El proceso de militarización en México
El empoderamiento de los cuerpos de seguridad de los estados burgueses en diferentes zonas del mundo no es una serie de casualidades, sino que es resultado de la crisis actual del modo de producción capitalista. Por ello es que vemos su desarrollo, en diferentes velocidades, a lo largo del mundo.
Escrito por Josafat Arrieta, Alternativa Socialista (ASI en México).
Uno de los temas más relevantes en materia de seguridad en México durante las últimas dos décadas ha sido el llamado proceso de militarización de la vida pública en México. Desde 2006, con la declaratoria de guerra al crimen organizado por parte del expresidente panista Felipe Calderón, es innegable que las Fuerzas Armadas (tanto Ejército, Marina y Fuerza Aérea) de México han comenzado a participar en tareas en las que previamente no estaban facultados para hacerlo, principalmente las tareas de seguridad interior. El involucramiento de las FFAA en estas tareas ha generado polémica y desde las diversas fuerzas de la izquierda en el país se comenzó el reclamo por desmilitarizar la seguridad interior del país y regresar al Ejército y Marina a sus cuarteles.
El propio López Obrador, sus simpatizantes y, más adelante, Morena fueron partícipes en las múltiples campañas y movilizaciones entre 2006 y 2017 que exigían frenar el proceso de militarización puesto en marcha por Calderón y sostenido por Enrique Peña Nieto. Tal es el caso que incluso el propio Obrador declaraba que en cuanto llegara a la presidencia, regresaría al Ejército a sus cuarteles en 6 meses. Sin embargo, el discurso de Morena y AMLO cambió al arrancar la carrera presidencial de 2018. Propuestas como la de crear un cuerpo de policía militarizada, como lo es la Guardia Nacional, y un discurso que enunciaba a las FFAA como “pueblo uniformado” y herederos de la lucha de la Revolución Mexicana, daban señales de un cambio abrupto en la propuesta del candidato de la izquierda reformista respecto al tema de seguridad interior.
Durante el gobierno actual las FFAA no sólo han mantenido su presencia en tareas de seguridad interior, labor para la que el número de efectivos desplegados ha pasado de 54,000 en 2018 a 90,000 en 2021. También han obtenido el beneficio de administrar obras públicas federales y las aduanas nacionales o la administración de la Guardia Nacional, pero también se han mostrado como una fuerza capaz de presionar a los poderes del Estado burgués e influir en sus decisiones. Así lo comprueba el comportamiento del gobierno federal en los casos de investigación contra Salvador Cienfuegos y, más recientemente, la decisión de la FGR de no continuar con las investigaciones contra 16 oficiales por su presunta participación en el crimen de Ayotzinapa en septiembre de 2014.
Es claro que el discurso anti militarización que proclamaban AMLO y Morena antes de asumir la administración del Estado ha quedado en el pasado. E incluso, el gobierno actual ha tratado de justificar el mayor despliegue de elementos militares en territorio nacional y el empoderamiento de las FFAA, argumentando que el Ejército y la Marina gozan de popularidad entre las masas populares y que mayor despliegue de fuerzas generará mayor seguridad en zonas conflictivas, aún cuando las cifras de violencia y los testimonios de víctimas de abusos por parte de las FFAA demuestran que muchas veces esto no es del todo cierto.
Sobre la militarización
A pesar de ello, para entablar un debate serio respecto a esta cuestión, debemos evitar caer en la trampa discursiva de la derecha y la izquierda liberal y pequeñoburguesa, que pretenden construir la idea de que López Obrador ha militarizado al país. Pues si bien es cierto que, como se ha mencionado anteriormente, el actual gobierno ha ampliado las facultades y tareas de las FFAA, y por lo tanto contribuido al empoderamiento de los cuerpos de seguridad del Estado Mexicano, ni este proceso puede entenderse como resultado del gobierno de Obrador, ni es exclusivo de México.
