Mil días después de la invasión rusa de Ucrania, ¿puede terminar la guerra?

El sufrimiento causado por la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 y el conflicto subsiguiente ha sido desplazado de los titulares mundiales por el espantoso genocidio de Gaza, pero no es menos horrible. El número de muertos y heridos, tanto militares como civiles, supera ya con creces el de las guerras interétnicas y civiles que asolaron la antigua Unión Soviética y la antigua Yugoslavia tras la restauración del capitalismo en la década de 1990.  

Escrito por Walter Chambers, Proyecto por una Internacional Marxista Revolucionaria. 

Todavía hay más de 10 millones de refugiados ucranianos de la guerra en Europa o desplazados internos. Novecientos mil rusos también han huido de su país, bien como opositores a la guerra, bien por miedo a ser reclutados por el ejército. Tras la calurosa acogida inicial, muchos se enfrentan ahora a la precariedad laboral, el elevado coste de la vivienda y la inflación, además de su preocupación por los amigos y familiares que siguen en casa. 

Ciudades enteras han sido arrasadas por los incesantes bombardeos y disparos de artillería. En las últimas semanas se han producido oleadas masivas de drones y misiles mientras las fuerzas rusas intentan privar a las ciudades ucranianas de electricidad y calefacción ante la llegada de su largo y frío invierno.  

Una carga mayor la soportan las mujeres, que tienen trabajo extra al ser reclutados los hombres y, lo que es aún más aterrador, se enfrentan a un aumento masivo de la violencia de género al regresar a casa los hombres embrutecidos por la guerra. Ya son más de 100 las mujeres rusas asesinadas por soldados que regresan. El gobierno ucraniano calcula que casi la mitad de su población sufrirá algún tipo de trastorno mental tras la guerra y carece de recursos suficientes para hacer frente a la crisis. 

Consecuencias internacionales

Y, por supuesto, a escala mundial, la guerra ha aumentado drásticamente las tensiones y la polarización, con un enorme incremento del gasto militar en todos los grandes países. La guerra en Ucrania y los ataques genocidas en Gaza han acaparado los titulares, pero han aumentado la probabilidad de conflictos en otros lugares, como Sudán, Myanmar, los golpes de Estado en el Sahel, la guerra entre Armenia y Azerbaiyán y, más recientemente, el nuevo estallido de guerra en Alepo. El uso de tropas norcoreanas por parte de Rusia aumentó las tensiones en la península coreana, otro factor que empujó al presidente surcoreano Yoon Suk Yeol a lanzar su fallido golpe de Estado. 

La decisión del Presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, de permitir el uso de misiles proporcionados por Occidente dentro de la propia Rusia aumenta el peligro de una nueva escalada de los combates. A su uso en Briansk y Kursk le siguió rápidamente el empleo por parte del Kremlin de un misil balístico de medio alcance, aunque sin ojiva, para atacar Dnepro, en el centro de Ucrania. 

Situación actual en el frente

Aunque las tropas rusas han logrado algunos avances en el este de Ucrania en las últimas semanas, el Instituto para el Estudio de la Guerra los califica de «no confirmados» o «marginales» e informa de que la ofensiva que lleva a cabo desde marzo de 2024 con el objetivo de capturar Pokrovsk «aún no ha logrado avances operativamente significativos en ninguna de las dos direcciones.» Pokrovsk es una ciudad con una población anterior a la guerra de 60.000 habitantes, un bloque estratégico clave que impide la captura de las ciudades más grandes de Slovyansk y Kramatorsk y, por tanto, de toda la región de Donetsk. 

