Dos años de un conflicto que marca época: ¡Acabar con la picadora de carne imperialista! 

Por la lucha internacional de la clase obrera contra la guerra y el imperialismo.

Escrito por Danny Byrne, Ejecutivo internacional de ASI

La caída de la ciudad de Avdivka ante las tropas rusas, quienes están ganando terreno tras el fracaso de la contraofensiva ucraniana, coincidió perfectamente con el segundo aniversario de este conflicto que marca época. Para apreciar plenamente su significado histórico, merece la pena echar la vista atrás y ver la reacción del mundo cuando la guerra se avecinaba hace dos años.

Las tropas rusas se concentraron en la frontera ucraniana en los últimos meses de 2021, preparándose para invadir, pero pocos estaban dispuestos a creer lo que estaba a punto de suceder. Los desventurados comentaristas de los medios de comunicación burgueses estaban prácticamente todos de acuerdo en que Putin no “iría allí”. ¿Seguros que no podría? Sin embargo, los tanques rusos cruzaron la frontera el 24 de febrero de 2022 para iniciar la guerra más mortífera en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

Como ha ocurrido a lo largo de la historia, los partidarios del capitalismo global sobrestimaron la frágil estabilidad de este sistema acosado por la crisis, el cual ha estado inmerso en una nueva era de desorden. No sólo hizo que la invasión sucediera, sino que la sangrienta guerra que aún continúa no fue una aberración. Al contrario, ha contribuido a marcar el tenor de nuestra época.

Encapsula una era que ha desechado el anterior equilibrio geopolítico y su “orden basado en reglas”, y en la que el imperialismo depredador está cada vez más expuesto, ya que amenaza con arrastrar a la humanidad a una época de guerra y derramamiento de sangre. Los acontecimientos de Medio Oriente están añadiendo más escenas sangrientas a este panorama, como las montañas de cadáveres apiladas por las guerras en Etiopía, Nagorno-Karabaj y otros lugares en el corto plazo.

La clase obrera, los jóvenes y los socialistas de todo el mundo deberían prestar atención a la advertencia de esta guerra. Entre sus muchas lecciones está la necesidad de no subestimar el grado de desorden que se está acumulando en la década de los 2020’s, ni infravalorar la depravación del capitalismo y el imperialismo.

Quizá la lección más importante es la urgencia de reconstruir las organizaciones y luchas de la clase obrera internacional, y armarlas con políticas y liderazgos socialistas revolucionarios.

Un conflicto anteriormente impensable en el suelo europeo 

El capitalismo nunca ha sido –ni puede ser– un sistema sin guerras. Aún en las épocas marcadas por los más bajos niveles de conflicto armado, las guerras han continuado sucediendo, y la clase dominante ha seguido inyectando billones de dólares en la preparación de más guerras. Ese fue el caso a lo largo del periodo de la indiscutible “unipolar” dominación mundial de los Estados Unidos que siguió al colapso del Estalinismo.

Sin embargo, durante ese periodo, cuando se planificaba la guerra del siglo XXI, muy pocos previeron una como esta, y los establishments políticos y militares occidentales ciertamente no se prepararon para ella. La doctrina predominante para las “guerras del futuro” era la de un alejamiento del “combate cuerpo a cuerpo”, la guerra de trincheras picadoras de carne, hacia conflictos dominados por métodos de largo alcance, aéreos, no tripulados, tecnológicos y económicos. Tan sólo cuatro meses antes de que comenzara la guerra en Ucrania, Boris Johnson dijo al parlamento de Reino Unido que “los viejos conceptos de librar grandes batallas de tanques en la masa continental europea…se han terminado”. 

En cambio, la guerra más importante de Europa desde hace décadas se parece más a la Primera Guerra Mundial, con combates cuerpo a cuerpo “muele carne” por el control de trincheras infestadas de ratas, donde miles de personas son masacradas para reclamar unos pocos cientos de metros cuadrados en ruinas. Aunque el conflicto de Ucrania es sin duda moderno, con el armamento convencional más reciente en pleno uso, y donde los drones y la guerra cibernética desempeñan un papel más importante que nunca, el equipo más codiciado actualmente es el simple proyectil de artillería, que no ha cambiado mucho en cien años.

Las fases iniciales de la guerra, marcadas por la brutalidad de la invasión y una resistencia armada ucraniana mucho más fuerte de lo que muchos esperaban, despertaron cierto “entusiasmo bélico”, especialmente en los países occidentales, ya que millones de personas ordinarias se sintieron movidas por una solidaridad y una simpatía auténticas con los ucranianos de a pie. Sin embargo, la realidad dos años después ha visto crecer el hastío y la oposición a este sangriento conflicto, tanto a nivel internacional como en la propia Ucrania.