Si queremos hablar de militarización, debemos comenzar a tener claro de qué hablamos. La militarización es un proceso que implica tanto el propio despliegue de efectivos militares, el uso de equipamiento o tácticas militares para cumplir con tareas de seguridad interior por parte de un Estado o la incrustación de elementos militares en la administración del Estado. Así mismo, no se limita sólo al despliegue por sí mismo, sino también abarca el marco legal y el discurso que permite dichas prácticas.
Debemos tomar distancia también de aquellas lecturas que entienden el proceso de militarización como resultado de la voluntad de uno u otro actor de la política de su respectivo Estado-Nación. Este enfoque equivocado lleva a la conclusión de que entonces, para frenar y revertir el proceso de empoderamiento y despliegue de las FFAA, es necesario sólo cambiar al actor político en turno. Sin embargo, el propio caso de México demuestra que el proceso ha continuado, e incluso se ha profundizado, durante 3 sexenios, mismos en los que han gobernado 3 distintos partidos políticos, dos de ellos de la derecha neoliberal y uno de la centro-izquierda nacionalista.
Del mismo modo, el entender el problema de la militarización como resultado de voluntades de actores nacionales, impide ver la complejidad del problema más allá de las propias narices de quienes enuncian esta idea. Por ello es necesario ver qué pasa fuera de las fronteras del país que habitamos. Ello nos permitirá ver que las tendencias de militarización se extienden más allá de México e incluso América Latina. Tal es el caso, por ejemplo, de Alemania, país que recientemente estableció un nuevo Comando Territorial de Mando y Control de la Bundeswehr (TerrFüKdoBw), que permitirá coordinar la participación de las FFAA en tareas de seguridad interior. Otro ejemplo es el revivir que ha tenido la tendencia de rearme o de fortalecimiento de alianzas militares en Europa, una zona que, hasta ahora, se caracterizaba por destinar pocos recursos a sus FFAA.
El empoderamiento de los cuerpos de seguridad de los estados burgueses en diferentes zonas del mundo no es una serie de casualidades, sino que es resultado de la crisis actual del modo de producción capitalista. Por ello es que vemos su desarrollo, en diferentes velocidades, a lo largo del mundo. Quizá en algunos casos, como el de México, sea mucho más sencillo de señalar, pero que no sea tan fácilmente identificable no quiere decir que no exista un proceso similar en otros Estados-Nación.
No es la primera vez que los Estados burgueses tienden a reforzar a sus cuerpos de seguridad ante un proceso de crisis profunda del modo de producción capitalista. Ni tampoco este proceso es una anomalía de la democracia burguesa. Al final, es necesario comprender que los cuerpos de seguridad del Estado cumplen con la función de proteger la propiedad privada y el componente de clase de la actual forma de organización y en momentos de crisis e inestabilidad generalizada, como la que atraviesa hoy el mundo, la burguesía buscará fortalecer al Estado y sus cuerpos de seguridad, a fin de mantener el control y el orden social existente.
¿Qué hacer?
Con esto no se busca lavar culpas al actual gobierno mexicano. Ni se pretende dar a entender que, como nos enfrentamos a un problema más complejo del que se suele presentar, no hay nada que hacer. La intención de estas palabras es la de alejar las críticas al proceso de militarización en nuestro país de los moralismos y las perspectivas pequeñoburguesas y comenzar a apuntar hacia la verdadera raíz del problema. Ello permitirá poner las consignas correctas y comenzar a trabajar en un programa que realmente presente una posición antimilitarista, alrededor del cual la clase trabajadora pueda organizarse.
¿Debemos oponernos al proceso de militarización? Sí. Pero debemos hacerlo con un enfoque trancisional. Enfrentarnos a este problema con esta táctica nos abre las puertas para plantear sí la necesidad de organizarnos y movilizarnos en contra del empoderamiento de las FFAA, al mismo tiempo que explicamos a las masas que para verdaderamente frenar el proceso de militarización hay que luchar por la destrucción del Estado y el orden social burgués y la construcción de un mundo nuevo, un mundo socialista.