1921: levantamiento de los marineros de Kronstadt

El levantamiento de los marineros en Kronstadt, una isla fortaleza frente a San Petersburgo (entonces Petrogrado) sucedió en marzo de 1921. Este evento es muy relevante para quienes defienden la idea de que no solo bajo el mandato de Stalin una dictadura brutal gobernó a los trabajadores en la Unión Soviética, sino que ya bajo el liderazgo de Lenin y Trotsky se podía ser testigo de ello. 

Escrito por Marcus Hesse, Sozialistische Alternative (ASI en Alemania)

El mito antibolchevique cumple 100 años

Leon Trotsky describió la represión como una “trágica necesidad”. Los hechos que se conocieron después de la apertura de los archivos soviéticos apoyan este punto de vista. Un verdadero hito en la investigación sobre el tema es la colección de fuentes en dos volúmenes “La tragedia de Kronstadt”, publicada en Rusia en 1999, que contiene numerosos documentos previamente inexplorados. Una revisión seria de los eventos es importante, especialmente porque “Kronstadt 1921” sigue siendo un punto de referencia que crea identidad para la crítica de “izquierda” al bolchevismo, especialmente por parte de anarquistas y “comunistas concejistas”. Ellos defienden que los bolcheviques encarnaron la degeneración de la revolución en ese momento, mientras que los rebeldes supuestamente encarnaron la “auténtica democracia de los soviets”. Esta “apropiación progresiva” del levantamiento contra el Partido Comunista es difícil de mantener si se examinan seriamente los hechos y los acontecimientos.

La Revolución de Octubre en Rusia se llevó a cabo con la expectativa de que otros países hicieran lo mismo. Pero el poder soviético permaneció aislado, una guerra civil, el hambre y las epidemias diezmaron a la población. En el invierno de 1920/21 el Ejército Rojo había triunfado, pero el país estaba devastado, ciudades como Moscú y Petrogrado perdieron una gran parte de la población y las fábricas no producían casi nada. 

Las primeras huelgas y levantamientos campesinos tuvieron lugar en 1918. En febrero de 1921 llegaron al agotado bastión revolucionario de Petrogrado. Fuerzas como los mencheviques y socialrevolucionarios (SR), que se opusieron a la revolución socialista desde 1917, aprovecharon la decepción de las masas. Debido a que las fábricas ya no podían producir suficientes bienes industriales y las ciudades pasaban hambre. Durante la guerra civil, los bolcheviques requisaron granos a los campesinos, pero les otorgaron tierras en 1917 y podían hacer lo que quisieran con ellas. En esta fase, conocida como “comunismo de guerra”, los comunistas se apoyaron principalmente en los trabajadores industriales de las ciudades, pequeños propietarios, trabajadores agrícolas y los pobres del interior y las aldeas. 

Es cierto que Lenin y Trotsky presionaron por mayores concesiones a las masas de pequeños y medianos terratenientes en esta etapa temprana, pero la situación de la guerra civil (que se caracterizó por el hecho de que la industria no tenía nada que ofrecer al campesinado a cambio de sus productos) no lo permitieron. Esto continuó creando tensión entre los bolcheviques y estos sectores. Mientras se avanzaba contra el Ejército Blanco, que quería devolver a los terratenientes sus tierras, la masa del campesinado luchaba con entusiasmo del lado de los bolcheviques y llenaba las filas del Ejército Rojo. Pero cuando la contrarrevolución fue derrotada, volvieron a estallar los conflictos entre el estado obrero y los pequeños propietarios campesinos. 

En 1920/21, el partidario del ala derechista del SR, Antonov, dirigió un ejército”verde” campesino contra el Ejército Rojo en la provincia de Tambov, exigía la reintroducción de la economía de mercado y el regreso al parlamentarismo, mientras ejecutaba a los comunistas y sus familias. Hubo muchos levantamientos campesinos locales en todo el país, varios agricultores dirigieron su odio contra “los comunistas” y, especialmente, contra los “comisionados” (funcionarios comunistas). Desde que el Partido Bolchevique se rebautizó a sí mismo como “Partido Comunista” en 1918, términos como “bolcheviques” y “poder soviético” erasn positivos a los ojos de muchos campesinos, pues en 1917 todavía defendían la distribución de la tierra a los campesinos. Mientras que “los comunistas” y sus “comisionados” confiscaron su grano durante la guerra civil para alimentar a las ciudades. 

