Vacunemos nuestra salud contra el lucro: ¡nacionalización del sector farmacéutico!
Entrevista con un trabajador de una gran fábrica farmacéutica en Bélgica. ¿Por qué necesitamos nacionalizar este sector? y ¿cómo es posible hacerlo?
Publicado por primera vez en Lutte Socialiste y De Linkse Socialist, periódicos mensuales de PSL/ LSP (ASI en Bélgica).
¿Hay luz al final del corona-túnel? Las esperanzas de que así sea son muy altas, especialmente ahora que la campaña de vacunación ha comenzado en mayor o menor medida. Sin embargo, hay desconfianza también. En parte, porque recientemente las farmacéuticas multinacionales han mostrado una falta de verdadero interés por nuestra salud. Pero también, hay desconfianza porque los gobiernos han fallado en proteger nuestra salud en etapas previas a la pandemia, debido primordialmente a su apego al mercado y a los intereses del sector privado.
La IS cree que la vacunación eficiente de nuestra salud, para protegernos del virus capitalista de la ganancia, es necesaria. Por esto, todo el sector farmacéutico debería nacionalizarse y quedar en manos del público.
¿Cómo reaccionas al desarrollo de la vacuna?
Estas vacunas muestran un desarrollo tecnológico formidable. Imaginen que todas las posibilidades existentes fueran desarrolladas colectivamente y sistemáticamente usadas para luchar contra numerosas enfermedades y virus que actualmente no tienen un tratamiento. Desafortunadamente, hoy las grandes compañías se concentran solamente en la ganancia, lo cual significa que este potencial no está siendo explotado en su totalidad o que la producción de las vacunas, en ocasiones, está siendo llevada a cabo demasiado rápido.
A mediados de enero, había 63 vacunas candidatas siendo probadas en humanos. 19 de ellas estaban llevando a cabo exámenes a gran escala. En suma, había 173 vacunas candidatas todavía en las fases de prueba de laboratorio. El objetivo de la contienda para desarrollar una vacuna no es tanto que se quiera poner un alto a la enfermedad, sino ser el primero en el mercado y ganarse la lotería. También lo hacen para enaltecer su imagen con el público en general. Cuando Pfizer anunció los resultados de su primera vacuna, las pruebas seguían en progreso. La intención fue principalmente ser los primeros en estar en los medios.
Algunos comentaristas dicen que la competencia entre compañías privadas da pie a dar resultados en poco tiempo. ¿Qué piensas de esto?
El argumento neoliberal, de que la competencia entre privados es el motor del progreso, no es correcto. El desarrollo de las vacunas contra el coronavirus se ha sostenido en un flujo de fondos públicos.
El departamento de salud de Estados Unidos ha gastado solamente 10 mil 600 millones de dólares en el desarrollo de la vacuna. Generalmente, se estima que cada 3 de 4 nuevos medicamentos son desarrollados a través de investigaciones básicas fundadas por la comunidad. La urgencia de la vacuna contra el coronavirus llevó a que cierto número de compañías trabajaran en conjunto, reconociendo que la colaboración podía brindar resultados más rápidos. La cooperación mundial, en lugar de la competencia entre éstas, deberá, sin lugar a dudas, producir prontos y mejores resultados con más estudios. Por ejemplo, los estudios relacionados con los posibles efectos secundarios.
El hecho de que cada compañía se rehuse a compartir el conocimiento disponible representa un obstáculo a la producción. Como resultado, no habrá dosis suficientes para vacunar a la población mundial para el año 2021. Esta escasez crea desigualdades entre, incluso, los países capitalistas desarrollados y aquellos del mundo neocolonial. Para noviembre, antes de que la vacunación pudiera comenzar, miles de millones de dosis habían sido ya encargadas, principalmente por países desarrollados como E.U., Europa, Canadá, Japón e Israel. Estos tratos tenían el objetivo principal de ser los primeros en suministrarse para fortalecer el prestigio de sus gobiernos. Después de la batalla entre distintos países para tener acceso a los cubrebocas, ahora estamos viendo ocurrir lo mismo con las vacunas. Incluso hay quienes hablan del ‘nacionalismo de vacunas’. De acuerdo con Oxfam y varias ONGs, los países más pobres no tendrán su turno antes del 2024.