La realidad, a pesar de las afirmaciones de algunos izquierdistas que se hacen eco de la propaganda del régimen ruso que dicen que «los ucranianos han perdido muchos de los avances que consiguieron en 2022», es que desde entonces el territorio ucraniano ocupado por las tropas rusas, según la información proporcionada por el «Instituto para el Estudio de la Guerra», sigue siendo del orden de 87.000 +/- 2.000 kilómetros cuadrados, alrededor del 18%. Los pequeños avances recientes de Rusia han sido exagerados por Zelensky para aumentar la presión sobre los líderes occidentales para que proporcionen más armas y se han visto compensados por los casi mil kilómetros cuadrados ocupados por las fuerzas ucranianas en la región rusa de Kursk. 

Esto confirma la predicción hecha por primera vez por este autor en mayo de 2022 de que la guerra se estaba convirtiendo en «una guerra de desgaste brutal». Un número cada vez mayor de armas son lanzadas por cada bando, con el único resultado de la muerte de decenas de miles de soldados como los de la «picadora de carne» de Bakhmut y la devastación completa de las ciudades sin que ninguno de los bandos obtenga ningún beneficio real. 

Ninguna de las armas suministradas por Occidente, que cada vez aumentaban la potencia de fuego del ejército ucraniano, empezando por los HIMARS, los tanques Abram y luego los cazas F16, han cambiado las reglas del juego. En la actualidad, la mayoría de los expertos en defensa coinciden en que, aunque el uso de misiles occidentales en Rusia conlleva el riesgo de una respuesta peligrosa por parte del Kremlin, no es probable que tengan un efecto importante. Esta guerra ha estado dominada por el uso de drones, la mayoría de los cuales en el lado ucraniano han sido de producción nacional. 

¿Es éste un punto de inflexión en la guerra?

Christopher Lockwood, redactor europeo de The Economist, escribió recientemente que la guerra podría terminar en 2025, ya que ambos bandos están a punto de agotarse y los partidarios de cada uno preferirían que cesaran los combates. ¿Es esto realista?

Dado que la guerra se encuentra actualmente en un punto muerto, sin que ninguno de los bandos haya conseguido avances significativos a pesar de los enormes costes humanos y económicos, la posibilidad de que cualquiera de los bandos consiga una victoria absoluta puede descartarse prácticamente. No puede excluirse por completo el peligro de una escalada hacia una guerra abierta entre Rusia y la OTAN que incluso plantee la perspectiva de un conflicto nuclear, pero es casi seguro que esto provocaría el desarrollo de una oposición masiva a nivel mundial y provocaría escisiones dentro del régimen ruso, mientras que la unidad occidental se vería socavada por la victoria electoral de las fuerzas populistas de derechas y escépticas respecto a la OTAN en varios países. 

Del equilibrio de fuerzas sociales, incluidas las de clase, en todos los bandos del conflicto dependerá que la guerra se prolongue, posiblemente a menor intensidad, a medida que los bandos agoten sus reservas, o que se negocie un acuerdo para «congelar» la guerra que permita a los bandos reconstruir sus fuerzas para que la guerra estalle de nuevo en el futuro. 

Cada vez se habla más de la posibilidad de negociar, de «no es posible» a «si» y ahora a «cuándo»

Rusia llega a sus límites

Pero es necesaria una evaluación sobria de la situación real. Algunos en la izquierda argumentan que la economía de guerra de Rusia, su población tres veces mayor que la de Ucrania y su aparente reciente avance en el frente hacen posible que la nueva Rusia capitalista e imperialista pueda hacer frente al poder combinado del imperialismo occidental. Esto no sólo niega el derecho de Ucrania a la autodeterminación, sino que también es una ilusión.

El uso por parte del Kremlin de tropas de Corea del Norte, así como de combatientes reclutados en Nepal, India, Sri Lanka y Yemen es un signo de desesperación. Las pérdidas rusas en el frente son muy elevadas, y la semana pasada el general a cargo del «grupo sur» en la región de Donetsk fue destituido de su cargo por exagerar los avances en los alrededores de Chasiv Yar. Los blogueros militares dicen que los nombres de los pueblos que afirmaba haber tomado eran simplemente «sinónimos de mentiras y pérdidas injustificadas». 

