El movimiento estudiantil se reactiva, ¡por una organización de las y los estudiantes!
En meses recientes hemos sido testigos de una nueva oleada de luchas estudiantiles. En distintas universidades y centros de estudio, las y los jóvenes nuevamente toman acciones encaminadas a la luchar contra los abusos, omisiones y negligencias de las autoridades universitarias. Al momento de escribirse este artículo, 4 escuelas y una vocacional del Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma de Chapingo y la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM se mantienen en paro. Mientras que también el Conservatorio Nacional de Música, el CCH Oriente y la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM han atravesado por procesos de movilización estudiantil en los últimos días.
Escrito por Hugo Gamboa y Josafat Arrieta, Alternativa Socialista (ASI en México)
Durante la pandemia pudimos observar el desarrollo de movimientos como el #UNAMNoPaga que denunciaba los abusos laborales contra profesores de asignatura y el adeudo de pagos. Este movimiento puso en paro total a 23 planteles de la UNAM. Si bien el ambiente de clases en línea no era el idóneo para la organización y movilización de estudiantes y profesores, es importante destacar que aún así el movimiento fue capaz de ganar relevancia y convertirse en una piedra en el zapato para las autoridades universitarias.
Sin embargó tras el regreso a clases presenciales, después de 2 años de pandemia, la situación no ha mejorado. Las denuncias de prácticas de corrupción, el mal estado de las instalaciones universitarias, la suspensión de actividades deportivas y culturales, la necesidad de ampliar matrícula, los actos de transfobia en las universidades y las omisiones de las autoridades frente a casos de violencia sexual y de género en los planteles, han sido el combustible que hoy nuevamente ha encendido de nuevo la pradera. Sin embargo, el movimiento estudiantil debe sacar lecciones de sus experiencias recientes y pasadas si quiere arrebatarle victorias a las autoridades.
Todo esto se ha dado en apenas 4 semanas de clases, cuando los alumnos pudieron regresar a las aulas presenciales y ver la situación en la que están las universidades. Un ejemplo son los mensajes transfóbicos que se dejaban ver en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras, como también el ataque a los vendedores, por parte de Seguridad Universitaria de la UNAM, que se mantienen afuera de las instalaciones. Ante estos, y otros hechos, las y los estudiantes organizaron una asamblea el día 1 de septiembre para plantear estas problemáticas y buscar una solución.
Cabe recalcar que a punto de culminar la asamblea, un pequeño grupo tomó la Facultad de Filosofía y Letras, con la premisa de que “se llevará una mesa de discusión con los directivos para una resolución de hechos”. De los temas a discutir, se llegó a la solución del restablecimiento del café zapatista y las personas que venden productos dentro de la facultad; también la inauguración del baño neutro. Aunque precisamente, fueron las exigencias del grupo que declaró el paro y no de toda la comunidad estudiantil.
Es importante tener claro que hay que luchar por la ampliación de matrícula y por la transparencia en el gasto del presupuesto, como lo demandan las y los compañeros del Politécnico Nacional. Nos queda claro que la violencia transfobica y el cierre de espacios de la comunidad universitaria no puede permitirse, como gritan las y los alumnos de Filosofía y Letras. Así como tampoco es posible que las autoridades amedrenten a alumnas y alumnos con tomar acciones legales por promover actividades estudiantiles, a la vez que mantienen los servicios de enfermería, biblioteca y las instalaciones en mal estado, como en Ciencias Políticas y Sociales. Pero es igual de importante el dotar a la comunidad universitaria de una herramienta que le permita permanecer organizada más allá de la coyuntura actual y ser capaz de defenderse cuando los nuevos ataques lleguen.
Es fundamental que para conquistar estas demandas y plantearse la posibilidad de conquistar nuevas victorias en un futuro, el movimiento debe abandonar el espontaneismo con el que suele actuar y tomar con seriedad el uso de las herramientas que tenemos a nuestro alcance para dar la batalla. Necesitamos construir una organización estudiantil amplia a través de la cual el movimiento pueda permanecer organizado, reivindicar demandas y agitar para preparar el terreno y hacer de los paros y la movilización universitaria verdaderas armas que pongan en jaque a las autoridades. La acción reactiva ante los abusos de las autoridades, la corrupción y la omisión de las universidades ante las demandas estudiantiles puede servir hasta determinado punto, pero a largo plazo termina desgastando al movimiento y no genera una dinámica democrática y de movilización que involucre al conjunto de la comunidad universitaria. A ello se suma el que las autoridades hoy darán ciertas concesiones, pero mañana o pasado, intentarán de nueva cuenta limitar las conquistas logradas con lo que el movimiento tendrá que nueva mente reconstruirse a partir de cero. Con esto, la valiosa experiencia acumulada por las y los compañeros que han protagonizado luchas en el pasado se desvanece, de modo que de nuevo el movimiento se enfrenta a un tortuoso recomienzo.
El periodo actual ha dejado ver que puede ser un campo fértil para la lucha en los centros de estudio y, a pesar de las limitaciones actuales del movimiento, las y los estudiantes han podido mostrar pequeños destellos de lo que pueden llegar a conseguir a través de una organización más profunda. El movimiento estudiantil tiene un carácter político y no se encuentra desvinculado del panorama al exterior de las universidades y planteles de las instituciones educativas, al contrario, puede jugar un rol determinante si encuentra la forma de vincularse con las luchas de otros sectores de la clase trabajadora. Debemos reorganizar al movimiento y dotarlo del carácter combativo que lo ha caracterizado a lo largo de su historia.