El objetivo central de las compañías de este sector no es procurar por la salud de todos, sino por las ganancias de sus accionistas. En el año 2014, el CEO de Bayer, Marijn Dekkers, fue muy abierto con ésto. Él declaró que un nuevo medicamento contra el cáncer estaba dirigido a las personas que pudieran pagarlo. Dijo esto después de que una variante barata del medicamento, Nexavar, fue promovida en la India por una manufactura local. La organización Médicos Sin Fronteras (Doctors Without Borders) luego enfatizó que: ‘Enfermedades, de las cuales ellos no pueden hacer ganancias, son ignoradas y, los pacientes que no pueden pagar, no están siendo tomados en cuenta.’ Hoy aplica lo mismo para la vacuna contra el coronavirus. La propuesta de India y Sudáfrica en la Organización Mundial del Comercio de suspender las patentes para la vacuna del coronavirus para poder hacer réplicas baratas fue bloqueada por la Unión Europea y otros.
La Organización Mundial de la Salud ha iniciado un proyecto internacional cooperativo, COVAX, con el objetivo de vacunar al 20% de la población mundial y de organizar una distribución equitativa de las vacunas. Para finales de diciembre, COVAX prometió el acceso a mil 300 millones de dosis para 92 de los países más pobres para el año 2021. Sin embargo, la mayor parte de la producción hecha por dos de los más grandes productores, Pfizer y Moderna, ya había sido comprada por los países capitalistas desarrollados. Más aún, Covax no puede comprarles a esos productores porque las vacunas son muy caras. Esto muestra cómo la anarquía del mercado representa un obstáculo para una campaña mundial de vacunación planeada seriamente.
La investigación y el desarrollo debe ser hecha de una manera coordinada, donde el conocimiento sea compartido y la producción global, con base en el conocimiento disponible, es posible. Esto es necesario para nuestra salud, pero fricciona con la privatización de los medios de producción y la lógica de la ganancia que la acompaña.
Mientras hay enormes posibilidades tecnológicas para combatir virus y enfermedades, el capitalismo es un freno para el progreso y, peor, nos conduce a un deterioro de nuestra salud. Por ejemplo, la falta de recursos para el cuidado, incluida las vacunaciones y las políticas de austeridad, causaron que el sarampión volviera a brotar en Italia y en el Reino Unido.
Para finales de Diciembre, la campaña de vacunación comenzó en Bélgica. ¿Cómo ves tú esto como empleado de una gran compañía farmacéutica?
La campaña de vacunación está determinada por las decisiones tomadas por las multinacionales. Los trabajadores de la salud ya están organizándose ellos mismos lo mejor que pueden a pesar de la falta de recursos. Agreguemos ahora a esto la arbitrariedad del mercado. Pfizer, por ejemplo, decidió en junio que para poder incrementar su capacidad de fabricación iba a reducir significativamente su manufactura por varias semanas. Esto, seguido de problemas de producción en diciembre. Para el personal médico, esto resulta sumamente difícil para organizar la vacunación. Ellos esperaban ser vacunados lo antes posible dado el impacto del virus, tanto en la salud como en la moral del equipo, en un contexto donde el sector sufría por la escasez.
Los precios pagados en Europa no han sido oficialmente publicados. No fue hasta que, por un tropiezo del secretario del Estado de Bélgica, De Bleeker, del partido liberal VLD Abierto, que la información fue publicada. Las dos vacunas más caras, Moderna (18 dólares) y Pfizer (12 dólares), ya están siendo distribuidas en Bélgica. Estas son vacunas basadas en la nueva tecnología mRNA, donde se sobrescribe una pieza genética del virus. Esta técnica ha existido por 12 años, pero ahora está siendo usada por primera vez para una vacuna que saldrá al mercado. Su alto precio está siendo justificado por la investigación dedicada a esta tecnología, la cual es real. No obstante, gracias a la crisis del coronavirus, las compañías farmacéuticas pueden recuperar inmediatamente estos costos, convirtiendo estas inversiones en ganancias.
En Bélgica, la vacunación es gratuita para los usuarios. Sabemos obviamente que esto está siendo pagado por alguien, incluida la seguridad social. La comunidad paga, pero no tiene ningún control sobre la producción y distribución de las vacunas.
La campaña de vacunación puede hacerse mucho más rápido con un esfuerzo coordinado si todas las partes de los sectores farmacéuticos y de cuidados estuvieran en manos del público. En 1947 seis millones de personas fueron vacunadas contra la viruela en un mes en Nueva York. Por supuesto, no se puede comparar una campaña local de vacunación contra la viruela con una pandemia global como la de la Covid-19. Pero desde luego, la aplicación de un plan del conocimiento tecnológico, producción y logística, tendría que hacer posible que al menos sea tan eficiente como el de Nueva York hace 70 años, ¿no?