Vuelven a aparecer informes de tropas que rechazan órdenes o desertan: en un caso, antes se había denunciado la desaparición de todo un regimiento de 1.000 soldados, incluidos oficiales superiores. Los intentos de reclutar nuevos soldados compiten con una grave escasez de mano de obra, incluso para la producción de armas. El Kremlin teme nuevas protestas y graves dificultades si se pone en marcha una nueva movilización obligatoria. Durante el anuncio del Presidente Putin del uso de un misil balístico para atacar Ucrania, el precio de los billetes de avión para salir del país se multiplicó por diez, ¡lo que ilustra los problemas potenciales!

Las sanciones internacionales no han funcionado. El intento de restringir los ingresos de Rusia por el petróleo y el gas ha tenido el efecto contrario: en 2024 van camino de ser un 28% superiores a los de 2023, y un 25% superiores a los de 2021. para alcanzar los 128.000 millones de dólares en 2024, un 56% más que en 2022. El apoyo del imperialismo occidental a Israel ha tenido mucho que ver en ello. Arabia Saudí quiere reducir el precio del petróleo para aumentar su cuota de mercado (ya que Irán y Rusia tienen costes de producción más altos) pero la inestabilidad en Oriente Medio ha limitado su éxito. Cualquier ataque a los yacimientos petrolíferos iraníes aumentaría drásticamente el precio, incrementando los ingresos de Rusia. Al mismo tiempo, Rusia importa a través de terceros los chips de alta tecnología que necesita de fabricantes estadounidenses. 

El estancamiento de la economía rusa

Rusia es ahora una economía de guerra, pero no una economía fuerte. El año que viene el presupuesto de defensa aumentará un 25%, hasta 142.000 millones de dólares. Los gastos relacionados con la seguridad consumirá más del 40% del presupuesto federal. Se necesitan enormes sumas para financiar las tropas en la propia Ucrania, y los gobiernos regionales tienen que pagar enormes primas de alistamiento a los nuevos reclutas. A los moscovitas que se alisten se les promete un ingreso durante el primer año de 5,2 millones de rublos, 52.000 dólares.

Pero el verdadero drenaje de recursos es apoyar y aumentar la producción de armas. La sustitución del ministro de Defensa, Sergey Shoigu, en mayo, acompañada de la detención de al menos doce generales por el economista Andrey Belousov, fue un intento de reducir la corrupción y hacer más eficiente el sector de la defensa. 

Pero ahora los economistas hablan de ralentización de la economía rusa. Se enfrenta a carencias masivas, entre las que destaca el déficit de trabajadores derivado del reclutamiento y la movilización del ejército, la huida al extranjero de los rusos contrarios a la guerra y la reducción de la emigración desde Asia Central. La escasez de mano de obra oscila entre 2 y 5 millones de personas, a lo que hay que añadir graves déficits de equipos de producción, piezas y materias primas. Al inyectar dinero en la industria de defensa, el gobierno no hace más que alimentar la inflación, sin que ello vaya acompañado de un aumento de la producción. 

Tras una caída del PIB en 2022, Rusia se recuperó en 2023 con un crecimiento del 3,6%. Este año, sin embargo, el crecimiento se está ralentizando y el FMI prevé que sea del 1,3% en 2025. El Banco Central de Rusia dice que puede incluso caer al 0,25% el año que viene. 

La masa monetaria (M2) ha aumentado un 66% desde 2022, alimentando la inflación, que el Banco Central reconoce que ha alcanzado una cifra anual del 10%, muy superior a su objetivo del 4%. En octubre aumentó su tipo de interés oficial al 21%. 