Fases de la guerra

La guerra ha visto numerosas idas y venidas, y ha pasado por varias fases. La primera fue la del humillante fracaso de Rusia en llevar a cabo su misión inicial: la conquista de la totalidad de Ucrania, incluida la supresión del régimen. Las tropas mal preparadas, que al parecer fueron enviadas a través de la frontera con uniformes especiales en sus maletas para lucirlos en una próxima marcha de la victoria a través de Kiev, se vieron empantanadas y superadas. La moral y la motivación ucranianas estaban por las nubes, ya que miles de personas hacían cola en los centros de reclutamiento del ejército y se ofrecían voluntarias para ayudar a la milicia de múltiples maneras.

En pocas semanas, Putin fue obligado a anunciar un cambio de planes: sus tropas se retirarían de los alrededores de Kiev y del norte de Ucrania para centrarse en la “liberación” del Dombás. En medio de informes de que los líderes occidentales habían vetado un acuerdo de paz por esas fechas, las fuerzas rusas avanzaron lenta pero constantemente, ocupando alrededor del 80% del Dombás (provincias de Lugansk y Donetsk) en los meses siguientes, antes de estancarse y quedar empantanadas en una batalla por la ciudad de Bajmut que duraría más de 6 meses.

La situación cambió radicalmente en septiembre de 2022, cuando las tropas ucranianas lanzaron una ofensiva por sorpresa que invadió las líneas rusas en la región nororiental de Járkov, recuperando hasta 3,000 kilómetros cuadrados en pocos días y obligando a las tropas rusas, que no estaban preparadas, a huir de varios pueblos y ciudades importantes. Mientras las líneas se estabilizaban, las fuerzas rusas pasaron el siguiente periodo a la retaguardia, y en noviembre se vieron obligadas a retirarse de Jersón, en el sur, una ciudad importante que había sido tomada rápidamente tras la invasión, con la ayuda de colaboradores locales.

La siguiente fase fue de estancamiento, con la única excepción de la toma de Bajmut, que finalmente cayó en manos del ejército ruso en mayo de 2023. En general, aunque el derramamiento de sangre no ha disminuido, las líneas del frente sólo se han movido ligeramente desde entonces.

Y ello a pesar de la gran expectación generada en torno a la contraofensiva ucraniana del verano. Esta representó la cúspide de la ayuda militar occidental a Kiev, con 12 brigadas blindadas preparadas, 9 de las cuales fueron entrenadas y preparadas directamente por la OTAN, y contó con una plétora de tanques, vehículos blindados y misiles occidentales. El entusiasmo occidental alcanzó su punto álgido cuando la contraofensiva coincidió con la mayor crisis interna del régimen de Putin: el motín de los Wagner dirigido por Yevgeny Prigozhin. Pero en los meses que siguieron, decenas de miles de personas perecieron con muy poco que mostrar. De hecho, Ucrania ganó sólo la mitad del territorio que Rusia había tomado durante sus operaciones ofensivas a principios de 2023.

A medida que la contraofensiva disminuía, debido en gran medida a las bien dispuestas defensas rusas, las tropas rusas empezaron a avanzar lentamente y siguen en primera línea en el momento de escribir estas líneas. Su última victoria en Avdivka es significativa y, con mucho, el mayor asentamiento que ha cambiado de manos desde la caída de Bajmut.

Una guerra de poderes interimperialistas

¿Qué ha provocado el giro actual? Aunque hay muchos factores, entre los que destaca la caída de la moral ucraniana, uno crucial ha sido la disminución del flujo de ayuda militar a Zelensky. La desastrosa contraofensiva ha frustrado cualquier esperanza de una inminente derrota rusa, y ha envalentonado a las voces políticas del establishment que se oponen a la política de guerra pro-Ucrania de los gobiernos occidentales.

Estas voces, procedentes en gran medida de sectores totalmente reaccionarios, tienen su expresión más clara en la derecha republicana estadounidense. Su “aislacionismo” (un término equivocado) no refleja una oposición a que el imperialismo estadounidense se imponga de ninguna manera. En realidad, se unen en torno a la idea de que esta es la “guerra equivocada” para su imperialismo hoy en día, y favorecen un enfoque más rígido en el conflicto con China (que los marxistas entienden que en el fondo es la misma lucha geopolítica que la que se está librando en Ucrania).