Hacia el final de la guerra civil quedó claro que algo tenía que cambiar. La una vez animada democracia de los soviets flaqueó. Los trabajadores estaban cansados, exhaustos, sufrían epidemias y pasaban hambre. Eso paralizó la iniciativa de las masas desde abajo. Sin embargo, la situación era contradictoria: los funcionarios del Partido Comunista, debido a la guerra civil y la crisis, a menudo tomaban las decisiones por sí mismos, de arriba a abajo. Además, el PC se había convertido en el partido dominante y en muchos casos el único en los soviets y comités de fábrica, ya que el SR, los mencheviques y muchos anarquistas se habían armado, en algunos casos, contra el poder soviético y, por tanto, fueron excluidos de los mismos. Sin embargo, todavía había un debate animado y abierto en el PC sobre el papel de los sindicatos, el cambio de política económica y la democratización tras el fin de la guerra civil. Los marineros insatisfechos tomaron esto a su manera en 1921

La crisis de febrero de 1921

El hambre y el resentimiento político provocaron huelgas en las principales ciudades en febrero de 1921. Los todavía relativamente privilegiados trabajadores metalúrgicos recibían 800 gramos de pan al día, otros sólo recibían una ración diaria de 200 gramos (Paul Avrich, Kronstadt, p. 23). Las fábricas apenas funcionaban y la mano de obra se iba al campo a comprar víveres. Muchos se llevaron piezas de máquinas y herramientas para intercambiarlas por alimentos en las aldeas. La milicia obrera y el servicio secreto soviético “Cheka” intentaron evitar este comercio en el mercado negro, que condujo a agudos conflictos con los trabajadores (incluidos los miembros del sindicato y del partido). Una crisis de combustible provocó el cierre de muchas fábricas. Aparecieron nuevamente mencheviques que pedían la vuelta al parlamentarismo. Además, ocasionalmente surgían consignas antisemitas entre los trabajadores más atrasados políticamente. 

En su trabajo sobre el levantamiento de Kronstadt, el historiador anarquista Paul Avrich describió que el pánico que se apoderó de la comunidad judía de Petrogrado en 1921. Por temor a los pogromos, se dirigió al Comité de Defensa Bolchevique del Soviet de Petrogrado, dirigido por Zinoviev. Los bolcheviques tenían las fábricas acordonadas militarmente y detenían a los principales mencheviques y agitadores de otros partidos y anarquistas. La mayoría de las veces, sin embargo, las discusiones lograron evitar una mayor escalada. La situación obligó a que se aumentaran las raciones de alimentos de los trabajadores. La comida necesaria para esto fue recolectada de los agricultores por medio de tropas armadas de abastecimiento de una manera similar al “comunismo de guerra”. Los partidarios del levantamiento de Kronstadt afirmaron que este se encontraba en consonancia con las huelgas de los trabajadores de Petrogrado, pero olvidan que en Kronstadt se exigía el libre comercio de cereales, lo que contradecía el interés de los trabajadores de las ciudades por un suministro mejor y más rápido de alimentos. Además, las huelgas en Petrogrado ya habían terminado para cuando estalló el levantamiento en Kronstadt.

La base naval se rebela

Kronstadt fue un bastión revolucionario en 1917, con muchos marineros luchando en el frente en la guerra civil. Trotsky había llamado a los marineros radicales el “orgullo de la revolución”. El núcleo duro de los insurgentes en 1921, sin embargo, estaba formado por marineros de origen rural y campesino, que habían desarrollado un odio hacia los funcionarios comunistas por la confiscación de cereales durante la guerra. 

En particular, la tesis presentada por Trotsky y otros de una composición diferente de los marineros en el período previo al levantamiento de Kronstadt es cuestionada por algunos investigadores. En 2002, el historiador Israel Getzler quiso mostrar en su libro “Kronstadt – El destino de la democracia soviética” que la mayoría de los insurgentes en 1921 ya estaban en la Flota del Báltico en 1917. De hecho, la composición de la guarnición fue más variada ese año. Lo que está claro, sin embargo, es que la proporción de comunistas activos entre los marineros cayó hacia el final de la guerra civil. Además de las razones políticas, las causas de ello a menudo eran banalidades: inactividad política, sentimientos religiosos o cuotas de afiliación impagas. La alienación fue particularmente grande entre los marineros de familias campesinas, especialmente si provenían de las áreas más ricas y ricas en granos del sur de Rusia y Ucrania. 