Mucha gente cuestiona las vacunas, no necesariamente porque crean en teorías conspirativas, sino que simplemente lo hacen con base en la desconfianza. ¿Tú entiendes esto?
Definitivamente. El movimiento antivacunas es de hecho bastante pequeño en Bélgica. Pero no son los antivacunas los que están creando esta desconfianza ellos mismos. Mucha gente no desconfía de las vacunas por sí mismas, sino del rol que tienen las multinacionales y los gobiernos. ¡La credibilidad de las instituciones capitalistas y de las grandes compañías es justificadamente bajo!
Los varios ejemplos de compañías que no han titubeado para incrementar sus ganancias a costa de nuestra salud ha socavado su credibilidad. Pensemos en el Dieselgate, donde las emisiones de los autos fueron falsificadas en Europa. O la compañía energética japonesa que no invirtió lo suficiente para la seguridad de la planta nuclear de Fukushima. La compañía química Monsanto conocía por años que su producto Roundup (glifosato) era carcinógeno, pero no hizo nada al respecto. Las compañías petroleras conocen desde hace mucho tiempo que los combustibles fósiles eran perjudiciales para el calentamiento global, pero invierten en campañas de grupos de presión (lobbies) y pseudociencia para negar el cambio climático. Las grandes compañías mienten y hacen trampa cuando le conviene a sus ganancias.
Es mejor responder a esto con un acercamiento que se enfoque en los intereses de la mayoría de la población. Decimos que la industria farmacéutica debe ponerse en manos del público para habilitar el control democrático para los trabajadores y la comunidad.
Ciertamente, esto es importante aquí en Bélgica porque el sector farmacéutico es muy grande. Por ejemplo, GSK, en Wavre, es el centro de producción de vacunas más grande del mundo. Dos millones de dosis de vacunas de todo tipo se generan ahí diariamente. Es el centro privado de análisis bioquímico más grande del mundo. Pfizer, llevará a cabo la producción entera de vacunas contra el coronavirus para Europa en Puurs. Pfizer, la farmacéutica Janssens (propiedad de Johnson & Johnson), UCB y GSK, juntas, representan casi la mitad de los 50 mil trabajos farmacéuticos (en términos de empleos formales) en nuestro país. Incluidos los trabajos indirectos, de los cuales dependen 120 mil personas en este sector. ¡Imaginen si todos estos recursos fueran dedicados a dar una respuesta coordinada y comunitaria contra la pandemia!
¿Cómo podemos forzar al sector a caer en manos del público?
La demostración ‘Cuidados en Acción’ (Care in Action) hecha por trabajadores de la salud, en Bruselas, el 13 de septiembre, tenía el enfoque correcto. El eslogan ‘Ellos cuentan sus ganancias y nosotros nuestros muertos’ (They count their profits, we count our dead) es una crítica del gobierno, pero también del sistema en su conjunto. Las grandes compañías farmacéuticas generan cuantiosas ganancias gracias a la pandemia. Al mismo tiempo, los hospitales y el resto del sector salud se están viniendo abajo por la falta de suministros. Mediante la organización de esta lucha, podemos convertir la amplia solidaridad que se da entre la población en acción directa. No podemos dejar esto al establishment.
También está la iniciativa de ciudadanos europeos ‘No al lucro por la pandemia’, apoyada por el PTB/PVDA en nuestro país, entre otros, que está recolectando firmas en apoyo a cuatro demandas: salud para todos mediante la abolición de las patentes; transparencia sobre los costos de producción y eficiencia; entre otras cosas, el control público de las vacunas y tratamientos producto de las investigaciones que fueron financiadas con dinero público; y, no al lucro por la pandemia, para que los productos sean asequibles y estén disponibles. Estas demandas no serán conseguidas de la noche a la mañana. Requerirán una campaña activa y una fuerte intervención de parte de los movimientos obreros. Después de todo, incluso las propuestas más lógicas chocan inmediatamente con las fuerzas capitalistas del mercado.
No debemos restringirnos al demandar que no se haga ganancia con las vacunas contra el coronavirus. El sector entero debe estar en manos del control público. De acuerdo a la iniciativa de ciudadanos europeos, los fabricantes producirían más dosis masivamente si no hubiera patente. Sin embargo, es algo ingenuo pensar que las multinacionales se verán motivadas para producir vacunas si no hay ganancias de por medio. Es verdad que las vacunas se venden algunas veces al costo en países neocoloniales, pero esto es más un gesto diplomático para mejorar su imagen y ganar acceso a un mercado donde las ganancias son recuperadas a través de otras vacunas. Vemos esto con la empresa GSK, que está trabajando con ONGs y la OMS en un programa para erradicar enfermedades tropicales.