Esto ha creado una nueva ola de descontento en la élite. Tras la revuelta de Wagner, el Kremlin recurrió al asesinato y la cárcel para acabar con los partidarios de la línea dura, y a los despidos y acusaciones penales contra la jerarquía militar. Ahora se enfrenta a la oposición abierta de oligarcas clave, incluido Sergey Chemezov, poderoso jefe de la corporación estatal de armamento y tecnología «Rostec». Atacando al Banco Central, advirtió de que «la nueva subida de tipos provocará la quiebra de la mayoría de las empresas». Incluso el monopolio estatal de oleoductos y gasoductos «Transneft» ha declarado que reducirá sus grandes proyectos de inversión después de que el impuesto de sociedades que tendrá que pagar se haya duplicado hasta el 40%.  

Ahora algunas empresas no pagan los salarios a tiempo: sólo en la última semana, trabajadores de la vivienda de Bryansk, mineros de Kuzbas, trabajadores de una empresa comercial de Rostov, obreros de la construcción de Ulyanovsk e incluso futbolistas de Moscú han emprendido acciones legales por impago de salarios. Las estadísticas oficiales muestran un aumento del 44% de los conflictos laborales en los nueve primeros meses de este año. El descontento también se refleja en las continuas protestas de los familiares de los movilizados, de los residentes que han perdido sus casas en Kursk y de otros en el extremo oriental que se quejan de nuevos ataques a los derechos democráticos. Estas protestas son todavía de un nivel muy bajo, pero indican una nueva dinámica que podría desarrollarse a medida que la economía se estanque.

Cambio de humor en Ucrania

El tono de las declaraciones de los dirigentes ucranianos ha cambiado notablemente, sobre todo tras la victoria de Trump. En 2022, Zelensky firmó un decreto que prohibía llevar a cabo cualquier negociación con Rusia mientras Putin fuera presidente. El 16 de noviembre de este año, en declaraciones a la emisora pública ucraniana «Suspilne», afirmó: «Debemos hacer todo lo posible para poner fin a esta guerra el año que viene por medios diplomáticos». Aunque cree que el propio Putin no quiere la paz, tiene que salir del aislamiento internacional. Las negociaciones serias, dijo, necesitan la participación del presidente de Estados Unidos, con lo que se refería a Donald Trump.

Esto refleja los cambios que se están produciendo en la propia Ucrania, así como el reconocimiento de un cambio en la posición de Estados Unidos tras la elección de Trump. 

La invasión rusa causó terribles daños a la economía ucraniana en 2022 -el PIB cayó un 29%-, pero ahora está experimentando un modesto crecimiento basado en la reconstrucción de la destrucción causada por el incesante bombardeo de misiles rusos, en el transporte y, por supuesto, en la fabricación de armas. 

Zelensky habla de la unidad de toda la nación. La realidad es que se ha abierto la puerta de bienvenida a las empresas, principalmente occidentales para utilizar la reconstrucción de Ucrania como una oportunidad de oro para obtener beneficios apoyados por los «donantes» occidentales que exigen la desregulación, la privatización y el aumento de las tarifas energéticas, mientras el gobierno sigue socavando los derechos sindicales. Es la clase trabajadora la que sufre los salarios devorados por la inflación.  

Un ejemplo típico de la hipocresía de las grandes empresas cuelga frente a la planta siderúrgica de ArcelorMittal en Kryvyi Rih: una pancarta que dice «juntos por la victoria». Muchos de sus trabajadores han muerto, y los que siguen trabajando no han tenido un aumento de sueldo en dos años, durante los cuales la inflación ha alcanzado el 35%, pero otras partes del imperio Mittal han estado comprando alegremente carbón y petróleo rusos, contribuyendo con miles de millones al esfuerzo bélico de Rusia. 

La celebración inicial tras la incursión ucraniana en la región rusa de Kursk ha retrocedido rápidamente, ya que los combates han sido difíciles y con un coste humano muy elevado. El estado de ánimo y la moral de los ucranianos siguen siendo muy contradictorios. Por primera vez desde 2022, las encuestas indican que el número de los que están dispuestos a tolerar la guerra mientras sea necesario ha descendido al 38%.El ejército también se enfrenta a dificultades cada vez mayores para movilizar tropas. Al mismo tiempo, ha aumentado el número de los que piensan que «Ucrania debería intentar negociar el fin de la guerra lo antes posible», y ahora son mayoría.  