Otros marineros entre los aproximadamente 16.000 infantes de marina de Kronstadt se mantuvieron fieles a sus convicciones comunistas y leales al gobierno soviético. Esto provocó fuertes tensiones dentro de la guarnición: muchos marineros se negaron a participar en el levantamiento y tomaron una posición audaz contra él. Los marineros de 1917 no creían en la demanda de “libertad para todos los partidos socialistas”, sabían del papel negativo que habían jugado los socialrevolucionarios y los mencheviques en la revolución y la guerra civil. Por ello fueron sometidos a represión por parte de los rebeldes o tuvieron que ver que salían abandonar la isla.

En una tumultuosa reunión el 1 de marzo, en la que se les gritó a los oradores del Partido Comunista (a quienes inicialmente se les permitió unirse a la discusión), se formó un “Comité Revolucionario Provisional” no electo, encabezado por el marinero Stepan Petrichenko, que en sus resoluciones giró en una violenta llamada a la “Tercera Revolución”. Petrichenko era un viejo anarquista, que había pasado también por el SR  e incluso había sido afin a los bolcheviques. El comité se consideró conscientemente no partidario y propagó la idea de “soviets sin partidos”. De hecho, además de bolcheviques renegados y anarquistas, entre los rebeldes había miembros del SR, mencheviques, “socialistas populares” de derecha y simpatizantes del Partido Cadete burgués. Además, entre ellos también estaba el ex general zarista Koslowski, que no era miembro del Comité Provisional, pero estaba involucrado como asesor militar y comandante de la artillería.

La exigencia de una nueva elección de los soviets se convirtió rápidamente en el lema “¡Soviets sin comunistas!”. Paul Avrich y otros señalan correctamente que este lema no era de carácter oficial, pero esa era la quintaesencia de todas las demandas de los marineros amotinados. De una u otra forma, la expulsión de los comunistas de los soviets y del poder en todo el país fue mencionada repetidamente como el objetivo declarado del levantamiento en las editoriales del “Izvestia”, el periódico del levantamiento. 

El comité arrestó a los cuadros del PC y amenazó con fusilarlos. En la literatura de los defensores del levantamiento se afirma reiteradamente que los rebeldes no le tocaron ni un pelo a los cuadros del Partido Comunista (300 de ellos detenidos en total) y apuntan a una resolución, según la cual la pena de muerte debía ser rechazada y la vida de los presos vista como algo “sagrada”. Pero a partir de los documentos mostrados en “La tragedia de Kronstadt”, hoy sabemos que hubo consideraciones de deshacerse de los comunistas capturados, lo que incluía fusilamientos que solo no se llevaron a cabo porque el Ejército Rojo avanzaba y se temía represalias ante la previsible derrota. El anarquista y director de la prisión (¡había esta combinación en Kronstadt!) Stanislaw Shustov pidió públicamente la ejecución de los comunistas que estaban en la prisión de la guarnición amotinada durante el levantamiento (Tragedia de Kronstadt, vol. I, p. 40) 

En la reunión del 1 de marzo, que tuvo lugar en el fondeadero frente a los dos buques de guerra “Petropavlovsk” y “Sebastopol”, Kuzmin y Kalinin hablaron en nombre del gobierno. Aparentemente, no eran demasiado hábiles, pues desestimaron y amenazaron a los rebeldes con represalias, lo que solo encendió aún más los ánimos. El 2 de marzo, el gobierno soviético calificó oficialmente el levantamiento como una “conspiración contrarrevolucionaria de la Guardia Blanca”. Quizás un enfoque más hábil y honesto por parte de los representantes del poder soviético podría haber aliviado la situación e impedido que miles de marineros y algunos civiles se unieran a un levantamiento armado anticomunista. Como muestran los informes de testigos contemporáneos, se ejerció una presión masiva sobre los miembros del Partido Comunista en Kronstadt. para declarar públicamente su retirada del “Partido de los Verdugos de Rusia”. Las renuncias se imprimieron en el periódico de los insurgentes. El “Comité Provisional Revolucionario” en torno a Petrichenko impuso el 3 de marzo el estado de emergencia y el toque de queda para toda la ciudad fortaleza con sus 26.000 habitantes, que se convirtieron así en rehenes de los rebeldes.