Las patentes son un obstáculo para nuestra salud, pero son la piedra angular del sistema de ganancia capitalista. Suprimirlas sin nacionalizar el sector significaría que las inversiones se recobrarían en otro lugar: ya sea a través del incremento de precios de otras medicinas o sobre las espaldas de su personal. Es por eso que es mejor inmediatamente enlazar esto a la necesidad de brindar el sector a manos del público.
¿Cuáles serían los beneficios de nacionalizar el sector farmacéutico?
Habitualmente, la demanda por nacionalizar está limitada a compañías que sufren recortes o están en peligro de cierre. No obstante, es una demanda que es importante no sólo para el empleo, sino también para obtener el control de los trabajadores y sus familias sobre qué es producido y cómo. Por esto, es esencial que el sector bancario e industrias claves sean tomadas.
El sector farmacéutico en Bélgica representa un valor sumado de 14 mil 700 millones de euros al año, esto es antes de que se paguen los salarios. Incluso después de que se deduzcan los salarios, ellos se quedan con alrededor de 10 mil millones de euros. Esto es dinero tomado de los bolsillos de quienes están enfermos para dárselos a los grandes accionistas.
La seguridad social reembolsa 7 mil millones de euros por año para medicinas y, además, éstas se venden por un valor de 5 mil millones de euros sin reembolso alguno. En este momento, la parte más lucrativa de toda la cadena de asistencia médica está en manos de privados, mientras una gran parte de los costos es pagada por la comunidad. Esto no es lógico, y más aún, la lógica de la ganancia produce escasez. Cerca de la mitad de los niños en condiciones de pobreza no tienen acceso a medicinas porque son muy costosas. Hay escasez permanente de alrededor de 500 medicamentos porque el sector se centra en las ganancias y no en las necesidades médicas. Al nacionalizar el sector, la comunidad puede decidir democráticamente qué producir con base en las necesidades y no en el lucro.
Hoy, la lógica de la ganancia significa que los avances tecnológicos pueden llevarnos a pérdidas de trabajos en este sector. La técnica de MRna, usada por Pfizer y Moderna, para la vacuna contra el coronavirus, ofrece un enorme potencial. Esto quiere decir que se pueden producir más vacunas en un tiempo más corto y con menos personal. El progreso tecnológico amenaza, pues, en ser sinónimo del declive social. Eso también es una contradicción del capitalismo.
La investigación, producción, distribución y logística deben estar bajo el manejo y control de los trabajadores del sector y de la comunidad, para que la salud venga primero. Esto quiere decir medicinas baratas y accesibles, condiciones decentes de trabajo para el personal, tanto en el sector farmacéutico como en el resto del servicio de salud; la coordinación de todo lo que tenga que ver con la salud dentro de un servicio nacional de salud que pueda poner más énfasis en la medicina preventiva. Esto también haría que fueran más fáciles intervenciones a gran escala como las campañas masivas de vacunación.
Por último, un sector farmacéutico en las manos del público también pondría fin al hecho de que, hoy, hay mayor inversión en publicidad que en investigación. No es que la promoción tenga que desaparecer: las campañas de prevención pueden ser montadas en torno a la vacunación, al bienestar saludable, pero también, por ejemplo, a la lucha contra la violencia contra la mujer y otros asuntos.
En resumen, hay muchos argumentos para tomar este sector en manos del público. Para lograr esto, es necesario luchar. Desde el inicio de la pandemia, la clase trabajadora ha hecho demandas por la seguridad en el trabajo, equipo de protección y recursos para la atención. La conciencia de que son los trabajadores quienes hacen todo funcionar ha aumentado. Esto jugará un papel importante en futuras luchas. Podemos ganar si convertimos el poder de agrupamiento en la organización. El involucramiento masivo es esencial y puede sentar las bases para que la mayoría de la población, finalmente tome el destino de la humanidad y del planeta en sus propias manos. El capitalismo es desastroso para los trabajadores y el medio ambiente. Este sistema nos traerá más pandemias y representa un freno para responderlas. Una alternativa socialista es necesaria: una sociedad que comience a partir de las necesidades y requisitos de los trabajadores y sus familias.