Sin embargo, estas estadísticas subestiman la rabia revelada cuando la guerra se lleva a casa de la forma más brutal. Tras un ataque con misiles en Lviv en septiembre, que dejó a toda una familia bajo los escombros, los residentes culparon a Zelensky de estar más interesado en hacer política que en mantener a salvo a la gente. Los familiares de los que estuvieron en el frente desde el principio siguen protestando por las condiciones. 

El atentado de Lviv coincidió con una amplia reorganización del gobierno por parte de Zelensky. Tras haber destituido a principios de año al relativamente popular Valerii Zaluzhnyi como Comandante en Jefe, a principios de septiembre Zelensky destituyó a otros siete ministros del gobierno, incluido el ministro de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba, a quien culpó de no exigir armas con energía. Sin embargo, los cambios no han hecho más que «mover las sillas», estrechando el círculo en torno al propio Zelensky. 

El apoyo a Zelensky, a pesar de las críticas generalizadas, sigue siendo relativamente alto, pero ha caído de más del 90% en 2022 al 59%. Dado que tanto las elecciones parlamentarias previstas para 2023 como las presidenciales de este año han sido aplazadas, crece la presión para que se celebren elecciones el año que viene. Zelensky podría enfrentarse a una seria competencia de candidatos como Valerii Zaluzhnyi, que se presenta como un fuerte líder militar. 

Disminuye el apoyo occidental

A nivel mundial, el apoyo a Ucrania sigue siendo alto, aunque contradictorio: en una encuesta realizada por The Economist y Globespan en 29 países, el 54% quería una victoria ucraniana frente al 20% que apoyaba a Rusia. Sin embargo, muchos creen que Ucrania no puede ganar y que es hora de empezar a negociar. Sin duda, el apoyo del imperialismo estadounidense a Netanyahu y, al mismo tiempo, a Ucrania ha aumentado la confusión y ha obligado a mucha gente a cuestionar las narrativas dominantes y a examinar de forma más crítica qué fuerzas y qué agenda se esconden detrás del «bando ucraniano». 

Si en 2022 se consideraba prioritaria la solidaridad con los ucranianos, ahora priman otras cuestiones. En un país tras otro, los populistas de derechas y los escépticos de la OTAN han ido ganando elecciones y otros gobiernos han ido reduciendo su apoyo. El último ejemplo es Rumanía -que comparte una frontera de 613 kilómetros con Ucrania-, donde en las recientes elecciones parlamentarias, los partidos nacionalistas favorables a Rusia experimentaron un aumento significativo, y el populista de extrema derecha contrario a la OTAN Călin Georgescu salió victorioso en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Sin embargo, en contra de lo que sugieren algunos comentaristas, este fenómeno se debe más a la realidad económica de la guerra y al descontento con la clase dirigente que al crecimiento de los «sentimientos prorrusos» en Europa.

Estados Unidos comprometió 108.000 millones de euros a Ucrania en 2022, nada en 2023 y 57.000 millones en 2024, de los cuales sólo 30.000 millones, incluida una condonación de deuda de 5.000 millones, van realmente a Ucrania. Cada vez más, el apoyo a Ucrania ha sido para apoyar su gasto presupuestario. Con Alemania recortando a la mitad su presupuesto de ayuda militar para el próximo año, y con unas difíciles elecciones en ciernes en las que la ultraderechista AfD (Alternativa para Alemania) podría obtener buenos resultados, el Instituto Kiel para la Economía Mundial probablemente acierta al afirmar que «la ayuda podría disminuir significativamente a partir de 2025».