El programa de los insurgentes

El 1 de marzo, se adoptó la famosa resolución de 15 puntos en la reunión de 16.000 marineros que se considera comúnmente como el comienzo del levantamiento abierto. A primera vista, esta parece progresista y muchos lo ven como una prueba de que los marineros defendían los objetivos socialistas y la democracia obrera. Se pidió la reelección de los soviets, lo que en sí mismo era completamente aceptable. A primera vista, muchas de sus demandas se basaban en la restauración de la democracia de los soviets. Se exigía la libertad de prensa para todos los partidos socialistas (incluidos los SR de derecha y los mencheviques, quienes estaban en el poder antes de la Revolución de Octubre y habían perseguido a los bolcheviques). También se pedía raciones de alimento iguales para todos, pues durante la guerra civil hubo raciones especiales para técnicos, líderes políticos y oficiales. Eso efectivamente había sido una ruptura con los principios socialistas, pero era una necesidad económica si uno quería usar su experiencia y habilidades. En ese momento había un tope de salario máximo entre los miembros del partido en posiciones de liderazgo. Y las raciones de alimentos más altas estaban pensadas para que los funcionarios del Partido Comunista pudieran llevar a cabo su trabajo diario, a veces hasta por 16 horas al día. En general, a diferencia de los trabajadores de Petrogrado, los marineros insurgentes estaban adecuadamente alimentados. Al mismo tiempo, sin embargo, los insurgentes pedían un libre comercio de granos, una demanda que correspondía claramente a los intereses de los propietarios y difícilmente hubiera beneficiado a las masas trabajadoras hambrientas. El programa de los marineros estaba lleno de contradicciones en todos los sentidos. 

En cualquier caso, la afirmación de los “comunistas concejistas” y anarcosindicalistas de que el levantamiento es la última rebelión del proletariado contra el “capitalismo de estado” bolchevique (afirmación del comunista concejista holandés Cajo Brendel) es políticamente absurda. El tono de los insurgentes se volvió cada día más agresivo, alimentado por la difusión de rumores de represión en Petrogrado. También hay que considerar que organizaciones abiertamente contrarrevolucionarias se pusieron en contacto con los rebeldes.

El fuerte golpe contra el Partido Comunista y la demanda de libre comercio en particular tuvieron un enorme poder explosivo. Estos puntos fueron fuertemente enfatizados y expresaron de manera concisa el carácter campesino del levantamiento. En el periódico de la revuelta, “Izvestia”, se afirmó que “el gobierno de los comisionados comunistas” era peor que el del zar. El hecho de que los insurgentes podían ser cualquier cosa menos izquierdistas se demostró por el hecho de que los editores no evitaban la publicación de llamadas antisemitas desenmascaradoras. En la colección de fuentes “La tragedia de Kronstadt”, se cita como ejemplo de este estado de ánimo entre los insurgentes una carta del marinero Dmitri Jurin fechada el 4 de marzo, que cayó en manos del Ejército Rojo. Allí dice: “Hemos perseguido a los comunistas, Ya no tenemos comunistas, ahora solo tenemos el poder del soviet. Aprobamos una resolución aquí en Kronstadt para desterrar a todos los judíos a Palestina, para que no haya tal horror aquí. Todos los marineros gritan “¡Abajo los judíos!”, ¡Ya hemos tenido suficientes en los últimos años y hemos tenido suficiente de los comunistas durante cuatro años! ” (Tragedia de Kronstadt, vol. I., p. 119)

La ideología política de los insurgentes, que fue moldeada por una cruda mezcla de anarquismo, prejuicios pequeñoburgueses, populismo campesino y nacionalismo, está bien documentada, como todos los contenidos del periódico insurreccional “Izvestia” con sus artículos e incluso los poemas que en él figuran. son conocidos y legibles. A menudo hablan por si mismos. Por ejemplo, el 9 de marzo, escribieron en una apelación: 

El gobierno comunista ha traído miseria, hambre, frío y todo tipo de desgracias sin precedentes a toda Rusia. […] Los comunistas no te necesitan, necesitan tener poder sobre ti para poder esclavizar a la gente para su propio bien en el futuro también… para destruir la vida familiar, ¡nuestros gobernantes introdujeron los comedores comunales!” 