Zelensky, Biden y otros han culpado públicamente al Congreso estadounidense y a su incapacidad para aprobar nuevos paquetes de ayuda militar para Kiev de la derrota de Ucrania en Avdivka. En las últimas etapas de la batalla por la ciudad, se informó de que Rusia disfrutaba de una ventaja de artillería de 10 a 1, lo que hacía imposible mantener la línea.

Esto subraya la profunda dependencia del régimen ucraniano del imperialismo occidental para su esfuerzo de guerra, y el papel decisivo desempeñado por el imperialismo estadounidense en particular, en esta guerra. Esto es parte de la imagen, identificada por ASI desde que comenzó la guerra, de que este conflicto es en el fondo una guerra proxy interimperialista. Aunque son las tropas rusas y ucranianas (en su inmensa mayoría) las que luchan, y la mayoría de los ucranianos entienden la guerra como una para defender su territorio y su independencia, las verdaderas raíces de los orígenes y el significado de la confrontación no se encuentran en una pugna”local”, sino en el conflicto profundamente arraigado del imperialismo ruso (una parte crucial del bloque imperialista de la Guerra Fría dirigido por China) con el imperialismo occidental dirigido por Estados Unidos. La invasión de Putin no representa los caprichos de un “loco”, sino al decrépito imperialismo ruso, que ha estado en el lado perdedor de la historia durante décadas, reafirmando sus intereses en una nueva era de desorden, dominada por el conflicto geopolítico (también conocido como interimperialista).

Los miles de millones de dólares en diferentes tipos de ayuda a Ucrania nunca han representado un ápice de preocupación por el pueblo ucraniano o su derecho a existir. Se trata de “dinero bien gastado” (y sangre ajena bien derramada) por el imperialismo occidental en defensa de su lucha por la dominación mundial. Han tratado de utilizar esta guerra para debilitar decisivamente a Rusia, y para enviar una clara advertencia a China con vistas a preparar conflictos en la arena del Pacífico. Dentro de esto, el imperialismo estadounidense también ha utilizado la guerra para solidificar su posición de liderazgo dentro de Occidente y la OTAN.

Por otro lado, la astuta diplomacia del imperialismo chino no puede ocultar su apoyo a Rusia, que es por lejos su aliado más importante en la escena mundial. Aunque ha evitado abiertamente el apoyo y la ayuda militar directa, ha servido de salvavidas económico para Rusia, ayudando a neutralizar el impacto de las históricas sanciones. También ha utilizado el conflicto para establecer una posición aún más dominante dentro de la relación China-Rusia, con Putin totalmente dependiente del apoyo y el respaldo de Xi. La guerra también ha llevado a una solidificación del bloque más amplio liderado por China en el mundo, con regímenes como Irán y Corea del Norte entrando más firmemente en el redil.

Además del derramamiento de sangre, esta naturaleza fundamental de la guerra le asigna un carácter profundamente reaccionario. La clase trabajadora de Ucrania, Rusia y el resto del mundo no tiene nada que ganar con la guerra ni con la victoria de ninguno de los dos bandos. El éxito de Rusia en la anexión del territorio ucraniano fortalecerá y envalentonará al régimen de Putin y a sus aliados, abriendo el apetito para una mayor barbarie. Por otro lado, la derrota de Rusia por el régimen ucraniano apoyado por la OTAN sería una victoria histórica para el igualmente bárbaro Occidente, y no conduciría a la liberación del pueblo ucraniano, sino al afianzamiento de un régimen vasallo reaccionario ultramilitarizado. Sólo la lucha internacional de la clase obrera por la paz, el socialismo y contra el imperialismo puede derrocar al monstruo reaccionario en esta región.

¿Tiene Rusia la iniciativa este 2024?

Los analistas occidentales empiezan a unirse en torno a la idea de que 2024 será “el año de Rusia” en este conflicto. Además de sus modestos avances en el campo de batalla, les alarma los indicios de que Rusia está ganando la “guerra en la retaguardia”, esencialmente la carrera de la producción y la adquisición militar. A su ineludible ventaja en potencia humana se añade una vasta capacidad industrial militar que ha pasado muchos meses en “tiempo de guerra”, con una producción bélica en aumento. Se estima que el 7,5% del PIB ruso se gasta ahora en el ejército, con un enorme 2,5% de la población total empleada en el complejo industrial militar. Además, mientras los suministros occidentales a Ucrania se estancan, Putin ha conseguido nuevos e importantes acuerdos de suministro con Corea del Norte e Irán.

