hecho el triunfo de Arauz, el avance logrado por Pachakutik es una muestra de que se puede construir a la izquierda del reformismo progresista, reivindicando las demandas por la ampliación de los derechos que aun no se han conquistado como el matrimonio igualitario, el derecho al aborto y la defensa del medio ambiente y los territorios de los pueblos originarios. Al mismo tiempo que se enarbola un programa de transformación radical de la sociedad, un programa socialista que sin ambigüedades ni resquemores se plantea una ofensiva clara y abierta contra el capitalismo y la derecha en un contexto en el que la crisis económica, el deterioro ambiental y la pandemia amenazan con recrudecer las de por sí miserables condiciones de vida de los oprimidos.
Para ello se vuelve indispensable construir una organización democrática, en la que las decisiones políticas recaigan sobre el conjunto de la organización y no sobre tal o cual dirigente que termina determinando la política a seguir. Enarbolas las demandas de las mujeres, de la comunidad sexo diversa como ha hecho Pachakutik es una forma de luchar contra el caudillismo característico del correísmo y del progresismo latinoamericano, pero no es suficiente. En Ecuador, y en todo el continente, la unidad en lucha del pueblo indigena con el movimiento obrero es una condición estratégica para el desarrollo de un movimiento capaz de derrotar al sistema. Esa unidad tiene que colocarse al centro de una nueva izquierda. Es indispensable además enarbolar las demandas de las y los trabajadores del campo y la ciudad, y construir con estas un programa que vincule la lucha concreta por esas demandas con la transformación radical de la sociedad, por una transformación socialista. Esto permitiría a su vez una mayor solidez política de la organización y un mayor control de las bases de sus candidatos, evitando así los lamentables desatinos como los de Yaku Pérez.
La lucha contra el extractivismo y la defensa del medio ambiente no puede quedarse en la mera denuncia, requiere enarbolar un plan y un proyecto de transición económica para romper con las cadenas de dependencia a las que el capitalismo mundial ha sometido a América Latina, convirtiéndola en una proveedora de materias primas y mano de obra barata. Lo que implica no solo que sean las y los trabajadores quienes tomen en control las riendas de la economía en Ecuador, sino además un programa regional y mundial. La lucha contra el extractivismo no es posible en una sola comunidad, ni en un solo país, requiere la alianza y la solidaridad de las y los trabajadores a nivel regional y mundial, pues el extractivismo no es un problema local sino constitutivo de la división del trabajo del capitalismo mundial. Por lo que la única alternativa sería contra el extractivismo, que amenaza no solo a los territorios indígenas sino al medio ambiente deteriorando aun más el cambio climático amenazado a la humanidad entera es construyendo una alternativa internacionalista que se plantee este tema como parte de su programa, vinculando y articulando esta demanda con las demandas de las y los trabajadores del campo y la ciudad, los indígenas, las mujeres, la comunidad sexo diversa, y los oprimidos en general en líneas socialistas. Eso es precisamente lo que estamos impulsando desde Alternativa Socialista Internacional.