Kool / Oberländer, Workers ‘Democracy and Party Dictatorship, Munich 1972, págs.417 y 489

El 11 de marzo: 

Surgió una nueva servidumbre comunista: el campesino se convirtió en un sirviente de los sovkhoz [bienes estatales], el trabajador se convirtió en un asalariado en una fábrica estatal

¡Levántense, campesinos! / Se desprende un nuevo amanecer / Nos sacudiremos las cadenas de Trotsky / y del zar Lenin

Ibid., p. 510

El historiador anarquista Paul Avrich analizó -aunque simpatizaba con los marineros en su conjunto- bien su nacionalismo, su ignorancia y desinterés por los acontecimientos revolucionarios del mundo real. A pesar de los ocasionales llamamientos abstractos al “proletariado internacional” y la “revolución mundial”, el comunismo fue descrito como “ajeno”. Durante los primeros días se notó que Trotsky y Zinoviev, quienes, como judíos de nacimiento, eran imágenes particularmente enemigas, fueron atacados directamente. Lenin y Kalinin fueron inicialmente excluidos porque eran “verdaderos rusos”. Sólo cuando describieron a los rebeldes como “conspiradores de la Guardia Blanca”, el odio de los marineros rebeldes se dirigió contra ellos personalmente.

Los rebeldes consideraban a los “soviets reales” (sin partidos y especialmente sin comunistas) como “órganos del pueblo”, pues los comunistas y los comisionados eran un enemigo perturbador. Al hacerlo, la gente de Kronstadt estaba muy claramente vinculada a ideas reaccionarias. Sin embargo, los rebeldes de Kronstadt también rechazaron el parlamentarismo y la Asamblea Constituyente, que pedían los mencheviques y los socialrevolucionarios. Por ello es que Lenin se equivocó aquí cuando llamó al levantamiento de marzo de 1921 un “levantamiento por la Asamblea Constituyente”.

Cualquiera que examine las crudas ideas de los líderes insurgentes se dará cuenta rápidamente de que esta rebelión en su conjunto no tuvo una orientación progresista y ciertamente no representó un avance del socialismo. Ahora estas marineros tenían la importante fortaleza naval en sus manos, con artillería pesada y numerosos buques de guerra aún en la bahía congelada. 

El Ejército Rojo contraataca

Ante los eventos, el gobierno soviético tuvo que responder rápidamente. Los intentos de mediar, incluido el de la anarquista Emma Goldman y su camarada Alexander Berkman, fracasaron. Finalmente, el 5 de marzo, Trotsky dio a los rebeldes un ultimátum para que se rindieran. La falsa afirmación, a menudo citada, de que Trotsky los amenazó con “querer derribarlos como perdices” se reproduce repetidamente en los artículos hasta el día de hoy. Sin embargo, esta amenaza concisa, que no fue precisamente útil, aparentemente, apareció en un folleto lanzado en Kronstadt por el Comité de Defensa del Soviet de Petrogrado, que estaba encabezado por Zinoviev. Los insurgentes querían ganar tiempo hasta que el hielo de la bahía se derritiera y sus buques de guerra tuvieran paso libre a Petrogrado. Entonces no había más tiempo, el 7 de marzo 17.000 soldados del Ejército Rojo, con fuego de artillería en contra, cruzaron la bahía congelada hacía la fortaleza. Fueron necesarias varias oleadas de ataques, ya que los insurgentes podían fácilmente derribar a las tropas que avanzaban desprotegidas. Al final, Trotsky y Tukhachevsky decidieron también utilizar aviones, que lanzaron incendiarias y bombas sobre la fortaleza.

En la literatura antibolchevique se afirma a menudo que hubo deserciones masivas por parte de los soldados atacantes del Ejército Rojo. De hecho, esto sucedió ocasionalmente, pero sólo en raras ocasiones por razones políticas, la razón principal fue el comprensible temor por la propia vida ante esta peligrosa misión. Las deserciones también rara vez tuvieron un origen por conclusiones progresistas, pues varios soldados desertores del Ejército Rojo de origen campesino se negaban a luchar por “los judíos” y, por lo tanto, fueron reemplazados por cadetes confiables (Kursantiy) miembros de la Komsomol.