Todo ello junto a la profundización de la crisis en Ucrania, que tiene muchas expresiones. Zelensky celebró el año nuevo con el despido del jefe del Estado Mayor del Ejército, Valeriy Zaluzhny, tras meses de conflicto entre rumores de que este último desafiaría a Zelensky –y tal vez le ganaría– en las próximas elecciones presidenciales, ahora aplazadas indefinidamente. Tras el fracaso de la contraofensiva, Zelensky se vio obligado a despedir a todo su equipo de reclutadores militares regionales, ya que la corrupción generalizada provocó la huida del país de miles de ucranianos desesperados que eludían el servicio militar obligatorio sin trabas.

La situación que existía al comienzo de la guerra, con una población entusiasta, dispuesta y ansiosa por luchar, se ha transformado en su opuesto. Los reclutadores del ejército se encuentran más frecuentemente con miedo y hostilidad que con entusiasmo. El impulso de Zaluzhny para una nueva ronda de movilización fue duramente combatido por figuras políticas recelosas del cambio de humor entre la población. Las protestas incluso han tomado lugar repetidamente, la más reciente protagonizada por mujeres demandando periodos de servicio más cortos para aquellos que están en el frente, haciéndose eco de protestas similares que han surgido esporádicamente en Rusia a lo largo de la guerra.

En contraste, una mirada superficial hacia Moscú daría la impresión de que Putin está “tranquilamente sentado”. Mientras se acercan las falsas “elecciones” que le mantendrán en el poder, sus dos oponentes potenciales más prominentes –Prigozhin y Navalny– han acabado recientemente en bolsas para cadáveres. Sin embargo, esta “posición fuerte” debe tomarse con pinzas.

Las acciones de Putin pueden tratar de proyectar fuerza, pero en realidad son movimientos desesperados para apuntalar un régimen cada vez más dictatorial. A pesar de los problemas ucranianos en la guerra, las tropas rusas no pasarán simplemente, y una victoria decisiva para los objetivos de guerra maximalistas de Putin es tan improbable como una derrota total. Además, el frente seguirá exigiendo cada vez más carne para el molinillo, lo que continuará ejerciendo una presión significativa sobre la sociedad rusa, a la que se sumará el creciente número de ataques ucranianos directos dentro de la propia Rusia. Aunque la maquinaria represiva del régimen ha funcionado hasta ahora según lo previsto, en términos de reprimir el descontento y las protestas populares, el recuerdo de la facilidad con que las columnas de Wagner atravesaron el territorio ruso en su famosa “marcha hacia Moscú” permanecerá como una nube sobre la cabeza de Putin.

Miedo a Trump 2.0 

Los acontecimientos de 2024 son difíciles de predecir, entre otras cosas por la crucial campaña de las elecciones presidenciales estadunidenses. La perspectiva de una segunda presidencia de Trump, que pronostican actualmente las encuestadoras, ha provocado un gran malestar en las capitales europeas. Las incendiarias declaraciones de Trump desde los podios de los mítines, en el sentido de que abandonará a los aliados de la OTAN que no “paguen”, no han hecho más que acrecentarlo.

Esto ha llevado a renovar los llamamientos para que las potencias imperialistas europeas aceleren aún más sus políticas militaristas, con el fin de “valerse por sí mismas”. Este impulso, en línea con los intereses de las clases dominantes, dará sin duda algunos resultados. Ya se ha anunciado que Alemania es una de las 18 potencias de la OTAN (frente a las 11 del año pasado) que se espera que, por primera vez, cumpla el objetivo de la alianza de un gasto militar superior al 2% del PIB este año.

Sin embargo, el liderazgo de Estados Unidos dentro del bloque imperialista occidental es ahora más decisivo que nunca, y la perspectiva de que las potencias de la UE “vayan solas” para respaldar con éxito a Ucrania en una guerra a gran escala con Rusia no parece, en última instancia, realista, dado el actual ritmo de rearme y la realidad en el campo de batalla. En este contexto, la presión a favor de una solución negociada, que ha sido descartada hasta ahora por Zelensky, puede aumentar significativamente si no se materializa más ayuda militar estadounidense. Sin embargo, si Putin podría estar interesado en un acuerdo de este tipo mientras tenga la iniciativa es otra cuestión totalmente distinta.

Además, aún está por verse cómo ería la política concreta de una hipotética presidencia de Trump en relación con Ucrania. Si bien Trump está montado en una ola de sentimiento de oposición a la guerra, y es sin duda personalmente hostil al régimen ucraniano, también es un “Guerrero Frío” comprometido que no dejará de entender la importancia de la guerra para la lucha de poder global del imperialismo estadounidense con China ¿Cómo interactuará su famosa promesa de imponer un “plan de paz” a ambos bandos para poner fin a la guerra en 24 horas con la realidad del conflicto una vez en el poder?