Esta combinación de estancamiento en el frente, disminución de recursos en ambos bandos y cansancio de la guerra significa que las negociaciones sobre algún tipo de acuerdo de paz, aunque muy difíciles, son la perspectiva más probable en los próximos meses.  

Resulta significativo que, por primera vez, la mayoría de los ucranianos (52%) y de los rusos (79%) estén a favor de las negociaciones para alcanzar un acuerdo de paz. 

¿Son posibles las negociaciones?

Según la mal llamada Fundación Carnegie para la Paz Internacional «A pesar de las elevadas declaraciones de apoyo, los principales partidarios de Ucrania se centran cada vez más en sentar las bases de las negociaciones de Kiev con Moscú». Tony Brenton, ex embajador británico en Moscú, declaró recientemente que los funcionarios del Kremlin sabían que estaban metidos en un lío en Ucrania, y estaban deseosos de fomentar un proceso de conversaciones. 

Es probable que las próximas semanas y quizá meses sean muy difíciles, ya que ambas partes intensifican los combates para reforzar su posición antes de posibles negociaciones. Se han propuesto hasta 25 planes de paz.  

Aún no está claro en qué consistirá el plan de Trump, salvo que cree que puede amenazar con la fuerza a Rusia y con retirar el apoyo a Ucrania hasta que negocien. China y Brasil, con su plataforma «Amigos de la Paz», que reúne a varios países del «sur global», piden un alto el fuego inmediato, desescalada y negociaciones. 

Públicamente, Zelensky se refiere al «Plan de diez puntos» de Ucrania, basado en la retirada completa de todas las tropas rusas de todo el territorio, incluida Crimea, y en un tratado de seguridad. Sin embargo, en la última semana ha dicho en la radio ucraniana: «Por nuestra parte, debemos hacer todo lo posible para que esta guerra termine el año que viene. Tenemos que ponerle fin por medios diplomáticos… Tenemos que entender lo que quieren los rusos». Fue más allá en una entrevista con Sky News cuando dijo: «Si queremos detener la fase caliente de la guerra, tenemos que tomar bajo el paraguas de la OTAN el territorio de Ucrania que tenemos bajo nuestro control». Ha dicho además que Ucrania no tiene fuerza para recuperar los territorios ocupados por la fuerza, habría que devolverlos «por la vía diplomática». 

Públicamente, Rusia sigue insistiendo en el reconocimiento de la totalidad de las cuatro regiones que ha ocupado parcialmente, y en que Ucrania nunca entre en la OTAN. En privado, sin embargo, las fuentes internas afirman que puede negociar los límites regionales y que aceptaría algún tipo de acuerdo de seguridad para Ucrania siempre que se mantenga neutral. Ahora la prensa rusa informó de que los gurús de las relaciones públicas del Kremlin están preparando la narrativa de que han conseguido una victoria.

El acuerdo entre el Kremlin y Corea del Norte ha hecho mella en la relación entre Rusia y China, aunque esta relación sigue siendo estratégicamente muy importante para ambas partes. Sin embargo, el hecho de que el régimen chino haya guardado silencio públicamente sobre la nueva alianza de Corea del Norte con Rusia y su implicación militar en Ucrania sugiere malestar en Pekín. China está intentando ahora poner algunos límites a su «acuerdo sin límites» a medida que desconfía más de la fiabilidad de Rusia como socio militar fuerte. 

Mientras que en varios países las nuevas fuerzas escépticas de la OTAN han ido ganando apoyos, la propia Rusia ha ido perdiendo aliados en su «esfera de influencia». Aparte del importante golpe asestado a los intereses rusos en Siria, ha perdido apoyo en Armenia tras su guerra con Azerbaiyán y se enfrenta a graves protestas antirrusas en Georgia. En el enclave prorruso de Abjasia, en Georgia, una protesta masiva ha obligado a dimitir al gobierno por su promoción de los negocios rusos. El presidente bielorruso Lukashenko llegó a decir este mes que si Rusia intenta anexionarse Bielorrusia, habrá guerra. 