Entre los insurgentes, los agitadores también intentaron romper las filas del Ejército Rojo con consignas antisemitas, afortunadamente, eso no funcionó. (Tragedia de Kronstadt, vol. I. ) Que en la propia Kronstadt no todos los marineros, e incluso más civiles estaban detrás del levantamiento, también lo demostró el hecho de que cuando el Ejército Rojo entró, la tripulación de uno de los fuertes se rindió sin luchar. Algunos marineros incluso se pusieron del lado del Ejército Rojo de forma activa y armada. (Avrich, p. 209 y sigs.)

 El 18 de marzo, el levantamiento fue derrotado después de un sangriento combate casa por casa con enormes pérdidas. La ofensiva costó la vida a unos 10.000 soldados leales del Ejército Rojo, 300 delegados del X Congreso del Partido Comunista de Rusia que se habían unido voluntariamente a ellos en una muestra de sacrificio e incluso miembros de la “Oposición Obrera” y los “Centralistas Democráticos”, que eran críticos duros del gobierno soviético, pero reconocían el carácter contrarrevolucionario del levantamiento de Kronstadt. Alexandra Kollontai, quien había tenido diferencias con Lenin y Trotsky, pidió a sus partidarios de la “oposición obrera” que participaran en el asalto. Desde un punto de vista político eso no fue sorprendente, porque ella y su facción también estaban, a diferencia de Lenin y Trotsky, en principio en contra de las concesiones al comercio privado y al campesinado. El hecho de que los delegados del congreso del partido gobernante arriesgaran sus vidas en la batalla muestra claramente que el partido aún no estaba completamente burocratizado y podía contar con miembros que estaban dispuestos a hacer sacrificios, incluso en posiciones de liderazgo. Los delegados lucharon arma en mano y sirvieron también como agitadores.

Las consecuencias políticas

Los insurgentes tuvieron muchas menos bajas, pero algunos de ellos fueron encarcelados y varios cientos fueron ejecutados. A partir de 1923, varios miles de ellos fueron llevados de las prisiones en Solowezki, la isla prisión en el Mar Blanco, que se considera el primer campo tipo Gulag. La mayoría de ellos fueron puestos en libertad después de unos años. El poder soviético emitió una amnistía general después de unos años de represión y represalias. Simplemente no era la época del estalinismo. El líder insurgente Petrichenko y varios miles de insurgentes, incluida gran parte de la dirección de la rebelión, huyeron a través del hielo hacia Finlandia, gobernada por opositores de los bolcheviques, poco antes de que las tropas del Ejército Rojo se trasladaran a Kronstadt, allí mantuvieron contactos con la derecha contrarrevolucionaria que se había exiliado. 

La carrera posterior de Petritschenko es extremadamente extraña: En la década de 1930 se acercó al estalinismo en el exilio y luego regresó a la Unión Soviética. Colaboró ​​con el servicio secreto estalinista OGPU, aunque esto no impidió que Stalin lo encarcelara más tarde y lo ejecutara. 

Poco tiempo después del levantamiento de Kronstadt, Lenin pensó en disolver por completo la flota del Báltico, pero eso fue rechazado por el partido. Trotsky fue particularmente enérgico para garantizar que esto no sucediera. El supuesto “dictador” y “nuevo zar”, Lenin, fue derrotado democráticamente en este punto. Finalmente, Kronstadt se convirtió nuevamente en una base importante de la Armada Roja, que aseguró Petrogrado y más tarde Leningrado en la Segunda Guerra Mundial, cuando fue sitiada por la Wehrmacht. Los bolcheviques nombraron los barcos de los rebeldes, “Petropavlovsk” y “Sebastopol”, como “Marat” y “Comuna de París” para honrar las revoluciones del pasado y se intensificó el trabajo político del PC en la flota. 

Las demandas económicas de los marineros a favor del campesinado fueron atendidas a partir del verano de 1921 a través de la Nueva Política Económica (NPE). En la NPE se sustituyó el decomiso del grano por un impuesto en especie y se volvió a posibilitar el pequeño comercio privado, lo que benefició a agricultores, artesanos y pequeños comerciantes. Políticamente, sin embargo, el levantamiento abrió una herida profunda., pues se intensificó el desarrollo hacia un gobierno de partido único.