Lo que está claro es que, más allá de las candidaturas presidenciales en todo el mundo, la gente se está volviendo cada vez más en contra de esta guerra. Una amplia encuesta realizada en Europa en febrero mostró que poco más de 1 de cada 10 europeos (en 15 países) creía que era posible que Ucrania ganara. En la misma encuesta, significativamente más personas querían que sus gobiernos “empujaran a Ucrania a negociar un acuerdo de paz” que “apoyaran a Ucrania en la recuperación de territorios”. A esto hay que añadir las masas del “sur global”, la mayoría de las cuales nunca apoyaron esta guerra en primer lugar, y que se han enfurecido aún más y alienado de la causa del imperialismo occidental por la horrible matanza en curso en la franja de Gaza.

¡Por una lucha de las clases trabajadoras contra una nueva era de derramamiento de sangre!

Para los socialistas, es crucial que no se permita que los populistas del ala derecha se postulen como las únicas (falsas) voces “contra la guerra”. Este es un peligro real, dado que muchos de los reformistas de izquierda alrededor del mundo, desde Podemos en el Estado español, pasando al “squad” en EUA, o el Partido de Izquierda Sueco, han capitulado ante la presión de la guerra y abandonado cualquier pretensión de una posición antibélica, internacionalista y antiimperialista de los principios de la izquierda, incluida una oposición a la OTAN. 

Los socialistas deben tener un planteamiento claro en contra de esta guerra, basado en la comprensión de que ninguno de los bloques imperialistas que están actualmente peleando por la dominación mundial representa los intereses de la clase trabajadora y las personas oprimidas. Exigimos el fin de la guerra, la retirada de las tropas rusas, el derecho de Ucrania a existir como una nación independiente libre de la dominación del imperialismo de cualquier tipo, la oposición a la OTAN, y el derecho a la autodeterminación de todas las minorías y regiones dentro de Ucrania.

Sólo la clase obrera en Rusia, Ucrania y del mundo puede poner fin a la guerra y a la dictadura de Putin. La Primera Guerra Mundial fue finalizada por las revoluciones de 1917 en Rusia y 1918 en Alemania. Un factor importante que forzó al imperialismo estadunidense a retirarse de Vietnam fueron las crecientes protestas masivas en EUA y a nivel internacional, relacionadas a un periodo de luchas obreras en masa. Hoy en día, las huelgas y protestas sobre las condiciones de vida, contra la austeridad y las privatizaciones deben estar vinculadas a los costes humanos y económicos de la militarización y la guerra, y apoyar las protestas contra esta última y sus efectos para los miembros de las familias y la juventud. Como todas las luchas contra la opresión, esta es una pelea contra el sistema capitalista y sus gobiernos.

La lucha por este programa debe formar parte de una audaz convocatoria a los trabajadores del mundo para que se organicen y luchen en contra del arrastre de la humanidad hacia una guerra y un derramamiento de sangre cada vez mayores. Como el Medio Oriente está mostrándonos hoy, esta guerra no es la última que este sistema decadente nos impone, y el peligro de mayores conflagraciones militares es grande, conforme se calienta la no tan Fría Guerra imperialista.

La sociedad se está saturando de hablar sobre la guerra y sus preparativos, y esto tendrá un importante impacto en las conciencias. La juventud sueca colapsó una línea telefónica de apoyo para la salud mental después de que el jefe de las fuerzas armadas lanzara una prominente advertencia al país para “prepararse mentalmente” para la guerra. El Secretario de Defensa británico, Grant Shapps, declaró que estamos experimentando un cambio de un “mundo de posguerra a uno de preguerra”. Al otro lado de la línea divisoria de la Guerra Fría, Margarta Simonyan, amiga íntima de Putin y redactora en jefe de Russia Today, declaró que la Tercera Guerra Mundial se producirá sin falta, y sucederá “en un futuro cercano”.

ASI no hace ninguna predicción de que la Tercera Guerra Mundial este “a la vuelta de la esquina”. Pero dada la dinámica de la situación mundial y los poderosos procesos que impulsan los acontecimientos, sería una negligencia del deber no reconocer la dirección profundamente peligrosa del sistema. La clase obrera mundial, multinacional, multirracial y multigénero –la única fuerza intrínsecamente internacionalista del planeta– debe resistirse a ello.

Hay que levantar alto el estandarte de la paz y el socialismo, el estandarte de la esperanza por un futuro mejor.