Mientras China merma la influencia rusa en Asia Central, en Kazajstán, donde apenas un mes antes de la invasión rusa de Ucrania el régimen se apoyó en las fuerzas rusas para sofocar un levantamiento masivo, el presidente Tokayev desairó a Putin hablando en kazajo en una recepción oficial de éste. Rusia también ha molestado al régimen saudí al reclutar soldados Houthi de Yemen. Si Arabia Saudí aumentara la producción de petróleo, como amenazó el año pasado, sería desastroso para la economía rusa. 

¿A qué conducirá las negociaciones?

Estados Unidos ya no dice que no puede haber acuerdo sin Ucrania. La presión continuará durante los próximos meses para forzar las negociaciones. Lo más probable es que el resultado sea la congelación del conflicto a lo largo de los frentes actuales, un acuerdo para que Ucrania no entre en la OTAN al menos durante muchos años, un pacto de seguridad entre Ucrania y un grupo de aliados y, posiblemente, una zona desmilitarizada a lo largo del frente actual. 

La propuesta de Trump de nombrar al general retirado Keith Kellogg como enviado especial para Ucrania y Rusia hace que este enfoque sea más probable. Ha argumentado que se puede obligar a Ucrania a sentarse a la mesa amenazando con cortar todos los suministros de armas, y que se podría animar a Rusia reduciendo las sanciones. 

En Ucrania, naturalmente, habrá rabia por sentirse defraudados, por tener que enfrentarse a la continua ocupación rusa de partes del país, y los que aún vivan en las regiones ocupadas quedarán bajo un régimen militar autoritario. Al mismo tiempo, muchos se sentirán aliviados de que, tras tres años de guerra brutal, se establezca una especie de paz, con la esperanza de que pueda llevarse a cabo la reconstrucción. 

Pero no hay que hacerse ilusiones. Al igual que después de 2014, el Acuerdo de Minsk y el Formato de Normandía sólo pospusieron un conflicto armado mucho más intenso para el futuro, cualquier acuerdo en este momento sólo congelará la guerra por un tiempo, listo para que estalle de nuevo tal vez de una manera aún más brutal a medida que los conflictos entre las potencias imperialistas del mundo se profundicen en los próximos años. Al mismo tiempo, los organismos occidentales que estaban dispuestos a «apoyar a Ucrania» para resistir al imperialismo ruso no estarán tan dispuestos a ayudar en la reconstrucción de Ucrania, a menos que sea para obtener enormes beneficios.

Pero un periodo sin conflicto militar directo da a la clase obrera la oportunidad de extraer lecciones y construir una alternativa. Una alternativa de la clase obrera que entienda que ni la élite nacional, ni las potencias imperialistas son capaces, ni quieren defender el derecho de Ucrania a la autodeterminación. 

Al mismo tiempo, la clase obrera rusa también deberá pagar las consecuencias de la guerra. Ya hay indicios de que se está produciendo un cambio brusco en el estado de ánimo. Mientras que una encuesta Levada realizada en febrero seguía indicando un apoyo mayoritario a la guerra, en septiembre otra encuesta decía que el 49% de los rusos apoya la retirada inmediata de las tropas y las negociaciones. Después de la guerra, cuando los soldados regresen y se encuentren con que sus puestos de trabajo han desaparecido, la inflación es galopante y el gobierno lucha por superar las crisis causadas por la economía de guerra, habrá una demanda de respuestas. Esto creará una oportunidad para construir una auténtica resistencia de la clase obrera y, en alianza con los trabajadores de Ucrania y de todo el mundo, una fuerza poderosa capaz de defender el derecho a la autodeterminación y de oponerse al capitalismo y al imperialismo, las fuerzas que siguen arrastrando al mundo a la guerra.