En el décimo congreso del partido, que continuó después de sofocado el levantamiento, se aprobó una prohibición de los partidos para consolidar la unidad del partido durante la crisis. En lugar de más democracia, había menos. Sin embargo, no hay que olvidar que hasta mediados de la década de 1920 los socialrevolucionarios, los mencheviques y los anarquistas podían presentarse a las elecciones de los soviets y a los comités de fábrica. Solo el aplastamiento de la Oposición de Izquierda finalmente conduciría al triunfo de la burocracia (Cf. Kevin Murphy, Revolución y contrarrevolución: lucha de clases en una fábrica de metales de Moscú) Los últimos clubes y asociaciones anarquistas legales fueron prohibidos y cerrados al mismo tiempo que se expulsaba y perseguía a la oposición de izquierdas. (Paul Avrich, The Russian Anarchists, Nueva York 1967, p. 244 y siguientes).

Para evaluar

La revuelta de Kronstadt en 1921 no fue la primera, sino la escalada más dramática y simbólica de un conflicto entre obreros y campesinos desmoralizados y del poder de los soviets en las condiciones de una revolución aislada y una población marcada por el hambre y agotamiento. El levantamiento se oponía a una revolución que luchaba por sobrevivir en una situación difícil. Si se hubiera permitido que estas fuerzas actuaran, esto habría marcado el comienzo del fin de los logros conquistados en 1917. Las fuerzas reaccionarias de todo tipo podrían esconderse bien detrás de la consigna “Soviets sin comunistas”. En 1921, ellos mismos no ocultaron el hecho de que querían impulsar sus objetivos a través del desvío de los soviets sin bolcheviques si era necesario. El líder del Partido Cadete, burgués y liberal, Milyukov, fue citado como ejemplo por Lenin y Trotsky. Trotsky ya había señalado en 1921 cómo los países extranjeros capitalistas eufóricos, y especialmente la bolsa de valores, reaccionaron ante el levantamiento.

Desde el lado anarquista en particular, Kronstadt fue en 1921 y ha sido usado como un ejemplo y modelo de cómo y porqué se diferenciaban del bolchevismo. Hasta el día de hoy los anarquistas -Avrich es una excepción- citan a los viejos clásicos: Emma Goldman, Alexander Berkman, Voline, etc. Los rasgos reaccionarios de este levantamiento son ignorados o minimizados en gran medida.  Aproximadamente en la visión anarquista, la idea es que lo que de alguna manera viene “desde abajo” se opone al poder político central y es aparentemente espontáneo, por esa sola razón representaría un socialismo mejor y correcto. 

En 1921, muchos anarquistas estaban a punto de unirse a la Internacional Comunista. Esto fue particularmente visible en el caso de la influyente sindicalista CNT/FAI en España. “Kronstadt” fue la razón principal por la que no dieron este paso. Anarquistas como Emma Goldman acusaron principalmente a Trotsky, como jefe del Ejército Rojo, por reprimir el levantamiento de Kronstadt. También le negaron toda solidaridad con motivo de la represión estalinista de los años treinta. “Trotsky protesta demasiado”, escribió Emma Goldman en aquellos años. ¡Goldman escribió eso en el momento de la más sangrienta persecución de comunistas en la Unión Soviética durante los “Juicios de Moscú”!

Los anarquistas y otros críticos izquierdistas del bolchevismo calificaron de cínico que los bolcheviques celebraran su victoria en marzo de 1921 con un desfile en el que también conmemoraban el 50 aniversario de la Comuna de París. Al parecer, interpretan que ellos “ahogaron en sangre la comuna de Kronstadt” (Alexander Berkman). Sin embargo, los rebeldes de Kronstadt literalmente incitaron contra “la comuna”. El término era una palabrota y una imagen de enemigo para ellos. 

Sin embargo, sobre todo, la situación de los bolcheviques en 1921 muestra las dificultades que puede afrontar el proletariado urbano cuando toma el poder y permanece aislado como minoría en un país campesino. ¿Quizás los comuneros de París en 1871 se hubieran enfrentado a tales problemas si no hubieran sido masacrados después de unas pocas semanas ..?

