Paros Feministas en México: Una mirada crítica

En febrero de 2020 la colectiva feminista “Primero Somos Mx” comenzó a difundir en redes sociales una propuesta para convocar un paro nacional el 9 de marzo. El cual tendría lugar un día después de las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. No fue hasta que la colectiva Las Brujas del Mar (una de las colectivas feministas más populares en México), difundieron la propuesta, que se hizo viral la convocatoria a paro y estudiantes y trabajadoras de todo México comenzaron a organizarse para llevar a cabo el paro. 

Escrito por Maite Olivares, Rosa México

La propuesta llamaba a “paralizar nuestras actividades para que se den cuenta que están dejando en el olvido al 52% de la población”, el objetivo de la misma sería propiciar “un día de reflexión, para revalorar nuestra existencia porque el lunes (9 de marzo) 10 mujeres y niñas no van a regresar a sus casas y tenemos que estar todos juntos entendiendo que la violencia la ejercemos todos desde los espacios unidos”. Si bien algunas colectivas mencionaron el gran impacto económico que tendría la actividad, la palabra “huelga” no fue mencionada en ninguna convocatoria. 

Se habló del paro de mujeres como una actividad de visibilización de la violencia de género, “simular la desaparición de toda la población femenina en el país como una respuesta a la ola de feminicidios que se viven en él”. Las Brujas del Mar llamaron a empresas, patrones y escuelas a respaldar y apoyar a las mujeres que decidieran participar en el paro, asegurándoles no descontarles su salario o no imponer sanciones académicas. 

La Universidad Autónoma de México emitió un comunicado en el que declaraban “unirse y solidarizarse” con todas las mujeres que decidieran parar, además de aclarar que no habría sanciones académicas ni económicas sobre ellas. De 2016 a 2020 la UNAM recibió 1486 denuncias de acoso y abuso sexual por parte de alumnas, maestras y empleadas de la institución. Sólo el 55% de los casos fueron investigados. En 2021, la Universidad aclaró que en su legislación el concepto de acoso sexual, no existía.  Múltiples empresas, centros de trabajo y escuelas, como la mencionada anteriormente, que eran conocidas por las condiciones de violencia de género que se vivían en ellas, se posicionaron a favor del paro. 

El 10 de marzo la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo de México cuantificó un impacto económico en torno a 1.200 millones de dólares en el sector de servicios económicos, un 15% superior a lo estimado, siendo la zona más afectada la Ciudad de México; la institución empresarial señaló que las mujeres representan alrededor del 40% de las actividades laborales en México, y que durante el paro nacional del 9 de marzo se registró una respuesta del orden de hasta el 70% en cuanto a negocios. Indicó además que; aunque los hombres se hayan presentado a laborar dicho día, diversas empresas tuvieron que cesar tempranamente sus actividades por falta de aprovisionamiento.

En mi preparatoria, la predominante mayoría de mujeres se hizo notar. Mis compañeros aprovecharon el “día de reflexión” llevando sus consolas de videojuegos y jugando GTA en los salones, pidiendo pizzas y jugando fútbol en el gimnasio. Los maestros y directivos no se opusieron a esto, y prácticamente fue como un día libre para ellos. Esto se dio en escuelas y centros de trabajo de todo México. 

Al año siguiente, las medidas adoptadas por la pandemia impidieron que el paro tuviera un impacto real, se propuso que las estudiantes pusieran un recuadro morado en su foto de perfil de zoom y que no participaran en clases, para enfatizar su “silencio”. Durante las medidas de aislamiento entre 2020 y 2021, las llamadas de auxilio a la línea de emergencia implementada por casos de violencia de género aumentaron un 31.5%, durante el primer mes de confinamiento el  Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) reportó un total de 339 muertes violentas de mujeres, el 2020 cerró con la estadística de 11 mujeres asesinadas al día.  

El carácter de “reflexión” pasiva del paro propuesto por estas colectivas no ha tenido ningún impacto significativo estos últimos dos años. El año pasado fue evidente que sólo las mujeres en posiciones privilegiadas participaban en el paro. En mi universidad, una universidad privada conocida por su carácter “progresivo”, sólo las estudiantes y maestras pararon. Tanto las trabajadoras de cafeterías, como personal de seguridad y limpieza asistieron al campus a llevar a cabo su jornada laboral como siempre. Este año, varias colectivas han comunicado que no formarán parte del paro, llamando en lugar de éste a un día de acción, más que de “simular la ausencia”. 

Así mismo, es importante mencionar que Las Brujas del Mar es una colectiva sumamente transfóbica y con vínculos al Partido Acción Nacional, que en múltiples ocasiones ha justificado ataques a la comunidad trans por parte de feministas radicales, y que constantemente difunde información falsa para fomentar el odio a la comunidad. Este tipo de colectivas, transfóbicas, liberales y con lazos con la derecha, tienen bastante popularidad entre mujeres jóvenes por acciones como el paro. Son acciones que logran generar mucho ruido, pero en realidad son vacías.

El uso de la palabra “paro” y no “huelga” dejó en claro que la acción no tenía un carácter de clase. El cese de actividades por parte de las mujeres no fue acompañado por una movilización masiva de nosotras. No le exigimos a los hombres unirse a nuestra causa y asumir su papel en la lucha contra el patriarcado. El darle lugar a la ausencia fue quitarle el lugar a la toma de espacios, fue abandonar las herramientas de lucha de la clase trabajadora y la confrontación directa. Es por eso que el paro no causó un impacto del tamaño que el 8M ha tenido. Mientras que las marchas, eventos, acciones disruptivas e iconoclastia convocadas por las distintas agrupaciones feministas han logrado un gran cambio en la conciencia del país e importantes avances en materia de la legalización del aborto, el paro se ha convertido en un claro acto performativo del feminismo liberal.