Cuando Trotsky pronunció un discurso en honor a los soldados del Ejército Rojo que perdieron la vida en el asalto a Kronstadt, eligió las siguientes palabras, débiles pero adecuadas en vista del trágico evento y la muerte de 10,000 combatientes caídos en defensa de la revolución: 

“Esperamos el mayor tiempo posible para que nuestros marineros ciegos pudieran ver con sus propios ojos adónde los conducía la revuelta. Pero nos enfrentamos al riesgo de que el hielo se derritiera y nos vimos obligados a atacar breve, brusca y decisivamente. Con un heroísmo incomparable, en una batalla sin igual en la historia militar, nuestros kursanti (cadetes militares), y las unidades del Ejército Rojo inspiradas por ellos, tomaron por asalto una excelente fortaleza marina. Sin disparar un solo tiro, estos hijos de Rusia de obreros y campesinos, dignos de la revolución, avanzaron por el hielo. Algunos perecieron sin una palabra de queja, pero el resto continuó hasta la victoria final.”

En 1921 Karl Radek escribió en un notable artículo en la revista “Russische Korrespondenz”, que las revoluciones se llevan a cabo generalmente para que las masas vivan mejor. Pero ante la guerra civil y el aislamiento, una revolución podría conducir inicialmente a un deterioro del nivel de vida. En esta situación, enfatizó Radek, las partes avanzadas de la clase no deben dejar el libro de ejercicios a los desmoralizados y atrasados. Incluso si las condiciones materiales en las revoluciones futuras serán ciertamente mejores que en Rusia en ese momento. Estas líneas contienen una gran cantidad de verdad en ellas.   

Lenin escribió el 26 de marzo de 1921: “Créame, en Rusia sólo son posibles dos gobiernos: un gobierno zarista o el gobierno de los soviets”. (LW Vol. 36, pág. 528)

El levantamiento de Kronstadt a menudo se ubica junto a levantamientos posteriores contra el estalinismo: ya sea 1953 en la RDA, 1956 en Hungría, 1956, 1970 y 1980 en Polonia o 1968 en Checoslovaquia. Superficialmente ciertamente había paralelismos, pero los gobiernos contra los que se dirigieron estos últimos levantamientos eran cualitativamente diferentes del gobierno de la URSS encabezado por Lenin y Trotsky. Estos levantamientos estaban dirigidos contra los regímenes y partidos estalinistas que habían sido en gran parte “limpiados” de revolucionarios y bajo los cuales la burocracia ya estaba completamente atrincherada. El objetivo de la revolución proletaria mundial y el espíritu internacionalista consecuente, que todavía estaban vivos entre los comunistas de 1921, habían sido abandonados hacía mucho tiempo por los posteriores apparatchiks estalinistas. 

Mucho se ha escrito del lado soviético sobre el enredo de los países capitalistas extranjeros y las organizaciones blancas antibolcheviques, y sobre el papel del general Koslowski. Hoy sabemos con certeza que todas estas fuerzas estuvieron involucradas en el levantamiento, pero no fueron la fuerza motriz del mismo, esta fue la decepción de los marineros ordinarios por la complicada situación de 1921. Lenin, Trotsky y el partido lo reconocieron y con la NPE cambiaron radicalmente su postura hacia el campesinado. Por lo tanto, Lenin calificó el levantamiento de Kronstadt como un “rayo” que “iluminó la realidad”. 

Esto plantea la cuestión de si la sangrienta escalada podría haberse evitado si el “comunismo de guerra”, el represivo requisamiento estatal de productos agrícolas que había llegado a su límite, se hubiera terminado antes y la NPE hubiera sido implementada antes de marzo de 1921. Este debate sigue siendo importante para aprender lecciones para el futuro y los revolucionarios no deberían simplemente celebrar los eventos de Kronstadt como un acto heroico de las unidades bolcheviques, sino tomarse en serio el daño que el proyecto revolucionario sufrió como resultado. Sin embargo, desde el punto de vista de los históricamente responsables, como escribió Trotsky, la represión del levantamiento fue una “trágica necesidad” y sin alternativa, a pesar de las consecuencias que se han discutido hasta el día de hoy.